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VERANO, un relato de Julio Cortázar (con vídeos subtitulados)

En estos vídeos os traigo la lectura del relato titulado Verano, del escritor argentino Julio Cortázar.

VERANO, un relato de Julio Cortázar

Primera parte (primer vídeo)

Al atardecer Florencio bajó con la nena hasta la cabaña, siguiendo el sendero lleno de baches y piedras sueltas que solo Mariano y Zulma se animaban a franquear con el yip. Zulma les abrió la puerta, y a Florencio le pareció que tenía los ojos como si hubiera estado pelando cebollas. Mariano vino desde la otra pieza, les dijo que entraran, pero Florencio solamente quería pedirles que guardaran a la nena hasta la mañana siguiente porque tenía que ir a la costa por un asunto urgente y en el pueblo no había nadie a quien pedirle el favor. Por supuesto, dijo Zulma, déjela nomás, le pondremos una cama aquí abajo. Pase a tomar una copa, insistió Mariano, total cinco minutos, pero Florencio había dejado el auto en la plaza del pueblo y tenía que seguir viaje enseguida; les agradeció, le dio un beso a su hijita que ya había descubierto la pila de revistas en la banqueta; cuando se cerró la puerta Zulma y Mariano se miraron casi interrogativamente, como si todo hubiera sucedido demasiado pronto. Mariano se encogió de hombros y volvió a su taller donde estaba encolando un viejo sillón; Zulma le preguntó a la nena si tenía hambre, le propuso que jugara con las revistas, en la despensa había una pelota y una red para cazar mariposas; la nena dio las gracias y se puso a mirar las revistas; Zulma la observó un momento mientras preparaba los alcauciles para la noche, y pensó que podía dejarla jugar sola.

Ya atardecía temprano en el sur, apenas les quedaba un mes antes de volver a la capital, entrar en la otra vida del invierno que al fin y al cabo era una misma sobrevivencia, estar distantemente juntos, amablemente amigos, respetando y ejecutando las múltiples nimias delicadas ceremonias convencionales de la pareja, como ahora que Mariano necesitaba una de las hornallas para calentar el tarro de cola y Zulma sacaba del fuego la cacerola de papas diciendo que después terminaría de cocinarlas, y Mariano agradecía porque el sillón ya estaba casi terminado y era mejor aplicar la cola de una sola vez, pero claro, calentala nomás. La nena hojeaba las revistas en el fondo de la gran pieza que servía de cocina y comedor, Mariano le buscó unos caramelos en la despensa; era la hora de salir al jardín para tomar una copa mirando anochecer en las colinas; nunca había nadie en el sendero, la primera casa del pueblo se perfilaba apenas en lo más alto; delante de ellos la falda seguía bajando hasta el fondo del valle ya en penumbras. Serví nomás, vengo en seguida, dijo Zulma. Todo se cumplía cíclicamente, cada cosa en su hora y una hora para cada cosa, con la excepción de la nena que de golpe desajustaba levemente el esquema; un banquito y un vaso de leche para ella, una caricia en el pelo y elogios por lo bien que se portaba. Los cigarrillos, las golondrinas arracimándose sobre la cabaña; todo se iba repitiendo, encajando, el sillón ya estaría casi seco, encolado como ese nuevo día que nada tenía de nuevo. Las insignificantes diferencias eran la nena esa tarde, como a veces a mediodía el cartero los sacaba un momento de la soledad con una carta para Mariano o para Zulma que el destinatario recibía y guardaba sin decir una palabra. Un mes más de repeticiones previsibles, como ensayadas, y el yip cargado hasta el tope los devolvería al departamento de la capital, a la vida que solo era otra en las formas, el grupo de Zulma o los amigos pintores de Mariano, las tardes de tiendas para ella y las noches en los cafés para Mariano, un ir y venir separadamente aunque siempre se encontraran para el cumplimiento de las ceremonias bisagra, el beso matinal y los programas neutrales en común, como ahora que Mariano ofrecía otra copa y Zulma aceptaba con los ojos perdidos en las colinas más lejanas, teñidas ya de un violeta profundo.

Qué te gustaría cenar, nena. A mí como usted quiera, señora. A lo mejor no le gustan los alcauciles, dijo Mariano. Sí me gustan, dijo la nena, con aceite y vinagre pero poca sal porque pica. Se rieron, le harían una vinagreta especial. Y huevos pasados por agua, qué tal. Con cucharita, dijo la nena. Y poca sal porque pica, bromeó Mariano. La sal pica muchísimo, dijo la nena, a mi muñeca le doy el puré sin sal, hoy no la traje porque mi papá estaba apurado y no me dejó. Va a hacer una linda noche, pensó Zulma en voz alta, mirá qué transparente está el aire hacia el norte. Sí, no hará demasiado calor, dijo Mariano entrando los sillones al salón de abajo, encendiendo las lámparas junto al ventanal que daba al valle. Mecánicamente encendió también la radio. Nixon viajará a Pekín, qué me contás, dijo Mariano. Ya no hay religión, dijo Zulma, y soltaron la carcajada al mismo tiempo. La nena se había dedicado a las revistas y marcaba las páginas de las tiras cómicas como si pensara leerlas dos veces.

La noche llegó entre el insecticida que Mariano pulverizaba en el dormitorio de arriba y el perfume de una cebolla que Zulma cortaba canturreando un ritmo pop de la radio. A mitad de la cena la nena empezó a adormilarse sobre su huevo pasado por agua; le hicieron bromas, la alentaron a terminar; ya Mariano le había preparado el catre con un colchón neumático en el ángulo más alejado de la cocina, de manera de no molestarla si todavía se quedaban un rato en el salón de abajo, escuchando discos o leyendo. La nena comió su durazno y admitió que tenía sueño. Acuéstese, mi amor, dijo Zulma, ya sabe que si quiere hacer pipí no tiene más que subir, le dejaremos prendida la luz de la escalera. La nena los besó en la mejilla, ya perdida de sueño, pero antes de acostarse eligió una revista y la puso debajo de la almohada. Son increíbles, dijo Mariano, qué mundo inalcanzable, y pensar que fue el nuestro, el de todos. A lo mejor no es tan diferente, dijo Zulma que destendía la mesa, vos también tenés tus manías, el frasco de agua colonia a la izquierda y la gillette a la derecha, y yo no hablemos. Pero no eran manías, pensó Mariano, más bien una respuesta a la muerte y a la nada, fijar las cosas y los tiempos, establecer ritos y pasajes contra el desorden lleno de agujeros y de manchas. Solamente que ya no lo decía en voz alta, cada vez parecía haber menos necesidad de hablar con Zulma, y Zulma tampoco decía nada que reclamara un cambio de ideas. Llevá la cafetera, ya puse las tazas en la banqueta de la chimenea. Fijate si queda azúcar en la azucarera, hay un paquete nuevo en la despensa. No encuentro el tirabuzón, esta botella de aguardiente pinta bien, no te parece. Sí, lindo color. Ya que vas a subir traete los cigarrillos que dejé en la cómoda. De veras que es bueno este aguardiente. Hace calor, no encontrás. Sí, está pesado, mejor no abrir las ventanas, se va a llenar de mariposas y mosquitos.

Cuando Zulma oyó el primer ruido, Mariano estaba buscando en las pilas de discos una sonata de Beethoven que no había escuchado ese verano. Se quedó con la mano en el aire, miró a Zulma. Un ruido como en la escalera de piedra del jardín, pero a esa hora nadie venía a la cabaña, nadie venía nunca de noche. Desde la cocina encendió la lámpara que alumbraba la parte más cercana del jardín, no vio nada y la apagó. Un perro que anda buscando qué comer, dijo Zulma. Sonaba raro, casi como un bufido, dijo Mariano. En el ventanal chicoteó una enorme mancha blanca, Zulma gritó ahogadamente, Mariano de espaldas se volvió demasiado tarde, el vidrio reflejaba solamente los cuadros y los muebles del salón. No tuvo tiempo de preguntar, el bufido resonó cerca de la pared que daba al norte, un relincho sofocado como el grito de Zulma que tenía las manos contra la boca y se pegaba a la pared del fondo, mirando fijamente el ventanal. Es un caballo, dijo Mariano sin creerlo, suena como un caballo, oí los cascos, está galopando en el jardín. Las crines, los belfos como sangrantes, una enorme cabeza blanca rozaba el ventanal, el caballo los miró apenas, la mancha blanca se borró hacia la derecha, oyeron otra vez los cascos, un brusco silencio del lado de la escalera de piedra, el relincho, la carrera. Pero no hay caballos por aquí, dijo Mariano que había agarrado la botella de aguardiente por el gollete antes de darse cuenta y volver a ponerla sobre la banqueta. Quiere entrar, dijo Zulma pegada a la pared del fondo. Pero no, qué tontería, se habrá escapado de alguna chacra del valle y vino a la luz. Te digo que quiere entrar, está rabioso y quiere entrar. Los caballos no rabian que yo sepa, dijo Mariano, me parece que se ha ido, voy a mirar por la ventana de arriba. No, no, quédate aquí, lo oigo todavía, está en la escalera de la terraza, está pisoteando las plantas, va a volver, y si rompe el vidrio y entra. No seas sonsa, qué va a romper, dijo débilmente Mariano, a lo mejor si apagamos las luces se manda mudar. No sé, no sé, dijo Zulma resbalando hasta quedar sentada en la banqueta, oí cómo relincha, está ahí arriba. Oyeron los cascos bajando la escalera, el resoplar irritado contra la puerta, a Mariano le pareció sentir como una presión en la puerta, un roce repetido, y Zulma corrió hacia él gritando histéricamente. La rechazó sin violencia, tendió la mano hacia el interruptor; en la penumbra (quedaba la luz de la cocina donde dormía la nena) el relincho y los cascos se hicieron más fuertes, pero el caballo ya no estaba delante de la puerta, se lo oía ir y venir en el jardín. Mariano corrió a apagar la luz de la cocina, sin siquiera mirar hacia el rincón donde habían acostado a la nena; volvió para abrazar a Zulma que sollozaba, le acarició el pelo y la cara, pidiéndole que se callara para poder escuchar mejor. En el ventanal, la cabeza del caballo se frotó contra el gran vidrio, sin demasiada fuerza, la mancha blanca parecía transparente en la oscuridad; sintieron que el caballo miraba al interior como buscando algo, pero ya no podía verlos y sin embargo seguía ahí, relinchando y resoplando, con bruscas sacudidas a un lado y otro. El cuerpo de Zulma resbaló entre los brazos de Mariano, que la ayudó a sentarse otra vez en la banqueta, apoyándola contra la pared. No te muevas, no digas nada, ahora se va a ir, verás. Quiere entrar, dijo débilmente Zulma, sé que quiere entrar y si rompe la ventana, qué va a pasar si la rompe a patadas. Sh, dijo Mariano, callate por favor. Va a entrar, murmuró Zulma. Yo no tengo ni una escopeta, dijo Mariano, le metería cinco balas en la cabeza, hijo de puta. Ya no está ahí, dijo Zulma levantándose bruscamente, lo oigo arriba, si ve la puerta de la terraza es capaz de entrar. Está bien cerrada, no tengas miedo, pensá que en la oscuridad no va a entrar en una casa donde ni siquiera podría moverse, no es tan idiota. Oh sí, dijo Zulma, quiere entrar, va a aplastarnos contra las paredes, sé que quiere entrar. Sh, repitió Mariano que también lo pensaba, que no podía hacer otra cosa que esperar con la espalda empapada de sudor frío. Una vez más los cascos resonaron en las lajas de la escalera, y de golpe el silencio, los grillos lejanos, un pájaro en el nogal de lo alto.

Segunda parte (segundo vídeo)

Sin encender la luz, ahora que el ventanal dejaba entrar la vaga claridad de la noche, Mariano llenó una copa de aguardiente y la sostuvo contra los labios de Zulma, obligándola a beber aunque los dientes chocaban contra la copa y el alcohol se derramaba en la blusa; después, del gollete, bebió un largo trago y fue hasta la cocina para mirar a la nena. Con las manos bajo la almohada como si sujetara la preciosa revista, dormía increíblemente y no había escuchado nada, apenas parecía estar ahí mientras en el salón el llanto de Zulma se cortaba cada tanto en un hipo ahogado, casi un grito. Ya pasó, ya pasó, dijo Mariano sentándose contra ella y sacudiéndola suavemente, no fue más que un susto. Va a volver, dijo Zulma con los ojos clavados en el ventanal. No, ya andará lejos, seguro que se escapó de alguna tropilla de allá abajo. Ningún caballo hace eso, dijo Zulma, ningún caballo quiere entrar así en una casa. Admito que es raro, dijo Mariano, mejor echemos un vistazo afuera, aquí tengo la linterna. Pero Zulma se había apretado contra la pared, la idea de abrir la puerta, de salir hacia la sombra blanca que podía estar cerca, esperando bajo los árboles, pronta a cargar. Mirá, si no nos aseguramos que se ha ido nadie va a dormir esta noche, dijo Mariano. Démosle un poco más de tiempo, entre tanto vos te acostás y te doy tu calmante; dosis extra, pobrecita, te la has ganado de sobra.

Zulma acabó por aceptar, pasivamente; sin encender las luces fueron hasta la escalera y Mariano mostró con la mano a la nena dormida, pero Zulma apenas la miró, subía la escalera trastabillando, Mariano tuvo que sujetarla al entrar en el dormitorio porque estaba a punto de golpearse en el marco de la puerta. Desde la ventana que daba sobre el alero miraron la escalera de piedra, la terraza más alta del jardín. Se ha ido, ves, dijo Mariano arreglando la almohada de Zulma, viéndola desvestirse con gestos mecánicos, la mirada fija en la ventana. Le hizo beber las gotas, le pasó agua colonia por el cuello y las manos, alzó suavemente la sábana hasta los hombros de Zulma que había cerrado los ojos y temblaba. Le secó las mejillas, esperó un momento y bajó a buscar la linterna; llevándola apagada en una mano y con un hacha en la otra, entornó poco a poco la puerta del salón y salió a la terraza inferior desde donde podía abarcar todo el lado de la casa que daba hacia el este; la noche era idéntica a tantas otras del verano, los grillos chirriaban lejos, una rana dejaba caer dos gotas alternadas de sonido. Sin necesidad de la linterna Mariano vio la mata de lilas pisoteada, las enormes huellas en el cantero de pensamientos, la maceta tumbada al pie de la escalera; no era una alucinación, entonces, y desde luego valía más que no lo fuera; por la mañana iría con Florencio a averiguar en las chacras del valle, no se la iban a llevar de arriba tan fácilmente. Antes de entrar enderezó la maceta, fue hasta los primeros árboles y escuchó largamente los grillos y la rana; cuando miró hacia la casa, Zulma estaba en la ventana del dormitorio, desnuda, inmóvil.

La nena no se había movido, Mariano subió sin hacer ruido y se puso a fumar al lado de Zulma. Ya ves, se ha ido, podemos dormir tranquilos, mañana veremos. Poco a poco la fue llevando hasta la cama, se desvistió, se tendió boca arriba, siempre fumando. Dormí, todo va bien, no fue más que un susto absurdo. Le pasó la mano por el pelo, los dedos resbalaron hasta el hombro, rozaron los senos. Zulma se volvió de lado, dándole la espalda, sin hablar; también eso era como tantas otras noches del verano.

Dormir tenía que ser difícil, pero Mariano se durmió bruscamente apenas había apagado el cigarrillo; la ventana seguía abierta y seguramente entrarían mosquitos, pero el sueño vino antes, sin imágenes, la nada total de la que salió en algún momento despedido por un pánico indecible, la presión de los dedos de Zulma en un hombro, el jadeo. Casi antes de comprender ya estaba escuchando la noche, el perfecto silencio puntuado por los grillos. Dormí, Zulma, no hay nada, habrás soñado. Obstinándose en que asintiera, que volviera a tenderse dándole la espalda ahora que de golpe había retirado la mano y estaba sentada, rígida, mirando hacia la puerta cerrada. Se levantó al mismo tiempo que Zulma, incapaz de impedirle que abriera la puerta y fuera hasta el nacimiento de la escalera, pegado a ella y preguntándose vagamente si no haría mejor en cachetearla, traerla a la fuerza hasta la cama, dominar por fin tanta lejanía petrificada. En la mitad de la escalera Zulma se detuvo, tomándose de la barandilla. ¿Vos sabes por qué está ahí la nena? Con una voz que debía pertenecer todavía a la pesadilla. ¿La nena? Otros dos peldaños, ya casi en el codo que se abría sobre la cocina. Zulma, por favor. Y la voz quebrada, casi en falsete, está ahí para dejarlo entrar, te digo que lo va a dejar entrar. Zulma, no me obligues a hacer una idiotez. Y la voz como triunfante, subiendo todavía más de tono, mirá, pero mirá si no me crees, la cama vacía, la revista en el suelo. De un empellón Mariano se adelantó a Zulma, saltó hasta el interruptor. La nena los miró, su piyama rosa contra la puerta que daba al salón, la cara adormilada. Qué hacés levantada a esta hora, dijo Mariano envolviéndose la cintura con un repasador. La nena miraba a Zulma desnuda, entre dormida y avergonzada la miraba como queriendo volverse a la cama, al borde del llanto. Me levanté para hacer pipí, dijo. Y saliste al jardín cuando te habíamos dicho que subieras al baño. La nena empezó a hacer pucheros, las manos cómicamente perdidas en los bolsillos del piyama. No es nada, volvete a la cama, dijo Mariano acariciándole el pelo. La arropó, le puso la revista debajo de la almohada; la nena se volvió contra la pared, un dedo en la boca como para consolarse. Subí, dijo Mariano, ya ves que no pasa nada, no te quedes ahí como una sonámbula. La vio dar dos pasos hacia la puerta del salón, se le cruzó en el camino, ya estaba bien así, qué diablos. Pero no te das cuenta de que le ha abierto la puerta, dijo Zulma con esa voz que no era la suya. Dejate de tonterías, Zulma. Andá a ver si no es cierto, o dejame ir a mí. La mano de Mariano se cerró en el antebrazo que temblaba. Subí ahora mismo, empujándola hasta llevarla al pie de la escalera, mirando al pasar a la nena que no se había movido, que ya debía dormir. En el primer peldaño Zulma gritó y quiso escapar, pero la escalera era estrecha y Mariano la empujaba con todo el cuerpo, el repasador se desciñó y cayó al pie de la escalera, sujetándola por los hombros y tironeándola hacia arriba la llevó hasta el rellano, la lanzó hacia el dormitorio, cerrando la puerta tras él. Lo va a dejar entrar, repetía Zulma, la puerta está abierta y va a entrar. Acostate, dijo Mariano. Te digo que la puerta está abierta. No importa, dijo Mariano, que entre si quiere, ahora me importa un carajo que entre o no entre. Atrapó las manos de Zulma que buscaban rechazarlo, la empujó de espaldas contra la cama, cayeron juntos, Zulma sollozando y suplicando, imposibilitada de moverse bajo el peso de un cuerpo que la ceñía cada vez más, que la plegaba a una voluntad murmurada boca a boca, rabiosamente, entre lágrimas y obscenidades. No quiero, no quiero, no quiero nunca más, no quiero, pero ya demasiado tarde, su fuerza y su orgullo cediendo a ese peso arrasador que la devolvía al pasado imposible, a los veranos sin cartas y sin caballos. En algún momento —empezaba a clarear— Mariano se vistió en silencio, bajó a la cocina; la nena dormía con el dedo en la boca, la puerta del salón estaba abierta. Zulma había tenido razón, la nena había abierto la puerta pero el caballo no había entrado en la casa. A menos que sí, lo pensó encendiendo el primer cigarrillo y mirando el filo azul de las colinas, a menos que también en eso Zulma tuviera razón y que el caballo hubiera entrado en la casa, pero cómo saberlo si no lo habían escuchado, si todo estaba en orden, si el reloj seguiría midiendo la mañana y después que Florencio viniera a buscar a la nena a lo mejor hacia las doce llegaría el cartero silbando desde lejos, dejándoles sobre la mesa del jardín las cartas que él o Zulma tomarían sin decir nada, un rato antes de decidir de común acuerdo lo que convenía preparar para el almuerzo.

Fuente: https://ciudadseva.com/texto/verano-cortazar/

Érase una vez en Cadi (Cádiz)

Historia de Cádiz

Los clásicos, sitúan la fundación de la ciudad en el 1100 a.C. por los fenicios, no obstante la ciencia histórica moderna la sitúa sobre el 800 a.C. época en que llegaron a la bahía los navegantes fenicios.

Las condiciones geográficas de la ciudad, y los aspectos más singulares de la cultura de sus fundadores marcarán  para siempre la historia de ésta: GADIR (que significa recinto cerrado), se convertiría en base de las rutas comerciales del Mediterráneo y el Atlántico.

Con la decadencia de Tiro, metrópoli fenicia de la que dependía la ciudad, los ciudadanos de Gadir se pusieron bajo la protección de Cartago, nuevo dominador de los mares.

Desde el siglo V a.C. los cartagineses ejercieron su dominio sobre Gadir haciéndole jugar un importante papel en su red de factorías costeras, y en el desarrollo de las guerras púnicas entre Cartago y Roma.

El desarrollo de estos enfrentamientos bélicos por dominar el entorno mediterráneo determinó que los gaditanos se liberaran del dominio cartaginés firmando un pacto con Roma, y pasando a denominarse GADES, ciudad que llegó a convertirse en una de las ciudades más importantes de la provincia romana de la Hispania.

Hacia el siglo V, GADES cae en poder de los godos, y comienza una etapa de decadencia como consecuencia de la desvinculación de los pueblos visigodos con el mar y la navegación.

Con la conquista islámica de la península a partir del año 711, tras la derrota del rey godo Don Rodrigo en la batalla del Guadalete comienza la dominación musulmana, etapa de estancamiento para la ciudad en una sociedad de cultura nada marítima.

En la reconquista cristiana del sur de la península, el rey castellano Alfonso X el sabio conquista y repuebla Cádiz en 1262, y convierte el solar de la antigua mezquita árabe de la villa en el primer templo catedralicio.

Cádiz recibe el título de ciudad en 1265, y tras la muerte del Gran Marqués de Cádiz, Don Rodrigo Ponce de León, se incorpora a la corona de Castilla en 1493.

El siglo XVI fue el periodo del renacimiento de la ciudad, ya que su puerto se convirtió en la gran puerta comercial del tráfico con el recién descubierto Nuevo Mundo. Ya en 1717 con el traslado de la Casa de Contratación de Sevilla a Cádiz, debido principalmente a las dificultades de navegación en el Guadalquivir y las mejores condiciones para el comercio que los extranjeros encontraban, situaron a la ciudad en un lugar preferente para el comercio con el Nuevo Mundo.

Este florecimiento económico durante el siglo XVIII configuró el urbanismo de la ciudad, que aún persiste, y creó una burguesía comercial, práctica y culta, abierta al libre-cambio en lo económico, y a la monarquía constitucional en lo político.

En este ambiente propicio recibió Cádiz a los políticos que se refugiaron en la ciudad, sitiada por las tropas napoleónicas que dominaban España, para constituir las Cortes Generales y redactar en 1812 la primera Constitución Española, “La Pepa”.

La historia moderna de la ciudad está marcada por el desarrollo de la construcción naval, durante los años sesenta y setenta, llegándose a una notable dependencia de los astilleros de la ciudad, situación que se quiebra con la crisis del petróleo y los cambios del mercado mundial en la construcción de los grandes buques.

El progreso actual de la ciudad, pasa sin duda alguna por el desarrollo del turismo, la universidad y el sector servicios en general

Fuente: https://turismo.cadiz.es/es/cultura/historia

La fundación de Cádiz por los fenicios, la primera ciudad de occidente

hace casi tres mil años, cuando las naves procedentes de Tiro y Sidón, en tierras del actual Líbano, dejaban atrás el estrecho de Gibraltar, comenzaban una peligrosa navegación por las aguas del Atlántico. A ellas se asomaba Gadir, la perla de Occidente, cuyo puerto ofrecía un resguardo excepcional a los barcos que llegaban de Oriente y a sus propios bajeles: los «caballitos» gaditanos, como se los conocía por su mascarón de proa en forma de caballo.

Señora del océano, Gadir era la cabecera de las rutas fenicias que unían los dos extremos del Mediterráneo, y también el puente con los espacios desconocidos que se extendían más allá del horizonte, por donde se aventuraban los intrépidos navegantes fenicios.

Gadir era una ciudad de geografía particular. En realidad, se trataba de un archipiélago formado por tres islas: las Gadeirai, las «gaditanas». Las dos más occidentales, a las que conocemos por sus nombres griegos de Eritheia y Kothinoussa, estaban unidas por un tómbolo, una barrera arenosa formada por los sedimentos que el río Guadalete depositaba al verterse en el mar. La tercera isla, al este, era la de Antípolis.

El largo tómbolo arenoso permitía a los navíos fondear en cualquiera de sus lados, para protegerse tanto de los fuertes vientos que procedían del mar como de los que soplaban desde tierra. Este puerto privilegiado y la estratégica posición de Gadir, donde se anudaban los caminos que unían la Europa atlántica y el Próximo Oriente, el norte de África y el sur de Europa, explican la importancia de la ciudad y su temprana fundación.

Desde la Antigüedad, la tradición afirmaba que Gadir había sido fundada el año 1104 a.C., «ochenta años después de la caída de Troya», de acuerdo con un famoso texto del historiador romano Veleyo Patérculo. Pero este dato quizá trasluce la voluntad de agradar a unos insignes gaditanos de origen fenicio, los Cornelio Balbo, personajes de capital importancia en la Roma de tiempos de Veleyo.

En efecto, los Balbo formaron parte del núcleo de poder en torno a Julio César y su hijo adoptivo y heredero Octavio Augusto, el primer emperador de Roma. Esta referencia de Veleyo a la fundación de Gadir ha sido muy discutida, pero cobra cierta veracidad a tenor de recientes hallazgos arqueológicos en Cádiz, donde han aparecido estructuras urbanas datadas al menos en el siglo IX a.C., frente a los descubrimientos anteriores, fechados entre los siglos VII y VI a.C.

EL NACIMIENTO DE GADIR

El geógrafo griego Estrabón recoge un relato del nacimiento de Gadir procedente de un historiador griego más antiguo, Posidonio. Según refiere Estrabón, la ciudad la fundaron fenicios procedentes de Tiro, siguiendo las indicaciones de un oráculo. Tras dos intentos fallidos, uno al este y otro al oeste del estrecho de Gibraltar, en los que los sacrificios ofrecidos a la divinidad no resultaron favorables, la tercera intentona se saldó con éxito. La nueva colonia recibió su nombre de la muralla que la rodeó, pues gadir era el nombre que los fenicios daban a un «recinto cerrado».

Los tirios habían llegado a aquel lugar remoto de Occidente en busca de metales, de los que en el desarrollado Próximo Oriente había una demanda insaciable: de plata sobre todo, pero también de oro y estaño. Y en el Bajo Guadalquivir contaban con un proveedor excepcional de plata: el mundo tartésico, envuelto en un aura de riqueza fabulosa, manifiesta en relatos como éste: «Se dice que los primeros fenicios que navegaron hacia Tartessos obtuvieron en sus intercambios comerciales a cambio de aceite y pacotilla una cantidad de plata tal, que ya no pudieron guardarla ni darle cabida [en su barco], sino que se vieron obligados cuando partieron de aquellas regiones a componer de plata todos los utensilios de los que se servían e incluso las anclas» (Pseudo Aristóteles, Relatos maravillosos 135).

UNA CIUDAD VOLCADA AL MAR

Gadir seguía el viejo patrón de los asentamientos fenicios, para los que se buscaban lugares que reunieran unas condiciones de defensa relativamente fácil: islas cercanas a la costa (como la propia Tiro), promontorios rodeados de un entorno acuático (como la poderosa colonia tiria de Cartago), penínsulas, lugares elevados en el interior pero cerca de la costa (como la Asido fenicia, hoy Medina Sidonia, en la provincia de Cádiz), o pequeños conjuntos de islas muy próximas entre sí y estratégicamente situadas en relación con la tierra firme, con acceso inmediato a ríos navegables por pequeñas embarcaciones. Gadir, próxima a ríos como el Guadalete o el Iro, seguía este último modelo.

Poco sabemos sobre el aspecto de la ciudad, aparte de la presencia de los templos dedicados a la diosa Astarté y a Melkart, el principal dios de Tiro. Los exvotos de este último santuario, en forma de figurillas de bronce, nos hablan de la religiosidad de los marinos fenicios y de su agradecimiento al dios por permitirles navegar en el Extremo Occidente.

Con el paso del tiempo, el fenicio Melkart, señor de Tiro y de Gadir, se fundió con el griego Heracles (el Hércules de los romanos) y siguió reinando con este nombre en el estrecho de Gibraltar, un paisaje que creó con sus propias manos al separar las dos grandes rocas o columnas que llevan su nombre: las Columnas de Hércules. El geógrafo romano Pomponio Mela, nacido muy cerca de Cádiz, escribía en el siglo I d.C. que el templo de Melkart «era célebre por sus fundadores, por su veneración, por su antiguedad y por sus riquezas», y añadía que «su santidad estriba en que guarda las cenizas de Hércules»; el santuario contaba con un oráculo que fue visitado por Aníbal y Julio César, a quien predijo su grandeza.

La importancia del templo iba más allá del ámbito estrictamente religioso, ya que desempeñaba un papel económico de primer orden. El dios, patrono de marinos y comerciantes, garantizaba la calidad de las mercancías, la corrección de pesos y medidas empleados en las transacciones y el valor de los acuerdos comerciales que se cerraban en su recinto sagrado.

Junto a los templos, el otro rasgo distintivo de la ciudad era su espléndido fondeadero, el doble puerto natural entre las islas de Eritheia y Kothinoussa. Otras posibles señas de identidad del urbanismo de Gadir han de buscarse por analogía, quizás, en emplazamientos fenicios de la zona, como son Doña Blanca o (ya en el lado oriental del Estrecho) Carteia y su antecedente, el Cerro del Prado.

Como en el caso de estos núcleos de la bahía de Cádiz, Gadir habría contado con murallas, torres y puertas monumentales, lo que le habría permitido guarecerse tras las mismas a la hora, por ejemplo, de cambiar de bando durante la segunda guerra púnica, en el año 206 a.C., cuando expulsó a la guarnición cartaginesa y se declaró a favor de Roma. De este modo, la Gadir tiria mudaba la piel y se aseguraba su propia supervivencia, desgajándose de un mundo en su ocaso, el del antaño poderoso y ahora declinante Imperio cartaginés.

LOS VIVOS Y LOS MUERTOS

La economía de esta bulliciosa ciudad se sustentaba en el comercio con los mundos atlántico y mediterráneo, en la pesca del atún y en la exportación de la salsa de vísceras de pescado llamada gáron, el garum de los romanos. Tanta o mayor fama que el gáron tenían las bailarinas gaditanas (las puellae de Gades) y los arrojados marinos que desde la ciudad exploraron el Atlántico hasta el mar del Norte o el golfo de Guinea.

De ellos dice Estrabón: «Sus habitantes son los que envían la flota más numerosa y compuesta de barcos más grandes hacia nuestro mar y hacia el del exterior; aunque no habitan una isla grande ni ejercen dominio sobre una parte considerable del continente de enfrente ni poseen otras islas, sino que pasan la mayor parte de su vida en el mar» (Geografía III 5). Incluso se ha pensado que llegaron a circunnavegar África y que pudieron alcanzar Brasil.

La ciudad de los muertos, la necrópolis púnica, ha permitido conocer diferentes aspectos de la vida cotidiana, ya que los ajuares funerarios de los gaditanos incluyen desde cerámicas domésticas hasta objetos de lujo. Entre estos últimos se cuentan piezas de origen egipcio, como los alabastros (recipientes destinados a contener ungüentos y perfumes) y los escarabeos (piezas en forma de escarabajo, animal sagrado para los egipcios), así como joyas, pendientes, anillos y cuentas de collar de pasta de vidrio.

Pero las estrellas del mundo funerario gaditano son los dos sarcófagos antropomórficos conservados en el Museo de Cádiz, únicos en el Occidente mediterráneo. El primero de ellos, masculino, apareció en la zona conocida como Punta de la Vaca durante las obras emprendidas para la celebración de la Exposición Marítima Internacional de 1887. A comienzos del siglo XX llegó a la ciudad el arqueólogo manchego Pelayo Quintero Atauri, quien excavó la necrópolis púnica, que él identificó como fenicia, atribuyéndole una mayor antigüedad.

A él se debe el verdadero «descubrimiento» de la Cádiz fenicia; no en vano le dedicó un artículo en 1924 el magazine National Geographic. Curiosamente, en 1980, durante unas excavaciones en el solar de la casa de Pelayo Quintero, se halló un sarcófago antropomórfico femenino, casi cien años después de descubrir su pareja masculina.

Fueron dos hallazgos muy afortunados, si se tiene en cuenta la hipoteca que para la investigación arqueológica han supuesto la erosión de la costa por el mar, el crecimiento urbano de la ciudad y la gran explosión de 1947, año en que el estallido de un depósito de armamento de la Marina causó enormes daños y destruyó la necrópolis púnica excavada por Quintero. Con todo, yacimientos como los de la Calle Ancha, el espacio Entre Catedrales o el sitio arqueológico del Teatro Cómico han hecho retroceder la cronología gaditana y han confirmado que la Gadir de las fuentes antiguas es la Cádiz de hoy.

Fuente: https://historia.nationalgeographic.com.es/a/fundacion-cadiz-por-fenicios-primera-ciudad-occidente_6853/6

Cuando Cádiz lo era todo en España

El siglo XVIII fue el de la gloria para Cádiz. Convertida en puerto único en el comercio con las Indias, hasta Londres se inquietó ante su poder

Pasar la temible barra de Sanlúcar –desembocadura del Guadalquivir colmatada por aluviones–, suponía un grave problema para los galeones de las flotas de Indias. Era paso obligado hasta Sevilla, cuyo puerto gozaba del monopolio del comercio con América desde que, a comienzos de 1503, se creara la Casa de la Contratación. Esa circunstancia, unida a la sustitución de las naos y carabelas a lo largo del siglo XVI por galeones de un tonelaje mucho mayor y el creciente volumen de estos a lo largo del XVII, convirtió la navegación fluvial en un serio problema.

Por este motivo, en 1680, se decidió que las flotas de Indias descargasen en Cádiz, aunque la Casa de la Contratación –organismo que controlaba el comercio indiano– permaneciera en Sevilla. Hasta Cádiz se desplazaban sus funcionarios para supervisar la carga y descarga y controlar la entrada de oro, plata y otras mercancías procedentes del otro lado del Atlántico. Cádiz se convertía de facto en cabecera del comercio indiano.

Poco a poco, asentadores, comerciantes, factores, banqueros, hombres de negocios… fueron desplazándose de Sevilla a Cádiz, que había mejorado mucho sus defensas a lo largo del siglo XVII, en un intento de evitar un episodio como el vivido en 1596, cuando fue asaltada por los ingleses y saqueada al quedar en sus manos durante casi dos semanas.

Cuando, en 1702, desencadenada la guerra de Sucesión (1701-13), los ingleses trataron de apoderarse de ella, sus fuertes murallas les disuadieron, y centraron su ataque en otras localidades de la bahía gaditana (Rota y Puerto de Santa María). En el transcurso de esa contienda, los comerciantes gaditanos prestaron a Felipe V 36.000 pesos para obras de mejora de las defensas de la ciudad y su puerto. Ese despegue, iniciado en las últimas décadas del siglo XVII, se prolongará una vez que los Borbones queden definitivamente entronizados en España.

Crecimiento exponencial

La primera consecuencia derivada del monopolio del comercio indiano fue el notable incremento de su población y, por tanto, de su casco urbano. Esto último suponía un serio problema, dado que Cádiz se asentaba en una pequeña península –en realidad, un tómbolo– unida a tierra firme por un estrecho istmo, que era poco más que un cordón de tierra. Esa insularidad, que había sido determinante para que los fenicios escogieran el lugar como emplazamiento de su principal colonia en la península ibérica, era ahora un freno para su crecimiento.

La falta de espacio y los fuertes vientos, de levante y poniente, que la azotan con frecuencia –un espolón frente a las aguas del Atlántico–, determinaron en gran medida su trazado. Calles estrechas –resulta sintomático que se denominara “Ancha”, sin serlo en exceso, la más comercial y céntrica de ellas–, más propias de la Edad Media, y una orientación lo más adecuada posible para hacer frente a los vendavales.

El Cádiz de comienzos del siglo XVIII, que contaba con unos 30.000 habitantes, vivió un crecimiento demográfico espectacular. A finales de la centuria estaba entre los 80.000 y 90.000, lo que significa que casi había triplicado su población. Buena parte de ese crecimiento respondía a una fuerte corriente inmigratoria procedente del norte de la península y del extranjero. Eran gentes atraídas por el auge económico de la ciudad y por ser su puerto uno de los más importantes del mundo.

Los extranjeros, de nacionalidades muy diversas, hicieron de Cádiz una urbe cosmopolita. Fueron muy numerosas las colonias de italianos –sobre todo, genoveses y saboyanos–, así como de franceses, y también tuvo importancia la de flamencos. En un censo de 1773, la cifra de extranjeros se elevaba a cerca de 2.500. A esa población habría que agregar un notable volumen de habitantes temporales, la mayoría por motivos comerciales. Es muy posible que, contando con estos últimos, Cádiz se acercase a las 100.000 almas.

La Casa de la Contratación

En 1717, José Patiño, en ese momento intendente general de la Armada, tenía como objetivo la reconstrucción de la Marina Real, incluida la Flota de Indias y sus operaciones comerciales. Patiño planteó a Felipe V el traslado a Cádiz de la Casa de la Contratación. Se trataba de una medida de racionalización muy propia del reformismo borbónico: situar el principal organismo administrativo del comercio indiano en la misma ciudad donde se desarrollaba la actividad mercantil.

La mudanza no resultó fácil. Las autoridades sevillanas y parte de su influyente aristocracia se dirigieron al rey para tratar de que se derogase el decreto de traslado. Felipe V ordenó que una junta elevara un dictamen sobre la cuestión. Resultó ser favorable a Sevilla, pero Patiño se mostró partidario de mantener el cambio a Cádiz, y su actuación fue determinante. Con el traslado de la Casa de la Contratación se produjo el del Consulado de Cargadores a Indias, una institución destinada a resol ver los asuntos jurídicos, pleitos y litigios de quienes se dedicaban al comercio transatlántico y que, creado en 1543, había tenido su sede en Sevilla.

La Casa de la Contratación se instaló, provisionalmente, en unos inmuebles arrendados al conde de Alcudia, y poco después se reubicó en otros, más adecuados, pertenecientes al marqués de Torresoto. Allí permaneció el organismo hasta mediados de siglo, cuando, como parte de un vasto plan de reconstrucción de las murallas de la zona portuaria, se diseñó un gran complejo que incluía, además de una sede para la Casa de la Contratación, el Consulado de Mercaderes y la Aduana. Las obras, que se prolongarían más de tres decenios, no se finalizaron hasta 1784.

También en 1717, y por decisión de Patiño, se creó en Cádiz la Academia de Guardiamarinas. Tenía como objetivo regularizar la formación de los futuros oficiales de la Real Armada. Para su ubicación se alquilaron varias casas junto al ayuntamiento, en el barrio del Pópulo.

El cabildo municipal gaditano cedió para su mejor acomodo unas dependencias contiguas a la Cárcel Real, a las que se sumaron otras en los años siguientes –conforme la Academia tomaba cuerpo y aumentaban el número de alumnos y el prestigio de la institución–, dando lugar a que la calle se conociera como “Posada de la Academia”.

Esta institución permanecería en Cádiz hasta 1769, en que fue trasladada a la vecina Isla de León, actual San Fernando, para disponer de unos terrenos más indicados para la instrucción y formación de los cadetes. Al traspaso a Cádiz de la Casa de la Contratación y a la creación de la Escuela de Guardiamarinas se sumaba, en 1748, la del Real Colegio de Médicos de la Armada, que un siglo más tarde, en 1845 –al suprimirse los Reales Colegios–, se transformaría en Facultad de Medicina, adscrita a la Universidad de Sevilla.

En 1753, por iniciativa del científico e ingeniero naval Jorge Juan, se fundó el Real Observatorio de Cádiz como dependencia aneja a la Academia de Guardiamarinas. Tuvo su sede en el castillo de la Villa, lugar que se convirtió en el meridiano 0 de las cartas de navegación españolas y de numerosos países antes de que se tomara universalmente el de Greenwich.

En 1789 se inauguraba la Escuela de Nobles Artes con el objetivo de enseñar las Bellas Artes y otras disciplinas, como Arquitectura, Geometría o Aritmética. Llama la atención el elevado número de alumnos –cuatrocientos– con que comenzó su andadura, que señala el ambiente que se respiraba en la ciudad.

Trasiego de productos

Con el puerto gaditano investido como el gran centro del comercio indiano, Cádiz se llenó de talleres, almacenes, oficinas de consignatarios y un sinfín de negocios relacionados con asuntos mercantiles. La cantidad de barcos registrados en su aduana llegó a superar, en un año, el millar. Tan ingente actividad despertó los recelos de emporios portuarios tan importantes como Londres o Róterdam.

Con destino a las Indias partían los más diversos productos, muchos procedentes del área geográfica de Cádiz y de las comarcas del Bajo Guadalquivir. Era el caso del vino, el aguardiente o el aceite. También llegaban a su puerto manufacturas textiles, como las célebres indianas, o cueros procedentes de Cataluña, así como pinturas, imágenes religiosas… Del otro lado del Atlántico arribaban cargamentos de un alto valor en los mercados europeos: especias, quinina, tintes como la grana, el añil, la cochinilla o el obtenido del palo de Campeche…

Fueron importantes el azúcar procedente, mayoritariamente, de los ingenios cubanos, el tabaco y el cacao. Fumar ya era una costumbre que se había extendido por Europa, a lo que había que añadir que en el siglo XVIII se había puesto de moda consumir tabaco en formato rapé, que se inhalaba para provocar estornudos y limpiar las fosas nasales.

También el consumo de chocolate –en el siglo XVI reservado a grupos muy reducidos– se había popularizado mucho. Para hacerse una idea de su relevancia, basta señalar que el tabaco y el cacao se aproximaban al 70% del volumen comercial de las Indias que pasaba por el puerto de Cádiz. Todos estos productos, una vez desembarcados, eran distribuidos a destinos muy diferentes. Grana, cochinilla y otros tintes, a zonas textiles.

Buena parte del tabaco era llevado a Sevilla, donde, en 1728, se inició la construcción de una enorme fábrica de tabacos –el edificio industrial más grande de la Europa de su tiempo–, que no se concluyó hasta 1770. Sus cigarreros pasaron de ser cien a principios del siglo XVIII a más de mil doscientos a finales de la centuria, además de los trabajadores dedicados a la picadura del tabaco, que llegaba a Cádiz en hoja y grandes fardos desde las haciendas cubanas. Mientras se mantuvo centralizado en un solo puerto el monopolio mercantil indiano, cerca del 90% de ese tráfico pasó por el puerto gaditano.

También las compañías comerciales –sociedades creadas con autorización regia para operar en condiciones de privilegio en un territorio– habían de tener su sede en Cádiz, o sus barcos tenían que pasar por la aduana de su puerto. Entre las asentadas en la ciudad figuraba la Compañía Guipuzcoana de Caracas, fundada en 1728 para explotar tierras en Venezuela, dedicada principalmente al cultivo del cacao. En 1740 se creó la Real Compañía de Comercio de La Habana, que monopolizaría gran parte del comercio con Cuba –azúcar y tabaco– hasta 1760.

En 1765, con Carlos III, un real decreto permitió comerciar a una serie de puertos peninsulares –Málaga, Barcelona, Santander, Alicante o La Coruña, entre otros– con las islas de Cuba, Puerto Rico, Santo Domingo, Trinidad y Margarita. Pocos años después, en 1778, se aprobó el Reglamento de Libre Comercio, en virtud del cual se ampliaban a trece los puertos que podían mercadear con cualquier puerto de las Indias, salvo los de Venezuela y México.

En el primer caso, para no dañar los intereses económicos de la Real Compañía Guipuzcoana de Caracas. Al ser liquidada esta en 1785, Venezuela se incorporó al libre comercio carolino. Las razones de la exclusión de México, que también quedó incorporado al libre comercio en 1789, fueron los recelos que despertaban las grandes riquezas del virreinato de Nueva España y el daño que podía ocasionar a otras zonas menos ricas del imperio colonial hispano.

Una potencia cultural

La pujanza de Cádiz llevó a levantar una nueva catedral, al considerarse el viejo templo medieval poco adecuado para una ciudad que era uno de los ejes comerciales del mundo. Las obras se iniciaron en 1722, se prolongarían a lo largo de toda la centuria y no concluirían hasta bien entrado el siglo XIX. Otra muestra de esa vitalidad la tenemos en los numerosos cafés –toda una novedad en la España de la época– que se abrieron en Cádiz, sobre todo en la segunda mitad del XVIII.

El peso social de los cafés gaditanos fue extraordinario. Muy pronto se convirtieron en puntos de encuentro de la dinámica burguesía o de los artesanos. Eran frecuentados por los personajes que comulgaban con las ideas de la Ilustración, a los que se denominaba, despectivamente entre los defensores de la tradición, petimetres, currutacos o abates. En ellos se organizaban tertulias, tanto de cariz político como literario, o se jugaba al billar, entonces muy en boga. En 1788, la ciudad contaba con hasta treinta y cinco de estos establecimientos.

Según el catedrático Alberto Romero Ferrer, el café, que, como centro de reunión, competía con la tradicional taberna, surgió en Cádiz, y de allí se extendería al resto de España. Famosos en el siglo XVIII y comienzos del XIX, cuando la urbe, asediada por los franceses durante la guerra de la Independencia, fue testigo de los parlamentos que alumbraron la primera Constitución española, la de 1812, fueron el Café de las Cadenas, el del León de Oro o el Apolo.

A este se lo denominó “las cortes chicas” por los debates que se sostenían en su salón, al tiempo que las Cortes celebraban sus sesiones en la iglesia de San Felipe Neri. Abolida la Constitución por Fernando VII, se llegó a abrir proceso judicial a algunos de los asiduos al Apolo. También era lugar de tertulia la aristocrática Confitería-Café de Cosi.

Otra realidad gaditana de la época eran los teatros. Hubo varias salas, como la de la Ópera Italiana, en cuya construcción participó un grupo de empresarios de muy diversas nacionalidades, o la de la Comedia Francesa, considerada por el viajero inglés Richard Twiss el mejor local fuera de Francia. En 1780, los hermanos de San Juan de Dios erigieron el Teatro Principal. En ellos se representaban óperas, comedias o los populares sainetes.

El ideario ilustrado fue criticado con sorna por el sainetero Juan Ignacio González del Castillo en una pieza denominada, precisamente, El café de Cádiz. La animosa burguesía comercial gaditana no solo disfrutaba de reuniones en los cafés; también fueron frecuentes las tertulias literarias o científicas en domicilios particulares. Un ejemplo lo tenemos en la Asamblea Amistosa Literaria, que tenía lugar los jueves en casa de Jorge Juan y donde se debatía sobre variadas materias, además de tomar chocolate.

Otra, ya a comienzos del siglo XIX, fue la que se celebraba en casa de Juan Nicolás Böhl de Faber, hombre de negocios alemán instalado en Cádiz a finales del XVIII y casado con la gaditana Francisca Larrea. Su hija, Cecilia Böhl de Faberpopularizó como escritora el nombre de Fernán Caballero.

La prensa de la ciudad vivió un tiempo de esplendor, un síntoma más del vigor de su burguesía: la lectura era una realidad mucho menos común en otras ciudades de la época. Fueron periódicos notables, aunque muchos de ellos tuvieran una vida efímera, cabeceras como la Gaceta de Cádiz, que apareció a mediados del siglo XVIII. Poco después vieron la luz La pensadora gaditana, un semanario editado en 1763-64 por Beatriz Cienfuegos, y la Academia de los ociosos, que, dirigido por Juan de Flores Valdespino, buscaba también lectores entre el público femenino.

A finales de la década de los ochenta apareció el semanario mercantil Hebdomadario de Cádiz. El creciente empuje que, de la mano de la nueva dinastía, vivió Cádiz en el siglo XVIII, al que se sumaron numerosas iniciativas de su emprendedora burguesía, la convirtieron en un emporio comercial y cultural de corte cosmopolita que llamó la atención de quienes la visitaban, como Jean-François Peyron, diplomático e historiador francés que viajó por España en 1772 y 1773.

Señalaba Cádiz como “una hermosa ciudad tan bien trazada como bien construida”. Alexandre de Laborde la consideraba la urbe española en la que circulaba más dinero, y el marqués de Villaurrutia, noble de origen cubano, afirmaba que era una gran ciudad en la que los temas de conversación eran el comercio y sus beneficios.

Bajo Carlos III, la monarquía pretendió garantizar el monopolio americano frente a las potencias extranjeras. Para ello, abrió el comercio ultramarino a diversos puertos peninsulares al margen de Cádiz. Con este sistema, la Casa de la Contratación dejó de tener sentido, por lo que se extinguió en 1790. De todas formas, no habría subsistido mucho más. En las siguientes décadas, el Imperio español iba a hundirse con extraordinaria rapidez.

Fuente: https://www.lavanguardia.com/historiayvida/edad-moderna/20200105/472672125345/cadiz-siglo-xviii-comercio-indias.html

LA HISTORIA DE CÁDIZ. CUNA DE CIVILIZACIONES.

Crisol de culturas.

Con más de 3.000 años de luz a sus espaldas,la historia de Cádiz sigue brillando en el sur de la Península Ibérica con el peso de una ciudad conquistada,reconquistada y admirada por mil civilizaciones.

Fenicios,musulmanes, romanos, cartagineses, bizantinos, visigodos…un sin fin de culturas diferentes que han ido dejando su impronta en todos los aspectos de la vida en este singular istmo en el Occidente español. Su gastronomía, filosofía de vida y hasta la fisonomía de sus calles viene por el constante flujo de diferentes culturas a través de los siglos.

Piratas, conquistadores, marinos mercantes, emperadores…Incluso el propio Napoleón quiso conquistarla y no pudo.Todos han querido dominar Cádiz. Y han enriquecido su cultura sin saberlo siquiera.

Puerto de entrada y salida en el comercio por mar desde hace siglos, en su plenitud, todo pasaba por Cádiz…sedas, especias, esclavos.

Su belleza, mezcla de todas ellas, ha hecho que muchos poetas y escritores le dedicasen sus letras y la ensalcen como «Perla del Occidente»…»Tacita de Plata»…o «Cuna de la libertad».

Incluso la Primera Constitución Española, la de 1812, se promulgó y firmó en Cádiz.

El azul de su cielo y el brillo de sus edificios hacen que, todo el que viene a conocerla, quiera repetir.

La belleza y el color que su luz le da a todas sus imágenes son solo una pista para entender el por qué de esta afirmación.

Historia por todas partes.

Tal vez te preguntes por qué….bien, podrás ver vestigios de otras civilizaciones que se pueden encontrar fácilmente en las calles de su «Casco Antiguo» o «Centro Histórico».

Es el caso del Teatro Romano «Theatrum Balbi», el más antiguo de España y segundo en tamaño de la Península Ibérica. Gran parte de él sigue oculto bajo el Barrio del Populo, el más antiguo de la ciudad.Fue mandado a levantar por Lucio Cornelio Balbo el Menor y tenía capacidad para más de 10.000 espectadores.

Podremos encontrar, restos de la Vía Augusta que unía Cádiz con Roma. Y también, en un parque,podremos ver un tramo del acueducto romano que surtía de agua a la ciudad. En aquellos días en los que Cádiz fue la segunda ciudad más poblada del Imperio.Nombrada por el propio Julio César civitas federata. Así de rica es la historia de Cádiz.

Otros yacimientos para visitar son los de la Factoría de Salazones y Garum , descubierta en 1995 en el sótano de un edificio en el centro de Cádiz, muy próximo a la Plaza de Abastos y la Plaza de las Flores, ambos centros neurálgicos del comercio en Cádiz. Muy cerca de este último, se halla el Yacimiento Gadir , uno de los yacimientos mejor conservados. En él, podemos ver un vídeo de como era la vida en aquella época.Cuando la Cádiz fenicia (Gadir) se formaba de tres islas.

Este yacimiento es muy dinámico. A los niños les encanta ver los restos que allí encontraron, donde había incluso un esqueleto completo de gato.

En este mismo edificio se desarrolla la actividad de la compañía de Teatro de Títeres de la Tía Norica.

Riqueza histórica.

Lo más interesante viene ahora…en el Museo Arqueológico Provincial, podemos admirar piezas recuperadas de muchos yacimientos hallados en obras de la ciudad. Hallazgos como los dos sarcófagos fenicios, impresionantes, que allí exponen.

Mil datos curiosos se esconden sobre estos sarcófagos, sobre la Dama de Cádiz , su descubrimiento y el valor que tienen.

Pero lo mejor, sin duda alguna, es acudir al citado museo y apreciar estos tesoros en persona.

Fueron encontrados en diferentes necrópolis de la ciudad, en obras de edificios privados.En Cádiz no queda apenas sitio para seguir construyendo, en cada casa que derriban , encuentran restos arqueológicos.

También es curioso pasear por la playa y poder ver, tocar, pisar,con toda la naturalidad,restos de antiguas calzadas y muros, que han resistido el envite de los vientos y los mares de Cádiz. Curiosamente, fue un temporal de viento y fuertes tormentas el que descubrió ,en plena playa de Cortadura, aquel trozo de calzada. Se pudo descubrir el modo en el que en aquellos tiempos, los moradores y visitantes de Cádiz accedían a la ciudad. Así como el comercio por tierra,claro. Todo fruto de la historia de Cádiz.

La riqueza cultural de Cádiz es incalculable. Ello se deja notar en su rica gastronomía también.¿Sabes lo mejor?…que esa parte es tan extensa e importante que merece un artículo exclusivo para ella.

Pescados y carnes de lujo. Guisos autóctonos con historia. Comida humilde hecha con todo el amor de unos ciudadanos que saben de hambrunas, epidemias, tiempos buenos, tiempos malos…

Cocina de autor, cocineros celebres, gente que cocina en sus casas y luchan por que no se pierdan las tradicionales recetas de siempre.

Fuente: https://locuraviajera.com/la-historia-de-cadiz-cuna-de-civilizaciones/

Cádiz, siempre viva.

Situada en un lugar estratégico de la Península, en el extremo occidental de España, bañada por Océano Atlántico y Mar Mediterráneo. Siempre ha sido objetivo de comercio marítimo, para multitud de países.

Clima subtropical que hace que sus temperaturas sean ideales prácticamente todo el año, con más de 300 días de sol anuales. Sus playas, incluso en temporada baja, pueden ser disfrutadas al máximo.

La calidez y el carácter abierto, jovial y extrovertido de su gente, hace de Cádiz un destino ideal . Tanto si viajas en familia, por trabajo o en viaje cultural.

En este artículo, he querido presentarte un motivo que mueve a mucha gente a querer conocer Cádiz, su mezcla de culturas, los restos que dejaron en la ciudad y que hace de ella un tesoro vivo que se puede visitar, la historia de una de las ciudades más antiguas de Occidente, y por tanto más rica en cultura.

Una ciudad que respira mar y sal, que vive cada día como si fuera el último, que contagia de vida a quien la pisa. Porque de vida Cádiz sabe un rato, una historia de 3.000 años le avala.

Tranquilidad, buen humor, hospitalidad,comodidad. Si quieres sentirte como en casa, no dudes, Cádiz es tu mejor opción.

Fuente: https://locuraviajera.com/la-historia-de-cadiz-cuna-de-civilizaciones/

Vídeos:

La historia de Cádiz, contada desde una torre mirador

1954, A brief visit, Cadiz, Spain (Vídeo)

Cádiz en la literatura

Cádiz, el Cádiz físico y el Cádiz provincial, ha sido importante en la obra de reconocidos creadores de todas las épocas, obras literarias, sin citar las históricas, lo que es digno de hacerse notar. Un inmortal hasta nosotros, en una literatura sin ramas formateadas, Lope de Vega, tiene calle en Cádiz, -«Las barquillas de Lope»-, rotas entre peñascos caleteros. Y sale la provincia en el Diablo Cojuelo, de Vélez de Guevara, cómo no Zahara con sus pícaros en Cervantes, continuando ese picaresquismo popular en la obra de Luis Berenguer, «Marea Escorada» y en Fernando Quiñones en «La Canción del Pirata».

Ese Cádiz clásico, casi Roma andaluza en su casco antiguo, aparece en no poca literatura costumbrista. Asomará, antes de 1.800, en González del Castillo, quien en sus sainetes, otorga un papel muy relevante al humor satírico, el retrato social y el uso cómico del lenguaje. Permanecerá en Bretón de los Herreros. En Mesonero Romanos. El montañés de Cádiz o Café de Cádiz son obras de pintoresquismo popular acendrado. A ese costumbrismo, Ortega, el filósofo oscilante, lo denominará, plebeyismo.

El pueblo en sí, nunca ha sido bien visto. Siempre ha sido de navaja en la liga, bronca y chulo de patio y colmao. Las juergas flamencas, amén del tronío, tronaban. Sin embargo, Cádiz seguirá presente en las obras del gaditano Cadalso, de Armando Palacio Valdés y del romano Pedro de Madrazo y Kuntz, cuya obra Sevilla y Cádiz, fue de culto.

Una novela capital de la literatura universal, Moby Dick, de Herman Melville, habla de Cádiz en el Capítulo IX –El Sermón-, en cuya alocución el Padre Mapple cuando habla de la parábola de Jonás cita intensamente a Cádiz, y anteriormente habló de Trafalgar…

El plebeyismo, no obstante, gana. Si no, no estaría Kichi donde está. Ni Cavada en la Isla, ni Román en Chiclana. ¿Por qué? Porque los gobiernos democráticos han cultivado el populismo más plebeyo desde que esto es democracia. ¿No sería mejor llamarles militantes costumbristas?

Hablo de Cádiz y la Isla en la Literatura. Esas obras que gente con verdadera categoría presentaba a premios rigurosos y los ganaba. Como el Adonáis o el Planeta. Esa isla donde salía Gallineras, y el corral de Vives, y guardas y pescadores, que fue la precursora, con muchas de nuestras obras, de llamar sabio a un pueblo que no lo era. Pan y circo. Derecho y ferias.

Barcos balleneros de Moby Dick hablando de Cádiz. Barcos pesqueros de la Isla en Terranova hablando de las penurias del Triste, de Leopoldo, de Roque sin su brazo o del Teta, marineros todos que en un día de pesca sacaban para echarle el techo a la casucha de la playa.

¿Y ahora qué? El tiempo, la prostituta alada, matando libros. La educación mínima. La artistada neoilógica cada vez con menos calidad existencial y de la otra. Resentidos unidos. Con menos creatividad que el alumbrado navideño. Queriendo vivir del cuento. Y de la cuenta.

¿Qué libro inmortalizará a Cádiz con las neochorradas literarias? ¿Dónde un escritor o un político de verdadera talla? ¿Quién salvará a una isla hundida en la chapuza y el olvido? Literariamente, digo. Que de lo otro ni la Caridad nos salva, según los proviceros.

La verdad es grande y prevalecerá, cuando a nadie le importe si prevalece o no.

Fuente: https://www.diariodecadiz.es/opinion/articulos/Cadiz-literatura_0_981502304.html

Cádiz, por B. Pérez Galdós (Obra completa)

POR QUÉ CÁDIZ NO ES LA HABANA (NI FALTA QUE LE HACE)

El año 1809, un jovencísimo Lord Byron pasó fugazmente por el sur de España y, entre otros enclaves andaluces, visitó Cádiz. Según la leyenda, durante su estancia en la capital gaditana, el escritor inglés se enamoró de la muchacha que posteriormente le inspiraría el poema The girl of Cadiz. Al parecer no fue solo la belleza de la chica lo que lo dejó deslumbrado. También la ciudad entera, a la que bautizó con admiración como «sirena del océano». Dos siglos después, Cádiz sigue siendo una ciudad de gran encanto y personalidad, que destaca por su luz marítima. Esta luminosidad tiene mucho que ver con su sobrenombre de «tacita de plata», posiblemente debido al reflejo plateado que produce en los edificios. Pero, a pesar de ello, no son pocos los que buscan el parecido de Cádiz con La Habana para describirla –su semejanza, de hecho, hizo que en la película de James Bond Muere otro día (2002) suplantara a la capital de Cuba–. Y sin embargo…

POR SU HISTORIA

Cádiz es la ciudad habitada más antigua de Europa. Bajo el Teatro de Títeres de la Tía Norica –Cádiz tiene tradición titiritera desde hace 200 años–, emerge el yacimiento de Gadir, considerado uno de los asentamientos fenicios más antiguos de Occidente con más de 3000 años de antigüedad.

POR SUS BARRIOS POPULARES

Otro de los encantos de Cádiz son sus barrios populares como El Pópulo, cuyo origen se remonta al siglo XIII. Para empezar a sentir Cádiz hay que adentrarse en este barrio peatonal, pavimentado con los lastres de los navíos que llegaban a la ciudad, entre el Ayuntamiento y la Catedral, cruzar el Arco del Pópulo, la puerta norte de la muralla de la antigua ciudad y dejarse llevar por sus calles. En el barrio destacan los arcos de entrada, el palacio barroco de la Casa del Almirante y el Teatro Romano. Hay que seguir hasta el muy genuino barrio de La Viña, lugar carnavalesco por excelencia.

POR SU GASTRONOMÍA

Los comercios tradicionales y numerosas tascas en las que se puede disfrutar de la gastronomía gaditana son de destacar. Desde el pescaíto frito o las tortillas de camarones -toda una institución culinaria-, al cazón en adobo, papas aliñás y el lomo en manteca. El Mercado Central, una lonja de abastos recientemente reformada pero cargada de historia, con sus puestos de pescado, marisco y fruta, es básica para un primer contacto con los sabores de Cádiz. También es parada obligatoria la cercana plaza de las Flores, colorida y animada, de forma triangular. Lo es por los gloriosos churros, de finos o gordos, en el puesto de la Guapa. Por último, con la tarde, la playa urbana de La Victoria, con sus numerosas terrazas donde tomar algo, o en las menos transitadas y paraíso de surferos Santa María del Mar y Cortadura, ya en las afueras, son dos planes ideales.

POR SU CARNAVAL

El paseo por Cádiz quedaría incompleto sin descubrir el emblemático Teatro Falla, un edificio de ladrillo rojo y estilo neomudéjar inaugurado en 1883, que durante el carnaval se convierte en el escenario de las chirigotas más célebres. La plaza Mina –donde se encuentra el Museo Provincial de Bellas Artes–, la plaza de la Candelaria o la del Mentidero son otros enclaves urbanos donde palpita el modo de entender la calle propio de esta ciudad llena de vida.

POR SUS PLAYAS

Con cuatro playas que suman en total más de 7 km de costa. La más mítica, sin duda, La Caleta, playa urbana que concentra la vida de Cádiz como ninguna otra. Para abarcar la fachada marítima de Cádiz existe la posibilidad de que el recién llegado realice un paseo en catamarán que conecta la ciudad con la cercana población de El Puerto de Santa María; las vistas, especialmente en días luminosos, son preciosas. Con el punto de embarque en pleno centro, no se trata de un recorrido solo pensado para el turismo, sino de un medio de transporte cotidiano utilizado por los gaditanos, lo cual lo hace aún más atractivo.

Fuente: https://viajes.nationalgeographic.com.es/a/por-que-cadiz-no-es-habana-ni-falta-que-le-hace_14014/5

EL DÍA A DÍA DE LA CIUDAD DE CÁDIZ: SUS BARRIOS

Cádiz es una ciudad que reivindica y se siente orgullosa de sus barrios. Estos gozan de una vida excelente, con una economía local muy potente que sus vecinos apoyan. Buena muestra de ello es el El Pópulo, barrio en el que se encuentra uno de los puntos turísticos más importantes: la Catedral. Es un lugar excelente para disfrutar del ambiente de la ciudad, con muchos comercios y calles peatonales.

La Viña, por su parte, es uno de los barrios con más personalidad. Siendo también bastante monumental, su cercanía al mar y sus calles estrechas lo convierten en un lugar lleno de encanto. Es, además, un barrio en el que se vive especialmente el Carnaval y que posee una amplia oferta de bares y restaurantes.

El Mentidero, por otro lado, es barrio histórico y residencial a la vez. Es muy famoso por la plaza que lleva el mismo nombre, así como por sus vistas a la Bahía. Esta zona también cuenta con parques y jardines perfectos para disfrutar en familia, como el famoso Parque Genovés y los Jardines de la Alameda. Puede decirse que, en parte, es un barrio más moderno y cultural (alberga el Centro Cultural Reina Sofía y el Gran Teatro Falla), pero que no renuncia a su encanto original.

COMPRAR Y COMER ES TODO UN GUSTO

Hacer las compras diarias en Cádiz es una gozada, dada la cercanía de todos los puntos importantes y el buen ambiente que se respira en sus calles. En la plaza del Palillero desembocan las dos principales calles comerciales de la ciudad: las calles Ancha y Columela. El Pópulo, por otro lado, es un sitio ideal para comprar artesanía. Los gaditanos también viven y disfrutan mucho de sus plazas: la Plaza Mina, la de San Antonio, la de la Candelaria… Es muy habitual ver repletas las terrazas de los bares en la Plaza de San Francisco o de San Agustín.

Uno de los centros neurálgicos de la ciudad de Cádiz es la Plaza de las Flores y el Mercado Central. Es un mercado histórico, recientemente restaurado, donde los habitantes de la ciudad suelen ir a comprar los excelentes productos de la zona: fruta, verdura, carne, pescado, marisco… Es también un buen sitio para degustar la gastronomía gaditana, en la que destacan el pescaíto frito, el cazón en adobo, las tortillitas de camarones… El tapeo en Cádiz es original y delicioso; los chicharrones de Casa Manteca, la caballa de El Tío de la Tiza, las ortiguillas de Casa Tino… Cada bar, cada rincón, ofrece una nueva forma de degustar los alimentos de la provincia.

Y si hablamos de gastronomía, cómo no mencionar las famosas fiestas gastronómicas en torno al carnaval: Erizada, Ostionada, Pestiñada y Mejillonada, eventos en los que se implican muchísimo los gaditanos y a los que acuden cientos de personas de todos los rincones.

Para los que prefieren pasar su tiempo de ocio y compras en centros comerciales, hay posibilidad de hacerlo extramuros. Además, en la localidad vecina de San Fernando, a tan solo 15 minutos, está el Centro Comercial Bahía Sur, uno de los más grandes de Andalucía.

CON PUERTAS AL MAR

Sin duda, una de las grandes ventajas de vivir en la ciudad de Cádiz es poder disfrutar de su paseo marítimo y de sus increíbles playas: Cortadura, La Victoria, Santa María del Mar y La Caleta. A pesar de estar concentradas en pocos kilómetros, cada una cuenta con unas características y un ambiente distinto.

Cortadura, junto a la autovía a San Fernando, es bastante extensa. Si bien no es muy recomendable cuando sopla el levante, es una playa de primera categoría, con dunas, muy natural e ideal para las personas que buscan tranquilidad. Junto a ella está la playa de la Victoria, considerada la mejor playa urbana de Europa. Destaca por su limpieza y cuidado, también por estar más concurrida y atraer a los turistas con sus chiringuitos y hamacas. No obstante, los gaditanos suelen acudir en masa durante las barbacoas del Trofeo Carranza, en agosto. La playa de Santa María del Mar está rodeada por el paseo marítimo, desde el que se puede apreciar la estampa preciosa de la Catedral y la muralla. Es la playa familiar por excelencia. Pero el punto fuerte, sin duda, es La Caleta. Este es uno de los principales atractivos de la ciudad de Cádiz; una playa con solera, coqueta, a la que se han dedicado muchísimas letras en el carnaval. Su historia se revela en los castillos de San Sebastián y Santa Catalina. Al caer la tarde, esta playa de pescadores muestra unos tonos y una puesta de sol indescriptibles. El balneario y las barcas la hacen aún más original; aquí hasta las piedras tienen nombre. Es Cádiz en su máxima esencia.

Si vives en la ciudad ten por seguro que vas a disfrutar muchísimo de sus playas. Y esto se debe en parte a su clima envidiable, en el que la temperatura no suele bajar de los 10 ºC ni subir de los 30 ºC. Dicen que en Cádiz el sol sale 320 días al año.

Y ADEMÁS…

Cádiz está muy bien comunicada. Por carretera, la construcción del segundo puente ha conseguido transformar la movilidad de la ciudad, además de modernizar la imagen de la bahía gaditana. Asimismo, la estación de tren, muy próxima al centro, posee muy buenas conexiones con pueblos y ciudades cercanas. También es posible desplazarse por mar; hay una ruta en catamarán con El Puerto de Santa María. El aeropuerto de Jerez, por su parte, está a tan solo 30 minutos.

Por otro lado, la oferta educativa de la ciudad está a la altura de una gran capital, con más de 30 colegios e institutos y 3 universidades.

En definitiva, puede decirse que vivir en Cádiz es sinónimo de encanto y bienestar, un paseo agradable en cualquier época del año por calles frescas, bellas y plagadas de historia; es disfrutar de sus rincones, sus comercios locales, del humor y la libertad de sus habitantes.

Fuentes: https://grupoabu.es/siente-cadiz-historia-mar-y-vida-en-la-tacita-de-plata/

CÁDIZ. Gente bañada por la luz

Cádiz es una ciudad pequeña, de poco más de 10 km2 de superficie, pero con enormes ventajas para reuniones e incentivos en relación a otras urbes de mayor tamaño. Es difícil cansarse de pasear por sus calles y de hablar con su gente o, mejor aún, de escucharles hablar entre ellos. Tampoco es fácil abandonar la dorada arena de sus playas. Aunque no es sólo el mar lo que envuelve, baña y, en esencia, define Cádiz: también su luz, casi insuperable.

¿POR QUÉ?
Por su gente, por el mar y por la luz.
La cercanía del complejo Novo Sancti Petri, que completa a la perfección la oferta urbana

¿CÓMO?
En avión, al aeropuerto de Jerez (35 km). Unos 100€ i/v con Iberia.
En 2012 se inaugurará la línea de AVE que unirá Cádiz con Sevilla y, por tanto, con Madrid

¿CUÁNDO?
Durante todo el año, aunque preferiblemente entre septiembre y junio, evitando así la habitual presencia masiva de turistas en verano

En 1843, el poeta francés Théophile Gautier escribía: «Lo que llamamos sol en el norte de Europa, comparado con la luz de Cádiz, es sólo una pálida luz de vela, casi apagada, en la mesita de noche de un enfermo». Esta es la percepción de un escritor decimonónico. Sin embargo, el sol brilla en Cádiz durante 3.200 horas al año, generando una temperatura media anual de 19º. Y esto son datos objetivos. Si a estos hechos añadimos un paisaje urbano de colores mayoritariamente claros, en combinación con el azul del mar que la envuelve y el brillo de la sonrisa de sus habitantes no tendremos más remedio que rendirnos ante la evidencia: la Ciudad de la Luz es Cádiz. París será la Ciudad de la Farola o de la Bombilla.

Puede parecer un recurso narrativo o una exageración, pero no. La luz en Cádiz es especial. Es, sin lugar a dudas, uno de los cuatro grandes atractivos de la ciudad. El segundo, como no, es el mar. Prácticamente toda la ciudad está rodeada por él. De hecho Cádiz era, originariamente, una isla. La acción sedimentaria del mar durante miles de años acabó creando un tómbolo istmo, es decir, una estrecha franja de tierra que acabó uniendo la antigua isla que Cádiz fue a la península ibérica.

En realidad, está unida a otra isla, la isla de León, donde se encuentra la vecina ciudad de San Fernando, la del famoso tren que va un ratito a pie y otro caminando. Aunque podría ir un ratito a nado y otro buceando, porque Cádiz ofrece más de 8 kilómetros de fantásticas playas de arena fina y dorada. Cuatro playas (que suelen izar la bandera azul) que convierten a Cádiz en la ciudad con las mejores playas urbanas de Europa. Las más cuidadas. Las más luminosas. Porque la suma de mar y luz es lo que ha hecho que a esta zona se la conozca como la Costa de la Luz. Aunque estas dos no son las únicas razones que la convierte en un destino tan atractivo.

SIRENA DEL OCÉANO

Existen, al menos, dos puntos más que ya merecerían por sí mismos la atención suficiente, pero que en combinación con los anteriores, no hacen más que magnificar la grandeza de un lugar que Lord Byron definió como «Sirena del Océano». Uno de ellos es su gente. Gente de mar. Gente de luz. Gente orgullosa de su ciudad, de sus tradiciones, de sus fiestas populares. Y, como no, de la principal de todas ellas: sus carnavales. El carnaval de Cádiz es ya un acontecimiento festivo que todo el mundo conoce y del que principalmente se destacan las chirigotas, esas coplillas de humorísticas intenciones.

Lo que quizá no todo el mundo sabe es que para la inmensa mayoría de los gaditanos y gaditanas, el carnaval y las chirigotas durarán sólo unos días, pero el buen humor, la alegría y la predisposición a la sonrisa es una constante durante todo el año. Como el apelativo «pisha«. Como los famosos cánticos de los aficionados del Cádiz Club de Fútbol, considerada por muchos la mejor afición del mundo durante su última temporada en primera división. Porque cuando se habla del sentido del humor o de la gracia gaditana, nunca se piensa en una persona concreta, sino en toda una ciudad. Una ciudad de luz, de mar y de buena gente.

Gente que, además, lleva mucho tiempo viviendo entre el mar, la luz y la alegría. Porque con más de 3.000 años de historia documentada, Cádiz es considerada por muchos la ciudad más antigua de Europa Occidental. Y este es, lógicamente, su cuarto gran atractivo. Un atractivo que, como la gente, la luz y el mar, podemos encontrarlo por toda la ciudad. Son sólo 10 km2, así que es difícil pasear por Cádiz sin cruzarse con algún edificio religioso, civil o militar que llame nuestra atención. Como en el Barrio del Pópulo, de origen medieval, construido entre los siglos XIII y XV y de donde destaca, especialmente, la Catedral vieja; pero también el Teatro Romano o la Iglesia de Santiago.

En el llamado Barrio Casco Antiguo, por ejemplo, se encuentran múltiples monumentos históricos del siglo XVIII: el Fuerte de Santa CatalinaSan Sebastián o Puntales son algunos de ellos. También en la Avenida del Puerto pueden encontrarse edificios como el de Aduanas, el Palacio de la Diputación, la Iglesia barroca de San Antonio de Padua, fechada en 1699, o el Palacio de Congresos.

Existen cuatro rutas de interés que recorren los diferentes periodos de la historia de la ciudad. La primera de ellas nos lleva del Gadir fundado por los fenicios al Cádiz cristiano de la época medieval, pasando por el Qadis musulmán y por el Gades romano. Existe también una ruta de castillos y baluartes, que nos permite conocer las fortificaciones de los bordes marítimos, y otra denominada «Cargadores a Indias» donde descubriremos la época de mayor esplendor de la ciudad, en los siglos XVII y XVIII, gracias al traslado de la Casa de Contratación de Indias a la ciudad. La cuarta ruta es la que nos permite recordar el nacimiento en 1812 de «La Pepa», la primera Constitución española y la primera europea de corte liberal, de la que el próximo año 2012 se celebra el bicentenario.

CELEBREMOS QUE SE CELEBRA

Esa celebración hará, sin duda, de Cádiz un destino preferente para el próximo año 2012. Ya existe un calendario de exposiciones, actuaciones culturales, festivales anuales, actos institucionales y, como no, congresos. Desde diferentes encuentros y asambleas institucionales hasta seminarios, foros, juntas generales y bienales de las más diversas asociaciones o entidades, así como conferencias, ciclos, cursos y tertulias.

El año 2012 será el año de Cádiz. El lugar donde hay que estar, la ciudad perfecta para un viaje de incentivo, para llevar a cabo un team building en alguna de sus playas o, en general, para todo lo que requiere el turismo de negocios. Ha quedado claro: en 2012 hay que ir a Cádiz. Sin embargo, una vez demostrada la idoneidad de tener en cuenta este destino, debemos plantearnos la cuestión práctica, es decir la logística, las infraestructuras y las facilidades que esa ciudad ofrece para las reuniones.

El Palacio de Congresos y Exposiciones de Cádiz se sitúa en el solar de la antigua alhóndiga (un almacén donde se compraba y se vendía el grano en la época musulmana y medieval), que dio paso a una moderna fábrica de tabacos creada para sustituir a la antigua, y que, con el paso del tiempo, se convertiría finalmente en el centro de reuniones actual.

Se trata de un edificio de tres plantas del siglo XVIII, de estilo neomudéjar, de ladrillo visto y cerámica vidriada en cubiertas, si bien completamente renovado y modernizado en su interior. Un Palacio de Congresos diferente a los habituales pabellones contemporáneos de vidrio y metal, de apariencia futurista pero con enorme riesgo de quedar «pasados de moda» en pocos años. El de Cádiz ya es un edificio histórico, por lo que su valor arquitectónico es constante.

En su planta baja encontramos, además de un restaurante cafetería y una zona comercial, tres espacios a tener en cuenta. Por un lado, un patio de más de 300 m2 y un área de exposiciones de 700 m2. Pero también un auditorio con 903 butacas, anfiteatro, amplio escenario, nueve cabinas para traducción simultánea y todos los medios audiovisuales con los que suelen contar este tipo de instalaciones.

En la primera planta podemos encontrar tres salas de conferencias, con aforos de 144, 270 y 311 personas cada una, así como cuatro pequeñas salas de comisiones (para 25 o 30 personas cada una), una Sala VIP, una sala de Prensa, una sala polivalente, un área de exposiciones y otra área de acreditación. En la segunda planta ofrece una superficie diáfana de 1.900 m2 dotada de todo tipo de servicios y adaptable a cualquier tipo de montaje.

Además del palacio, diversos hoteles y restaurantes de la ciudad tienen espacios reservados para grupos, del mismo modo que algunos edificios públicos, como el Baluarte de la Candelaria, construido en 1672, que en la actualidad funciona como sala de exposiciones. Su gran patio de palmeras es lugar habitual para la celebración de conciertos, obras de teatro o carnaval. Pero la mejor alternativa al Palacio de Congresos es, sin duda, el Casino Gaditano.

Antigua propiedad del Marqués de Pedroso y residencia de ilustres familias gaditanas, el Casino es un espacio singular, de gran belleza arquitectónica y cuidado encanto. Se trata de la típica casa unifamiliar que los ricos comerciantes de principios del siglo XVIII se hacían construir. Su amplio patio de columnas de mármol genovés y su impresionante escalera son sólo algunos de sus detalles. Dispone de capacidad para 200 personas en el patio y otras 200 en la sala superior.

CERCA DE CÁDIZ

Con poco más de 120.000 habitantes y una superficie limitada por el mar, sin posibilidad alguna de crecimiento, el turismo de negocio en Cádiz tiene que mirar un poco más allá. Concretamente, al complejo turístico Novo Sancti Petri, una urbanización de reciente creación situada en la impresionante playa de la Barrosa. Un entorno natural de dunas y pinares perteneciente al término municipal de Chiclana de la Frontera y a muy pocos kilómetros de Cádiz capital.

Allí encontraremos hoteles, campos de golf y, lo más importante: el mayor centro de congresos y convenciones de la provincia, con una superficie de 2.800 m2 y capacidad para 1.900 personas. Se encuentra en el interior del hotel Valentín Sancti Petri (ver Hoteles Recomendados). Su hall, de más de 500 m2 está especialmente acondicionado para aprovechar la luz natural que penetra por sus grandes cristaleras. Las dos salas, de alrededor de 350 m2 cada una, de las que dispone son panelables para poder configurar hasta siete salones independientes, entre ambas.

Pero la estrella del recinto es, sin lugar a dudas, su sala de eventos principal, con una superficie de 1.050 m2diáfanos, una altura de entre 7 y 13 metros y un diseño espectacular, es capaz de acoger cómodamente a más de 1.300 personas. Justo el detalle que le faltaba a Cádiz, y justo donde más lo necesitaba: cerquita, frente al mar. En un espacio lleno de luz y de buena gente.

Fuente: https://www.meet-in.es/cadiz-gente-banada-la-luz/

Vídeos:

NUESTRA GASTRONOMÍA

La gastronomía de Cádiz ha ganado en los últimos años un prestigio incontestable con respaldo de premios nacionales e internacionales y por supuesto, con la respuesta del público.

Ángel León y su restaurante Aponiente de El Puerto de Santa María consiguió convertirse en 2017 en el primer restaurante andaluz con tres estrellas Michelin. Alevante que regenta Ángel León en Chiclana también ostenta una estrella Michelin y en Jerez los restaurantes Lú Cocina y Alma y Mantúa, también pueden presumir de ello.

En el interior, los quesos de la provincia suman centenares de premios nacionales e internacionales. Ya son más de 30 queserías las que trabajan con la leche de cabra payoya y de la oveja merina grazalemeña.
Como ingrediente indispensable de todas las elaboraciones, el aceite de oliva de la Sierra de Cádiz, con denominación de origen desde el 2002. Un aceite con los aromas silvestres, ligeramente picante y amargo, fruto de un cultivo en un terreno abrupto donde la producción  masiva es imposible. Un aceite excepcional.

Sin duda el vino de Jerez y el atún de almadraba son los iconos gastronómicos de la provincia y también un importante referente turístico. Las bodegas del Marco de Jerez son las más visitadas de España y cada primavera son muchos los turistas que visitan la provincia atraidos por el atún rojo de almadraba recién capturado.

Fuente: https://www.cadizturismo.com/es/gastronomia

Carnaval de Cádiz

El Carnaval de Cádiz, declarado de Interés Turístico Internacional y BIC, Bien de Interés Turístico Cultural, supone una de las fiestas más genuinas e importantes de España, cuyas raíces se remontan al siglo XVII. Es una fiesta con gran capacidad de crítica, en la que los grupos de ciudadanos disfrazados expresan con sátira los acontecimientos de actualidad. Durante una semana son decenas las agrupaciones que despliegan sus ingeniosos repertorios por las calles de Cádiz, para deleite de ciudadanos y visitantes.

Cádiz es quizá de los carnavales españoles el que tiene una imagen más jocosa y divertida. Frente a la espectacularidad de otros carnavales, la ironía y en algunos casos mordacidad de las chirigotas gaditanas es un punto a su favor. Además no faltan otros espectáculos para que la fiesta esos días en Cádiz sea completa. Los orígenes de este carnaval son bastante curiosos, ya que se remontan al siglo XVI cuando Cádiz era uno de los puertos más importantes del Imperio español y a esta ciudad llegaban influencias de todas partes del mundo. En concreto de Venecia, ciudad con la que compartía muchos lazos comerciales, se copiaron algunas de las tradiciones que han evolucionado y han terminado con convertir al Carnaval de Cádiz en uno de los que más personalidad tienen. La ciudad entera se vuelca con el carnaval, especialmente el sábado, y si nunca has estado en esta ciudad es una ocasión muy especial para conocerla, disfrutar del ingenio de sus chirigotas y de todo lo que los gaditanos tienen que ofrecer. Si ya conoces la ciudad no hará falta mucho para convencerte de lo acertado de una escapadita esos días a tierras andaluzas.

Antecedentes del carnaval de Cádiz

Aunque posiblemente hubiera celebraciones carnavalescas posteriores, las referencias documentales que conocemos nos conducen a creer que los precedentes del Carnaval gaditano se remontan a la segunda mitad del siglo XV, época de la llegada de los comerciantes ligures que se desplazaron hacia Occidente tras la caída de Constantinopla en manos de los turcos. Consecuencia de ello, en la Bahía de Cádiz se fue formando una importante colonia de genoveses, principalmente, que junto a la actividad económica, trajeron sus tradiciones y costumbres. La fiesta debió cobrar fuerza en el siglo XVI, y a finales de dicho siglo encontramos testimonios concretos alusivos, siquiera indirectamente, a la fiesta de Carnestolendas; y, en la primera mitad del siglo XVII, podemos leer documentos que muestran un fuerte arraigo del Carnaval gaditano, tanto, que obligaba a la iglesia a «dispensar» a sus feligreses en los días de Carnaval, o a suspender los trabajos de reparación de los barcos en las atarazanas de Cádiz. 

De estos documentos se puede concluir que el dominio de don Carnal -pese a las prohibiciones que se multiplicaron desde comienzos del siglo XVI- era abosulto en Cádiz durante su reinado temporal, cada año, en los tres días previos al Miércoles de Ceniza. Ya en el siglo XVIII las referencias documentales son relativamente frecuentes, ya sea en forma de bandos tratando de prohibir las fiestas, ya en los cuentos del Ayuntamiento gaditano que recibía buenos dividendos por la cesión del Teatro Principal para los bailes de máscaras. 

También en los primeros periódicos gaditanos encontramos referencias al Carnaval, como ocurre con «Gaceta de Cádiz», que en febrero de 1763 daba noticia de los preparativos de las fiestas. Pese a reiterados intentos de supresión, el Carnaval terminó triunfando -ni tan siquiera durante el asedio del ejército de Napoleón se llegaron a suspender las fiestas de Carnaval en Cádiz- y en la segunda mitad del siglo XIX el Ayuntamiento acabó asumiendo la fiesta como propia de la ciudad, incluyéndola en su programa festivo y en sus presupuestos.

El Carnaval en la actualidad

La fase previa al carnaval, es decir, cuando la calle empieza a calentarse y llenarse de ambiente carnavalesco, es cuando tienen lugar las primeras congregaciones populares: la pestiñada, la ostionada y la erizada, que van subiendo las temperaturas de los meses de enero y febrero y es ese gusanillo de las nuevas coplas el que empieza a picar y el que sirve de pistoletazo de salida del concurso oficial de agrupaciones carnavalescas (COAC) que tiene lugar en el Gran Teatro Falla.

Tras la fase de semifinales del concurso se abre la gran fiesta, comienza el carnaval de la ciudad, el alumbrado oficial marca en el calendario dos semanas de humor, disfraces, fantasía, buenas coplas y ríos de gentes que invaden la ciudad. Algunos de los eventos más destacados que e repiten cada año son:

Jueves. Inicio de Carnaval: Inauguración del alumbrado. Final del Concurso de Romanceros

Viernes de la final: Final del COAC en el Gran Teatro falla

Sábado de carnaval: Carrusel de coros de Puerta Tierra. Pregón del carnaval de Cádiz. 

Domingo de carnaval: Carrusel de coros. Cabalgata. Fuegos artificiales en La Caleta

Lunes de carnaval: Carrusel de coros

Martes de carnaval: Quema del Dios Momo

Viernes de carnaval: Carrusel de coros en Loreto. Conciertos

Sábado de carnaval. Carrusel de coros en La Viña. Conciertos

Domingo de Piñata: Carrusel de Coros. Quema de la Bruja Piti. Fuegos Artificiales La Caleta

II Domingo de Cuaresma: Carnaval de los jartibles o carnaval chiquito

Fuente: https://turismo.cadiz.es/es/cultura/carnaval-de-c%C3%A1diz

Carnaval de Cádiz: cuándo y dónde

El Carnaval de Cádiz es una de las celebraciones más famosas e importantes de las fiestas carnavalescas, tanto en España como en toda Europa. Ha sido declarado Fiesta de Interés Turístico Internacional, una denominación honoraria atribuida a festividades y eventos celebrados en España que gozan de especial interés turístico.

Orígenes del Carnaval de Cádiz

Los orígenes del Carnaval de Cádiz se sitúan en el Cristianismo y en la Cuaresma. Antes del período que marca el ayuno y el arrepentimiento, la Iglesia solía dejar que la gente les diese rienda suelta a todas sus emociones, incluso a las más pasionales y carnales. Tras este jolgorio, la Cuaresma tenía como objetivo el de purificar a la gente de sus excesos, para que llegasen virtuosos al domingo de Resurrección.

De esta manera, el Carnaval regula la alternancia entre la tristeza y la alegría, que el Cristianismo llama “el pasional orden del tiempo”. El Carnaval de Cádiz, tal como es conocido hoy en día, denota algunas características del Carnaval italiano, como las máscaras y los confetis, que fueron llevados a la provincia andaluza por los mercantes genoveses en el siglo XV.

Las características del Carnaval de Cádiz

Desde el 8 hasta el 18 de febrero de 2018, Cádiz estará inundada por todo tipo de cantes, bailes y espectáculos, que se convertirán en las actividades principales durante estas celebraciones a lo largo de 10 días. Más de 300 agrupaciones compiten en el Concurso de Agrupaciones del Gran Teatro Falla, una competición que tiene lugar para determinar que grupo tiene la mejor labia entre los participantes.

Estos grupos oficiales van disfrazados y suelen bailar y cantar cancioncillas satíricas, al igual que representar escenas sobre la vida cotidiana o la política de España. Las agrupaciones se caracterizan por su ingenioso humor y la elocuencia de sus letras, que encaja perfectamente con las coplas presentadas, cantes cuyos temas varían desde la sátira hasta temas más serios.

En 2018, la competición tiene lugar entre el 9 y el 27 de enero con los turnos preliminares, seguidos por los cuartos de final desde el 29 de enero hasta el 3 de febrero. La semifinal es desde el 5 al 7 de febrero, mientras que los finalistas serán juzgados en el Gran Teatro Falla el 9 de febrero.

Comienzo oficial del Carnaval de Cádiz

El 10 de febrero, la compañía de teatro «Las Niñas de Cádiz» anunciará el inicio oficial del Carnaval con el tradicional pregón, que este año tiene lugar en la Plaza de San Antonio.

Entre el 14 de febrero y el 25 de febrero, las calles se llenarán de los ilegales, grupos no oficiales que cantan y bailan los mismos temas que los murgas del Gran Teatro. Las zonas principales donde se pueden encontrar los ilegales son: el Barrio de la Viña, entre el Mercado Central y la playa de la Caleta, a lo largo de Calle Ancha, y en la Plaza de Topete. Estos actos pueden parecer más espontáneos que los que toman lugar en el Teatro, al estar libres de juicio oficial y de competiciones.

Sin embargo, ellos también tienen muchas horas de ensayo a sus espaldas, pudiendo apreciarse ese esfuerzo por los espectadores. Las risas y los cantos folclóricos llenan alegremente las calles, de la misma manera que retumban en el teatro.

El 25 de febrero, los ilegales ponen la brocha de oro a las celebraciones del Carnaval con el Carnaval Chiquito. Durante este día, estos grupos vuelven a las calles, para que la gente pueda disfrutar una última vez del espiritu carnavaleño, eso sí, con más tranquilidad, dado que las calles ya no están tan abarrotadas como en las semanas previas.

Fuente: https://www.ruralidays.com/viajar/cultura/carnaval-de-cadiz/

El Carnaval de Cádiz, mucho más que una fiesta

Música en las calles, bailes y originales disfraces. Arranca el Carnaval de Cádiz, una de las fiestas con más historia de la geografía española y que más transmite la alegría de vivir. Del 8 de febrero y hasta el 18 de este mismo mes (2018) podremos disfrutar de este colorido Carnaval, que ha sido declarado de interés turístico internacional.

El Carnaval de Cádiz tiene seis siglos de historia pero nadie lo diría. Cada año resurge lleno de energía y de nuevas propuestas. Cabalgatas, tablaos y diferentes actos gastronómicos están ya preparados para el 8 de febrero, día oficial del inicio del Carnaval (2018).

Si hay algo por lo que es conocido el Carnaval de Cádiz es por sus cuartetos, chirigotas, comparsas y coros, que con sus satíricas letras nos harán reír y harán un mordaz repaso a la actualidad política y económica del momento. ¡Y no solo de España! ¡También se atreven con la política internacional Estos grupos participan en un concurso de agrupaciones de Carnaval. La gran final es el 9 de febrero en el Gran Teatro Falla.

Qué hacer

A partir de aquí, la fiesta salta a las calles gaditanas. El 10 de febrero no falte a la lectura del pregón del carnaval en la Plaza de San Antonio. Este año está protagonizado por las Niñas de Cádiz un grupo que reivindica con fuerza el papel de la mujer en el carnaval. La música en directo es uno de los principales atractivos de esta fiesta que este año cuenta con la presencia de India Martínez, No me pises que llevo chanclas, Coque Maya y Adele & Nau, entre otros. Todos estos conciertos son gratuitos y han sido organizados por el Ayuntamiento de Cádiz.

El 11 de febrero, el carrusel de coros toma las calles del centro desde las dos de la tarde; los niños también pueden disfrutar de la cabalgata magna, y ya por la noche, los fuegos artificiales pondrán fin a un día de carnaval de lo más completo. Del 12 al 14 de febrero es fácil escuchar a los coros y agrupaciones en cualquier tablao o incluso por las calles del centro.

El miércoles de Carnaval, que este año es también San Valentín, es uno de los mejores días para escuchar a las agrupaciones de ilegales (callejeras) cantar por toda la ciudad.

El domingo de piñata (el 18 de febrero) concluye, en parte, el Carnaval, con la llamada quema de la bruja Piti en la playa de la Caleta, mientras que en el Castillo de San Sebastián, los fuegos artificiales ponen el broche final a las fiestas de don Carnal.

Pero además…

Decimos que el Carnaval concluye en parte y decimos bien, porque en Cádiz la fiesta se extiende un poco más, hasta el 25 de febrero, cuando se celebra el llamado carnaval chiquito o de los jartibles para todos aquellos que no han tenido suficiente con diez días de fiesta. Se trata de una extensión del Carnaval en la que se puede disfrutar de la música de las agrupaciones callejeras en un ambiente más tranquilo. El público, en su mayoría, son los propios vecinos de la ciudad o de los pueblos cercanos.

Un poco de historia

El Carnaval de Cádiz nació en la segunda mitad del siglo XV con la llegada de comerciantes genoveses. La ciudad tenía además una especial vinculación con los puertos del norte de Italia y también con Venecia. A esto se suma la presencia de esclavos africanos que aportaron sus ritmos y músicas, de lo que surgió una fiesta popular y un tanto anárquica.

En el siglo XVI, la fiesta se consolidó. Aunque no fue fácil mantener esta fiesta. La Iglesia nunca vio con buenos ojos los excesos del Carnaval y no fueron pocos los intentos por acabar con ella. Durante los cuarenta años de la dictadura franquista, los carnavales fueron prohibidos por su carácter poco religioso pero esto no supuso la desaparición de la fiesta.

Durante estos años, la fiesta se trasladó a bares y tascas, llamados “baches”, donde se cantaba y la gente se disfrazaba a escondidas.
Con la llegada de la democracia, el Carnaval de Cádiz resurgió con todo su esplendor.

Fuente: https://www.ecos-online.de/spanisch-lesen/el-carnaval-de-cadiz-mucho-mas-que-una-fiesta

El Carnaval de Cádiz, la «eclosión cultural» de la clase obrera en la República que prohibió Franco

Luego llegó el franquismo, como carajote, a liar el tangai: Prohibió el Carnaval. Y represalió a los carnavaleros, incluso a tiros. Pero antes las coplas plantaron en Cái las tablas donde el febrero republicano explotó en cuplés de clase obrera y popurrís como leñazos al lomo de las conciencias. Qué bastinazo, picha, que diría un indígena de La Caleta.

Y todo lo canta el libro Las coplas del Carnaval de Cádiz durante la Segunda República (1932-1936), del historiador Santiago Moreno. Un volumen que el autor completa con una inmersión en la realidad social de la época y una serie de mapas que demuestran que aquellos comparsistas «vivían en los barrios más populares».

O una serie casi completa de las letras de las agrupaciones, con temáticas como «la proclamación de la República, sucesos anticlericales, Casas Viejas o la victoria del Frente Popular», apunta Moreno. Y un regalo: más de 80 códigos QR con los que oír aquellas coplas que, alguna vez, fueron grabadas.

«Hemos vivido siglos de monarquía, sufriendo descalabros y tiranías, / y cuando la República va naciendo / quieren ver enmendados / todos esos yerros», cantaba el coro Los Decapitadores en 1932, con letra y música de Manuel López Cañamaque. Libertad de expresión. Que se lo cuenten a Pablo Hasel.

«Cuando la República surgía, / no reinaba sobre España el orden, / ahora esas consecuencias / las pagan otros hombres», cantaba la agrupación (en esta pieza está disponible el archivo sonoro de esta copla). Lírica combativa y cultura popular a destajo. El oxígeno del Carnaval de Cádiz que se respira tan distinto en este año de un mundo en modo pandemia.

Memoria del Carnaval

En esas páginas están los ecos de la matanza franquista en la ciudad. «Ejemplos hay multitud», apunta Santiago Moreno. La «represión física», la persecución a los disidentes. «El hecho de haber escrito Carnaval, o haber sido parte, va a ser una forma de señalarse más, como lo era pertenecer a un partido político o un sindicato o tener una opinión distinta a los sublevados», afirma el historiador, en conversación con elDiario.es Andalucía.

Esa herida, con el paso de los años, ha dejado «leyendas que nos hablan, mitos que se han creado en la ciudad, de agrupaciones que fueron pasadas por las armas de manera completa». Un extremo que no es literal, pero la investigación confirma «que sí hubo una represión y muchos perdieron la vida», sostiene.

¿Hay cordón umbilical desde aquella época a las letras dedicadas a la Memoria en las tablas del Teatro Falla? «Me sale decir que no», responde Moreno. «Se cortó de raíz y cuando se ha vuelto a hablar son otras generaciones, han tenido que pasar muchos años, las coplas dedicadas al tema de la Memoria son de 15 años para acá», en palabras del historiador.

«Pero un pequeño rescoldo sí quedó», subraya, «y es lo que permitió que durante diez años de posguerra esta representación cultural no se perdiera, la gente que sobrevivió lo mantuvo de manera oculta». Un trazo que Santiago Moreno reflejó en su tesis doctoral y que tiene firma en las calles de Cádiz con una placa en la plaza del Palillero «dedicada a los carnavaleros represaliados«.

Franco prohíbe la fiesta

«En 2017 fue el 80 aniversario de esa prohibición y en la Final del Concurso del Falla actuó una antología que cantó coplas de aquellos años, de los años republicanos», contaba el historiador a este periódico. Y «se sacó un disco y también un documental que se llama Murieron cantando».

«Cuando llega febrero del 37 el Carnaval queda prohibido en toda la zona sublevada con la excusa que hay una guerra», pero terminada la contienda «prohibición no desaparece y se hace permanente», explica. «El carnaval de Cádiz estuvo prohibido una década y en otros lugares no se volvió a recuperar, o ya con la Transición», muerto el dictador Francisco Franco. Y, cuando regresó, «no se llamaba Carnaval, se llamó Fiestas Típicas Gaditanas y así siguió durante el franquismo».

Esa violencia invisible que tenía el cimiento en la «represión física de las gentes del Carnaval». Un «acto de persecución contra la propia fiesta», como cuenta el libro Las coplas del Carnaval de Cádiz durante la Segunda República, que publica el sello editorial de la Universidad de Cádiz y que ya está en sala de máquinas preparando una nueva tirada tras agotar, en poco tiempo, su primera edición.

Carnaval de clase obrera

La obra contiene «un estudio donde demuestro que las gentes del carnaval, o comparsistas, estaban vinculados a las clases obreras de la ciudad», dice Santiago Moreno. Una serie de mapas muestra «con porcentajes» que estas personas «vivían en los barrios más populares», como La Viña o Santa María, y que viven un frenesí creador que va unido a «ese momento de eclosión cultural» de España con la República y «que se va a notar en el propio Carnaval de Cádiz»..

«Si bien es verdad que son solo cinco carnavales y no da tiempo a una gran evolución en las letras», matiza, «pero sí son muy distintas a las coplas que se han ido cantando décadas atrás». El texto analiza además cómo eran los carnavales durante la etapa republicana y qué temáticas copaban las letras de las agrupaciones. Y las ofrece, como novedad, para que el lector también pueda oírlas a través de más de 80 códigos QR.

«Eran coplas que escriben gente humilde, que pertenece a la clase popular, obrera, y ahí está ese punto de vista de ellos, eso en el periódico no va a salir, ni en otro tipo de fuentes documentales», desgrana el historiador. Porque «el Carnaval, el de las coplas, queda demostrado que es una fiesta que es por y para el pueblo llano», dice Santiago Moreno.

«Catorce de Abril del 31, / fecha que jamás se borrará / al buen español, yo le aseguro / que en su corazón la grabará», cantan la murga Los Gauchos en el año 32. De nuevo Cañamaque en la creación: «Antes de izar la bandera rugía / el pueblo ansioso de soberanía. / El destronado abandona el país / que tanto hizo sufrir».

Fuente: https://www.eldiario.es/andalucia/cadiz/carnaval-cadiz-eclosion-cultural-clase-obrera-republica-prohibio-franco_1_7210003.html

«El carnaval no es solo una fiesta. Es una forma de vida que aporta una cosmovisión del tiempo»

El Carnaval de Cádiz es una fiesta mundialmente conocida, pero hay muchas cosas que el público mayoritario desconoce. Por eso el escritor David Monthiel acaba de publicar el libro ‘Historia general del Carnaval de Cádiz’ ( El Paseo), una obra fundamental que no sólo deleitará a los propios gaditanos, sino también a todos los que disfruten con una de las manifestaciones culturales más importantes de España.

– Las noticias más antiguas del Carnaval gaditano son de 1591, ¿no es así?

Que sepamos. Se trata de un comentario sobre las carnetolendas en la Historia de Agustín de Horozco y hace referencia a tirarse flores de retama para divertirse. El rastreo histórico comienza ahí, aunque existe una inercia «clásica» en la historiografía carnavalera que quiere justificar y enlazar el carnaval con las fiestas que celebraban los griegos y romanos, ya sabes, las bacanales y saturnales. Nada más lejos de la realidad. Cádiz es una ciudad nada griega, pero sí romana. Y sobre todo fenicia. La tesis de la Historia General es que el carnaval de Cádiz nace en la Modernidad (entendida desde 1492) y es italiano, en muchas de sus formas musicales, pero también negro (Cádiz contaba con un 15 % de población esclava en los siglos XVII y XVIII) con sus Villancicos Morenos, que se enriqueció con el llamado «comercio colonial» y «mangó», por ejemplo, el tango americano y lo convirtió en gaditano o de carnaval. Y luego dio el tango flamenco.

A partir de 1884 las cosas cambiaron completamente.

Claro. A partir de 1884, junto a todas las restricciones habituales a las agrupaciones en la calle, se propugna la licencia municipal para salir a cantar (con nombres, apellidos y domicilio de todo el que sale) y la entrega de copia de las letras para su revisión. Un desastre para la libertad de expresión del pueblo, que era el que salía a postular (ganar) algunas pesetas. Esto supone un control sobre las letras, una suerte de censura. De este año nos quedan las letras de ‘Las Viejas Ricas’ gracias, curiosamente, al control.

¿Es el Tío de la Tiza uno de los personajes esenciales en la evolución del Carnaval?

No es solo esencial. Antonio Rodríguez Martínez es el creador de muchos de los elementos carnavalescos que se mantienen hoy día: la coincidencia entre nombre y tipo, cantar desde una batea, la instrumentación. No solo fue un genio musical popular (y anónimo hasta que pudo y lo dejaron) que incrustó sus tangos en la memoria del pueblo, sino que fue un innovador en cuestiones musicales. Su éxito fue paradójico. Ya que todo el país (y así lo refleja en ‘El árbol de la ciencia’ Pío Baroja) cantaba sus letras y músicas (o se copiaban y robaban en zarzuelas de éxito) pero nadie sabía quién era. El Tío de la Tiza es un genio sin parangón de la música popular, un innovador, un bastinazo. Mucho más allá de ser el creador de ‘Los duros antiguos’.

El Carnaval no hubiera sido el mismo sin el Gran Teatro, posteriormente el Teatro Falla, ¿no?

Muchos aficionados de nuevo cuño, criados con la televisión carnavalera y el youtube, creen que el COAC, o el Teatro, es el Carnaval. Incluso muchos carnavaleros de pro. Y no pueden estar más equivocados. El Carnaval de Cádiz es mucho más que una competición de coplas y repertorios, dimes y diretes y personajes destacados. No se puede olvidar el carnaval callejero, lo más puro, entendido como lo más carnavalero: se canta de forma anónima, sin rumbo, sin reglas. El concurso y el uso del teatro, de principio de siglo XX, es producto de las prohibiciones, la domesticación y el secuestro (en palabras de Alberto Ramos Santana) por parte de las autoridades. Pero durante el Franquismo fue lo único permitido. Cuando llegó la Democracia el concurso del teatro se mantuvo a pesar de la explosión de las callejeras y charangas. El COAC en la actualidad se ha convertido en una forma de carnaval muy mediatizada y de gran éxito popular. Eso es así, queramos o no. Y yo me alegro.

¿Cómo afectó la Guerra Civil a esta fiesta?

En 1937 el carnaval se prohibió La represión franquista cayó sobre los carnavaleros desde muy temprano. Guillermo Crespillo y Manuel Peña, uno de ellos componente de ‘El frailazo y sus tragabuches’ de 1932, aparecieron muertos en la Plaza de las Viudas. Con dos tiros en la cabeza. Macías Retes, gran director de coros, fue detenido y mandado al frente. Le fusilaron a su hermano y cuñado. Juan Ragel, autor de coros, fue detenido y desaparecido. Manuel de la Pinta, que fue cuñado de Paco Alba, y el alcalde republicano de Cádiz, fue fusilado. Su cuerpo lo retiró del foso de las Puertas de Tierra la madre de Paco. Al Gran Quintana, director de chirigotas, lo detuvieron y fue mandando al frente. No estaba la cosa para cantar. Pero el carnaval se mantuvo en la memoria y en las reuniones clandestinas de los viejos carnavaleros en baches y bares, cantando flojito. Míticas son reuniones en la casa de Macías.

¿Cómo convivieron Carnaval y franquismo durante cuatro décadas?

La represión y el miedo fueron la norma. Basta recordar la posguerra que sufrió el gran autor Juan Sevillano, carnavalero del barrio de San José, escondiéndose en un baúl cuando venían a buscarlo. O el suceso que el padre de Carli Brihuega sufrió al ser detenido y torturado en comisaría por ser confundido con un «subversivo». En 1948, tras la Explosión, se permite que canten los coros y chirigotas como promoción turística y vuelva el ánimo tras el desastre. El Franquismo prohibió la palabra «carnaval» y lo tildó de Fiestas Típicas. Subió a las hijas de los prebostes franquistas a carrozas y permitió que la gente de Cádiz cantara en mayo. Eso sí, la censura actuaba y tachaba. Pero se desarrolló la astucia del doble repertorio (el más borde y soez, que se cantaba en los salones de los gozantes franquistas por propinas y billetes partidos en dos) y la picardía para decir sin decir. El doble o triple sentido.

¿La foto de Alberti y Pemán en el Carnaval de 1981 es el mejor retrato de la Transición en Cádiz?

Es una foto histórica de Kiki. Llego a asegurar que es en Cádiz y en Carnaval cuando queda «cerrado» (muy entre comillas) eso que empezó en 1936. Dos gaditanos. Uno, pregonero, poeta y comunista. El otro: un insigne enfermo que bajó a la calle para darle la mano a pesar de la negativa de la familia y de su pasado franquista. Las cosas de Cádiz.

Los años ochenta y principios de los noventa supuso una nueva edad de oro en el Carnaval con grandes figuras como el Selu, el Love, Martínez Ares…

El regreso del carnaval a febrero, la desaparición de las Fiestas Típicas y la explosión de la calle y la participación de la gente en agrupaciones fue en aumento gracias a la recuperación carnavalesca a pesar de la larga noche del franquismo y su fiesta descafeinada. También gracias a la labor de Pepe Mena y a su Comisión de Fiestas. El carnaval vivió unos años de despiporre y de fogonazo popular. Será el concurso y su retransmisión el que cambie todo. También gracias a la aparición de muchos autores jóvenes (autoras casi ninguna, lamentablemente) y grupos punteros. Y a muchos contratos y actuaciones por toda Andalucía. El Selu, Martínez Ares, el grupo del Love son el relevo de Fletilla, el grupo de Paco Alba o Martín pero con la televisión a favor. Autores de nuevo cuño en un carnaval imparable.

¿Qué significan para Cádiz nombres como los de Paco Alba, Antonio Martín o Julio Pardo?

La figura de Paco Alba marca las Fiestas Típicas por la calidad y enjundia de sus agrupaciones. Será el jurado de 1961 el que responda a la estetización creciente de la chirigota de Paco hasta otorgarle no solo ya el «Premio Especial» sino la nueva categoría: la comparsa. Paco era un trabajador, pero también un músico y un maravilloso letrista que fue capaz de nombrar a Salvochea en sus letras en pleno Franquismo. Ahí están sus clásicos impepinables. Antonio Martín supuso la aparición de una nueva forma de comparsa que desbancó al Brujo a base de descaro y empuje (y también de alguna que otra jugarreta). Martín fue dueño y señor de la modalidad hasta que Martínez Ares llegó para aportar otra vuelta de tuerca a la modalidad en temas y músicas. De Julio y su ansia de perfección corista solo puedo decir que ahí están sus premios. Y su bigote, ya cano.

¿Resumir la historia del Carnaval de Cádiz es tarea de locos o de románticos?

Más que un resumen se trata de una visión global, divulgativa, amena y documentada que puede servir a muchos aficionados y aficionadas para vertebrar y dotar de sustancia y datos su pasión. Existe mucha bibliografía sobre el carnaval de Cádiz, académica y estupenda, pero faltaba ese libro que fuera totalizador y que hablara de toda la fiesta en conjunto, de la calle, del COAC, de sus personajes, de sus orígenes, de sus músicas, de sus éxitos y sus fracasos, de sus maravillas y sus oscuridades. Aunque es una historia del carnaval seria y con enjundia yo pienso que lo que he escrito es un libreto.

¿Cuántos años de trabajo te ha llevado este libro y cuánta documentación has manejado?

El libro es un encargo de David González Romero para la editorial El Paseo. Soy un escritor de ficciones que se ha metido al ensayo histórico después de escribir una novela como ‘Carne de Carnaval’ (también en El Paseo). El trabajo fue gozoso y rápido, ya que yo como escritor formo parte de la cultura carnavalera que vertebra y da sentido a mis ficciones. Yo también he «recortao papelillos de revistas» como dice la famosa cuarteta del Selu. La documentación ha sido ingente gracias a que los estudios sobre el carnaval son muy numerosos y magníficos. Como los de Javier Osuna sobre el Tío de la Tiza o el de Santiago Moreno sobre la represión franquista del carnaval. El libro aspira a tener la guasa de un cuplé y la seriedad de un pasodoble. Es un popurrí de los momentos más significativos y determinantes de la historia del carnaval.

¿Por qué crees que en Sevilla se ama y se admira tanto el Carnaval?

Sevilla, como bien estudió Javier Osuna, celebró su Carnaval desde tiempo inmemoriales. Y fue allí donde el Tío de la Tiza sacó varios coros a pie cuando vivió en la Alameda de Hércules. La rivalidad con Sevilla, que se refleja desde el siglo XIX en las letras, es por la preeminencia del puerto. Yo soy de la opinión de que Cádiz, madre del flamenco, y el carnaval más creativo que existe es el cangrejo rojo de otras formas carnavalescas. La forma Cádiz lo devora todo. Se mezcla con el reguetón, gana. Se junta con el flamenco, gana. Se mezcla con la música de Latinoamérica, gana. Y claro, esto es una cultura imparable hecha por gente no profesional, que se canta en común y con un propósito: la denuncia y el cachondeo. Por eso Sevilla y sus aficionados se animan a asistir al Falla a concursar. Están envenenados por la forma Cádiz. Pero hay que entender que el Carnaval es una forma de vida más allá de ser solo una fiesta o ver videos. Que hay que saber respetar y admirar. Y conocer.

¿Cómo ha sido este año sin Carnaval en Cádiz?

Un infierno, como el de Dante pero si el Alligheri hubiera nacido en el Mentidero. O algo muy extraño. El carnaval no es solo una fiesta. Es una forma de vida que aporta una cosmovisión del tiempo, del cuerpo, de la música, de la lírica, de la vida y de la muerte. Es raro no disponer de ese tiempo sin tiempo de la carne, de la ebriedad vital de comer cuando uno tiene ganas, de beber lo que uno quiera, de escuchar la más fina ironía y el bastinazo más grande con una soltura y gracilidad sin parangón. Qué dolorcito.

¿Y en los próximos años, hacia dónde crees que evolucionará el Carnaval?

Si te refieres al concurso, que no es el Carnaval, pienso que se dirige a la profesionalización de las agrupaciones, a la normalización de los temas en cuestiones generales, a la mejor pronunciación y a una suerte de pérdida de esencias que son fundamentales. Aún así, esto no es nuevo, ya ocurrió antes. En la calle se está produciendo una elitización de ciertas agrupaciones. La calidad y cantidad de agrupaciones es ingente y esto crea una suerte de star system que a veces es muy criticado y envidiado. La creatividad está en la calle por no tener tantas reglas. En Cádiz, como se sabe, la carga no puede faltar. Nunca.

Fuente: https://sevilla.abc.es/cultura/libros/sevi-carnaval-no-solo-fiesta-forma-vida-aporta-cosmovision-tiempo-202103232206_noticia.html

Vídeos:

Cádiz en el cine

Lee Tamahori – 007: Muere otro día (Die Another Day) (2002)

Jaime Chámarri – Camarón (2005)

Agustín Díaz Yanes – Alatriste (2006)

James Mangold – Noche y día (Knight and Day) (2010)

Fernando Colomo – Antes de la Quema (2019)

Canción

Niña Pastori – Cai (2000)

Cai

Cai, por la madrugá
Cómo me huele a sal, mi Cai
Cai, que se despierta por la mañana
Me llena el cielo de gaditanas, ay, Cai

Cai, por la madrugá
Cómo me huele a sal, mi Cai
Cai, que se despierta por la mañana
Me llena el cielo de gaditanas
La’ niña’ bailan y envuelta’ en luna’
Con su’ vestío’ bordao’ de espuma, ay, Cai

Cuándo podré regresa’ a encerrarme contigo en un patio
Dejar que el viento entre las macetas silben por tango
Por fin veré a mi gente, por fin me veré
Cai del mentidero, muero por él
Yo quiero volver

Cái, por la madrugá
Cómo me huele a sal, mi Cai
Y pa’ nosotros dos
Tengo a mi Cai y con perdón

Ay, de lo’ que se preguntan
Qué es lo que tiene ese rincón, niña

Cai se bebe el sol
Cai es la brisa marinera
Y que remienda tu corazón
Con la sonrisa má’ morena

Cai, cuando tú no está’
De qué me vale amar el mar, mi Cai
Cai, cuando anochece, que tú te duermes
Que yo te miro y a ti te pierde, ay, Cai

Cuándo podré regresa’ a encerrarme contigo en un patio
Dejar que el viento entre las macetas silben por tango
Y ver a mi gente, por fin veré
Cai del mentidero, muero por él
Yo quiero volver

Y Cai, por la madrugá
Cómo me huele a sal, mi Cai
Y pa’ nosotros dos
Tengo a mi Cai y con perdón

Ay, de los que se preguntan
Qué es lo que tiene ese rincón, niña

Cai se bebe el sol
Cai es la brisa marinera
Y que remienda tu corazón
Con la sonrisa má’ morena

Cai se bebe el sol
Cai es la brisa marinera
Y que remienda tu corazón
Con la sonrisa má’ morena, niña

Cai se bebe el sol
Cái es la brisa marinera
Y que remienda tu corazón
Con la sonrisa má’ morena, niña

Cai se bebe el sol
Cai es la brisa marinera
Y que remienda tu corazón
Con la sonrisa má’ morena

El verano azul… de 1981 en Nerja.

Verano azul

‘Verano azul’ es una de las series más icónicas de la historia de la televisión española. La ficción, dirigida por Antonio Mercero, fue rodada en localizaciones de diferentes localidades de Málaga y Granada durante 16 intensos meses, entre agosto de 1979 y diciembre de 1980. Producida por Televisión Española, la serie contó con 19 capítulos que han marcado enormemente a varias generaciones de espectadores. Esta mítica serie narra la aventuras y relaciones de un grupo de amigos, formado por niños y adolescentes de diferentes edades, durante sus vacaciones veraniegas en un pueblo de la Costa del Sol. Así nació la inolvidable pandilla formada por los personajes de Bea, Desi, Javi, Pancho, Quique, ‘Piraña’ y Tito, que ha enamorado a la audiencia durante décadas. El reparto estaba encabezado por Antonio Ferrandis como Chanquete junto a María Garralón, José Luis Fernández, Juanjo Artero, Pilar Torres, Cristina Torres, Miguel Joven, Miguel Ángel Valero y Gerardo Garrido, entre otros actores.

‘Verano azul’ es una de las ficciones que más veces ha vuelto a reemitirse en la pequeña pantalla española, conquistando a nuevos públicos con cada redifusión. Además, fue una de las primeras series en conseguir repercusión fuera de las fronteras de España, siendo vendida a varios países de Latinoamérica, Argelia, Angola, Portugal, Croacia, Checoslovaquia, Polonia, Francia y Bulgaria, entre otros.

Fuente: https://www.formulatv.com/series/verano-azul/

‘Verano Azul’: una ficción intergeneracional que ha hecho historia en TVE

Siempre es verano en TVE gracias a la pandilla que nunca crece: Bea, Desi, Javi, Pancho, Quique, Piraña y Tito empiezan hoy su eterno ‘Verano Azul’ a las 14:30 horas en La 2, que ofrecerá los 19 capítulos de la mítica serie de lunes a jueves. La diferencia con el resto de reposiciones es que han mejorado la calidad, gracias a la remasterización de la imagen. Algo que, en mi opinión, no era imprescindible: como ocurre con el vinilo respecto al cd, si es una serie viejuna me gusta que se vea viejuna o incluso que la sintonía suene a rayada por momentos. Aunque parezca una barbaridad decir algo así en los tiempos de la HD.

Sabemos que en cuanto comienza julio se abre la veda de los concursos piscineros y las reposiciones. Pero el caso de ‘Verano Azul’ es especial. Desde que se estrenara en 1981 ha acompañado las vacaciones de varias generaciones convirtiéndose así en un clásico de la televisión. Sin embargo, ya han pasado 19 años desde que TVE la emitiera por última vez en su canal principal; ahora es la oportunidad para que una nueva generación disfrute de una ficción tierna, blanca y llena de valores, aunque la edad del posible target, en 2014, bajará sustancialmente respecto a aquella primera vez.

Y es que, cualquiera que la haya conocido desde sus orígenes no podrá evitar asombrarse ante la noticia de su regreso, pese a que ya han pasado muchos años desde la última vez que TVE la recuperó. Curiosamente, cuando sucedió aquel Encuentro entre Julia, Chanquete y los chavales no era verano para los espectadores, aunque ellos disfrutaban del sol y de la playa de Nerja. La serie de 19 capítulos, creada por Antonio Mercero, llegó a TVE un otoño y se ofrecían en dosis semanales; cada domingo, desde octubre de 1981 hasta febrero de 1982.

El 7 de febrero, cuando se emitió el penúltimo episodio (Algo se muere en el almatodo un país se hinchó a llorar con el trágico final del entrañable Chanquete (Antonio Ferrandis); TVE calcula ahora que el último episodio fue seguido por nueve millones de espectadores, claro que hablamos de los tiempos del canal único. Pero desde que la serie acabó el No nos moverán se convirtió en un himno generacional y la ficción de Mercero, en un valor seguro.

No tardaron ni un año en volver: a finales de julio de 1982, los niños empezamos a sincronizar nuestros veranos con los de Bea, Javi y los demás. La serie se instalaba en su contexto natural y se convertía en un clásico del período vacacional. Se volvería a emitir siete años después (ahí me reenganché yo), para volver sucesivamente en 1992, 1994 (dos redifusiones) y 1995 (nuevamente, en dos ocasiones), acumulando espectadores emisión tras emisión. Probablemente el final de ‘Verano Azul’ sea el más espoileado de la historia.

Convertida ya en un buque insignia de TVE, se incluyó entre los contenidos del Canal Nostalgia de TVE en la TDT en 2001 y 2005 y en los del canal especial TVE-50 en 2006, para celebrar así, con una historia que tantas alegrías ha dado a la cadena, el cincuenta aniversario del inicio de sus emisiones. En 2011 vivió una reentré digital, cuando RTVE.es subió a la red la serie para celebrar que cumplía ya 30 años. Un año después acabó en la cadena católica 13tv para volver, cual hija pródiga, al verano de 2014.

Una mirada inocente a los grandes temas de la vida

Cuando yo la vi (ya con uso de razón) tenía nueve años. Teniendo en cuenta esos productos Disney Channel que consumen ahora los chavales de esa edad (ellas, esas historias de ciencia ficción en las que las que les hacen soñar con ser la próxima Hannah Montana, ellos, sitcoms del mismo calibre como ‘Buena suerte, Charlie’ o animación tipo ‘Sendokai’ o ‘Pokemon’), no les vendría nada mal aprender sobre los grandes temas de la vida a través de una historia tan sencilla, pero a la vez tan cargada de contenido social, dramático e incluso político.

Porque en ‘Verano Azul’ aprendimos: que «el mar es azul porque el cielo se refleja en él» (aunque la explicación fuera mucho más compleja que eso). Vivimos: el descubrimiento del primer amor y su cara amarga, como los celos que despertaba en los chicos El ídolo ante el que se rendía Beatriz, mon aumour. Y los primeros conatos de rebeldía A lo mejor contra los padres (no había nada más horrible que un castigo de verano, privándote de la playa o la pisci) e incluso contra el sistema, cuando quisieron desahuciar (33 años después, un tema desgraciadamente de actualidad) a Chanquete. Sufrimos con las despedidas porque Algo se muere en el alma cuando un amigo se va; pero los recuerdos permanecen, incluso cuando llega inevitablemente El final del verano. Fue su mejor verano, también para muchos de nosotros, en lo que se refiere a la ficción.

Aunque se llegó a confirmar que la serie volvería en forma de remake, no hay constancia de que el proyecto se esté gestando ni Boomerang TV cuente con él para el futuro. Tanto mejor: como decía unas líneas más arriba, algunas cosas deberían mantener intacto su recuerdo original.

Fuente: https://www.espinof.com/series-de-ficcion/verano-azul-una-ficcion-intergeneracional-que-ha-hecho-historia-en-tve

Verano Azul somos todos

Si has pasado de los 40, hablar de Verano Azul significa rememorar tu infancia con cara de gilipollas. Comerte una docena de «magdalenas proustianas» de un bocado. Porque tú, sí tú, viviste en directo, sin spoilers de ningún tipo, la serie que más ha influido a una generación de españolitos. Ni Perdidos, ni Los Soprano, ni siquiera Juego de Tronos. Ninguna ficción ha dejado un poso similar. HBO todavía no ha parido al showrunner que le llegue a la suela de los zapatos al gran Antonio Mercero.

Al recordar sus capítulos, un flashback nostálgico en forma de hostia te trae a la cabeza al macarra de Pancho, al desdentado de Tito, a la buenorra de Bea y te recuerda, otra vez más, que Chanquete murió y que a ti eso te jodió más que si toda tu familia hubiese caído fulminada por un rayo aquel maldito domingo. Me río yo de los sufrimientos que nos hemos traído con el destino de mi querido Jon Snow.

Mercedes Cebrián acaba de publicar un ensayo imprescindible para comprender el fenómeno Verano Azul. Una serie, que como la mayoría de nuestra infancia (Los cinco, Pippi Calzaslargas), nos hablaba de grupos amigos, de niños al margen de las normas de las mayores, de los convencionalismos de los padres. Donde había una palabra sagrada: la pandilla.

En el barrio, nos encantaba jugar a Verano Azul cada domingo después de haber disfrutado con el nuevo capítulo. Asignar los papeles de cada uno era sencillo. Yo, aunque porfiaba por ser Javi —mi preferido—, acababa siendo «piraña». Mi edad y mi oronda figura —seguro que ya andaba por los 40 kilitos a mis tiernos 10 años— me adjudicaban sin discusión ese papel. Nacho, mi mejor amigo, era Tito. No es que fuese gracioso como el personaje televisivo, pero también era del 72 como yo, le faltaban las dos paletas y siempre andábamos juntos con nuestras bicis. Alicia, la mejor amiga de la hermana de Nacho, Carolina, a quien le tocaba muy a su pesar el rol de Desi, hacia de Bea. Las dos —a punto de la adolescencia— tenían tetas. No había nada más que hablar. El vecino del quinto, del que siempre estaban hablando y cuchicheando las chicas era nuestro Javi. De Quique pasábamos, era un triste, y de Pancho ya no te digo. El nuestro era un barrio bien y no nos gustaban los quinquis.

Verano Azul somos todos, como dice Mercedes Cebrián. Los que estamos, los que se fueron. Los que nos vimos reflejados en esa pandilla veraniega donde la amistad era lo único sagrado, que ya es mucho.

Para la generación de los nacidos en los setenta, la serie Verano azul –emitida por primera vez en 1981, y repuesta en numerosas ocasiones desde entonces por Televisión Española– es un referente cultural de primer orden. Su irrepetible galería de personajes –el pescador Chanquete, la pintora Julia y la pandilla de niños y preadolescentes formada por Pancho, Javi, Bea, Desi, Quique, Tito y el Piraña– ha dejado huella en el imaginario colectivo y todavía hoy se recuerdan algunos de los momentos más destacados de la serie y el vocabulario que ésta popularizó. Pero Verano azul va más allá del entretenimiento y de un puñado de escenas memorables. Si ha calado hondo en la sociedad española ha sido porque sus episodios ocultaban mucho más de lo que podría parecer. Verano azul no sólo fue el recuento de las aventuras de un grupo de jóvenes durante unas vacaciones en Nerja (Málaga), sino el reflejo de una España que, en ese momento, justo después del 23-F y antes de la victoria socialista en las elecciones de 1982, todavía se debatía entre el pasado –la oscuridad– y el futuro –la modernidad–.

En cierto modo, la serie Verano azul simboliza la Transición: el conflicto latente dentro de aquella fractura generacional de los 80, en la que un país puritano, autoritario y poco receptivo a nuevas ideas coexistía con otro ávido de cambio, libertad y empatía. En todas estas cuestiones ahonda Verano azul. Unas vacaciones en el corazón de la Transición: a partir de la mitomanía, la memorabilia y las citas de diálogos míticos –y de una ruta turística por Nerja acompañada por Miguel Joven, el actor que encarnó a Tito–, Mercedes Cebrián reflexiona acerca del impacto que ha tenido la serie creada por Antonio Mercero no sólo como producto de entretenimiento y narración juvenil, sino también como altavoz de la necesidad de aire fresco y del espinoso proceso de transformación de un país entero. Una idea que se resume en unas pocas palabras: Verano azul somos todos, y hoy somos lo que somos, en parte, gracias a aquellos diecinueve episodios que han traspasado generaciones y siguen muy vivos en el recuerdo.

Fuente: https://www.zendalibros.com/verano-azul-somos-todos/

Series retro: Verano azul, la inolvidable historia española sobre el barco de Chanquete

Apenas 19 episodios para disparar un fenómeno. 16 meses de rodaje para que la historia sólo durara cuatro meses. En 1981 en España se estrenó una serie que para muchos significó un verano eterno, inolvidable, aleccionador y nostálgicoVerano azul. Mar, sol barcos y el retrato de la patria eterna, la infancia.

¿Y si Verano del ’98 y las aventuras en Costa Esperanza no fueron más que una inspiración de esta ficción? ¿Y si las demás series juveniles rinden homenaje a esa pionera?. Producida por TVE, entre playas, olas, vida marítima y chicos de 8 a 17 años, Verano azul no contaba con un barco de verdad. Habrá que desilusionarse y entender que todo era un truco de escenografía. Un objeto más del decorado que se instaló en Nerja y que, terminado el rodaje, se desmontó.

Las entidades de turismo de Nerja, Málaga, todavía promocionan el Parque Verano Azul como «visita obligada para cualquier amante de la serie». Los folletos turísticos repiten: «En él podrás encontrar una réplica del famoso barco de la serie, La dorada, en la que podrás tomar una foto para el recuerdo».

Chanquete, Julia, Javi, Bea, Quique, Desi, Pancho, Piraña y Tito…Cómo olvidar a ese dream team. Sólo Javi (Juanjo Artero) continúa trabajando como actor con éxito. Se calcula que la serie fue vista por más de 20 millones de televidentes. Y todavía es posible verla (y de manera gratuita). En la página RTVE se pueden encontrar los episodios.

Filmada entre finales de agosto de 1979 y diciembre de 1980, los escenarios usados fueron las localidades malagueñas de Nerja y Vélez-Málaga y en las granadinas Motril y Almuñécar. Era España, pero podía ser cualquier playa de la Costa argentina: Santa Teresita o Las Toninas. La esencia era la misma: hablar de veranos que nos marcaron a fuego, de la mirada de niño antes de que la vida nos demostrara lo dura que era.

Chanquete, el capitán inolvidable

El entrañable pescador que vivía en un barco varado en la tierra, en lo alto de una cima llamada La dorada, quedó en el recuerdo de cientos de hoy treintañeros y cuarentones. Amaba tocar el acordeón y pescar. Un grupo de jóvenes irrumpen en su vida y la cambian. Así, él se transforma en un consejero amor, amistad y buen comportamiento. Un docente de la vida.

El actor que lo interpretaba se llamaba Antonio Ferrandis, nombre homenajeado, que se ve reflejado en una de las calles más importantes de Nerja hoy. Murió en 2000.

Nacido en Paterna, Valencia, el 28 de febrero de 1921, fue famoso por protagonizar la primera película española que ganó un premio Óscar a mejor filme de habla no inglesa, Volver a empezar (1982).

«Chanquete» hizo más de 100 películas, pero el estallido de popularidad le llegó en la madurez, con Verano azul. Cuando murió, tras una enfermedad pulmonar obstructiva crónica severa (y una cardiopatía valvular mitral), el público ya crecido lo despidió con emoción. 

En 2013, pese a que hacía 13 años de la muerte de Ferrandis, su eterno apodo «Chanquete», volvió a circular por los medios cuando se conoció que su embarcación (o en realidad su réplica turística) se caía a pedazos. Finalmente se restauró.

«El barco de Chanquete original fue una maqueta realizada en los estudios de Prado del Rey, que fue desmontada cuando finalizó el rodaje de la serie, en diciembre de 1980. Posteriormente, se colocó una réplica en el parque que lleva el nombre de la producción televisiva», explicaba El Periódico.

El reencuentro de los personajes

En 2011 hubo un shock emocional para toda esa generación marcada por Verano azul. Los integrantes de la pandilla se reencontraron en Nerja (Málaga), en el 30 aniversario del estreno de la serie.

Cientos de ex niños y adolescentes fans de la serie pudieron conversar con los protagonistas, fotografiarse con ellos y, en muchos casos, explicarles a sus hijos que la persona a la que estaban viendo era el chico o la chica que hacía de Tito, Pancho, Javi y más…

Desde ese idea se habla de la remake de la serie. ¿Sería posible? ¿Y si los protagonistas originales hacen de padres de los nuevos niños y adolescentes de la pandilla? Claro, ya no está Chanquete. Pero se le podría buscar reemplazo. 

Ese día del reencuentro, los actores recorrieron en bicicleta el tramo entre el Balcón de Europa y el parque donde se encuentra la réplica de La Dorada, el barco de Chanquete, donde soltaron decenas de globos blancos. A puro llanto, la nostalgia se apoderó de ellos (y de sus fans).

Fue Miguel Joven, ‘Tito’ en la ficción, el impulsor de la iniciativa, en la que participaron cientos de vecinos y no vecinos enterados del reencuentro por redes sociales.

Los personajes

Cada uno de los 19 capítulos tenía un título: El primero se llamó «El encuentro» y el último, «El final del verano». El segundo fue bautizado «No matéis mi planeta, por favor» y, entre algunos títulos graciosos, figura «Pancho Panza».

Julia: era como la «cuidadora» del grupo, mientras jugaba y aleccionaba a los jóvenes y huía de su tristeza por la perdida de su marido e hijo. El nombre real de la actriz es María Garralón.

Bea era la chica guapa de la serie, hermana de Tito. Tito y Pancho andaban continuamente disputándose su amor. Su nombre real es Pilar Torres, ya no ejerce de actriz y trabaja como auxiliar de enfermería en un hospital de Madrid.

Desi era una chica tímida, hija de padres separados. Fiel amiga de Bea. Su nombre real es Cristina Torres, actualmente está retirada de la interpretación.

Pancho era el chico del pueblo, vivía todo el año en la lechería de sus tíos. Sus tíos estaban a su cargo ya que era huérfano. Pasa gran parte de la serie intentando conquistar a Bea. Fue el quien en el último capitulo de la serie Verano Azul, tuvo que avisar a todos de la muerte de Chanquete. El actor es José Luis Fernández. Está retirado de la actuación. 

Javi era el chico «chulo», como le decían. Muy independiente, siempre discutía con su padre. Su nombre real es Juan José Artero, participó de conocidas series de televisión como “El comisario” y “El Barco”. Actualmente sigue ejerciendo y viviendo de la interpretación.

Quique era el mejor amigo de Javi. Su nombre real es Gerardo Garrido, protagonizó la obra de teatro “Las bicicletas son para el verano”. Actualmente trabaja como fotógrafo profesional.

Manolito («Piraña como le llamaban todos), era el chico «bonachón» y gracioso. Pasaba la mayor parte de la serie junto a su amigo Tito. Era el más gracioso de todos. Su nombre real es Miguel A. Valero. Actualmente ejerce de profesor en la Universidad Politécnica de Madrid. Estudió Ingeniería Telemática.

Francisco o como le conocían todos Tito, era el hermano de Bea. El más pequeño grupo y compañero de hazañas de piraña protagonizaba muchas de las aventuras de la serie. Según suele contar, su nombre real es Miguel Joven, apareció en la serie por casualidad, ya que su personaje lo interpretaba otro chico que finalmente no gustó a los directores.

Hace unos años la propia emisora RTVE sacó a la luz las fotos del casting de 1980. Muchos jóvenes actores quedaron en el camino. Otros que pensaban que serían grandes actores, quedaron seleccionados cumplieron el sueño un rato y cambiaron de idea respecto a la vocación, dedicándose a otros rubros.

En 2016 llegó a las librerías Verano azul: unas vacaciones en el corazón de la Transición, un libro de Mercedes Cebrián que analiza ese verano televisivo. 

«Todos ellos protagonizaron el verano de nuestra infancia, con temas universales: los primeros amores, el paso a la adolescencia, la rebelión contra lo establecido y la amistad. Todo un retrato generacional de una España en proceso de cambio. Al fin y al cabo es un verano por el que todos hemos pasado», publicaba ante aquel lanzamiento El diario El País.

No importa que las repeticiones sean en invierno, otoño o primavera. Para miles de españoles y para miles de argentinos, así como decía Albert Camus, «en medio del invierno había dentro un verano invencible».

Fuente: https://www.clarin.com/espectaculos/tv/series-retro-verano-azul–inolvidable-historia-espanola-barco-chanquete_0__MBUKk3h.html

La ruta de Verano Azul, del barco de Chanquete a la playa de Burriana

Todo aquel que tenga más de 30 años recordará con una sonrisa la serie de Televisión Española ‘Verano Azul’, con la que varias generaciones compartieron las aventuras y desventuras de una pandilla de niños veraneantes en Nerja.

Cuando se cumplen 40 años de la primera emisión (el 11 de octubre de 1981), el ayuntamiento de la localidad malagueña ha anunciado la creación de una ruta temática que recorrerá los escenarios de la serie, poniendo en valor algunos de los rincones más populares del municipio. A la espera de la «Ruta Verano Azul» estos son algunos de los escenarios de la mítica serie que, 40 años después, pueden visitarse y recordar con nostalgia.

El barco de Chanquete

«Del barco de Chanquete no nos moverán, del barco de Chanquete, no nos moverán…». Si has tarareado alguna vez esta canción es que pertenecías a esas generaciones que disfrutaban con las historias de esta pandilla de chicos y chicas de diferentes edades capitaneados por Chanquete, un viejo pescador, que vivía en ‘La Dorada 1’, el barco donde se rodaron muchas escenas de la serie. Una réplica de este barco –el original se desmontó tras el rodaje– se puede visitar en el Parque Verano Azul de Nerja.

Paseo Balcón de Europa

El Balcón de Europa es un precioso mirador situado en el centro de Nerja y que estuvo presente en muchos de los episodios de la serie. Este es un lugar perfecto para tomar una fotografía panorámica del mar Mediterráneo o para posar junto a la también famosa estatua del rey Alfonso XII.

Playa de la Caleta

La playa de la Caleta se encuentra en Maro, a tan sólo unos kilómetros de Nerja y fue en esta pequeña playa de difícil acceso al resguardo de acantilados donde se rodaron la mayoría de las escenas donde la pandilla jugaba y compartía aventuras. Los guionistas llamaron a esta playa ‘Cala Chica’.

Acantilados de Maro

Los Acantilados de Maro son todo un espectáculo de la naturaleza que ofrecen un paisaje abrupto en el que las pequeñas calas alternan con los acantilados y las áreas de cultivo. Fue en uno de estos acantilados donde se rodó una de las escenas más recordadas de la serie, el rescate de Javi en el capítulo 1.

Playa de Burriana

La playa de Burriana es la más visitada de Nerja y una de las mas concurridas de la provincia debido a la gran cantidad de actividades que proporciona. Aquí se rodaron muchas escenas de la serie tanto en la playa como el los chiringuitos.

Cuevas de Nerja

La Cueva de Nerja, descubierta en 1959, es una de las más impresionantes que existen en el mundo tanto por sus dimensiones como por los años de antigüedad. Considerada la ‘Catedral natural de la Costa del Sol’ tiene abierta al público una superficie de unos 140.000 metros cuadrados dividida en tres grandes concavidades: las Galerías Turísticas, las Galerías Altas y las Galerías Nuevas.Estas cuevas aparecen en uno de los capítulos de la serie titulado «Cueva de los ojos de Beatriz».

Fuente: https://www.abc.es/viajar/noticias/abci-ruta-verano-azul-barco-chanquete-playa-burriana-202102150154_noticia.html

¿Qué pasó con la Nerja de ‘Verano Azul’?

“Mi nombre es Julia y este que veis aquí es el pueblo donde pasé uno de mis veranos, no, perdón, el verano más hermoso de mi vida. Vine aquí a mediados del mes de julio en busca de luz y de calma. En los primeros días, aquellos primeros días de convalecencia, mi soledad voluntaria fue como un caramelo refrescante que yo saboreaba con fuerza y, justo cuando mi caramelo comenzaba a perder sabor, apareció aquella amable comparsa que tanto si quieres como si no me fue arrastrando, metiendo en su pequeño y divertido mundo”. Con la voz en off de María Garralón mientras se hacía un breve recorrido por algunos de los lugares más emblemáticos de Nerja daba comienzo una de las series de televisión (españolas) más vistas de todos los tiempos, Verano azul.

Probablemente buena parte de los lectores de Traveler la hayan visto en alguna de las numerosas reposiciones que se han hecho en TVE. Se estrenó en el otoño de 1981 y desde entonces Nerja no ha vuelto a ser la misma. Las aventuras y desventuras de esta curiosa pandilla situó en el mapa de España esta encantadora localidad malagueña y estoy segura de que no soy la única que ha llegado al pueblo preguntando con emoción eso de “¿dónde está el barco de Chanquete?”.

35 años después, cámara en mano, recorremos los principales emplazamientos que nos mostró la televisión entre los meses de octubre y febrero de principios de los 80, cuando esta era menos ‘caja tonta’ y más ventana al mundo para los españoles.

Estamos en la parte más oriental de la comarca de la Axarquía, en la provincia de Málaga, uno los lugares más turísticos de la región, algo que, en buena medida, deben a la ficción dirigida por Antonio Mercero. Vale, puede que los muchos guiris que nos encontramos por estos lares no tengan ni idea de quién fue Chanquete. Los no pocos españolitos que nos hemos acercado hasta aquí sí que sabemos de quién se trata y debemos confesar que uno de los motivos de la visita –los que la hemos hecho en alguna ocasión– ha sido comprobar si realmente existe el chiringuito de Ayo para pedirnos una de esas paellas que tan buena pinta tenían.

Nada más llegar vemos las primeras indicaciones que nos recuerdan a esas vacaciones del 81: a la derecha, Parque Verano Azul y barco de chaquente La Dorada. Dejamos estos ‘platos fuertes’ para el final y seguimos recto para perdernos por el centro.

El Balcón de Europa podría considerarse el corazón nerjeño y es uno de los primeros escenarios que aparecen en la serie, mientras Julia practicaba lo que ella llamaba footing– hoy running, hemos cambiado la palabra pero seguimos con los anglicismos. Lo cierto es que poco ha cambiado de este paseo tan pintoresco, tal vez que ahora ganan la partida los foráneos frente a los nacionales. La panorámica de la Costa del Sol desde aquí es espectacular y esta plaza circular con el rey Alfonso XII vigilando la escena –toca selfie con el monarca– permite descubrir, a vista de pájaro, una de las calas donde jugaban Bea, Pancho, Desi, Tito, Javi, Piraña y Quique, la de Calahonda.

Bajamos por una especie de pasadizo hasta este trocito ganado al Mediterráneo. En los 80 no había que madrugar para coger sitio y no había que ir sorteando toallas para poder bañarnos. ¡Cómo hemos cambiado! Y esto va a suceder en otras de las playas en las que se rodó: la del Molino de la Miel, en los acantilados de Maro-Cerro Gordo, o la Caleta, que en aquel entonces parecía ser propiedad privada de la pandilla.

Muy cerquita del Balcón de Europa se encuentra el Ayuntamiento actual, que no era el que grabó como tal Antonio Mercero. La que entonces ejerció de casa consistorial se encuentra en la plaza Cabana, a unos metros de la balconada principal, y hoy ha cedido su sitio al Hotel Plaza Cabana . Este emplazamiento apareció en varios de los episodios, así que si sois muy fans puede que os suene.

Callejeando por el centro es probable que nos topemos con este cartel ‘Bar El Molino, antiguo molino de aceite, fue la tasca de Frasco en la serie de televisión Verano Azul’. Está en la calle San José y es un tablao flamenco con mucha historia, muy conocido entre los vecinos y uno de los lugares de paso imprescindibles de Antonio Ferrandis, de nuestro Chanquete.

Vamos ahora a pasar por una protagonista más de la producción, la casa de Julia. Rodeada de flores, en un patio espacioso y con mucha luz, esta vivienda encalada nos muestra en los primeros fotogramas a una joven María Garralón afanada en darle vida a un cuadro. Presenciando la situación Tito, Quique y Javi que califican de ‘plasta’ la obra. ¡Vaya comienzo! Pues bien, esta residencia sigue en pie solo que con los años se han levantado unos muros que la protegen de miradas tan curiosas como la mía. La encontraremos junto al Parador de Turismo, al lado de la playa de Burriana, otro de los escenarios, puede que uno de los que mejor han llevado el paso del tiempo, ¡está prácticamente igual!

Desde aquí nos plantamos en apenas unos minutos en Burriana, la siguiente parada. Podemos bajar desde el Parador por un sendero preparado para conectar esta parte alta con la línea costera o bien coger el coche e intentar aparcar en el paseo marítimo. Advertimos que en verano puede ser harto complicado encontrar aparcamiento.

Esta es la playa más grande de Nerja y una de las más visitadas –por seguidores y no seguidores de la ficción, ¿eh?. El paseo se rebautizó como ‘ Paseo Marítimo de Antonio Mercero ’ y una de las calles que desembocan en él se llama ‘Antonio Ferrandiz Chanquete’. Lo propio en pleno siglo XXI al ver el cartel de la vía es preguntarse: “¿Ferrandiz con ‘z’ o con ’s’?” ‘Googleamos’ rápidamente para comprobar que alguien metió la pata, ¿eh? El apellido del protagonista acaba en ese.

Erratas a un lado, recorriendo el paseo nos toparemos con un monumento en honor al director de Verano Azul, una silla de dirección con el nombre de Mercero. Y si ya avanzamos un poco más podemos tomarnos un tinto de verano en la terraza del que fuera –y sigue siendo– el Chiringuito de Ayo . Una especie de pirámide corona el restaurante, un sitio que sigue conservando la esencia de los merenderos tradicionales de la costa malagueña, probablemente el único que sigue manteniendo la arena como suelo. Es decir, podemos estar probando las famosas paellas de Ayo mientras enterramos los pies en la arena de la playa. Te gusta la idea, ¿verdad?

En el bar me encontré con un cartel que me dejó sin palabras: ¡ Ruta de Verano Azul ! La encontré tarde, igual me habría ahorrado el perderme buscando algunas de las localizaciones de la serie pero eso no quita que comparta el descubrimiento con vosotros. Según me explicaron allí se organizan desde hace años y es el ya no tan joven Tito, el actor Miguel Joven –no es broma ni ironía, ¿eh? se apellida así–, el guía. Está la opción de una visita ‘básica’ o podemos optar por el Pack Fan, camiseta y gorra incluida, o el Súper Fan, con camiseta, gorra y taza inclusive.

Del mar saltamos a la montaña para reseñar la que fue un actor/actriz más en esta historia, concretamente en el capítulo 11 acaparó numerosos planos, la llamada ‘Cueva del Gato Verde’. Sí, existe; sí, se puede visitar. Está en el Río de la Miel, justo debajo del viaducto de la A7 que conecta Nerja con Almuñécar. Aquí se grabaron los exteriores mientras que los interiores son de la famosa Cueva de Nerja, descubierta en 1959 y que aguarda pinturas que se consideran de las primeras obras de arte conocidas de la historia de la humanidad, con 42.000 años de antigüedad. Se la considera Bien de Interés Cultural y Patrimonio Histórico de España y se puede visitar tanto por cuenta propia como en visitas guiadas.

Va llegando la hora de cerrar este baúl de los recuerdos. La mejor forma de hacerlo es colgando el ‘The End’ en el que probablemente sea el ‘monumento’ más fotografiado de todo Nerja, el barco de Chanquete. La ubicación original de la ‘Dorada 1ª’ es en una de las cimas con vistas al mar que serpentean el litoral malagueño, cerca de la playa de Burriana. Entre huertos y acequias estaba lo que no era más que una maqueta a escala real fabricada en Prado del Rey, en Madrid. Lo que hoy podemos visitar es una réplica de la que fuera la vivienda del marinero en el Parque Verano Azul, un homenaje que hizo el pueblo de Nerja a una producción televisiva que le dio buena parte de la fama de la que goza en la actualidad. Lo forman una zona para los juegos infantiles y un aparcamiento donde sí o sí toca hacerse otro selfie, y es que cada una de las calles del parking se ha bautizado con el nombre de los capítulos de la ficción y además hay placas con la imagen de cada uno de los actores de la serie.

Ponemos el punto y final, cómo no, con la melodía de Verano Azul. ¿Cómo no recordarla y acabar tarareándola al recordar todo esto? Aunque parezca increíble no todas las imágenes que aparecían en la cabecera y al cierre de cada emisión pertenecen a este municipio, sino que buena parte de las mismas se rodaron en el puerto de Motril, en Granada.

Fuente: https://www.traveler.es/naturaleza/articulos/nerja/9223

Nerja, el balcón que Chanquete dio a conocer

La popular serie de televisión de los años 80 Verano Azul puso en el mapa a Nerja. A partir de su emisión esta localidad malagueña despegó como destino turístico de referencia. Una fama que se la ha ganado a pulso gracias a los tesoros que esconden sus calles y a unos paisajes en los que se entremezclan mar y montaña. El Balcón de Europa, las Cuevas de Nerja y el Acueducto del Águila son solo algunos de sus símbolos más ilustres.

Nerja está en la comarca de la Axarquía, en el extremo este de la provincia de Málaga y a 52 kilómetros de la capital malagueña. Su término municipal limita con la provincia de Granada. Se sitúa en las faldas de la Sierra de Almijara, lindando con el paraje natural de los Acantilados de Maro-Cerro Gordo. Dentro del municipio también se encuentra la pedanía de Maro, que cuenta con una población cercana a los 750 habitantes.

La presencia del hombre en estas tierras se remonta al Paleolí­tico Superior. Posteriormente, la zona de Maro acogió un asentamiento romano. En el siglo X es cuando se tienen los primeros indicios históricos de una gran alquerí­a árabe, que supone el origen de la actual ciudad.

Verano Azul fue un fenómeno televisivo de los años 80. Parte de su rodaje se hizo en Nerja, que ha rendido varios tributos a la serie. Así, desde el año 2001 existe la calle Antonio Ferrandis «Chanquete», el Paseo Marítimo Antonio Mercero –en homenaje al director de la serie– o el Parque Verano Azul, lugar en que se ubica una réplica del barco La Dorada. Se calcula que el programa atrajo a más de 20 millones de espectadores en España y fue emitido en Portugal, Francia, Polonia, Bulgaria, Croacia, República Checa, Eslovaquia, Argelia, Angola y toda América Latina.

En el centro del pueblo está el emblemático Balcón de Europa, un mirador con impresionantes vistas panorámicas de la costa situado sobre un acantilado que separa las playas del Salón y Calahonda. Este sitio fue el emplazamiento del antiguo Castillo Bajo, levantado en el siglo XVI y destruido por los ingleses durante la Guerra de la Independencia a principios del siglo XIX.

El nombre del mirador fue propuesto por el Rey Alfonso XII durante su visita a la localidad el 20 de enero de 1885, que se vio afectada por el trágico Terremoto de Arenas del Rey. El monarca quedó cautivado con el escenario y le dio el nombre de Balcón de Europa, porque al asomarse parecía como si Europa terminara ahí y lo siguiente que apareciese sería África.

Si bajamos por el paseo de la “batería” veremos la Iglesia de El Salvador.

Es un templo de estilo barroco y mudéjar construido en el siglo XVII.

Presenta una torre de planta cuadrada y un campanario de forma octogonal.

Junto a la parroquia se haya el Ayuntamiento y la Oficina de Turismo.

Justo detrás del Consistorio está la Plaza de España, donde se localiza el Museo de Nerja.

El centro ofrece a los visitantes un viaje interactivo y audiovisual por la rica historia local, desde la Prehistoria hasta nuestros días, incidiendo en los aspectos más importantes de cada período histórico.

La Ermita de las Angustias es otro de los iconos del municipio. Se trata de un templo barroco del siglo XVII, aunque fue restaurado en 2019. Alberga en su interior la imagen de la Virgen de las Angustias, patrona de Nerja. También destacan las pinturas murales al óleo de la cúpula.

Aunque es menos conocido que el Balcón de Europa, el Mirador de La Torrecilla es un espacio igualmente entrañable para disfrutar de unas vistas únicas. En el centro de este enclave son visibles los restos de una antigua torre de vigilancia.

Otros lugares interesantes que esconde el casco urbano nerjeño son la Fuente de Europa, el monumento del Rapto de Europa y la Iglesia de San Miguel.

Si salimos del pueblo en sentido este veremos desde la carretera N-340 el Acueducto del Águila.

Ubicado sobre el Barranco de la Coladilla, esta obra civil del siglo XIX se utilizó para transportar agua a los molinos de la antigua Fábrica de Azúcar de San Joaquín. Fue restaurado en 2012 y se encuentra en perfecto estado de conservación y funcionamiento.

Muy cerca se encuentra la Cueva de Nerja, uno de los símbolos más conocidos de la localidad. La llamada “catedral natural de la Costa del Sol” se divide en tres grandes concavidades: las Galerías Turísticas o Galerías Bajas, las Galerías Altas (descubiertas en 1960) y las Galerías Nuevas (conocidas desde 1969). La cavidad abierta al público tiene una superficie de unos 140.000 metros cuadrados, siendo su longitud máxima de 700 metros. En 1961 fue declarado Monumento Histórico-Artístico y en 2005 Bien de Interés Cultural con categoría de Zona Arqueológica.

La presencia de sorprendentes formaciones de estalactitas, estalagmitas, columnas, banderas y coladas, así como el tamaño de los huecos que las albergan lo convierten en un gran reclamo. También se debe destacar los restos arqueológicos, fósiles y pinturas encontrados, ya que la cueva fue habitada desde hace 25.000 años y ha estado oculta los últimos 3.000, lo que ha permitido su protección.

Al sur se localiza la pedanía de Maro. Su edificio más importante es la Iglesia de Nuestra Señora de las Maravillas, que guarda a la patrona de este núcleo urbano. Es un pequeño templo de arquitectura popular construido a principios del siglo XVII.

Además de un conglomerado de playas excelentes, Nerja ofrece una gran variedad de opciones para disfrutar de la naturaleza. Los visitantes disponen de múltiples rutas a través del Parque Natural de las Sierras de Tejeda, Almijara y Alhama o en el Paraje Natural de los Acantilados de Maro-Cerro Gordo. Entre las atalayas se puede visitar la Torre de Caleta, la Torre de Macaca, la Torre de Maro o la Torre del Pino. O adentrarse en la Sierra de Almijara mediante la refrescante ruta del río Chillar.

Fuente: https://www.axarquiaplus.es/nerja-el-balcon-que-chanquete-dio-a-conocer/

Nerja, el pueblo idílico de Verano azul

Se estrenó en otoño (1981), pero la serie se convirtió en la representación de las vacaciones estivales soñadas para muchos españoles nacidos después de la dictadura. Quién no querría pasar un mes en la playa con una pandilla de amigos que silban alegres mientras van en bicicleta bajo el sol.

Verano azul ha sido uno de los grandes éxitos de Antonio Mercero –autor por antonomasia de series para toda la familia– gracias a que consiguió captar el aspiracional de muchos jóvenes y plasmarlo en televisión. Bueno, a eso y a las reposiciones incansables de TVE.

Ese escenario de las vacaciones de ensueño es Nerja, un pueblo de la comarca de La Axarquía de Málaga, en el que el equipo de trabajo vivió durante el año y pico que duró el rodaje. Algunas localizaciones se grabaron en otras localidades como Motril o Almuñécar (Granada) pero para los espectadores la referencia es el pueblo malagueño. Un dato: en la serie no se dice su nombre en ningún momento.

Los protagonistas son Quique, Pancho, Bea, Desi, Javi, Piraña y Tito, una pandilla de chavales de diferentes edades (desde la infancia a la pre-adolescencia). Todos menos Pancho están con sus familias de veraneo en el pueblo y, además de hacerse amigos entre ellos, descubren dos referentes que les cambiarán la idea de lo que es ser adulto.

Uno es Chanquete, un viejo pescador que vive en un barco varado en la playa, La Dorada 1.ª y la otra es Julia, una pintora que pasa el verano sola allí (spoiler: hay drama). Ninguno de los dos tienen nada que ver con sus padres y eso también les convierte en amigos y confidentes.

Durante los 19 capítulos de Verano azul (intentaron rodar 20, pero el último no se consiguió por diversos problemas) los chavales descubren el valor de la amistad, el primer amor, la importancia de cuidar el medio ambiente o la diferencia de clases sociales. Todo esto bajo el sol, a pie de mar, estando de vacaciones y con finales felices, exceptuando el incidente de Chanquete, que aún sigue provocando lágrimas en los espectadores.

La serie se puede ver entera en la estupenda página web de rtve. Su visionado sirve para mejorar el ánimo –incluso pese el tema de Chanquete– o para escoger próximo destino para las vacaciones. Algún día llegará el momento de salir de casa y una escapada a un lugar en donde se grabó felicidad es ideal.

Pero mientras llega el momento de hacer las maletas, también se puede conocer Nerja siguiendo el hilo de Verano azul, bien sea a través de la televisión, los libros o de Internet. Los lugares emblemáticos como la cueva de Pancho, el faro, la casa de Julia o el barco donde vivía el viejo pescador amigo son algunos de los puntos claves.

A dónde iban esas bicis

La periodista y escritora Mercedes Cebrián publicó en 2016 el libro Verano azul. Unas vacaciones en el corazón de la Transición (editorial Alpha Decay). Ella había sido una de esas tantas espectadoras que vio por primera vez la serie en su infancia y siguió encontrándosela en televisión a lo largo de los años. En 2014 ya la habían echado 14 veces.

Como afirma en su ensayo: “Verano azul es algo así: es una serie, pero también es Nerja en sí, visitable y por tanto tangible, es la paella del chiringuito de Ayo y es el veraneo playero español de principios de los ochenta, con un Felipe González todavía sin canas en las sienes. Para los que encontrasen exagerada la inclusión de la serie en la lista de la UNESCO, se me ocurre un plan B: considerar Verano azul como un lugar de memoria español”.

No pudo asistir a la ‘bicicletada’ que se organizó en el pueblo con motivo del trigésimo aniversario de la serie en 2011, pero gracias a Internet encontró una ruta ‘veranoazulera’ dirigida por el mismísimo Miguel Joven, el actor que dio vida a Tito. Así que cogió los bártulos y se escapó a Nerja para vivir la experiencia.

A día de hoy Joven, el único nerjeño de todo el elenco de actores de la serie, ya no comanda ese camino cultural, pero no ha dejado de ser guía. Ahora conduce a los visitantes por el interior de la Cueva de Nerja, una caverna que fue declarada Bien de Interés Cultural en 2006.

La descubrieron por casualidad un grupo de jóvenes en 1959, una noche que salieron a cazar murciélagos (hay un capítulo en el que ocurre algo parecido). Lo que se encontraron fue una cavidad cargada de estalactitas (de hecho, contiene la más grande y más larga del mundo) y estalagmitas, restos de esqueletos y unas pinturas rupestres con miles de años de antigüedad.

Con el paso del tiempo fueron descubriéndose más partes dentro de la cueva, que actualmente tiene tres galerías que se componen por distintas salas: la de los fantasmas, la de las cascadas, la del cataclismo, la de las columnas de Hércules o la de los peces son algunas de ellas. Es uno de los grandes atractivos culturales de Nerja y Tito es un auténtico erudito.

Qué hay que ver

La playa de Burriana

La playa de Burriana

ha sufrido una transformación notable en los más de treinta años que han pasado desde el rodaje. Ahora tiene un paseo que se llama “Antonio Mercero” en donde también se encuentra el monumento a su persona que tiene forma de silla de director de cine. Es uno de los lugares más concurridos de la localidad.

El balcón de Europa

El nombre se lo puso el rey Alfonso XII cuando lo inauguró en 1885. Además de las bonitas vistas, los mitómanos pueden disfrutar haciéndose una foto con la escultura de Chanquete situada allí.

La casa de Julia

O, más bien, el casco histórico del pueblo, que aún mantiene la estética clásica de casas bajas con paredes blancas y calles estrechas. Es uno de los encantos que atraen a los visitantes de Nerja.

La Dorada

El barco en el que vivía Chanquete –que no era de verdad sino un simulacro que se había construido en los talleres de Prado del Rey– se desmontó después del rodaje, pero se puede visitar la reproducción instalada en el parque Verano azul que está en el interior del pueblo.

Cala Chica

Era la playa preferida de la pandilla. Su nombre real es playa de la Caleta y está en Maro, una pedanía de Nerja. Su acceso es un poco complicado, pero el problema también es una ventaja porque ayuda a frenar la masificación.

Localizaciones extra

Cementerio de Chanquete:

hay otros municipios con derecho a reclamar su lugar en la serie como se decía al principio. Uno de ellos es Almuñécar, en Granada, donde se entierra a Chanquete (por si alguien no lo sabía aún: sí, muere). En concreto el Mirador Cruz del Santo, un buen sitio para obtener una panorámica del pueblo.

El puerto: para que no haya sorpresas al llegar, es necesario precisar que Nerja no tiene puerto. Para incluir las imágenes ineludibles para cumplir con el guión, el equipo se trasladó a Motril, también en Granada.

Hospital: la clínica donde ingresan a Chanquete es en realidad el Hospital San Juan de Dios, situado en Vélez-Málaga. No es un destino muy atractivo, pero el fenómeno fan puede ofrecer muchas sorpresas.

Fuente: https://www.escapadarural.com/blog/nerja-el-pueblo-idilico-de-verano-azul/

Lo bueno de ver ‘Verano Azul’ en este año 2021

En  estos meses de pandemia, muchas familias, vuelven a estar sentados bajo una mesa para ver la televisión, como en los años 80 y 90 del siglo pasado. La llegada de las plataformas digitales te posibilita ver una serie, o una película cuando quieras, a la hora, día y con quien quieras.

A las series norteamericanas, europeas, de intriga, ficción, infantiles o suspense, también hay un hueco para la producción española. Cuando hay diversidad de edades en casa y todos están delante, cuesta trabajo encontrarte algo para todas las edades y gustos, donde obviamente los  más pequeños son los que mandan.

Sin ir más lejos, surgió la posibilidad de ver de nuevo “Verano Azul”, una más que recomendada iniciativa audiovisual española para esta época. Sin los medios tecnológicos actuales, sin un reparto ni guiones rebuscados, ofrecen la imagen de la infancia de hace 30 a 40 años.

Aunque la hayan visto en más de una ocasión, la vida te hace verla con otros ojos cuando creces como cuando vuelves a leer un libro. Por marcar algunos detalles, compartimos algunos de ellos.

Los más pequeños, ya no salen a la calle, al barrio, a la playa, se escudan en la televisión y las consolas. Lo que Tito y Piraña aportan es la inocencia de los pequeños, el interés por la curiosidad, el papel de los más pequeños.

Mientras que Desi, Bea, Quique, Javi y Pancho, la época de las pandillas, donde la amistad era lo importante, compartiendo inquietudes, problemas familiares, de amores y de la vida, que les lleva a dejar de ser niños para querer ser mayores. O, por ejemplo, Instragram ha eclipsado este espacio.

Por parte de Julia, la pintora, y de Chanquete, el marinero eterno, esos dos personajes, esos amigos que aparecen cuando buscas en alguien fuera de la familia, a ese amigo, confidente, persona con el que puedas hablar de temas diferentes.

Y qué decir de sus entornos, de lo que la vida te marca y de lo que eran las amistades y el día a día en un pueblo. La fidelidad y la amistad, dos valores que se han perdido, sustituidos por el interés, la hipocresía.

Pero entre tantos aspectos, nos quedamos con lo más positivo. ¡Lo que hemos mejorado en Sanidad! A pesar de lo que cuestionamos hoy en día la falta de recursos, que los hay y muchos. ¿Se acuerdan de cuando teníamos el Hospital en San Juan de Dios? Quizá la memoria siempre se queda a corto plazo. Las imágenes del hospital cuando se ingresó a Chanquete, muestra cómo era hace 40 años.

Las playas y carreteras han transformado nuestro litoral. Para bien o para mal, ya no es nada comparable a lo que fue. El capítulo de los inversores de urbanizaciones en el espacio de la Dorada, era un preludio de lo que pasó años después. Las conclusiones, cada uno tendrá las suyas. La realidad es evidente.

 Y el guión. Sin querer condicionar ni imponer ideologías o visiones, intenta exponer lo que era la España de los 80, con tantos cambios, respetando los diferentes puntos de vista.

En fin, ante el final de curso, las vacaciones con mayor libertad por la pandemia, no es mal momento para sacar a ese niño que aún llevamos dentro, el mejor amigo que pueden encontrar los más pequeños de la casa.

Por cierto, aunque sepamos el final, volveremos a llorar por la muerte de Chanquete, aunque pueda que los más pequeños aún no comprendan lo que significa que “algo se muere en el alma porque un amigo se va”.

Fuente: http://www.elsoldeantequera.com/editorial/38815-lo-bueno-de-ver-verano-azul-en-este-ano-2021.html

Vídeos:

La serie completa en rtve: https://www.rtve.es/play/videos/verano-azul/

https://www.axarquiaplus.es/video-espana-directo-recuerda-que-se-cumplen-40-anos-del-comienzo-del-rodaje-de-la-serie-verano-azul-en-nerja/

Ojalá que llueva café, de Juan Luis Guerra – Un canto de esperanza

Juan Luis Guerra

(Juan Luis Guerra Sijes; Santo Domingo, República Dominicana, 1957) Cantante dominicano. Siendo el menor de tres hermanos, a los diez años aprendió a tocar la guitarra, aunque no empezaría a despuntar por su afición hasta mucho después, a mitad de sus estudios de filosofía y letras, que inició en 1975. En 1980 marchó a Boston para estudiar composición en el afamado Berkeley College Of Music, aunque debía volver periódicamente a su país para conseguir el dinero -trabajando en un canal de televisión- con el que pagarse su estancia en los Estados Unidos.

Por esos años acusaba la influencia de clásicos del rock (The BeatlesRolling StonesPink Floyd) y de figuras del jazz como Chick Corea o Pat Metheny. En 1984 grabó por su cuenta el material que compondría el álbum Soplando, rechazado en un principio por la discográfica Karen, la cual aceptó un año más tarde los temas que aparecen bajo el rótulo de Mudanza y acarreo. En 1986 se editó el álbum Mientras más lo pienso, tú, con cambios en la formación que habitualmente servía de respaldo a Juan Luis Guerra, los 4.40, en cuyo seno permanecía hasta entonces Maridalia Hernández, sustituida ahora por Marco Hernández.

Bastó este primer álbum para convertirlo en un ídolo en la República Dominicana, junto al veterano cantante y compositor Víctor Víctor, a quien muchos consideran su maestro. El tema Woman Del Callao (incluido en Mientras más lo pienso, tú) se editó en España y Juan Luis Guerra y los 4.40 realizaron su primera visita promocional a dicho país. Todo un éxito, en especial desde que el cantaor flamenco Camarón de la Isla incluyera su versión del tema Amor de Conuco (a dúo con Ana Belén) en su álbum Soy Gitano. Así comenzó en España el fenómeno Juan Luis Guerra.

En 1990 vio la luz por fin en el mercado americano el LP Soplando; en España se editó Ojalá que llueva café y el recopilatorio Mosquito Coast. Mientras tanto, se publicaba en la República Dominicana Bachata Rosa (editado en España en 1991, marcando el punto más alto de su popularidad), con nuevos cambios en su grupo (Adalgisa Pantaleón sustituyó a Mariela Mercado en las giras, aunque ambas seguirían presentes en sucesivas grabaciones). En 1991 Juan Luis Guerra arrasó en su gira española, llegando a poner el no hay entradas con cuatro días de antelación en su actuación de febrero en el Pabellón del Real Madrid. Más de un cuarto de millón de asistentes llenaron el total de sus conciertos.

Una grave enfermedad en la vista interrumpió la grabación del álbum Areito, que acabó siendo mezclado en Nueva York y cuyo tema El costo de la vida entró en el puesto número treinta y cuatro de la lista de singles de música latina de la revista Billboard. En enero de 1993 fue ya el álbum número cinco en ventas, según la misma publicación. Juan Luis Guerra fue presentado por todo lo alto en el Radio City Music Hall de Nueva York y se extendieron los rumores (desmentidos por sus posteriores trabajos) de sus intenciones de abandonar la música.

En 1998, después de cuatro años de silencio discográfico, Juan Luis Guerra reapareció con un nuevo trabajo con el título No es lo mismo ni es igual. En este su quinto álbum aparecen curiosos temas cargados de humor e ironía, como en Mi PC, una burla de la jerga informática en clave romántica; y otros con una fuerte carga de crítica social, como es el caso de El Niágara en bicicleta, en el que relata una historia de hospitales pobres. En poco más de un año llegaría su sexto trabajo, Colección romántica, un álbum recopilatorio de sus canciones de amor más populares: Bachatta rosaBurbuja de amorEstrellitas y duendesAmapola, etc.

En octubre de 2004 apareció un nuevo disco de Guerra, ya sin los 4.40, titulado Para ti; el cantante dominicano, que se había convertido previamente a la Iglesia evangelista, reorientó completamente su temática con un conjunto de once canciones compuestas en alabanza de Dios. A pesar de este marcado acento religioso, y de que los ritmos están más cercanos al goospel que a las bachatas, merengues y salsas que le hicieran famoso, el álbum fue un completo éxito de ventas. Con La llave de mi corazón (2007) fue el gran triunfador en la gala de los premios Grammy Latinos.

Fuente: https://www.biografiasyvidas.com/biografia/g/guerra_juan_luis.htm

«Soy el reflejo de mi sociedad»

Nada más aparecer en el vestíbulo del hotel, Juan Luis Guerra se topa con una niña que le regala un dibujo. «Me sé todas las canciones. Yo la he oído. Cantas con los niños», dice mirando hacia arriba los casi dos metros que mide el músico dominicano. Y se sienta a su lado, donde permanece durante toda la entrevista. Juan Luis Guerra acaba de llegar de Santo Domingo y sólo permanecerá en Madrid unas horas, antes de volar hacia Las Palmas para comenzar su primera gira española. Parece cansado, pero se ilusiona cuando se entera de que el grupo cubano Los Van Van actúa en la plaza Mayor. Y quiere acabar pronto para ir a escucharles.A sus 33 años, Juan Luis Guerra se ha convertido en el nuevo fenómeno de la música latina, a pesar de su breve carrera. Formó el grupo 4.40 en 1984, y, con cuatro discos publicados y algunas canciones (Woman del Callao, Ójala que llueva café, Burbujas de amor), este músico de Santo Domingo (República Dominicana) ha revolucionado el panorama salsero. El dominicano todavía no alcanza, a comprender bien las razones de este éxito.

«A veces me siento y comienzo a pensar qué es», dice. «A veces no encuentro la razón, y otras digo que son quizá reminiscencias de muchas influencias que tenemos y que el público ya ha oído y le resultan familiares. Las canciones están impregnadas de Beatles, y la gente no se da cuenta, porque hay cosas encima que impiden ver estas influencias. El tratamiento de la lírica es diferente también. En muy pocos casos el ritmo latino se utiliza para canalizar un mensaje de expresión, una situación política, social o amorosa. Quizá la gente también le da valor a eso. Y también el ritmo, por qué no. Es un ritmo bastante fuerte, bailable, popular y comercial. Y la gente hace una relación que me parece que es importante».

Es lo que Juan Luis Guerra llama el merengue dual, para los pies y la cabeza, para el baile y la reflexión. «En la República Dominicana todo son problemas», afirma. «No tenemos energía eléctrica, y hay escasez de agua, de alimentos, de educación de alfabetización… Pero no podemos resolver nada hasta que no haya un cambio».

Denuncia

Este sentido de denuncia, patente en algunas canciones como Ojalá que llueva café o Acompáñeme civil, es una de las características de la música del dominicano. «Comienzas a interesarte en los problemas simplemente por denunciar. Y yo he tenido que buscar mucho para seguir denunciando, ya que uno tiene una actitud de responsabilidad ante su pueblo y ante los pueblos latinoamericanos, y tiene que ver cuáles son las faltas. Aunque no podamos arreglar nada. Nosotros tenemos que seguir investigando constantemente, porque a veces se resuelven cosas por medio de la música, aunque parezca utópico. Es una escuela, quizá la mejor de todas: transmitir a través de canciones y de música. No hay mejor».El nombre de Rubén Blades sale en la conversación, y Juan Luis Guerra parece atraído por la vocación política del panameño. «A lo mejor en un futuro pueda querer obtener un cargo político en mi país», dice el dominicano, «debido a la mala situación en que se encuentra. Si estuviera bien, seguiría en la música tranquilo».

Juan Luis Guerra arropa el contenido de sus canciones con un tratamiento musical que le diferencia de los demás artistas latinos y que enlaza con el pop. «Es la influencia 4.40, con esos coros suaves, no agresivos, en algunos casos. Nosotros decimos relajados los uúses y los parapapases. Son como un pop… Tú ya me entiendes. Es otra influencia que no es salsa o merengue, con coros muy tiernos, más sencillos y tranquilos. Es el gancho para atraer a un público acostumbrado al pop. Siempre digo que en el interludio de Ójala que llueva café me sale un George Martin, el orquestador de los Beatles, pero debajo hay una tambora y una güira, y, cuando hay elementos folclóricos rítmicos tan fuertes es difícil darse cuenta».

La tambora y la güira son intrumentos característicos del merengue dominicano, un ritmo que nació a principios del siglo XIX con influencias africanas y que forma una de las bases del repertorio de Juan Luis Guerra y 4.40. Un repertorio que en el último disco del dominicano se ha enriquecido con la bachata. «La bachata es el bolero antillano, que se cantaba y se bailaba en Santiago de los Caballeros, en la parte norte del país. Eso llega a la capital, se hace urbano y comienza a ser un ritmo de clase baja. Intentamos dar un tratamiento diferente a ese folclor».

Bachata rosa es el título del último trabajo de Juan Luis Guerra y 4.40, y una de las claves de una gira que ayer comenzó en Las Palmas, para continuar hoy en Santa Cruz de Tenerife, el día 16 en Madrid y el 17 en Barcelona. «Venimos con el concepto de concierto, no de espectáculo. Somos 12 músicos, cuatro cantantes y tres técnicos, y no hemos traído bailarines ni escenografía».

Con el lleno asegurado, Juan Luis Guerra se muestra contento de su aceptación en España, recuerda a su mujer y a su hijo de cuatro años, que se han quedado en Santo Domingo, y parece que ha olvidado su proyecto de hace algunos meses de trasladar su residencia a Madrid o a Miami para impulsar su carrera: «Creo que voy a quedarme en Santo Domingo. No debo perder el contacto directo, porque podría perder las raíces que tanto quiero y que es parte de lo original que tiene mi música. Soy el reflejo de mi sociedad».

Fuente: https://elpais.com/diario/1991/02/14/cultura/666486007_850215.html

«La verdadera música no se aprende»

Con sus discos Bachata rosa (1990) y Areíto (1992), Juan Luis Guerra (Santo Domingo, 1957) ha situado la música de su país, la República Dominicana, en el mascarón de proa de la latinidad. Gracias a Guerra, el trepidante merengue y el romanticismo bolerístico de la bachata se han codeado con el rock en los últimos cuatro años, y las ventas de estos dos discos se cuentan por millones. El artista dominicano, regresa ahora con Fogaraté!, un trabajo que toma el nombre del polvillo que desprende una planta y que es sinónimo de energía y vitalidad: «Si una mujer tiene fogaraté, ya puedes salir corriendo», dice Guerra. En este trabajo, vuelve a mirar a África como fuente de inspiración, intenta alejarse del academicismo de sus estudios en el Berklee College, de Boston, y pretende enseñar nuevos ritmos. El autor de Ojalá que llueva café y La bilirrubina se plantea como nuevo reto divulgar una música de raíz, con enorme tensión rítmica y dinámica.Pregunta. Primero popularizó el merengue, después la bachata. Ahora intenta dar a conocer el perico ripiao.

Respuesta. La mecha que impulsó este disco fue cuando escuché a Fernando Ulloa y su perico ripiao. Es un ritmo del norte del país, que por mala suerte histórica ha topado con un muro en la sociedad dominicana y no ha llegado a todos los sectores. Tocar el perico de oído, con esa rapidez y virtuosismo, sólo puede salir del pueblo. Todos esos jaleos de acordeones y saxos están dictados con la boca, sin partituras. No es académico y esa es una virtud que hay que apoyar, porque el ritmo es contagioso y bailable. Nunca me siento satisfecho de lo que hago, pero sí lo estoy del rescate de músicos y ritmos dominicanos.

P. ¿Significa un alejamiento de la ortodoxia de sus estudios musicales en Estados Unidos?

R. Es el contacto con la verdadera música, la que se lleva dentro, la que no se aprende. Si no, pregúntale a Paco de Lucía. Me despojé del academicismo de la enseñanza estadounidense, pero siempre quedan los toques del rock. La idea de popularizar un aire tradicional como es el perico ripiao es una propuesta consciente de riesgo, algo inseparable a la evolución artística.

P. ¿El riesgo puede ser un camino para huir de la repetición de la fórmula del éxito?

R. La gente siempre espera algo diferente. Es una forma de situar la música dominicana en la vanguardia, de hacer lo que uno siente, y yo me siento merenguero y bachatero.

P. Parece un planteamiento a medio camino entre lo ideológico y lo musical.

R. Estoy satisfecho porque es un sentimiento dual, que toma aspectos de ambos. Mi ansia es enseñar a la gente nuestra realidad cantando y bailando.

P. La vertiente ideológica de sus canciones, ¿es una vacuna contra la presión de la popularidad?

R. No me cuesta salir de la presión del éxito, porque tengo la enorme suerte de que se acepta lo que hago. Mi negativa a repetir una fórmula musical se debe, entre otras cosas, a que los Beatles fueron mi escuela, y siempre salían con una cosa nueva y arriesgada. Me gusta la innovación, y lo hago con las músicas de mi país.

P. Su idea de mostrar la música autóctona de la República Dominicana contrasta con su mirada musical hacia África, iniciada en Areíto, que parece cada vez más evidente.

R. El merengue es tan fuerte que aunque se mezcle con el soukous zaireño mantiene su identidad. La tambora y la güira defienden el ritmo dominicano, que se enriquece con la guitarra africana de Diblo Dibala, con quien trabajé muy a gusto en Fogaraté! Es una buena persona, y las dificultades de comunicación -tremendo problema: él no habla inglés y yo no entiendo francés ni africano-, se solucionaron cuando establecimos códigos de trabajo y aprendió la palabra clave: ¡candela!

P. Su relación con la República Dominicana permanece semioculta. Dicen que allí ha creado una fundación.

R. Los recursos que obtenemos con nuestra música en nuestro país se quedan en la isla. Se utilizan en operativos médicos y en infraestructura deportiva, principalmente en baloncesto.

P. ¿Cómo vive la situación actual de la República Dominicana y la de su vecino insular, Haití?

R. Estamos en un periodo de indecisión. Tenemos que unimos y esperar. Lo de Haití es mucho más complicado; es una cuestión de planteamiento democrático.

P. ¿Nunca ha sido tentado para adoptar una opción política concreta, como su colega Rubén Blades?

R. Nací músico y es lo único que sé hacer. Nunca he tratado de involucrarme políticamente, aunque me gustaría que hubiera una nueva generación de políticos, que aparecieran nuevos líderes. Me cuesta trabajo llevar una orquesta, así que ¡como para pensar en llevar un país! Incluso en las pasadas elecciones quise apartarme y no definirme, aunque el día que me sienta comprometido con alguna opción política es posible que me decida a ejercerla. Por ahora, si aporto algo a la República Dominicana prefiero que sea a través del canto.

Fuente: https://elpais.com/diario/1994/07/19/cultura/774568807_850215.html

‘Mi profesión es hacer feliz a la gente’: Juan Luis Guerra

La relación del dominicano Juan Luis Guerra con Colombia siempre ha sido muy estrecha. Hace solamente cuatro meses estuvo en Cartagena, durante la apertura del Hay Festival, donde compartió historias de sus comienzos como músico y de sus canciones famosas. Y en 2012 le produjo a Juanes su MTV Unplugged, ganador de tres Grammy Latinos y candidato a un anglo.

Pero su amor por nuestro país no para ahí: en su más reciente álbum le dedicó una canción, titulada Canto a Colombia, que forma parte de Todo tiene su hora, que circulará con EL TIEMPO el próximo domingo, sin costo adicional, tanto para suscriptores como para quienes lo compren en la calle.

“Tuvimos un amistoso acercamiento con el periódico y nos pareció una maravillosa idea el poder distribuir de una forma masiva nuestro más reciente CD y, en especial, Canto a Colombia. Es un privilegio que agradecemos y nos llena de alegría”, le comentó Guerra a EL TIEMPO en una breve entrevista que le concedió, a pesar de su reconocida timidez con los medios.

El dominicano de 57 años, recordado por temas icónicos como Ojalá que llueva café, La bilirrubina, El Niágara en bicicleta, Como abeja al panal y Si tú te vas, habló acerca de la bachata, su nuevo álbum y, por supuesto, de Colombia.

¿Qué lo motiva a escribir una canción para nosotros, además, en un ritmo cercano al de las ‘big band’?

Regresaba a Santo Domingo y mientras iba en el avión me llegó una melodía. La grabé en mi celular y poco después me di cuenta de que era una canción dedicada a Colombia y, por supuesto, a todos los colombianos. Quise hacer una orquestación de big band, guaracha y cumbia, y el resultado fue muy satisfactorio. Con relación a la lírica, dejé que la propia melodía revelara las metáforas. Busqué frases que denotan la amabilidad del colombiano como ‘qué pena con usted’ y ‘a la orden sumercé’. Y, por supuesto, no pasé por alto mi hermandad con Juanes y el cariño a Carlos (Vives), Shakira y Sofía (Vergara).

‘Para que sepas’, otro corte del disco, tiene un sabor muy cubano, muy Compay Segundo. ¿Qué inspira esta canción?

Disfruto el son cubano y me llama mucho la atención, en especial la forma de tocar el tres y la segunda voz. He incluido sones en mis álbumes en varias ocasiones. En Para que sepas quise darle una orquestación un tanto clásica, invitando un cuarteto de cuerdas y un clarinete. Algo así como tocar un son cubano en París, cuando se acuesta la tarde.

Los mensajes de sus canciones siempre son muy positivos…

Creo que parte de mi profesión como compositor es hacer feliz a la gente. Y la mejor forma de lograrlo es dando buenos reportes. El amor nunca falla.

¿Llevar mensajes de amor es su misión en la vida?

Llevar el mensaje del amor de Dios es esencial en mi carrera. Si conocemos su amor nos llenamos de su plenitud.
Es muy interesante cómo su música ha trascendido a creyentes y a los que no creen en Dios…

Mis temas cristianos son alegres. Transmiten el mensaje de un Dios todopoderoso. Eso sucedió con Las avispas: escuchaba un estudio bíblico, de cómo Dios enviaba avispas delante de su pueblo para protegerlo, y al terminar la charla exclamé: ¡Aquí hay un buen merengue!

Usted es un abanderado de la bachata. ¿Qué opina de lo que hacen hoy bachateros como Prince Royce y Romeo Santos con sonidos más urbanos?

La bachata es un bolero caribeño y parte del folclor dominicano. Las innovaciones desarrollan el género. Me da mucho agrado ver su triunfo en otros exponentes. Por eso debemos esforzarnos por mantenerlo y enriquecerlo, en la música y en el mensaje.

¿Qué le falta por hacer?

Música para cine, obras clásicas y muchas nuevas canciones. ¡Lo mejor está por venir!

Fuente: https://www.eltiempo.com/archivo/documento/CMS-15847135

Juan Luis Guerra confía en que «lo mejor está por venir»

Pese a la realidad que vive la industria de la música a causa de la pandemia, el multipremiado cantautor dominicano Juan Luis Guerra continúa imparable, y en la actualidad promociona su nuevo álbum «Privé», confiado «en que lo mejor está por venir», según dijo en entrevista con Efe.

«Privé», que salió el 25 de diciembre, es el primer lanzamiento musical de Guerra tras su álbum de estudio «Literal», galardonado con el Latin Grammy en 2019, e incluye nuevas versiones de los conocidos «Ojalá que llueva café», «Las Avispas» y «A pedir su mano», así como los inéditos «Pambiche de Novia» y «Donde nacen tus besos», dos temas «sumamente románticos», explicó el cantante.

Se trata de «un disco bien íntimo y bien privado», en el que «nos atrevimos a hacer cosas que no habíamos hecho y en un formato más pequeño», señaló el cantante en una entrevista por teléfono con motivo de la publicación de su nuevo trabajo discográfico.

«Nos salimos del contexto musical que normalmente nosotros hacemos, aquí mostramos una parte diferente» ya que «nuestra banda es bastante grande (…) y aquí la redujimos un poco e hicimos algo más privado, más íntimo», declaró Guerra, uno de los máximos referentes del merengue y la bachata a nivel mundial.

Juan Luis Guerra, quien ha publicado más de diez álbumes a lo largo de su exitosa carrera, entre ellos, «Soplando», «Mudanza y acarreo» y «Mientras más lo pienso…tú», no descarta hacer una segunda versión de «Privé», según adelantó.

Y es que, confesó, no ha parado de trabajar en medio del encierro que ha provocado el coronavirus, un tiempo que ha dedicado, además, «a meditar en la palabra de Dios».

«Tengo la dicha de tener el estudio aquí (en Santo Domingo), cuando quiero grabar puedo grabar, tengo mis músicos acá, vamos a seguir grabando», afirmó.

El afamado interprete está consciente de que a causa de la pandemia «la música ha tenido una baja» ya que «no hemos podido hacer conciertos formalmente como lo hacíamos».

«Hemos tenidos que cambiar las formas. Ya hay conciertos virtuales», pero «eso va a solucionarse» apuntó el cantante, quien estima que, probablemente, para finales de 2021 se puedan programar algunas actividades presenciales.

De todas formas, apuntó, «hay que buscar la forma de seguir haciendo música, y las redes han ayudado mucho».

«La música es un arte para alegrar los corazones, para transmitir mensajes» y Juan Luis Guerra continuará «dándole el lugar que merece» esperanzado en que «las cosas mejoren» porque «lo mejor está por venir».

El anterior álbum de Guerra fue «Literal» (2019) que incluyó éxitos como «Kitipún», «Corazón enamorado», «I love you more» y «Lámpara pa’mis pies».

Además del lanzamiento de «Privé», el artista estuvo involucrado en 2020 en la promoción turística de su país, para el que protagonizó dos videos.

«Estoy feliz de que volvamos a mostrar esta hermosa isla. Siempre dará mi apoyo» a la República Dominicana, dijo Guerra, quien a lo largo de su carrera ha ganado numerosos premios, entre ellos tres Grammy y más de 20 Grammy Latinos y ha colaborado con artistas como los españoles Enrique Iglesias y Alejandro Sanz, los puertorriqueños Marc Anthony y Ricky Martin o el estadounidense Tony Bennett.

Los audiovisuales, en español e inglés, forman parte de la estrategia de la nación caribeña dirigida a recuperar paulatinamente el sector más importante de su economía, desplomado el año pasado a causa de la pandemia de coronavirus.

«Acciones como las que protagoniza hoy Juan Luis, nos invitan a soñar en un mejor mañana, que solo será posible si lo construimos todos juntos», dijo el pasado 24 de noviembre el presidente dominicano, Luis Abinader, tras distinguir al laureado cantautor como embajador honorífico de la Marca País República Dominicana.

Fuente: https://www.eldiario.es/cultura/juan-luis-guerra-confia-mejor-venir_1_6747325.html

Vídeos:

Ojalá que llueva café

Ojalá que llueva café en el campo
Que caiga un aguacero de yuca y té
Del cielo una jarina de queso blanco
Y al sur una montaña de berro y miel
Oh, oh, oh, oh, oh
Ojalá que llueva café

Ojalá que llueva café en el campo
Peinar un alto cerro ‘e trigo y mapuey
Bajar por la colina de arroz graneado
Y continua’ el arado con tu querer
Oh, oh, oh, oh, oh
Ojalá el otoño en vez de hojas secas
Vistan mi cosecha de pitisale
Sembra’ una llanura de batata y fresas
Ojala que llueva café

Pa’ que en el conuco no se sufra tanto, ay hombe’
Ojalá que llueva café en el campo
Pa’ que en Villa Vasquez oigan este canto
Ojalá que llueva café en el campo
Ojalá que llueva, ojalá que llueva, ay hombe’
Ojalá que llueva café en el campo
Ojalá que llueva café, jeh jeh

Woh, wou, woh oh, ou wohOjalá que llueva café en el campo
Sembrar un alto cerro de trigo y mapuey
Baja’ por la colina de arroz graneado
Y continua’ el arado con tu querer
Oh, oh, oh, oh, oh
Ojalá el otoño en vez de hojas secas
Vistan mi cosecha ‘e pitisale
Sembra’ una llanura de batata y fresas
Ojalá que llueva café

Pa’ que en el Conuco no se sufra tanto, oh
Ojalá que llueva café en el campo
Pa’ que en los montones oigan este canto
Ojalá que llueva café en el campo
Ojalá que llueva, ojalá que llueva, ay hombe’
Ojalá que llueva café en el campo
Ojalá que llueva café, hmm

Pa’ que to’ los niños canten en el campo
Ojalá que llueva café en el campo
Pa’ que en La Romana oigan este canto
Ojalá que llueva café en el campo
Ay, ojalá que llueva, ojalá que llueva, ay hombe’
Ojalá que llueva café en el campo
Ojalá que llueva café

GRACIAS, VIENTRE LEAL, un cuento de Mario Benedetti (con vídeo subtitulado)

GRACIAS, VIENTRE LEAL, un cuento de Mario Benedetti

“A nadie”, le había dicho el Colorado, “a nadie, ni siquiera a tu mujer. ¿Estamos?” Y él había contestado: “Estamos”. “Ni el menor indicio, ¿eh? Bastante caro hemos pagado ya esos y otros liberalismos. Y la acción de mañana es particularmente riesgosa. Aun extremando las medidas de seguridad, vos y Alfredo van a correr mucho peligro. Eso lo sabés, ¿verdad?” “Está bien, está bien”, había dicho él. El Colorado había resoplado antes de concretar: “Bueno, a las siete te recogerá Alfredo en Durazno y Convención”.

Ahora Marta le servía lo que ella denominaba “costillitas de cerdo a la riojana, versión libre”. Siempre, para bromear, le ponía un papelito sobre el plato con el menú del día. Ñoquis a la romana. Escalope a la viena. Crême parmentière. Y así por el estilo. Esto de “a la riojana” le había quedado de cierta vez que fueron a Buenos Aires y a él le había gustado aquella combinación. Era la época en que todavía podían ir de compras cada tres meses, y de paso veían cine, teatro, exposiciones. A ellos, que en Montevideo vivían rodeados de padres, suegros, tíos, primos, sobrinos, aquellas escapadas les servían como una puesta al día de su mejor intimidad. Se sentían más unidos, más pareja, caminando del brazo por Corrientes que en su propia casa donde había ojos en todos los rincones y en todos los retratos. Pero hacía tiempo que esas “lunas de miel” se habían acabado. Ahora había que hacer milagros con la plata.

-¿Te llamó tu madre? -preguntó Marta.

-Sí. Veinte minutos. De un tirón.

-¿Qué quería?

-Lo de siempre: compasión. Pobre vieja. Cómo se mira el ombligo. El mundo puede venirse abajo, pero para ella no hay nada más importante que el almacenero que le cobró de más y le pesó de menos.

-¿Sabés lo que pasa? Es bravo llegar a los setenta, y estar sola, y no haber hecho otra cosa que pensar en sí misma. Además, a esa edad, ¿vas a pretender cambiarla?

-Ni se me ocurre. Apenas si alguna vez le digo: “Vieja, ¿por qué no lees los diarios? Así a lo mejor te enteras de que la gente muere de hambre en el Nordeste brasileño, de los niños que en Vietnam son quemados diariamente con napalm, y también de los botijas que aquí en tu país, no han probado jamás leche. Enterate de todo eso y vas a ver cómo mañana vas corriendo a darle un besito al almacenero que, con toda humildad, apenas si te afanó treinta pesos”.

Cuando iba por la mitad de la última frase, se fijó de pronto en lo linda que estaba Marta esta noche. No venía nadie, y sin embargo se había puesto el vestidito azul. O sea que era para él, nada más que por él. Simultáneamente con la comprobación de lo bien que le quedaba el vestido, le vinieron unas tremendas ganas de quitárselo. Pero se contuvo.

-Que linda estás hoy.

-¿Hoy nomás?

Ese juego de frases era casi una tradición entre ellos. Tenían varias series de esos dialoguitos automáticos. A veces funcionaban bien y provocaban otros dialoguitos, esto sí improvisados. Otras veces, en cambio, sonaban a rutina. Dependía de tantas cosas: del estado de ánimo de uno, o de los dos; de la buena o mala digestión; de la noticia desalentadora en la radio; hasta de la niebla, la lluvia o el sol, que podía registrase en la ventana del living.

-Vos en cambio estás feo.

-El hombre es como el oso, ¿no?

-Sí, cuanto más feo más espantoso.

En realidad, la variante era de él, pero ella se había reído mucho cuando él la había incorporado al folklore doméstico.

-¿Te pido algo? No limpies la cocina esta noche. Dejala para mañana.

-¿Vos me ayudás mañana?

Él vaciló, y ella se dio cuenta.

-Ah, no me ayudás.

-Mira, no voy a ayudarte mañana, porque tengo que salir temprano. Pero igual te pido que no limpies la cocina esta noche.

-Bueno, el argumento no es muy convincente.

-¿Y la mirada?

-La mirada sí.

-¿Entonces no limpiás?

-Entonces no limpio.

Todo estaba implícito. Ocho años de matrimonio, ocho buenos años de matrimonio, crean rutinas, claro, pero también crean entrelíneas, claves, contraseñas. “No tenemos que dejar que nos aplaste la costumbre”, decía él a menudo. “Siempre hay que crear, siempre hay que inventar.” “¿Y yo te empujo mucho a la costumbre?”, preguntaba Marta. “No, en absoluto. Porque no alcanza con que invente un solo integrante de la pareja; no alcanza con que se renueve uno solo. Algunas noches vos me hacés una caricia nueva, una caricia inédita, y fíjate qué curioso, esa caricia nueva también sirve para revitalizar las viejas caricias, como si las contagiara de su novedad.”

-Vení. Quiero quitarte yo el vestido.

-¿Qué pasa, amor?

-Nada. Sólo que quiero quitarte yo el vestido. Ya que es tan lindo.

Marta se enfrentó a él, alegre y sorprendida, como dispuesta a iniciar un juego del que aún no había captado totalmente el sentido.

-Quite, pues.

Él descorrió lentamente los cierres, desabotonó lo que había que desabotonar, y luego presionó hacia abajo. El vestido azul quedó arrollado a los pies de Marta. Ella iba a recogerlo, pero él dijo: “Después” “Se va a arrugar.” “No importa.” La hizo girar frente a sí, le desprendió el sostén.

-Realmente estás mucho más linda que cuando nos casamos.

-Pero, ¡qué pasa, amor?

-Eso es lo que quería confirmar. Ya lo he confirmado. Ahora vení.

-¿No se piensa desvestir, compañero?

-¿Lo crees necesario?

-Absolutamente.

“A nadie”, había dicho el Colorado, “ni siquiera a tu mujer”. Quizá por eso, él sentía oscuramente que en ese acto de amor iba a haber una trampa. Pero estaba resuelto a trampear. Estaba resuelto, aun en el instante de empezar a recorrer morosamente el cuerpo de Marta. Sus manos estaban esa noche como nuevas. Su tacto tenía hoy una increíble sensibilidad, todo lo captaba, todo lo excitaba, todo lo enamoraba. Le pareció incluso que sus manos se habían vuelto repentinamente memoriosas, ya que al acariciar un pecho, o un trozo de cintura, o un muslo, recobraba con sorpresa sensaciones muy anteriores, es decir, volvía a sentir (junto con el tacto nuevo) un recuperado tacto antiguo.

Marta advirtió que ésta era una noche excepcional. No sabía la razón. Pero dejó para averiguarlo luego. No era ésta una noche para estar pasiva, dejándose amar y punto. Era una noche para amar ella también activamente, entre otras cosas, porque se sentía invadida por un deseo tierno, fuera de serie. Él le susurraba: “Linda, tierna, buena”, y ella sentía que efectivamente lo era, en ese instante al menos. Por su parte, ella no decía nada. Le gustaba que él le dijera cosas, pero ella callaba. Sólo sus ojos y sus manos hablaban. Y eso bastaba. Mientras los ojos y las manos de Marta hablaran, a él no le importaba que no hubieran palabras. Las palabras la ponía él. Siempre había alguna nueva, y la palabra nueva era como una nueva caricia, y también enriquecía las palabras de siempre.

Sólo en un instante, cuando él sintió que se conmovía casi hasta el llanto, ella abrió desmesuradamente los ojos, suspendió todo ritmo y murmuró en su oído: “¿Qué hay?” Él balbuceó promesas, pidió perdones, juró amor, pero todo en un lenguaje cifrado que ella no alcanzó a comprender. Allí el deseo reclamó sus derechos, y también esa duda quedó para después.

Quedaron fatigados, satisfechos, unidos. Él pasó el brazo bajo el cuello de Marta, y permanecieron en silencio, los dos fumando.

-Hacía mucho que… -empezó él.

-¿Verdad que sí? ¿Por qué será? Después de todo somos los mismos hoy que la semana pasada.

-Quién sabe.

-Estoy contenta, ¿sabés?

-¿De qué? ¿De que el país ande como el diablo?

-No. Estoy contenta porque nosotros andamos bien. Lo del país me amarga, claro. Pero te confieso que todavía no soy lo suficientemente generosa como para anteponer el destino del país al destino nuestro.

-¿No te parece que el destino del país nos incluye a nosotros?

-Sí, claro.

-¿Y entonces?

-Ya te dije que no soy lo suficientemente generosa.

-No es cierto.

-Bueno, a veces soy generosa casi por egoísmo. Con vos, por ejemplo. ¿Cómo no ser generosa con vos? Pero eso también es egoísmo.

-Todo mezclado, como dice Guillén.

-Pero estoy contenta. ¿Y vos?

-También.

-Estoy contenta porque intuyo que todo lo nuestro va a ir cada día mejor. Y a corto plazo.

-Ojalá Dios mejore de su sordera.

-¿Y eso?

-Es mi modo de decir que Dios te oiga.

Ella sonrió por entre el humo.

-Decime: ¿pensás seguir militando?

-Sí.

-¿Lo crees realmente necesario?

-Sí, Marta, lo creo. Sobre todo para mí, para nosotros.

-A veces tengo miedo. Todo se está complicando tanto. No sé si vale la pena el sacrificio.

-Siempre vale la pena.

-Ese miedo es la única nube a la vista. Ya han caído tantos. ¿Puedo pedirte algo?

-Claro.

-No asumas riesgos mayores.

-No hay riesgos mayores y riesgos menores. Hay riesgos. Punto. Y a ésos no pienso sacarles el cuerpo.

-Vos bien sabés a qué me refiero. No podría soportar que te pasara algo.

-No me va a pasar nada.

-Ya sé. Ya sé. Pero…

-¿Vos me querrías si supieras que le escapo a los riesgos, que me acobardo y flaqueo?

-No sé. No creas que es tan simple. A lo mejor mi cabeza te haría reproches, pero creo que mi vientre te querría igual. ¿Sabés una cosa? Mi cabeza puede atenerse a principios, y hasta asumir compromisos. Pero para mi vientre vos sos mi único compromiso. Lo que pasa es que es un vientre leal, ¿no crees?

Él siguió fumando en silencio, conmovido. Ella esperó la respuesta, luego insistió.

-¿Qué? ¿No lo crees?

-Sí, lo creo.

Y la volvió a abrazar. Esta vez sin otra intención de saberla cerca, y sentir de paso la lealtad de aquel vientre.

Se durmieron de a poco, despertándose o semidespertándose sólo para sentirse confortados con la piel del otro, como si el simple tacto los pusiera a salvo de toda desgracia.

Él se despejó por completo diez minutos antes de que sonara el despertador. Durante la noche Marta se había apartado y ahora dormía boca abajo, sin sábana: realmente una gloria. No la tocó siquiera. Se levantó en silencio, fue al baño, se vistió de apuro. La miró una vez más. En un papel garabateó una frase: “Gracias, vientre leal”, y lo dejó sobre la cama en desorden.

Salió a la calle y miró el reloj: tenía tiempo justo para encontrarse con Alfredo en Convención y Durazno.

Fuente: https://ciudadseva.com/texto/gracias-vientre-leal/

EL ALMOHADÓN DE PLUMAS, un cuento de Horacio Quiroga (con vídeo subtitulado)

EL ALMOHADÓN DE PLUMAS, un cuento de Horacio Quiroga

Su luna de miel fue un largo escalofrío. Rubia, angelical y tímida, el carácter duro de su marido heló sus soñadas niñerías de novia. Ella lo quería mucho, sin embargo, a veces con un ligero estremecimiento cuando volviendo de noche juntos por la calle, echaba una furtiva mirada a la alta estatura de Jordán, mudo desde hacía una hora. Él, por su parte, la amaba profundamente, sin darlo a conocer.

Durante tres meses -se habían casado en abril- vivieron una dicha especial.

Sin duda hubiera ella deseado menos severidad en ese rígido cielo de amor, más expansiva e incauta ternura; pero el impasible semblante de su marido la contenía siempre.

La casa en que vivían influía un poco en sus estremecimientos. La blancura del patio silencioso -frisos, columnas y estatuas de mármol- producía una otoñal impresión de palacio encantado. Dentro, el brillo glacial del estuco, sin el más leve rasguño en las altas paredes, afirmaba aquella sensación de desapacible frío. Al cruzar de una pieza a otra, los pasos hallaban eco en toda la casa, como si un largo abandono hubiera sensibilizado su resonancia.

En ese extraño nido de amor, Alicia pasó todo el otoño. No obstante, había concluido por echar un velo sobre sus antiguos sueños, y aún vivía dormida en la casa hostil, sin querer pensar en nada hasta que llegaba su marido.

No es raro que adelgazara. Tuvo un ligero ataque de influenza que se arrastró insidiosamente días y días; Alicia no se reponía nunca. Al fin una tarde pudo salir al jardín apoyada en el brazo de él. Miraba indiferente a uno y otro lado. De pronto Jordán, con honda ternura, le pasó la mano por la cabeza, y Alicia rompió en seguida en sollozos, echándole los brazos al cuello. Lloró largamente todo su espanto callado, redoblando el llanto a la menor tentativa de caricia. Luego los sollozos fueron retardándose, y aún quedó largo rato escondida en su cuello, sin moverse ni decir una palabra.

Fue ese el último día que Alicia estuvo levantada. Al día siguiente amaneció desvanecida. El médico de Jordán la examinó con suma atención, ordenándole calma y descanso absolutos.

-No sé -le dijo a Jordán en la puerta de calle, con la voz todavía baja-. Tiene una gran debilidad que no me explico, y sin vómitos, nada… Si mañana se despierta como hoy, llámeme enseguida.

Al otro día Alicia seguía peor. Hubo consulta. Constatóse una anemia de marcha agudísima, completamente inexplicable. Alicia no tuvo más desmayos, pero se iba visiblemente a la muerte. Todo el día el dormitorio estaba con las luces prendidas y en pleno silencio. Pasábanse horas sin oír el menor ruido. Alicia dormitaba. Jordán vivía casi en la sala, también con toda la luz encendida. Paseábase sin cesar de un extremo a otro, con incansable obstinación. La alfombra ahogaba sus pasos. A ratos entraba en el dormitorio y proseguía su mudo vaivén a lo largo de la cama, mirando a su mujer cada vez que caminaba en su dirección.

Pronto Alicia comenzó a tener alucinaciones, confusas y flotantes al principio, y que descendieron luego a ras del suelo. La joven, con los ojos desmesuradamente abiertos, no hacía sino mirar la alfombra a uno y otro lado del respaldo de la cama. Una noche se quedó de repente mirando fijamente. Al rato abrió la boca para gritar, y sus narices y labios se perlaron de sudor.

-¡Jordán! ¡Jordán! -clamó, rígida de espanto, sin dejar de mirar la alfombra.

Jordán corrió al dormitorio, y al verlo aparecer Alicia dio un alarido de horror.

-¡Soy yo, Alicia, soy yo!

Alicia lo miró con extravió, miró la alfombra, volvió a mirarlo, y después de largo rato de estupefacta confrontación, se serenó. Sonrió y tomó entre las suyas la mano de su marido, acariciándola temblando.

Entre sus alucinaciones más porfiadas, hubo un antropoide, apoyado en la alfombra sobre los dedos, que tenía fijos en ella los ojos.

Los médicos volvieron inútilmente. Había allí delante de ellos una vida que se acababa, desangrándose día a día, hora a hora, sin saber absolutamente cómo. En la última consulta Alicia yacía en estupor mientras ellos la pulsaban, pasándose de uno a otro la muñeca inerte. La observaron largo rato en silencio y siguieron al comedor.

-Pst… -se encogió de hombros desalentado su médico-. Es un caso serio… poco hay que hacer…

-¡Sólo eso me faltaba! -resopló Jordán. Y tamborileó bruscamente sobre la mesa.

Alicia fue extinguiéndose en su delirio de anemia, agravado de tarde, pero que remitía siempre en las primeras horas. Durante el día no avanzaba su enfermedad, pero cada mañana amanecía lívida, en síncope casi. Parecía que únicamente de noche se le fuera la vida en nuevas alas de sangre. Tenía siempre al despertar la sensación de estar desplomada en la cama con un millón de kilos encima. Desde el tercer día este hundimiento no la abandonó más. Apenas podía mover la cabeza. No quiso que le tocaran la cama, ni aún que le arreglaran el almohadón. Sus terrores crepusculares avanzaron en forma de monstruos que se arrastraban hasta la cama y trepaban dificultosamente por la colcha.

Perdió luego el conocimiento. Los dos días finales deliró sin cesar a media voz. Las luces continuaban fúnebremente encendidas en el dormitorio y la sala. En el silencio agónico de la casa, no se oía más que el delirio monótono que salía de la cama, y el rumor ahogado de los eternos pasos de Jordán.

Alicia murió, por fin. La sirvienta, que entró después a deshacer la cama, sola ya, miró un rato extrañada el almohadón.

-¡Señor! -llamó a Jordán en voz baja-. En el almohadón hay manchas que parecen de sangre.

Jordán se acercó rápidamente Y se dobló a su vez. Efectivamente, sobre la funda, a ambos lados del hueco que había dejado la cabeza de Alicia, se veían manchitas oscuras.

-Parecen picaduras -murmuró la sirvienta después de un rato de inmóvil observación.

-Levántelo a la luz -le dijo Jordán.

La sirvienta lo levantó, pero enseguida lo dejó caer, y se quedó mirando a aquél, lívida y temblando. Sin saber por qué, Jordán sintió que los cabellos se le erizaban.

-¿Qué hay? -murmuró con la voz ronca.

-Pesa mucho  -articuló la sirvienta, sin dejar de temblar.

Jordán lo levantó; pesaba extraordinariamente. Salieron con él, y sobre la mesa del comedor Jordán cortó funda y envoltura de un tajo. Las plumas superiores volaron, y la sirvienta dio un grito de horror con toda la boca abierta, llevándose las manos crispadas a los bandós. Sobre el fondo, entre las plumas, moviendo lentamente las patas velludas, había un animal monstruoso, una bola viviente y viscosa. Estaba tan hinchado que apenas se le pronunciaba la boca.

Noche a noche, desde que Alicia había caído en cama, había aplicado sigilosamente su boca -su trompa, mejor dicho- a las sienes de aquélla, chupándole la sangre. La picadura era casi imperceptible. La remoción diaria del almohadón había impedido sin duda su desarrollo, pero desde que la joven no pudo moverse, la succión fue vertiginosa. En cinco días, en cinco noches, había vaciado a Alicia.

Estos parásitos de las aves, diminutos en el medio habitual, llegan a adquirir en ciertas condiciones proporciones enormes. La sangre humana parece serles particularmente favorable, y no es raro hallarlos en los almohadones de pluma.

Fuente: https://ciudadseva.com/texto/el-almohadon-de-plumas/

CLEOPATRA, un cuento de Mario Benedetti (con vídeo subtitulado)

CLEOPATRA, un cuento de Mario Benedetti

El hecho de ser la única mujer entre seis hermanos me había mantenido siempre en un casillero especial de la familia. Mis hermanos me tenían (todavía me tienen) afecto, pero se ponían bastante pesados cuando me hacían bromas sobre la insularidad de mi condición femenina. Entre ellos se intercambiaban chistes, de los que por lo común yo era destinataria, pero pronto se arrepentían, especialmente cuando yo me echaba a llorar, impotente, y me acariciaban o me besaban o me decían: Pero, Mercedes, ¿nunca aprenderás a no tomarnos en serio?

Mis hermanos tenían muchos amigos, entre ellos Dionisio y Juanjo, que eran simpáticos y me trataban con cariño, como si yo fuese una hermana menor. Pero también estaba Renato, que me molestaba todo lo que podía, pero sin llegar nunca al arrepentimiento final de mis hermanos. Yo lo odiaba, sin ningún descuento, y tenía conciencia de que mi odio era correspondido.

Cuando me convertí en una muchacha, mis padres me dejaban ir a fiestas y bailes, pero siempre y cuando me acompañaran mis hermanos. Ellos cumplían su misión cancerbera con liberalidad, ya que, una vez introducidos ellos y yo en el jolgorio, cada uno disfrutaba por su cuenta y solo nos volvíamos a ver cuando venían a buscarme para la vuelta a casa.

Sus amigos a veces venían con nosotros, y también las muchachas con las que estaban más o menos enredados. Yo también tenía mis amigos, pero en el fondo habría preferido que Dionisio, y sobre todo Juanjo, que me parecía guapísimo, me sacaran a bailar y hasta me hicieran alguna “proposición deshonesta”. Sin embargo, para ellos yo seguía siendo la chiquilina de siempre, y eso a pesar de mis pechitos en alza y de mi cintura, que tal vez no era de avispa, pero sí de abeja reina. Renato concurría poco a esas reuniones, y, cuando lo hacía, ni nos mirábamos. La animadversión seguía siendo mutua.

En el carnaval de 1958 nos disfrazamos todos con esmero, gracias a la espontánea colaboración de mamá y sobre todo de la tía Ramona, que era modista. Así mis hermanos fueron, por orden de edades: un mosquetero, un pirata, un cura párroco, un marciano y un esgrimista. Yo era Cleopatra, y por si alguien no se daba cuenta, a primera vista, de a quién representaba, llevaba una serpiente de plástico que me rodeaba el cuello. Ya sé que la historia habla de un áspid, pero a falta de áspid, la serpiente de plástico era un buen sucedáneo. Mamá estaba un poco escandalizada porque se me veía el ombligo, pero uno de mis hermanos la tranquilizó: “No te preocupes, vieja, nadie se va a sentir tentado por ese ombliguito de recién nacido.”

A esa altura yo ya no lloraba con sus bromas, así que le di al descarado un puñetazo en pleno estómago, que le dejó sin habla por un buen rato. Rememorando viejos diálogos, le dije: “Disculpa, hermanito, pero no es para tanto”, ¿cuándo aprenderás a no tomar en serio mis golpes de kárate?

Nos pusimos caretas o antifaces. Yo llevaba un antifaz dorado para no desentonar con la pechera áurea de Cleopatra. Cuando ingresamos en el baile (era un club de Malvín) hubo murmullos de asombro, y hasta aplausos. Parecíamos un desfile de modelos. Como siempre, nos separamos y yo me divertí de lo lindo. Bailé con un arlequín, un domador, un paje, un payaso y un marqués. De pronto, cuando estaba en plena rumba con un chimpancé, un cacique piel roja, de buena estampa, me arrancó de los peludos brazos del primate y ya no me dejó en toda la noche. Bailamos tangos, más rumbas, boleros, milongas, y fuimos sacudidos por el recién estrenado seísmo del rock-and-roll. Mi pareja llevaba una careta muy pintarrajeada, como correspondía a su apelativo de Cara Rayada.

Aunque forzaba una voz de máscara que evidentemente no era la suya, desde el primer momento estuve segura de que se trataba de Juanjo (entre otros indicios, me llamaba por mi nombre) y mi corazón empezó a saltar al compás de ritmos tan variados. En ese club nunca contrataban orquestas, pero tenían un estupendo equipo sonoro que iba alternando los géneros, a fin de (así lo habían advertido) conformar a todos. Como era de esperar, cada nueva pieza era recibida con aplausos y abucheos, pero en la siguiente era todo lo contrario: abucheos y aplausos. Cuando le llegó el turno al bolero, el cacique me dijo: Esto es muy cursi, me tomó de la mano y me llevó al jardín, a esa altura ya colmado de parejas, cada una en su rincón de sombra.

Creo que ya era hora de que nos encontráramos así, Mercedes, la verdad es que te has convertido en una mujercita. Me besó sin pedir permiso y a mí me pareció la gloria. Le devolví el beso con hambre atrasada. Me enlazó por la cintura y yo rodeé su cuello con mis brazos de Cleopatra. Recuerdo que la serpiente me molestaba, así que la arranqué de un tirón y la dejé en un cantero, con la secreta esperanza de que asustara a alguien.

Nos besamos y nos besamos, y él murmuraba cosas lindas en mi oído. También me acariciaba de vez en cuando, y yo diría que con discreción, el ombligo de Cleopatra y tuve la impresión de que no le parecía el de un recién nacido. Ambos estábamos bastante excitados cuando escuché la voz de uno de mis hermanos: había llegado la hora del regreso. Mejor te hubieras disfrazado de Cenicienta, dijo Cara Rayada con un tonito de despecho, Cleopatra no regresaba a casa tan temprano. Lo dijo recuperando su verdadera voz y al mismo tiempo se quitó la careta.

Recuerdo ese momento como el más desgraciado de mi juventud. Tal vez ustedes lo hayan adivinado: no era Juanjo, sino Renato. Renato, que, despojado ya de su careta de fabuloso cacique, se había puesto la otra máscara, la de su rostro real, esa que yo siempre había odiado y seguí por mucho tiempo odiando. Todavía hoy, a treinta años de aquellos carnavales, siento que sobrevive en mí una casi imperceptible hebra de aquel odio. Todavía hoy, aunque Renato sea mi marido.

Fuente: https://ciudadseva.com/texto/cleopatra/

The (sweetened) iced tea: a refreshing American tradition?

The Coolest Tea: Iced Tea

The origin of iced tea, if not entirely accurate, is at least refreshing. The story goes like this: By 1904, America stabilized her government, strengthened her economy, and expanded her borders and interests. The United States was now ready for the world to see her development at the St. Louis World’s Fair.

Trade exhibitors from around the world brought their products to America’s first World’s Fair. One such merchant was Richard Blechynden, an English tea plantation owner. Originally, he had planned to give away free samples of his hot tea to attendees. But when a heat wave hit, no one was interested. Parched from the temperature, visitors would pass his booth in search of a cooler refreshment. To save his investment of time and travel, he dumped a load of ice into the brewed tea and served the first iced tea. It was (along with the Egyptian fan dancer) the hit of the Fair.

However, tea historians must acknowledge the fact that tea was often enjoyed at cooler temperatures in the South long before that. For similar (heat) reasons, tea was allowed to cool before serving (with ice if possible, but this was rare at the time due to lack of refrigeration technology). This was usually served with sugar (to taste), called Sweet Tea. Sweet tea, as our Southern constituents will attest, is still enjoyed to this day.

Unfortunately, contemporary iced tea has received a bum rap in the US. While more than 80% of tea’s consumption in the US is in the form of iced tea, most of it is in a form that bears little resemblance to tea: syrupy, over-flavored, stale and artificial beverages.

New ideas in iced tea are on the horizon. Instead of using loads of sugar and artificial flavor, this new tea movement retraces its steps to simple, pure, delicious tea. Thanks to the abundant availability of quality tea and good water, you can make a refreshing, healthy beverage… an Iced Tea worthy to be called Tea.

Although the popular standard for iced tea is usually black tea (typically a low-quality Ceylon or cheap, vaguely-labeled «China tea»), any tea can be «iced.» Next time you thirst for a frosty glass of tea, reach for something different: great iced teas can be made from Black, Oolong, Green, White, and even Pu’erh.

Yet another idea for iced tea is not actually a tea at all, rather an Iced Tisane (or herbal beverage). Building upon the renewed popularity iced tea has recently enjoyed, many companies are shying away from the seemingly flooded iced black tea market, turning instead to non-caffeinated, but equally delicious, herbals. New beverages, such as Iced Red (Rooibos) «tea,» Iced Ginger «tea» and Iced Mint «tea,» provide a perfect alternative for the caffeine-sensitive (or those who are just trying to get some sleep).

It is very easy to make iced tea, and made from real leaves, it tastes great. To make a cup, simply double the amount of tea leaves (usually making it two teaspoons per cup of water), and steep as usual. Once tea is ready, dilute with an equal amount of ice. Garnish with mint or lemon and enjoy its great taste. Some teas, particularly tippy black teas, will cloud when iced quickly. This is just visual and won’t affect the flavor. To prevent clouding, dilute your double-strength brewed tea with cool water instead, and serve over ice only when you’re ready to enjoy it. If making iced tea for a group of friends, keep your serving pitcher at room temperature, adding ice to your drinking glasses. Refrigeration dulls the flavor, while adding ice to a big pitcher of tea will water it down over the afternoon. Enjoy within 12 hours of brewing. Ahh! Refresh and repeat!

Any way you brew it, the most important thing to remember when making iced tea is quality. For the best iced tea, you’ll need the best tea.

Source: https://www.teaclass.com/lesson_0312.html

History of Iced Tea

The story of Iced Tea is an American one. These delicious beverages, particularly fruit-infused ones, were first popularised just prior to the American War for independence, when high taxes on Tea imports, instigated by the British crown, led to revolution.

First came the 1773 Boston Tea Party, which saw 342 chests of Green Tea thrown into the Boston Harbour in protest of these taxes. This was the spark that brought about war. And in turn, this brought about British blockades surrounding American waters.

The blockades led to a limited supply of Tea, even more so than the Boston Tea Party had initially. Americans needed an alternative beverage, and so they looked to what was readily available across the land, that being a multitude of herbs, that also being a multitude of fruits.

For a while, during the American Revolutionary War (1775-1783), Fruit Teas became known as “Freedom Teas”. They were consumed both hot and cold. Could this be the first example of an Iced Tea in history? It is unlikely. But it certainly gave rise to a new future in Iced Tea.

Throughout the early 19th Century, Iced Teas existed in the shadows, mostly confined to households with secret family recipes. A few English and American cookbooks from the 1800’s refer to Iced Teas, most of which used Green Tea as the base ingredient and were often “spiked” with hard liquor!

One such recipe from 1839 reads: “Tea Punch – Make a pint and a half of very strong Tea in the usual manner; strain it, and pour it boiling (hot) on one pound and a quarter of loaf sugar [2½ of white sugar].

Add half a pint of rich sweet cream and then stir in gradually a bottle of claret or of champagne. You may heat it to the boiling point and serve it so, or you may send it round entirely cold, in glass cups”.

By the mid-19th Century, word had got out a little more. Iced Tea drinks were considered a local custom in parts of the American south, namely North and South Carolina, particularly during and just after the American Civil War (1861-1865). One of the first official (emphasis on “official”) recipes for Iced Tea was published in Virginia in 1878.

Years later, in September 1890, a Missouri State Reunion of Ex-Confederate Veterans (servicemen who had fought against the Federal United States of America during the American Civil War, most of whom came from the American south) was held in Nevada, Missouri.  Fifteen thousand veterans converged on the city of Nevada for a huge meal, one that saw over 11,000 pounds of beef cooked in preparation. The biggest surprise, however, was Iced Tea – 880 gallons of it!

The popularisation of Iced Tea, when it became a global phenomenon, is credited to one man named Richard Blechynden during the 1904 World’s Fair held in St Louis. On the first day of the event, one of the hottest days of the year, more than 200,000 people flooded the city to see the wonders of a new century.

Mr Blechynden, a Tea plantation owner and vendor, was offering samples of hot Tea, much to the distaste of many of those attending. No one wanted a hot drink on a hot day. Why would they?

Struggling to hold the attention of would-be customers, Richard Blechynden decided to pour the Tea on ice, a decision that would change the trajectory of his life as well as the Global Tea Industry. Unknowingly, Mr Blechynden had not only popularised Iced Tea-drinking in America but also, eventually, across the world! Iced Tea was here to stay.

And it became more popular still during the American Prohibition era (1920 – 1933), whereby citizens across the country were forced to find alternatives to their favourite now-illegal liquors, thus leading to a major boost for Iced Tea markets.

A short-lived slump came about during the Second World War while Japanese forces occupied much of Asia, leading to a heavier reliance on Tea imports from British-controlled India. By 1945, nearly 99% of Tea consumption in America was Black Tea – hot Black Tea at that!

But since then, the Iced Tea market has again dominated American markets. From New York to San Francisco, Seattle to Atlanta – Iced Tea is a much-loved luxury, one now travelling “across the pond” to be equally much-loved here in the UK!

Source: https://www.tea-and-coffee.com/blog/iced-tea

As American As Iced Tea: A Brief, Sometimes Boozy History

You’d be forgiven for not knowing this, but Wednesday is National Iced Tea Day. And while it’s only an unofficial food holiday, it makes sense that Americans would set aside a day to celebrate this favorite summertime sip: We popularized it.

Tea itself, of course, has been consumed in America since Colonial times. (Remember the Boston Tea Party?) But before you could drinkiced tea, you needed ice — and that was a rare summer luxury until the early 1800s. New Englanders could cut large chunks of ice from frozen ponds and lakes in winter, then insulate it with sawdust so that it could last into the warmer months. But in the hot South, snow and ice didn’t exactly abound.

Then, around the turn of the 19th century, ice entrepreneurs from Northern U.S. states started shipping ice down to Southern states and the Caribbean. Americans would come to dominate the 19th century global ice trade. And there’s good reason to believe plenty of that ice was being used to serve tea on the rocks.

Early recipes had more in common with the booze-laden Long Island iced tea* than the stuff Lipton sells. Indeed, Americans were drinking iced tea in the form of alcohol-drenched punches at least as far back as the Colonial era.

The classic Philadelphia Fish House Punch, first imbibed in the early 1700s, was often diluted with tea. In his book Punch, liquor historian David Wondrich writes that the recipe for Regent’s Punch, dating to 1815, also packed quite the potent wallop: Not only did it call for green tea and arrack, a rumlike liquor from South Asia, it also threw in citrus juice, sugar, champagne, brandy and rum. No wonder, then, that one early drinker described the Regent’s as imparting a «mad, delirious dizziness,» as Wondrich writes. Overall, these strong, early punches had little in common with the light, fruity sippers served today.

Recipes for nonalcoholic iced tea didn’t appear in print until 1876 — when one was included in Estelle Woods Wilcox’s Buckeye Cookbook. A few years later, a recipe for sweet tea — now a Southern staple — was published in the cookbook Housekeeping In Old Virginia, Linda Stradley writes on What’s Cooking America.

But iced tea drinking habits really started to shift around the turn of the 20th century, when the nonalcoholic version was popularized at the 1904 World’s Fair in St. Louis. Stradley writes that the hot summer weather caused fairgoers to ignore hot beverages in favor of cold ones — including iced tea. The fair’s 20 million visitors cooled themselves with iced tea and brought the new style back to their homes throughout the United States and the world.

While Prohibition sounded a death knell for tea punches, it was a boon for nonalcoholic iced teas. A 1921 book on the coffee and tea industry notes, «Since Prohibition has gone into effect, tea has been drunk in places not heretofore thought of.» Clubs and hotels looking for substitutes to hard liquor sales gravitated toward strong iced teas or virgin fruit punches — beverages with the bonus of being flavorful but legal. And when home refrigerators with freezers became available for the home market starting in the 1920s and ’30s, people didn’t even have to leave the house to grab a couple of ice cubes year-round.

Another advantage for iced tea? Tea leaves themselves had become more affordable.

As tea plantations took off in India and Ceylon, and countries in Africa started producing tea in the second half of the 19th century, the price of tea — once the product mainly of China — dropped considerably. The majority of the tea these countries produced was black, making it a more popular, economical choice.

Yet until World War II, American consumers were split almost equally between black and green tea consumption. As Marian Segal wrote in «Tea: a story of serendipity» for FDA Consumer magazine, the war cut off trade with China and Japan — the major suppliers of green tea — leaving Americans with British-supplied black teas from India. According to Segal, «Americans came out of the war drinking nearly 99 percent black tea.» Seven decades later, black tea is still the preferred version here.

According to the Tea Association of the U.S.A., 85 percent of all tea consumed in the United States today is sipped cold. Whether you like your tea with a splash of liquor, poured into punches, or served simply on the rocks, you’re taking part in a 200-year-old tradition with every sip.

Source: https://text.npr.org/412984583

Learn how the South became synonymous with sweet tea

Ahhh, sweet iced tea. Refreshing, sweet and nearly everywhere in the South, it’s easy to take this ubiquitous drink for granted if you’ve grown up with it on your table for every meal. But if you’ve never thought about why Southern sweet tea has such a presence, it’s time to pour out some history on this saccharine yet tannic elixir.

While hot tea has been consumed for thousands of years by countless cultures, the iced, sugary variety that has become synonymous with the South only started showing up in Western cookbooks in the early 19th century. The rise of ice boxes and other refrigeration techniques was a necessary precursor to this delicious beverage becoming widespread.

Of course, the sweet tea we know today is quite different — in form and function — from the iced teas of the 1800s. While modern iced teas are wholesome, family-friendly beverages made from black tea leaves, early incarnations were made with green tea leaves and almost exclusively served as alcoholic punches at fancy parties.

What exactly did these green tea punches entail? One recipe, published in Lettice Bryan’s 1839 book The Kentucky Housewife, calls for combining a “very strong tea” with loads of sugar and sweet cream. “Then stir in gradually a bottle of claret [wine] or Champagne,” wrote Bryan. After boiling the final mix, she says that you can serve it immediately or “you may send it ‘round entirely cold in glass cups.”

Despite its unabashedly boozy roots, a combination of societal changes soon transformed the drink forever. First, green tea leaves were replaced with black tea leaves as increased importation from India, Africa and South America in the early 20th century made the darker varieties a more economical choice.

Second, advances in refrigeration technology made chilled drinks accessible to more people. Iced beverages went from a rare treat reserved for the rich to a common staple at family dinner tables.

Finally, Prohibition became the law of the land in 1920. Although alcohol became scarce after the federal government’s ban, the desire for refreshing sweet tea concoctions remained — even if that meant they would be consumed as glorified “mocktails.” After Prohibition was lifted in 1933, the fondness for non-alcoholic sweet tea remained a steady fixture of Southern life.

Of course, global trade, widespread refrigeration and Prohibition affected many aspects of U.S. culture. So how, in the immortal words of Dolly Parton, did iced tea become the “house wine of the South?”

The South is hot — swelteringly so. The moment icy beverages became available in the dead of summer, Southerners clutched on tight and never let go. Whether you’re spending hours laboring in the hot sun or wilting in the relentless humidity of a pre-air-conditioning-era home, there’s nothing more satisfying than gulping down a tall, icy glass of sweet tea.

Clearly, iced tea has had quite a journey. But aside from the gradual switch from green to black tea leaves, the basic formula for homemade sweet tea has remained the same.

It’s simple and easy: (1) steep a strong batch of hot tea, (2) mix in sugar (to taste) until well dissolved, (3) chill your pitcher in refrigerator, and (4) serve the cold tea in tall glasses over ice. To give the drink a little something extra, you can squeeze in lemon juice or add muddled mint leaves.

You can’t go wrong with this classic, non-alcoholic recipe. Although, if you’re suddenly feeling inspired by the history of this Southern standby, we can help there, too. Enjoy this delightful marriage of two of the South’s signature drinks: sweet tea and the mint julep.

While traditional mint juleps can be too intense for some palates, adding sweet tea to the equation ensures a smoother experience, all while preserving the signature aromatics of bourbon and mint. This drink is a natural fit for any rip-roaring Kentucky Derby party or 1920s speakeasy-themed soiree. Just follow the recipe and whip up a batch for your next front porch hangout.

Source: https://www.southernkitchen.com/articles/drink/how-the-south-became-synonymous-with-sweet-tea

Why «As Southern as Sweet Tea» Isn’t Very Southern at All

First, You Need Iced Tea

Before there was sweet tea, there was iced tea (or «ice tea,» as it’s colloquially referred to in the South). That means, simply, a beverage brewed from tea leaves, chilled over ice, and served cold. Iced tea can be flavored in any number of ways: a few squeezes of citrus, an infusion of fragrant spices, perhaps a bit of steeped mint. And, of course, it can be sweetened with sugar.

Though the phrase «sweetened iced tea» is grammatically correct, you’ll never hear it used in the South. Instead, iced tea that’s been presweetened is invariably called «sweet tea.» And by presweetened, we mean sweetened at the time it is brewed, by dissolving a sizable quantity of sugar directly in the hot tea base before diluting it with water or ice. You can sweeten iced tea with a packet of sugar or artificial sweetener just before you drink it, but sweet tea arrives all ready to go. Or, at least, that’s the way it works these days.

The practice of drinking iced tea dates back to the 19th century, which is quite a bit earlier than most popular food histories allege. One of the most commonplace origin stories traces iced tea’s invention to the 1904 St. Louis World’s Fair. Richard Blechynden, the commissioner of Indian tea, had set up shop in the India Pavilion to promote the black teas of India and Ceylon (now Sri Lanka). One sweltering summer day, when few passersby were interested in a cup of hot tea, a desperate Blechynden reportedly decided to pour his tea over ice. In a flash, the story goes, an iconic American beverage was born.

Many other accounts stop short of claiming that Blechynden actually invented iced tea from scratch, but nonetheless credit him with popularizing and commercializing an otherwise rare, under-the-radar drink. The problem is, there’s simply no historical evidence to support that claim—or virtually any other story about food items that were supposedly launched at the 1904 exposition.

Though Richard Blechynden was indeed present at the India Pavilion that year, World’s Fair historian Pamela J. Vaccaro points out that a man named N. B. Reed had earned over $2,000 (about $50,000 in 2016 dollars) selling iced tea at the 1893 Chicago World’s Fair. More to the point, even at that earlier date, it was already a well-established beverage.

Tea had been used as an ingredient in chilled beverages starting in at least the early 19th century. Lettice Bryan’s 1839 cookbook, The Kentucky Housewife, includes a recipe for «tea punch» that calls for pouring hot tea over sugar before mixing in cream and Champagne or claret wine. Tea was often incorporated into the infamous Southern militia punches, like the Chatham Artillery Punch, the signature drink of an elite Savannah militia unit; along with a dose of citrus, the tea helped mask the whopping amount of alcohol in a libation that tended to lay low even the stoutest of military heroes.

It wasn’t until just before the Civil War, though, that people started drinking iced tea as a stand-alone beverage. In 1856, Richmond, Virginia druggist S. P. Semple advertised that, at his soda fountain, «the exhilarating effects of a glass of iced Tea or Coffee [would] speak for themselves.» The following year, the Saturday Evening Post ran a short editorial advocating tea as a summer drink. «Tea made strong,» the Post argued, «well sweetened, with good milk or better cream in it in sufficient quantity to give it a dark yellow color, and the whole mixture cooled in an ice chest…is the most delicious, the most soothing, the most thirst allaying drink.»

The Post piece was reprinted in newspapers across the country, but it inspired few Americans to adopt the beverage. Two months later, a second Post editorial expressed dismay that «our saloon keepers don’t advertise these delightful drinks ‘which cheer but not inebriate'» and lamented, «We suppose it will be a century before the public finds out what luxuries iced tea and coffee are in the summer solstice.»

The public actually found it out much sooner, for 1868 was iced tea’s breakout year. On July 6 of that summer, the Boston Journal declared, «During the heated term there is nothing so invigorating as iced tea. A slice of lemon no thicker than a wafer placed in each tumbler adds to the relish.» The New-York Commercial Advertiser ran the same notice verbatim just five days later, and the Springfield Republican followed suit three days after.

Some editors saw fit to embellish the notices as they republished them. On July 14, 1868, the Chicago Daily Inter Ocean commented, «Iced tea with a slice of lemon in it is said to be decidedly ahead of lager.» On July 24, the Alton Telegraph of Alton, Illinois, asserted, «Iced tea, with a slice of lemon in it, is esteemed by some as infinitely ahead of lager.» And then, on August 1, the Harrisburg Telegraph reported, «Iced tea, with a small slice of lemon in it, is said to be decidedly ahead of love, limberger, or lager, as a summer exhilarator.»

It’s hard to say for sure where the practice of drinking iced tea first became widespread. The evidence, however, points not down South but in the opposite direction. On August 2, the New Orleans Times noted, «Iced tea with lemon juice is said to be a popular and healthy drink at the North.» The Boston Herald mentioned New York City specifically: «Iced tea is the latest fashionable drink in Gotham,» the paper wrote on July 29.

Iced tea’s favor only grew from there. An avalanche of articles in the 1870s and 1880s praised it as a delightful summertime treat. By 1889, Sarah Tyson Rorer could write in her popular column in Table Talk: «Twenty years ago the fondness for that beverage was confined to a few who were looked upon as ‘gastronomic cranks’. Today, we are rather inclined to think there is something cranky about a man who says he doesn’t like iced tea.»

From the very beginning, sweetening iced tea was a common practice, but it was left to the consumer’s discretion. Lemon juice was mentioned more often than sugar in the early notices, but the New York Tribune did advise, on July 27, 1868: «Sweeten the hot tea to suit your taste; then pour it, spoonful by spoonful, into a tumbler filled with ice.» A few years later, the Vinton Record of McArthur, Ohio, said that iced tea «is made by permitting tea to cool, pouring it over powdered ice, and sweetening it with white sugar, to suit the taste.»

And there matters stood for the rest of the 19th century, with iced tea remaining a popular beverage served throughout the country in the warm summer months, sometimes sweetened, but often not, depending on each drinker’s preference.

Ice Goes South

It’s hardly surprising that iced tea was slower to reach popularity in the South. Though hot tea had been consumed in the region since the colonial era, it was expensive compared to coffee, and therefore considered more of an upper-class beverage—it wasn’t until British-owned plantations in eastern India and Ceylon eclipsed the Chinese green tea trade with inexpensive black tea that the drink became affordable. But an even bigger impediment to Southern iced tea was the availability of ice, or lack thereof.

Since the colonial days, Northern consumers had had ready access to ice, which was harvested in local ponds in the winter and stored in ice houses through the summer. That wasn’t possible in the South, with its mild winters and long, hot summers. A national trade in frozen water—harvested in Northern lakes and shipped to Southern ports to be stored in insulated ice houses—developed in the early 19th century, but ice remained an expensive luxury, found primarily in coastal cities. Even after the advent of mechanical ice-making in the late 19th century, cold beverages were markers of status, enjoyed mainly by city folks.

In large part, that’s because ice wasn’t readily available in rural communities until automobiles made it possible to transport big blocks out into the countryside. And it wasn’t until electric iceboxes became common, in the late 1920s and early 1930s, that Southerners finally had what they needed to enjoy iced beverages. With unprecedented access to tea and ice, along with a mild climate year-round, the South soon embraced the popular Northern beverage.

But was that tea presweetened?

In her influential cookbook, Southern Cooking (1928), Mrs. S. R. Dull, a Georgia native, does mention presweetening tea, but seems to be lukewarm on the practice: «To sweeten tea for an iced drink,» she writes, «less sugar is required if put in while tea is hot, but often too much is made and sweetened, so in the end, there is more often a waste than saving.» Presweetening was certainly the standard for at least some of the South, though. In her memoir, Look Away! Dixie Land Remembered, Marion Cyrenus Blackman of Louisiana recalls her family dinners, noting, «Sometimes after we got an icebox we drank tall glasses of iced tea, heavily sugared.»

This defining practice of presweetening tea—that is, adding sugar to the hot tea before it is iced and served—does indeed seem to have originated in the South; I haven’t been able to find any accounts of tea made this way in Northern sources. But I’ve also failed to identify a geographical pattern for its prevalence and spread during the mid-20th century.

My own father, who was raised in south Georgia in the 1940s and 1950s, remembers that the tea at his house was invariably served presweetened—in fact, until he went away to college, he had had no idea it could be made any other way. But other Southerners of his generation have told me that their iced tea was never sweetened when they were growing up; that there was always sugar in a bowl on the table, which you could opt to stir in with long-handled iced tea spoons. Indeed, the very presence of those long-handled spoons (introduced in the early 20th century, and formerly quite standard) in silver sets suggests a regular need to stir sweetener into tall glasses.

The Southernization of Sweet Tea

The 1980s saw the publication of several seminal works on Southern food culture and history, including Joe Gray Taylor’s Eating, Drinking, and Visiting in the South (1982) and John Egerton’s Southern Food: At Home, on the Road, in History (1987). But even on these relatively recent dates of publication, the volumes address iced tea without insisting on its being sweet.

Egerton identifies the following beverages as generally associated with the South: «Sweet milk and buttermilk, iced tea and coffee, orange juice and lemonade…. With iced tea especially, there is a distinct Southern accent; people in the region drink it the year around, whenever and wherever food is served.» For Egerton, sugar is not an essential component. His iced tea recipe calls for steeping loose orange pekoe in boiled water, straining the mixture into a pitcher, and diluting with cold water. «Serve in ice-filled glasses,» Egerton instructs, «with sugar, lemon or lime, and mint sprigs, if available, for flavor.» The accompanying photograph shows a pitcher of tea and two filled glasses topped with mint and lemon slices. A bowl of sugar awaits on the side.

Up to this point, «sweet tea» wasn’t even a term used in the South. If you find the phrase «sweet tea» in a newspaper (even a Southern newspaper) from the 1960s or 1970s, it’s almost always referring to hot tea enjoyed in some faraway place, like Egypt, Dubai, or Sri Lanka.

That started to change in the last years of the 20th century. In 1989, Kathy Petty, a columnist for the Augusta Chronicle in Augusta, Georgia, joked that «getting a glass of sweet iced tea above the Mason–Dixon line is about as likely as finding a reactor pipe at SRP without a crack in it.» («SRP» refers to the Savannah River Plant, a nuclear facility near Augusta that was famously plagued by defects.) By the 1990s, people were becoming quite emphatic about the linkage. «Southern ice tea is always very sweet,» a writer for Alabama’s Anniston Star declared in 1994. «It’s not Southern tea (and in the South isn’t worth much) if it doesn’t have a lot of sugar added to it way in advance.»

In 1993, sociologist John Shelton Reed analyzed a series of polls conducted by the University of North Carolina and concluded that «seven out of eight Southerners drink iced tea, and two-thirds of those prefer sweetened to unsweetened.» The groups that were less likely to drink their tea sweet were college graduates (of whom 53% preferred sweetened tea), those with salaries greater than $60,000 (59%), and people who never went to church (59%). Godlessness and aversion to sweet tea were apparently starting to go hand in hand.

By the end of the 20th century, the Southernness of sweet tea was sufficiently established that the idea began to be used metaphorically. In his book Southern Belly (2000), John T. Edge calls the secret ingredient in the chili dogs at Nu-Way Weiners in Macon, Georgia, «as Southern as sweet tea,» since each has a dose of barbecue sauce beneath the chili. Around the same time, the Mississippi-based McAlister’s Deli chain started advertising its trademarked «Famous Sweet Tea» as «the house wine of the South,» borrowing a line that had appeared in the 1989 film Steel Magnolias. (Though, when Dolly Parton said it, her character was talking about iced tea, not necessarily sweet tea.)

So why did Southerners suddenly rally around a sweetened drink as a marker of their identity? I think Jeffrey Klineman may have put his finger on it in an ode to sweet tea that he wrote for Slate in 2007. The article links the beverage to the region’s uneasy relationship with its own past:

The South reveres its traditions, and sweet tea is one of them. Dixie has had some embarrassments in its time: There’s that whole Civil War thing, the whole Judge Roy Moore thing, that whole Naples, Fla., Swamp Buggy Queen thing, to name a few. Getting your nose rubbed in your own traditions too many times makes you cling to those that aren’t, well, illegal.

Klineman grew up in Atlanta in a transplanted Jewish family, his mother from Brooklyn and his father from Cleveland. He latched onto sweet tea, he says, as a way to «assimilate with my classmates.» That jibes with my own experience, growing up in the suburbs of Atlanta and, later, Greenville, South Carolina. Though I was born in the South to Southern parents, many of my classmates weren’t. All of us were growing up somewhere in between an older South—the South of memory and legend, of agriculture, slavery, and Jim Crow—and the larger American culture that we absorbed from television and scarfed down in the fast food chains that lined our suburban highways.

In the post–civil rights movement era, the South was stumbling toward becoming a fully integrated society (a process we’re still stumbling through today), and we Southerners were searching for things to anchor our collective identity. Some celebrated their inner redneck, waving the Confederate flag, spouting off about «heritage,» and spinning misty tales about a mythic South that never was. Others tried to cast off their Southernness altogether, embracing white wine and Brie and similar badges of white-collar sameness. (In the late 1980s, a professor at my private liberal arts college bragged, «A lot of students arrive here with Southern accents, but they all leave here sounding the same.»)

Many Southerners, I suspect, found neither of those paths satisfactory. We needed to find something that connected us with our past and defined who we were, without offending half the people around us or pretending to be something that we weren’t. And we could declare with pride our allegiance to sweet tea, for it was distinctive but not particularly controversial. Sweet tea was safe.

Sweet Tea Takes America

Regional markers are impermanent things. Sweet tea’s Southernness isn’t really all that old, and it’s already starting to fade. America’s restaurant chains, it seems, are determined to make it a national obsession instead.

In 2006, after many years of resistance, McDonald’s added sweet iced tea to its menus, though it initially did so only in Southern outlets. (The presence of sweet tea in McDonald’s locations was the criterion used to create that map of the Sweet Tea Line in Virginia, though it turns out the data-gathering process was decidedly less than scientific.) Just two years later, the burger chain started rolling out sweet tea nationwide, taking it to former sweet-tea deserts like Chicago and Los Angeles.

Just a few years ago, the only place in New York City where you could find a glass of fresh-brewed sweet tea was in a Southern-themed restaurant. (We’re ignoring here, of course, bottled tea products, like Snapple Lemon Tea and Nestea, which were introduced nationwide in the late 1980s and early 1990s, but are, in my mind at least, more like sweet-tea-flavored beverages than proper «sweet tea.») These days, Southern chains like Chick-fil-A have invaded the city, bringing their sweet iced tea with them. In the summertime, New Yorkers line up at Starbucks for «Trenta» (30-ounce) cups of shaken iced tea, each sweetened by default with seven pumps of simple syrup.

«Now that sweet tea is peddled by barkeeps and restaurant waitstaff across the country,» Adrian Miller asks in his First We Feast essay, «has sweet tea lost its power as a symbol of Southern culture? Should we now think of it as something that is just ‘American?'»

Perhaps we should. After all, it hasn’t really been Southern for too long, and an entire region’s identity is an awful lot of cultural baggage for a simple beverage to bear.

Source: https://www.seriouseats.com/sweet-tea-origin-story-history-south#:~:text=One%20of%20the%20most%20commonplace,Ceylon%20(now%20Sri%20Lanka).

June Is National Iced Tea Month

What could be more refreshing on a hot summer day than an icy-cold glass of tea? That’s why June was chosen as the official month to celebrate America’s longtime love affair with the beverage. Our country’s passion for cold tea, something our British friends don’t understand, can be traced back nearly two centuries.

One of the most reported iced-tea stories came from the 1904 St. Louis World’s Fair when Richard Blechynden, director of the East India pavilion, became frustrated as he tried to offer samples of hot tea under the simmering Missouri sun. In an attempt to boost consumption, he circulated and chilled the tea through a series of lead pipes immersed in ice. The resulting cool, refreshing beverage was a hit with fairgoers, and the iced drink became popular throughout the United States.

This story may be true, but it is not the first recorded incidence of tea being served with ice in the United States. In my native state of Kentucky, cold-tea recipes began appearing prior to the Civil War in cookbooks such as The Kentucky Housewife. Our 1842 home had a stone icehouse, where winter ice, gathered from a nearby river, was stored until the hot days of July and August. The precious ice was shaved and used to make ice cream or put in a glass for iced tea or an occasional mint julep.

Be sure to always call it iced tea rather than ice tea. Tea with ice in it is an iced beverage. In the South, the word iced is often eliminated, and in many diners and restaurants, it is simply known as “sweet tea.”

Sweet tea dates back to the late 19th century when the following recipe was published in Housekeeping in Old Virginia.

After scalding the teapot, put into it one quart of boiling water and two teaspoonfuls green tea. If wanted for supper, do this at breakfast. At dinner time, strain, without stirring, through a tea strainer into a pitcher. Let it stand till tea time and pour into decanters, leaving the sediment in the bottom of the pitcher. Fill the goblets with ice, put two teaspoonfuls granulated sugar in each, and pour the tea over the ice and sugar. A squeeze of lemon will make this delicious and healthful, as it will correct the astringent tendency. 

Because 19th-century general stores stocked mostly green tea from China or Japan, many early recipes called for green tea. But, after World War II, when green tea was scarce, black tea from India became the basis for this popular brew. That is no longer the case.

It may surprise contemporary tea drinkers to learn that most of today’s commercial iced-tea mixes and tea bags contain mostly mechanically harvested black teas from Argentina. More than 40 percent of the tea imported into the United States each year originates in that South American country’s long flat fields of tea bushes.

Although some teas are manufactured specifically to be served as iced tea, almost any tea can be enjoyed cold as well. You can even save your breakfast tea and serve it over ice for lunch. Whether it’s blackgreenoolong, or white, drinking iced tea is cooler than ever.

Source: https://www.teatimemagazine.com/june-is-national-iced-tea-month/

Videos:

All About Sweet Tea, the South’s Favorite Beverage

When did sugar come into the mix?

Marian Cabell Tyree was the mental giant who first thought to print a recipe for sweet tea — she called it “ice tea” — publishing it in a cookbook called Housekeeping in Old Virginia in 1879. Tyree advised home cooks to brew a batch of green tea in the morning if the desire was to serve it with supper. “Fill the goblets with ice, put two teaspoonfuls granulated sugar in each, and pour the tea over the ice and sugar,” she wrote. “A squeeze of lemon will make this delicious and healthful, as it will correct the astringent tendency.”

The beverage was derived from “tea punch,” which typically included sugar as well as a hearty amount of alcohol in one form or another. Its popularity eventually begat the inevitable commercial production by large companies such as Lipton and Luzianne. Smaller operations with loyal followings abound too. For example: Go door to door in the Birmingham, Alabama, metro area and you’ll find many a refrigerator chilling gallon jugs of Milo’s Famous Sweet Tea.

Just how sweet is it?

If progressive, health-conscious policy makers ever get soda taxes passed across America, they may want to also turn their attention toward sweet tea. An 8-ounce glass of Lipton’s version contains 23 grams of sugar, just three grams fewer than the same serving of Coca-Cola Classic. It’s really sweet. Pro-tip: If you’re dining out and the thought of that much sugar sends you into diabetic shock, order “half-and-half.” A mix of sweet and unsweet (when sweet is the norm, regular old iced tea is called “unsweet”) this might be more palatable.

How does one make it at home?

Marian Cabell Tyree advised pouring tea into a goblet containing ice and sugar, but that is a poor method. Stir in the sweetener while the brew is still hot, otherwise you’ll have a glass of tea with a pile of sugar at the bottom. This results in a dilemma for Southerners who venture out to other parts of the world and attempt to order sweet tea at restaurants. If it isn’t on the menu, sprinkling a sugar packet into “iced tea” will be a disappointment.

As with many foods from the regional, Georgia boy Alton Brown offers a winning recipe. Brown sweetens his tea with simple syrup and he boosts the flavor with fresh mint.

Why is sweet tea such a big deal?

Like so many contributions to American cuisine associated with this part of the country — barbecuecornbread dressing, etc. — sweet tea has gained an almost mythological status. Give a Southerner a pen, or a computer keyboard, anyway, and they’ll wax poetically on a beverage that is much more than the sum of its parts. It’s one of those cultural icons that helps to define “The Way Things Are Down Here” and “Back Where I Come From” and so on.

  • In “Chicken Fried,” Zac Brown Band’s four-time platinum earworm about Southern bro life, the drink is referenced in the seventh line: “With sweet tea, pecan pie, and homemade wine.” If you want to write a modern country song that’s guaranteed to rake in the dough, be sure to mention Southern cliches such as sweet tea.
  • In a 2008 edition of Garden & Gun magazine, West Virginia-born journalist Allison Glock wrote, “When I was stuck in New York for a stint, a bout of homesickness led me to get the words sweet tea tattooed on my left arm. I could think of nothing else that so perfectly encapsulated the South of my pining. Now that I have moved home, it serves less as a touchstone and more as a drink order.”
  • “Sweet tea is our love offering, poured for family and neighbors and even the guy trying to sell us new gutters,” Charlotte-based journalist Tommy Tomlinson wrote in 2010. “And at its most basic, sweet tea is a cold blast on a hot day, like a dip in a river from the inside out.”

Source: https://www.eater.com/2016/10/30/13470746/sweet-tea-history

Health Benefits of Iced Tea

We are all becoming increasingly health-conscious in the 21st Century. So, what can Iced Tea do to improve your everyday way of life? That very much depends on what type of Iced Tea you choose.

If you choose an Iced Tea with base ingredients of fruit, for example, then you’re choosing a beverage that is caffeine-free as well as a brilliant alternative to sugary treats. This can help in the fight against obesity as there is less sugar in an Iced Fruit Tea than, say, a bar of chocolate. Yet you’re still satisfying your sweet tooth, so surely that is a win-win?

Choosing an Iced Tea containing “real” Tea (i.e. Green or Black Tea), meanwhile, may mean more health benefits depending on your lifestyle choices. Providing one exercises frequently and eats healthily, any containing leaves from the Camellia sinensis plant (the Tea plant) can offer more than just a cocktail of flavour, but also a cocktail of beneficial antioxidants.

The antioxidants in Tea are capable of combating free radicals in the body, the product of natural, though harmful, human oxidation. We as a species are particularly susceptible to the “side effects” of oxidation. Oxygen molecules create stress on our organs and tissues by introducing free radicals to our body, which are unpaired (and unstable) electrons or groups of electrons.

The abundance of free radicals in the body can lead to many complications such as heart disease and even cancer, while antioxidants do the opposite and are able to neutralise free radicals, thus slowing down the damaging effects of oxidation.

Ultimately, an Iced Tea made from Green Tea, White Tea or Black Tea can reduce the risks of developing cardiovascular disease and possibly, although studies are preliminary, certain types of cancer. It can also reduce the risks of developing type-2 diabetes as well as being able to boost the metabolism, support digestion and, of course, relieve stress and anxiety.

Green Iced Tea

Rich in antioxidant compounds called polyphenols, specifically polyphenolic catechins. These catechins can be further subcategorised, the most vital compound being Epigallocatechin gallate (EGCG). Not only is EGCG an important antioxidant to support healthier living, but also contributes greatly to the characteristic colour and flavour of Green Tea.

When it comes to cardiovascular health, however, EGCG has the ability to lower “bad” LDL cholesterol. This is supported by a recent meta-analysis of 13 Green Tea-related observational studies, which found that volunteers who drank the most Green Tea had a 28% lower risk of coronary artery disease than those who drank the least Green Tea.

Black Iced Tea

Enhancing cognitive function, Black Tea helps your brain. By that, we mean that the frequent consumption of any Black Tea, including Black Iced Tea, can reduce the risks of developing Dementia and/or Alzheimer’s Disease. This is according to a report published in the American Journal of Clinical Nutrition, which referred to a recent study conducted at the University of Singapore.

The report stated that some 2,500 people aged 55 or over had undergone a test to measure their cognitive function. The experiment was repeated 2 years later, establishing clearly that those who drank 2 to 3 cups of Black Tea a day were 55% less likely to develop cognitive decline, while those who drank 6 to 10 cups a day were up to 63% less likely.

White Iced Tea

A slow metabolism means that, for some, losing weight can be incredibly hard. But a White Iced Tea, when consumed as part of an already healthy active lifestyle, can boost the metabolism. Regardless of your current metabolic rate. By boosting the metabolising, the body is able to burn fat quicker and more efficiently.

This is not just speculation, either. Scientific research has long suggested that White Tea extract effectively reduces the deposition. Its also know to help with triglycerides in human adipocytes, or fat cells. This aids and promotes the breakdown of fats in the body. This is partly due to the abundance of EGCG in White Tea, more so, in fact, than in Green Tea.

Fruit Iced Tea

It is a common misconception that Fruit Teas are without any health benefits. This is simply not true – you just have to read between the lines. For example, a recent study has clarified the long-held belief that stress plays a significant role in weight management. Chronic stress disrupts our sleep and blood sugar levels, which then leads to increased hunger and comfort eating.

With comfort eating comes further disrupted sleep, even higher levels of stress and even more disrupted blood sugars. This not only leads to unhealthy levels of body fat but also, very potentially, type-2 diabetes. A nice glass of Fruit Iced Tea, meanwhile, stops stress at the source. It sounds simplistic but it’s true. Because, after all, what could be more relaxing than sitting outside in the sun with your favourite beverage to hand?

How to Make Iced Tea

Found the Iced Tea right for you? If not, we have many more choices including Jamaican Rum Iced Fruit Tisane, Summer Fruits Iced Fruit Tisane, Passion Fruit Iced Tea and Mango and Bergamot Iced Tea. And once you have decided, or if you have already decided, you will need to know how to make your very own Iced Tea from the comfort of your home:

  • Add 2 teaspoons of loose leaf Iced Tea, per person, into a cup.
  • Pour in freshly boiled water to the point where it just covers the Tea – No more. No less. (If you have chosen a White or Green Tea, wait for the boiled water to cool. Ensure the temperatures between 80 and 90 degrees before pouring).
  • Brew for 2 to 3 minutes if you have chosen a White or Green Iced Tea. 3 to 5 minutes if a Black Tea and 5 to 10 minutes if it is a Fruit Iced Tisane. Be sure to refer to the brewing guide of each individual product to determine the best brewing time.
  • Strain the Tea leaves before adding cold water and ice cubes. You can also add further additions and decorations such as fruit, mint and alcohol.
  • Not sweet enough for you? Add sugar or honey when adding the boiling water or use chilled lemonade instead of cold water.

Source: https://www.tea-and-coffee.com/blog/iced-tea

Which tea should you try?

The flavor of iced tea comes from the tea leaves themselves; black teas, green tea, white, herbal tea, Pu-erh, chai tea and rooibos are some of the most popular choices.

Choose tea leaves that are carefully grown, harvested and dried. Organic teas are the best choice if you want to avoid synthetic fertilizers, herbicides and pesticides. The practices used in growing organic tea result in better flavor, overall nutrition and are better for the environment.

Sweeten things up

Shaken, stirred, blended or straight up over ice you can’t go wrong. Pick a tea or tea blend, brew and serve as is or add a sweetener:

Or, if you’re avoiding sweeteners of any kind, cinnamon, citrus zest and gently macerated mint or ginger will add a touch of sweetness and zing without added sugar. 

Fruity refreshers

Fruit teas are popular with all ages and many have a natural sweetness. Try raspberry, passion fruit, peach or orange tea with a splash of seltzer for a sparkling soda style beverage.

Add a splash of coconut water to your green tea and top it off with basil or mint.   

Tea around the world

Traditional teas from around the world are showing up in iced versions.

Tea made from barley is found in China, Korea and Japan and traditionally served hot but also delicious chilled.

Hibiscus aqua fresca, is made with tart hibiscus flowers, which have a sour, cranberry-like flavor. Aqua frescas or “fresh waters” are popular in U.S. and Mexico.

In Singapore, an iced lemon tea is made with black tea and fresh lemon. 

Thai iced tea, brewed with Ceylon or Assam tea, with coconut milk or condensed milk and sweet spices like star anise, cardamom and anise or sugar and orange blossom is served over ice in a tall glass.

Mix things up

  • A half and half is a non-alcoholic drink is half lemonade and half black tea, named after famous American golfer Arnold Palmer.
  • Green tea lemonade is of course made with green tea instead of black tea.
  • Moroccan tea or Maghrebi mint tea is a blend of green tea and mint with sugar.
  • Yerba Mate, known as the “Drink of the Gods,” hails from South America and is served in a small gourd and sipped through a special straw.
  • Taiwanese bubble tea is made from black, green or jasmine tea, sweetener and powdered milk. The bubbles are small balls of tapioca starch. Bubble tea can now be found in many specialty tea shops. Honey, mango, passion fruit and strawberry are some of the most popular flavors.
  • Kombucha is a lightly fizzy and fermented drink, traditionally made with green or black tea, sweetener and flavorings. Make your own or buy it already brewed and bottled.
  • If you want to keep it simple, brew up a batch of sun tea. Choose your favorite tea or tea blend, add to a large jar, cover with water, set it out in the sunshine and let nature take over while you kick back and enjoy the lazy days of summer.

Source: https://www.vitacost.com/blog/the-history-of-iced-tea-recipes/

Orange Iced Tea

Orange iced tea is a refreshing and delightful drink perfect for lazy summers. Made with fresh orange juice, mint leaves, and black tea, this drink is a great thirst quencher, loved by all.

TIPS & TRICKS

  • Adjust the quantity of tea leaves depending upon how strong you like your tea.
  • You can also add some orange or lemon zest for a more refreshing citrus flavor.
  • Adding sugar is optional. If you prefer having Iced Tea without Sugar, just skip it.
  • A healthier version of sweetener like honey or maple syrup may also be added to the orange tea.
  • When in a hurry, no need to keep the iced tea in the fridge for long hours. Just fill the glass with lots of ice cubes and it will get chilled. However, then consume it immediately otherwise if the ice melts completely the tea will taste over-diluted.
  • You may make iced tea with other fruits too like peach, lemon, berries, apple, etc.

Ingredients

  • 2.5 tbsp black tea leaves adjust the quantity depending upon your taste
  • 6 cups water
  • 1/4 cup sugar adjust the quantity as per taste. You may also skip it if you don’t prefer sweet tea or add honey or maple syrup.
  • 2 cups orange juice
  • 1 small orange sliced
  • Mint leaves for garnishing
  • Ice cubes

Instructions

  • In a saucepan add water, sugar, and boil until the sugar gets dissolved.
  • Add tea leaves to the pan, switch off the gas. Cover the pan and keep aside for at least 10 minutes.
  • After 10 minutes, strain the tea in a pitcher and discard the tea leaves.
  • Once the tea reaches room temperature, add orange juice to it. Mix well and keep in the fridge till serving time.
  • To serve, add orange slices to the pitcher. Pour the tea in ice-filled glasses. Garnish with mint leaves and enjoy.
  • Adding sugar is optional. You can skip it or add any other sweetener of your choice-like honey or maple syrup.
  • Adjust the quantity of tea leaves depending upon your taste preference.

Source: https://greenbowl2soul.com/orange-iced-tea/

Celebrate one of summer’s favorite drinks on National Iced Tea Day

For those new to these parts who didn’t cut their teeth on sweet iced tea, here’s a simple recipe:

  • Bring 4 cups of water to a boil in a small saucepan over medium-high heat
  • Place 3 family-sized tea bags into water and steep the tea for 5 minutes
  • Add 1 cup granulated sugar to the tea
  • Pour the tea base into a pitcher
  • Top off the pitcher with water
  • Refrigerate until very cold
  • Serve over ice

For those wanting a twist to an old recipe, try this recipe for Three-Herb Iced Tea with Chamomile Syrup.

Shopping List

  • 2 cup sugar
  • 3 chamomile tea bags
  • 8 sprigs fresh mint
  • 8 large basil leaves

Instructions

  • Bring 3 cup water to boil
  • Pour over mint and basil
  • Let cool and sweeten with syrup

Recipe For Syrup

  • Boil 2 cup of water
  • Add 2 cups Sugar and dissolve
  • Add 3 chamomile tea bags to sugar water and let cool

Source: https://livingupstatesc.com/celebrate-one-of-summers-favorite-drinks-on-national-iced-tea-day/

Sparkling Iced Tea with Lemon, Cucumber, and Mint

Ingredients:

  • 1 liter water
  • 2 tea bags (choose a green tea or an herbal tea that you like)
  • 2 lemons
  • 2 limes
  • 1/4 cucumber, sliced
  • 1 bunch fresh mint leaves
  • 1 liter unsweetened seltzer
  • Ice cubes

Preparation:

  1. Boil water. Let it cool for 10 minutes. Add the tea bags and half of the mint leaves and let it steep for 5 to 10 minutes. This will make a less bitter tea infusion, which is perfect for iced tea.
  2. Squeeze the lemons and limes, reserving a few slices for decoration. Add the lemon and lime juice to the tea infusion. When the mixture has cooled down, add the cucumber slices and the rest of the mint leaves.
  3. Mix 1 part of the tea infusion with 1 part seltzer just before serving. Decorate with mint leaves, a lime or lemon slice, and some cucumber slices.

Source: https://www.hsph.harvard.edu/nutritionsource/iced-tea-with-lemon-and-mint/

Videos:

DER IMPERATIV AUF DEUTSCH – El imperativo en alemán (con vídeo subtitulado)

Dieses Video geht um den Imperativ auf Deutsch. – Este vídeo trata sobre el imperativo en alemán.

DER IMPERATIV AUF DEUTSCH – El imperativo en alemán.

IN DIESEM VIDEO LERNEN WIR DEN IMPERATIV AUF DEUTSCH. – EN ESTE VIDEO VAMOS A APRENDER EL IMPERATIVO EN ALEMAN.

WIR VERWENDEN DEN IMPERATIV, WENN WIR ZUM BEISPILE BITTEN, BEFEHLE, ANWEISUNGEN ODER RATSCHLÄGE AUSDRÜCKEN WOLLEN. – UTILIZAMOS EL IMPERATIVO CUANDO QUEREMOS EXPRESAR POR EJEMPLO PETICIONES, ÓRDENES, INSTRUCCIONES O CONSEJOS.

FÜR DEN IMPERATIV BENUTZEN WIR NORMALERWEISE DIE PERSONALPRONOMEN DU, IHR UND SIE. PARA EL IMPERATIVO USAMOS NORMALMENTE LOS PRONOMBRES PERSONALES TÚ, VOSOTROS / VOSOTRAS Y USTED / USTEDES.

ZUERST REGELMÄβIGEN VERBEN – PRIMERO, VERBOS REGULARES, POR EJEMPLO:

BESUCHEN – VISITAR

1/ Du besuchst mich am Wochenende. > Besuch mich am Wochenende! (WIR MACHEN DAS PRONOMEN DU UND DIE ENDUNG -ST WEG) – ME VISITAS EL FIN DE SEMANA > ¡VISÍTAME EL FIN DE SEMANA! (ELIMINAMOS EL PRONOMBRE DU Y LA TERMINACIÓN -ST)

2/ Ihr besucht mich am Wochenende. > Besucht mich am Wochenende! (WIR MACHEN DAS PRONOMEN IHR WEG) – ME VISITÁIS EL FIN DE SEMANA > ¡VISITADME EL FIN DE SEMANA! (ELIMINAMOS EL PRONOMBRE IHR)

3) Sie besuchen mich am Wochenende. > Besuchen Sie mich am Wochenende! (DAS PRONOMEN SIE KOMMT NACH DEM VERB) – USTED/USTEDES ME VISITA/VISITAN EL FIN DE SEMANA > ¡VISÍTEME USTED/VISÍTENME USTEDES EL FIN DE SEMANA! (EL PRONOMBRE SIE VA DETRÁS DEL VERBO)

TRENNBARE VERBEN – VERBOS CON PARTÍCULA SEPARABLE, POR EJEMPLO:

ANRUFEN – LLAMAR POR TELÉFONO

AUFRÄUMEN – RECOGER LA HABITACIÓN

4/ Ruf deine Mutter an! – ¡LLAMA A TU MADRE!

5/ Ruft euere Mutter an!¡LLAMAD A VUESTRA MADRE!

6/ Rufen Sie Ihre Mutter an! ¡LLAME/LLAMEN A SU MADRE!

7/ Räum(e) dein Zimmer an! ¡RECOGE TU HABITACIÓN!

8/ Räumt euer Zimmer auf! ¡RECOGED VUESTRA HABITACIÓN!

9/ Räumen Sie Ihr Zimmer auf! ¡RECOJA/RECOJAN SU HABITACIÓN!

UNREGELMÄβIGE VERBEN – VERBOS IRREGULARES, POR EJEMPLO:

HELFEN – AYUDAR

NEHMEN – COGER

10/ Hilf mir, bitte! ¡AYÚDAME, POR FAVOR!

11/ Helft mir, bitte!¡AYUDADME, POR FAVOR!

12/ Helfen Sie mir, bitte!¡AYÚDEME/AYÚDENME, POR FAVOR!

13/ Nimm ein Taxi! ¡COGE UN TAXI!

14/ Nehmt ein Taxi! ¡COGED UN TAXI!

15/ Nehmen Sie ein Taxi!¡COJA/COJAN UN TAXI!

DIE FORMEN FÜR IHR UND SIE SIND IMMER GLEICH. WIR MÜSSEN AUF SONDERFÄLLE FÜR DU ACHTEN. – LAS FORMAS PARA IHR Y SIE SON SIEMPRE IGUAL. TENEMOS QUE PRESTAR ATENCIÓN A CASOS ESPECIALES PARA DU.

VERBEN WIE – VERBOS COMO:

ARBEITEN – TRABAJAR

FINDEN – ENCONTRAR

ATMEN – RESPIRAR

ÖFFNEN – ABRIR

16/ Arbeite nicht so viel! (HIER BRAUCHEN WIR DIE ENDUNG -E) – ¡NO TRABAJES TANTO! (AQUÍ NECESITAMOS LA TERMINACIÓN –E)

17/ Finde den Schatz! – ¡ENCUENTRA EL TESORO!

18/ Atme langsam!¡RESPIRA LENTAMENTE!

19/ Öffne das Fenster, bitte! ¡ABRE LA VENTANA, POR FAVOR!

VERBEN WIE – VERBOS COMO:

LESEN – LEER

ESSEN – COMER

SICH SETZEN – SENTARSE

GIEβEN REGAR

20/ Du liest > Lies das Buch!¡LEE EL LIBRO!

21/ Du isst > Iss das Gemüse!¡COME LA VERDURA!

22/ Du setzt dich! > Setz dich hier, bitte!¡SIÉNTATE AQUÍ, POR FAVOR!

23/ Du Gieβt > Gieβ jede Woche die Pflanzen!¡RIEGA LAS PLANTAS CADA SEMANA!

VERBEN WIE – VERBOS COMO:

SCHLAFEN – DORMIR

LAUFEN – ANDAR / CORRER

EINLADEN – INVITAR

24/ Du schläfst > Schlaf gut, mein Kind! ¡DUERME BIEN, MI NIÑO!

25/ Du läufst > Lauf schnell!¡CORRE RÁPIDO!

26/ Du lädst… ein > Lade ihn zum Essen ein!¡INVÍTALO A COMER!

UND DIE VERBEN SEIN UND HABEN SIND BESONDERE FÄLLE. – Y LOS VERBOS SEIN – SER / ESTAR Y HABEN – TENER SON CASOS ESPECIALES:

27/ Du bist > Sei ruhig! ¡GUARDA SILENCIO! ¡ESTATE QUIETO!

28/ Ihr seid > Seid ruhig!¡GUARDAD SILENCIO! ¡ESTAOS QUIETOS!

29/ Sie sind > Seien Sie ruhig! ¡GUARDE/GUARDEN SILENCIO! ¡ESTESE/ESTENSE QUIETOS!

30/ Du hast > Hab Geduld! – ¡TEN PACIENCIA!

31/ Ihr habt > Habt Geduld! – ¡TENED PACIENCIA!

32/ Sie haben > Haben Sie Geduld! – ¡TENGA/TENGAN PACIENCIA!

JETZT SEID IHR DRAN! – ¡AHORA OS TOCA A VOSOTROS Y VOSOTRAS!

ÜBT ZUERST DIESE BEISPIELE. – PRACTICAD PRIMERO CON ESTOS EJEMPLOS.

DANN SUCHT ANDERE BEISPIELE. – DESPUÉS BUSCAD OSTROS EJEMPLOS.

L’estate e il gelato

Storia e origini del gelato: chi lo ha inventato?

STORIA DEL GELATO: DOVE È STATO INVENTATO?

Il gelato artigianale è senza dubbio il dolce italiano più famoso al mondo e intorno alla sua nascita e storia si sono tramandate nel tempo numerosi racconti, al limite fra fantasia e leggenda. Rintracciare l’origine del gelato non è infatti semplice, in quanto le testimonianze storiche e i riferimenti alle antiche usanze di conservare il latte e gli alimenti congelandoli sono molteplici. Diverse sono inoltre le controversie nate nel corso dei secoli per accaparrarsi il fregio di inventore del gelato. Il viaggio nel tempo alla scoperta della vera storia del gelato artigianale è quindi ricco di avventure e di sorprese avvincenti: lasciatevi guidare da Cioccolatitaliani e scoprite insieme a noi tutto quello che c’è da sapere sulla nascita del gelato e sulla sua invenzione!

GELATO: LE ORIGINI FRA STORIA E LEGGENDA

Le prime leggende sull’origine del gelato narrano della presenza di un suo antenato già nella Bibbia, dove Isacco era solito porgere al padre Abramo una bevanda ghiacciata con latte di capra e neve per aiutarlo a combattere il caldo. La storia del gelato prosegue raccontando l’antica usanza romana, introdotta nei banchetti da Nerone, di gustare macedonie e dolci di frutta con miele e neve durante la stagione calda. I primi documenti storici in cui viene menzionato il gelato risalgono invece alle vicende della città di Atene nel 500 a.C., dove i greci amavano realizzare delle bevande rinfrescanti con miele, limone e succo di melograno mescolati a neve o ghiaccio.

STORIA DEL GELATO IN CINA: IL LATTE CONGELATO

L’abitudine di congelare e refrigerare la frutta, il latte e altri alimenti caseari al fine di conservarli sembra avere origini antiche e risale a usanze e cultura delle regioni asiatiche: è proprio in Cina che già intorno al 2000 a.C. veniva preparato un composto a base di latte e riso cotto con spezie, il quale era poi riposto nella neve per solidificarsi. Successivamente, durante il Medioevo, si iniziarono a produrre anche dei dolci freddi a base di latte e succhi di frutta ghiacciati, che vennero poi importati in Europa da Marco Polo intorno al Trecento.

IL GELATO IN ITALIA È NATO IN SICILIA

Le prime apparizioni nella storia di bevande o dolci ghiacciati simili al gelato in Italia avvennero in Sicilia e furono il frutto della dominazione araba avvenuta nella nostra penisola nel IX secolo. Queste popolazioni erano solite, infatti, gustare delle bevande fredde chiamate sherbet, che si caratterizzavano per l’utilizzo di succhi di frutta distillati al gusto di limone, arancia, melograno, ciliegia, tamarindi e ciliegie. Gli arabi di Sicilia utilizzavano la neve dell’Etna e delle montagne della zona per congelare queste bevande in dei recipienti, che poi venivano addolcite con della canna da zucchero importata dalla Persia. Fu così nelle terre della Sicilia che nacque il primo antenato del gelato artigianale italiano.

MA CHI HA INVENTATO IL GELATO CHE TUTTI CONOSCIAMO?

Stando alle ricostruzioni storiche dell’Istituto del Gelato Italiano, l’invenzione del gelato artigianale è fortemente legata al nostro territorio e alla cucina italiana e per assistere alla sua nascita bisogna aspettare l’età Rinascimentale e il Cinquecento.

Il gelato è stato inventato in Italia dall’architetto Bernardo Buontalenti, alla corte di Caterina de’ Medici a Firenze.

Questi, nel 1565, fu il primo a rivendicare l’invenzione del dolce italiano più amato al mondo, dal momento che nella ricetta dei suoi golosi sorbetti gelati era solito utilizzare la maggior parte degli ingredienti del gelato utilizzati tutt’ora:

  • latte
  • panna
  • albume d’uovo
  • neve
  • sale
  • zucchero
  • limone

Un secondo importante momento nella storia del gelato avvenne successivamente nel 1686, quando il cuoco siciliano Francesco Procopio dei Coltelli diede vita alla prima miscela perfetta per produrre e confezionare il gelato. Forte di questa sua scoperta e di un curioso macchinario per la lavorazione dei sorbetti ghiacciati regalatogli dal nonno, l’intraprendente gelataio si trasferì a Parigi alla corte del re Sole, dove ebbe modo di aprire lo storico Cafè Procope e di far conoscere il gelato moderno in tutta la Francia e in Europa.

IL GELATO NEL 1800: LA PRIMA GELATIERA

Proseguendo nel nostro viaggio alla scoperta della storia del gelato artigianale, una svolta nella sua produzione avvenne negli Stati Uniti, dove una donna di nome Nancy Johnson inventò e brevettò, nel settembre 1843, la prima gelatiera a manovella: si trattava di un mastello riempito di sale e ghiaccio, meccanizzato con un cilindro metallico per l’impasto che veniva poi girato con una manovella. Dopo un paio di anni, William Le Young approfittò delle difficoltà economiche della Johnson e acquisì i diritti del suo brevetto per soli 200$: fu proprio quest’ultimo a dare il là ad un rivoluzionario modo di produrre il gelato, preoccupandosi di applicare al mastello un motore e ottenendo così un raffreddamento più uniforme del composto. Queste introduzioni tecnologiche furono poi di spunto per la nascita della prima sorbettiera a spatolazione automatica avvenuta all’inizio del Novecento.

LA NASCITA DEL CONO GELATO NEL 1900

L’invenzione del cono gelato è avvenuta, invece, all’alba del XX secolo e numerose sono le controversie riguardo chi sia stato il primo a servire il gelato in un cono.

IL GELATO NEL 1800: LA PRIMA GELATIERA

Proseguendo nel nostro viaggio alla scoperta della storia del gelato artigianale, una svolta nella sua produzione avvenne negli Stati Uniti, dove una donna di nome Nancy Johnson inventò e brevettò, nel settembre 1843, la prima gelatiera a manovella: si trattava di un mastello riempito di sale e ghiaccio, meccanizzato con un cilindro metallico per l’impasto che veniva poi girato con una manovella. Dopo un paio di anni, William Le Young approfittò delle difficoltà economiche della Johnson e acquisì i diritti del suo brevetto per soli 200$: fu proprio quest’ultimo a dare il là ad un rivoluzionario modo di produrre il gelato, preoccupandosi di applicare al mastello un motore e ottenendo così un raffreddamento più uniforme del composto. Queste introduzioni tecnologiche furono poi di spunto per la nascita della prima sorbettiera a spatolazione automatica avvenuta all’inizio del Novecento.

LA NASCITA DEL CONO GELATO NEL 1900

L’invenzione del cono gelato è avvenuta, invece, all’alba del XX secolo e numerose sono le controversie riguardo chi sia stato il primo a servire il gelato in un cono.

Il 13 dicembre 1903 questi si recò a Washington per ricevere il brevetto statunitense di un apparecchio di stampa per coppe da gelato commestibili da lui realizzato. La nascita di questo antenato del cono del gelato fu legata alla forte necessità di servire il gelato in dei bicchieri che non fossero di carta o vetro: questi ultimi, infatti, tendevano a rompersi facilmente e spesso non venivano restituiti, comportando per Marchioni delle perdite di denaro facilmente evitabili.

STORIA DEL CONO GELATO: LA PRIMA CIALDA CROCCANTE

Una seconda e successiva ipotesi riguardo la nascita del cono da gelato racconta del pasticciere siriano Ernst Hamwi, che secondo alcune ricostruzioni del New York Times fu il primo a servire il gelato in una pasta croccante, la zalabia, cotta in una pressa per wafer. L’occasione gli fu offerta durante la Fiera Mondiale di St. Louis nel 1904, in Missouri, quando per aiutare un gelataio dello stand accanto che aveva terminato i piatti da gelato, iniziò ad arrotolare a forma di cono alcune delle sue cialde croccanti e a riporvi il suo gelato.

La storia di Cioccolatitaliani racconta di un’azienda e di una famiglia italiana che dal 2009 si dedica con dolcezza e passione all’arte di mixare il migliore cioccolato del mondo a gelateria, pasticceria e caffetteria. Scopri la nostra selezione di gelati e vieni a gustarli nello store più vicino a te!

Fonte: https://www.cioccolatitaliani.it/it/blog/storia-e-origini-del-gelato-chi-lo-ha-inventato.html

Chi ha inventato il gelato?

Il gelato è, in gran parte, debitore del genio culinario italico: nel 1686 Francesco Procopio dei Coltelli aprì a Parigi la prima gelateria; nel 1903 il gelataio Italo Marchioni ideò le prime cialde a cono; e tra il 1939 e il 1948, le aziende Pepino e Motta lanciarono rispettivamente il «Pinguino» e il «Mottarello», capostipiti dei gelati confezionati. Ma per risalire alle origini bisogna tornare indietro nel tempo di molti secoli.

I gelati come li conosciamo oggi, realizzati con latte, panna, uova e zucchero, refrigerati e lavorati fino a ottenere una consistenza cremosa, sono diversi dai loro «progenitori». Questi consistevano infatti in bevande o alimenti (principalmente frutta), addolciti talvolta con il miele, mescolati a neve o ghiaccio e conservati in apposite «neviere». Di queste preparazioni si ha traccia in numerose civiltà antiche, dalla Mesopotamia alla Cina fino ad arrivare all’antico Egitto e a Roma.

IN SICILIA. Poi, nel corso del Medioevo, a fare ampio uso di alimenti ghiacciati furono gli arabi, a cui si deve tra l’altro la parola sorbetto, derivata da sharbat, termine che indicava una sostanza fredda e sciropposa a base di zucchero di canna, petali di fiori e frutti. Le usanze arabe si diffusero quindi in Sicilia, e da qui i primordiali sorbetti sbarcarono nel resto della Penisola trovando estimatori soprattutto in epoca rinascimentale.

Tra i grandi amanti di questi composti semidensi ghiacciati spicca la buongustaia Caterina de’ Medici (1519-1589), regina consorte di Francia (sposa del sovrano Enrico II) che lasciando Firenze per giungere Oltralpe si portò appresso i propri addetti alla cucina tra cui, si narra, un tal Ruggeri esperto appunto nella preparazione di sorbetti (o meglio di «ghiaccio all’acqua inzuccherata e profumata»).

LATTE, PANNA E UOVA. Dal Seicento, la pratica di consumare gli antenati del gelato si diffuse in svariate corti europee, e ben presto agli ingredienti base si aggiunsero latte, panna e uova. Su chi abbia affinato la ricetta non vi è certezza, ma in molti indicano quale «padre» del gelato moderno Francesco Procopio dei Coltelli (1651-1727). Siciliano doc, partì per cercare fortuna a Parigi, dove nel 1686 aprì i battenti del Café Procope, locale frequentato da illustri personaggi in cui si potevano assaporare granite, sorbetti e gelati realizzati grazie a una serie di macchinari messi a punto dallo stesso Procopio.

IL PRIMO CONO. Ormai sempre più internazionale, il gelato continuò a conservare un’anima italiana, tanto che fu un altro nostro ingegnoso compatriota, emigrato negli Stati Uniti, a ideare il primo cono fatto di cialda, pratico per il passeggio. Si trattava di Italo Marchioni, gelataio veneto che ebbe la geniale intuizione nel 1896, progettando poi le macchine industriali per produrre coni in serie e brevettando il tutto nel 1903. Sempre dagli Usa arrivò l’idea di inserire il prodotto tra due wafer, come un sandwich.

Dopodiché, grazie alle evoluzioni nei sistemi di congelamento – a cui si deve tra l’altro la nascita dei celebri ice cream trucks (furgoncini-chiosco) popolarissimi nel mondo anglosassone -, la produzione di gelati divenne sempre più capillare, coinvolgendo un numero crescente di consumatori attratti anche da costi più bassi rispetto al passato, quando il gelato era considerato una specie di «lusso».

IL PINGUINO E IL MOTTARELLO. Il boom dell’ice cream si legò inoltre alla commercializzazione dei confezionati da passeggio, iniziata negli anni Quaranta in Italia con il lancio dei gelati su stecco Pinguino e Mottarello – antenati del Cremino – e corroborata nel decennio seguente dall’avvento del Cornetto e di altri gelati a cono, nonché di una serie di coppette tra cui l’intramontabile Coppa del nonno.

La crescente diffusione dei freezer domestici portò poi al successo, in tutto il mondo, del gelato in secchielli «formato famiglia». E oggi i gelati sono ormai un consumo di massa: ogni anno in Italia ne mangiamo in media 8 kg a testa. Un successo alimentato dalla riscoperta di antiche varianti artigianali e di preparazioni che strizzano sempre più l’occhio alla salute (grazie a ricette light e a cialde senza glutine). Il tutto, accompagnato dalla continua sperimentazione di sapori alternativi a quelli tradizionali: dal parmigiano al pomodoro, passando per rosmarino, birra e fagioli.

Fonte: https://www.focus.it/cultura/storia/invenzioni-italiane-il-gelato

STORIA DEL GELATO

A STORIA DEL GELATO – Rintracciare le origini del gelato nell’antichità è complesso: i riferimenti alla refrigerazione di frutta, latte e miele si incontrano sia negli antichi testi sia nelle cronache delle scoperte archeologiche più note. Nella Bibbia si legge che Isacco offre ad Abramo latte di capra misto a neve: uno dei primi mangia e bevi della nostra storia. Negli scavi archeologici dell’antica Troia sono state portate alla luce fosse destinate a conservare il ghiaccio e la neve, accumulati in strati ricoperti con foglie e paglia. Una tradizione storica racconta che re Salomone era un grande consumatore di bevande ghiacciate e che Alessandro Magno, durante le sue campagne in India, pretendesse un continuo rifornimento di neve da consumare mescolata a miele e frutta durante le marce e le battaglie.

Alcuni studiosi fanno risalire l’origine del gelato a circa 3.000 anni prima di Cristo presso le popolazioni dell’estremo Oriente, in particolare cinesi: mediante le invasioni mongoliche, il gelato sarebbe, in seguito, approdato in Grecia e in Turchia, espandendosi agli altri paesi del bacino del Mediterraneo.

Gli antichi faraoni egizi, tra le portate più ambite dei loro sontuosi banchetti, annoveravano primitive forme di granite. Cleopatra offrì con successo a Cesare ed Antonio frutta mescolata a ghiaccio. Il generale Quinto Fabio Massimo inventò una ricetta tipo sorbetto; Quinto Massimo Gorgo afferma che il primo ad introdurre ufficialmente nei banchetti l’uso del gelato fu l’imperatore Nerone, il quale nell’anno 62 d.C. offrì ai suoi invitati una bevanda consistente in frutta tritata, miele e neve.

Durante il Medioevo, in Oriente, venne realizzata la decisiva scoperta del sistema per congelare i succhi di frutta ponendoli in recipienti circondati di ghiaccio tritato. La parola sorbetto sembra tragga origine proprio dall’arabo scherbet = dolce neve oppure dall’etimo, sempre arabo, sharber = sorbire, da cui passando attraverso la lingua turca, sarebbe stato coniato il termine chorbet.

I Crociati, di ritorno dalla Terra Santa, portarono sulle mense dei ricchi d’Europa raffinatissime ricette di sorbetti a base di agrumi, gelsi e gelsomini. Marco Polo, verso la fine del XIII secolo, al termine del suo famoso viaggio in Asia, riportava dalla Cina nuove idee per il congelamento artificiale, grazie ad una miscela di acqua e salnitro. Nel corso del Medioevo i sorbetti spariscono dalle mense insieme ad altri cibi raffinati, accusati di simboleggiare il peccato.

Alla fine del ‘300 risorge l’arte del vivere e del mangiar bene insieme al consumo dei sorbetti. Il vero e proprio trionfo del dolce freddo sulle tavole dei potenti avviene nel Cinquecento, con l’afflusso dai nuovi continenti di frutta, piante nuove, aromi e spezie, tè, caffè, cacao.

Presso la corte medicea di Firenze, i sorbetti hanno un posto d’onore all’interno delle feste e dei banchetti. Originariamente somiglianti alla gremolata, furono in seguito sostituiti da un vero e proprio gelato montato, ottenuto roteando il liquido da congelare in primitive sorbettiere immerse in mastelli di legno pieni di ghiaccio frantumato e sale. La miscela così ottenuta veniva poi immessa in stampi di metallo, mantenuti molto tempo sotto il ghiaccio, a forma di piramidi, di frutti giganteschi, di agnelli, di colombe, che, sformati al momento del pranzo su capaci vassoi, facevano da coronamento ai sontuosi convivi dell’epoca. Il primo ad introdurre a corte questa novità, fu un certo Ruggeri, un fiorentino venditore di polli: partecipando ad un concorso indetto dai signori di Firenze, con il suo sorbetto vinse e divenne famoso in tutta la regione. Caterina de’ Medici, quattordicenne, sposando Enrico d’Orleans, volle il Ruggeri con sé a Parigi: in tal modo si trasferì in Francia la ricchezza culturale del Rinascimento italiano.

Bernardo Buontalenti e Francesco Procopio de’Coltelli personaggi di primo piano della storia del gelato

A Firenze frattanto si affermava Bernardo Buontalenti, artista insigne, uomo dall’ingegno multiforme, animatore incomparabile dei festini del granduca Cosimo I. Avendo ricevuto l’incarico di organizzare i festeggiamenti per accogliere una delegazione spagnola, Buontalenti allestisce rappresentazioni teatrali nei giardini e sull’Arno, un grande spettacolo nella fortezza da Basso, fuochi artificiali e prepara una crema aromatizzata con bergamotto, limoni ed arance, refrigerata con una miscela di sua invenzione.

Il siciliano Francesco Procopio de’ Coltelli, un secolo dopo, con una rudimentale sorbettiera costruita e lasciatagli in eredità dal nonno, affrontò l’avventura di un lungo viaggio sulle strade della nostra penisola con l’intento di conquistare Parigi. Nell’anno 1660 aprì il suo primo caffè-gelateria nella capitale transalpina. Luigi XIV, il Re Sole, lodò pubblicamente i suoi prodotti contribuendo ad aumentare il suo successo. In seguito ampliò il suo locale e si trasferì alla rue de l’Ancienne Comédie Française, aprendo un ritrovo al quale diede il proprio nome, chiamandolo Café Procope,  diventato poi uno dei più celebri caffè letterari d’Europa. Un altro gelatiere italiano che incontrò il successo a Parigi fu il Tortoni, il quale fondò il celebre Café Napolitainse, locale rinomatissimo nel quale Gioacchino Rossini si recava per ristorarsi.

All’inizio del 1700 il dolce freddo è pienamente affermato in tutte le corti e capitali d’Europa mentre contemporaneamente, nei caffè più prestigiosi di Venezia, Torino, Napoli e Palermo, trionfano menu speciali a base di gelato.Anche negli Stati Uniti la storia del gelato ha registrato delle tappe fondamentali. Il gelato riscuote un’indicibile fortuna: merito del genovese Giovanni Bosio, che, nel 1770, apre a New York la prima gelateria.

Risulta che  la prima sorbettiera a manovella sia stata creazione di una donna, l’americana Nancy Johnson, nel 1846. D’altronde il lavoro eseguito con la spatola nelle vecchie sorbettiere era molto faticoso. Non stupisce dunque che una donna abbia pensato a mettere una manovella sopra il contenitore della sorbettiera per girare il composto al fine di evitare che si formassero cristalli di ghiaccio.

Dopo la metà del 1800  i nostri gelatieri, soprattutto veneti, invadono le capitali della Mitteleuropa, consolidando la vendita ambulante di gelato soprattutto in Austria ed in Germania.

Il ‘900 è anche il secolo in cui si inventa il cono. Anche se l’invenzione del cono è una tappa fondamentale della storia del gelato e viene attribuita a diversi personaggi, una cosa è certa: fu un bellunese, Italo Marchioni, nato nel 1868 a Peaio di Vodo, nel Cadore, emigrato negli Stati Uniti, a brevettarla. Il gelato fino ad allora veniva consumato in recipienti di vetro o ceramica che venivano lavati alla buona nelle strade. Marchioni già nel 1896 ebbe l’idea di fabbricare un cono di cialda, che gli risparmiava lavoro ed era anche commestibile. L’invenzione gli sembrò così originale che decise di ottenere il riconoscimento ufficiale. Il suo disegno si realizzò il 13 dicembre 1903 quando il gelatiere presentò all’Ufficio brevetti di New York il progetto di «uno stampo per fabbricare coppe e cialde per gelati» che venne registrato con il numero 746971.

Nel Nel 1906, nei caffè di Milano appaiono le parigine o nuvole, una porzione di gelato compressa tra due ostie di pasta wafer rotonde, quadrate o rettangolari, inventate da Giovanni Torre di Bussana, che, di ritorno da Parigi, inizia il commercio ambulante di gelati.

Il bolognese Otello Cattabriga, nel 1927, costruì la prima gelatiera automatica e, rendendo il lavoro meno faticoso, permise anche al gentil sesso l’ingresso nei laboratori di produzione.

Tra gli anni ‘50 e 60 la vera produzione di gelato artigianale rischia di scomparire, con il successo clamoroso dell’ice-cream, il gelato industriale, ampiamente reclamizzato e distribuito. Fortunatamente, grazie, in particolare, all’ attività di un Comitato di gelatieri di Milano, il gelato artigianale ebbe una vera e propria rinascita: oggi le gelaterie artigianali in Italia sono migliaia, un primato che tutto il mondo ci riconosce.

Questi sono solo alcuni dei principali cenni storici colti qua e là in diversi testi, ricerche e pubblicazioni web, anche estere. Ma la storia del gelato non finisce qui. Dopo le  prime “innovazioni” che all’inizio del 1900 hanno dato il via alla moderna gelateria, molti cambiamenti e miglioramenti – che possiamo riscontrare nelle attuali gelaterie – si sono susseguiti e continuano ancora per migliorare il prodotto e le fasi produttive e di commercializzazione.

Fonte: https://gelatonews.it/storia-del-gelato/

Il gelato moderno, una storia tutta italiana

Ricostruire chi inventò il gelato è una perdita di tempo: infatti sin dall’antichità più remota i tentativi di rinfrescarsi e dissetarsi con la neve o il ghiaccio, magari aggiungendo un sapore diverso (come il succo di frutti locali o il miele), furono pratiche comuni e intuitive in ogni continente.

Le fonti sono comunque concordi nell’identificare gli italiani come gli inventori del gelato moderno. Stando a quanto riporta Quinto Fabio Gorgo, nel 62 d.C. Nerone introdusse a Roma i primi dessert elaborati a base di frutta, miele e neve. Tuttavia per passare dalle nivatae potiones di epoca imperiale a una forma più evoluta bisognerà attendere il XVI secolo. A contendersene la paternità sono un tal Ruggeri, pollivendolo fiorentino, e il suo concittadino Bernardo Buontalenti, di professione architetto. Verosimilmente le cose andarono in questo modo: Ruggeri si aggiudicò la vittoria di un concorso indetto dalla corte medicea per l’invenzione del piatto più originale. Il suo «ghiaccio con acqua inzuccherata e profumata» ebbe un tale successo che nel 1533 Caterina de’ Medici lo portò con sé a Parigi, in occasione delle nozze con il duca d’Orléans, il futuro Enrico II. Questo narra la vox populi, ma la documentazione ufficiale scarseggia. L’architetto Bernardo Buontalenti invece sottopose a Cosimo il Vecchio una nuova ricetta: quella di una crema fredda a base di latte, tuorlo d’uovo, miele e vino aromatizzato con bergamotto, limone e arancio. L’invenzione venne offerta a un ospite di tutto riguardo, Carlo V di Spagna, e il successo fu travolgente.

La conservazione del ghiaccio

All’epoca il grande problema tecnico era la produzione del ghiaccio. In tutta la penisola italiana ci si ingegnava per conservare questo elemento preziosissimo, considerato dalle classi agiate un ingrediente di lusso ma che, al tempo stesso, era un prodotto indispensabile per la conservazione degli alimenti e per le attività ospedaliere. In Sardegna, ad esempio, ancora oggi si può percorrere il “Camminu de is niangios”: dal cinquecento all’ottocento operai stagionali portavano la neve ghiacciata conservata nelle domus de su nie, le case della neve, dai monti del Gennargentu fino alla pianura per poi rivenderla in blocchi. In Sicilia, invece, la neve veniva conservata in cavità naturali dette “neviere” durante l’inverno; solo dopo veniva portata in città su carri e coibentata con strati di cenere e felci. Il gentiluomo scozzese Patrick Brydone raccontava nel 1767: «Non c’è festa organizzata dalla nobiltà in cui la neve non rivesta un ruolo importante: la mancanza di neve, dicono loro stessi, sarebbe più grave della mancanza di grano o di vino».

Più articolata era la situazione a Torino, il cui sottosuolo era percorso da gallerie sotterranee costruite per la difesa della città. Una mappa risalente al 1753 riporta che nella zona di porta Palazzo si trovava un’area adibita a ghiacciaia dove venivano conservati i blocchi portati in estate dalle Alpi e successivamente utilizzati dagli ambulanti del mercato. Sul Carso triestino, invece, erano famose le jazere di Draga Sant’Elia, sviluppatesi a partire dal XVIII secolo. Si trattava di profondi pozzi in muratura, scavati in prossimità degli stagni, dai quali si intagliavano blocchi di ghiaccio di circa 80×20 cm, che poi venivano estratti con un particolare tipo d’ascia e uncini di ferro. Quindi i blocchi venivano depositati nelle jazere alternando strati di foglie secche. Un chilo di ghiaccio poteva arrivare ad avere lo stesso valore di un chilo di carne e i maggiori acquirenti erano la più grande birreria della città, la Dreher, e gli ospedali. Carri carichi di ghiaccio partivano prima dell’alba dall’altipiano in direzione di Trieste, ma prima ancora di arrivare a destinazione avevano già venduto tutto il carico ai macellai che attendevano la carovana lungo la strada.

La produzione del ghiaccio artificiale invece fu una questione alchemica. Sin dal Medioevo veniva realizzato aggiungendo nitrato di potassio al ghiaccio naturale. L’altro additivo era l’anidride solforosa, che portava la temperatura a -30°C. Nel 1626 un tale Santoro riuscì a ottenere lo stesso risultato aggiungendo alla neve del sale da cucina in proporzione di 1:3. Nel 1597 Galileo inventò il termometro, che consentì di perfezionare i dosaggi. Le prime macchine del gelo, chiamate sorbettiere, erano cilindri di terracotta rivestiti nei quali venivano messi ghiaccio e ingredienti chimici. Via via che il prodotto si cristallizzava, il gelataio lo raccoglieva con la spatola. Successivamente venne introdotta una manovella per facilitare la produzione di un gelato più fine.

Gelato e migrazioni

La storia del gelato è anche una storia di emigrazione, a partire dal già citato Ruggeri e fino ad arrivare a Procopio de’ Coltelli, pescatore siciliano il quale, dopo aver perfezionato una macchinetta per la produzione del ghiaccio inventata da suo nonno Francesco, decise di fare il grande salto trasferendosi a Parigi. Lì nel 1686 aprì il caffè Le Procope, destinato a diventare il locale più in voga della capitale francese. Al Le Procope si potevano apprezzare le acque gelate (le nostre granite) e i gelati di frutta diventati poi classici, come il gelato al succo di limone o di arancio. Ma era possibile provare anche gusti più particolari, come i fiori d’anice, di cannella o la crema frangipane gelata. Il successo fu tale che Luigi XIV conferì al locale una concessione esclusiva per la produzione di questi dessert.

Una migrazione dovuta invece alla povertà fu quella rappresentata dagli abitanti del Cadore e della Val di Zoldo, in Veneto. Alla fine dell’ottocento, con il crollo della Serenissima Repubblica di Venezia, questi si erano trovati a fronteggiare una grave crisi economica e demografica, che li aveva portati a emigrare a nord percorrendo dalla primavera alla fine dell’estate i territori dell’impero asburgico e vendendo gelati come ambulanti sui propri carrettini. A loro va il merito di aver reso popolare un prodotto fino a quel momento destinato alle élite.

La moda nel settecento

Fino al XVIII secolo il gelato fu curiosità e vanto dell’aristocrazia. Complici la diffusione dello zucchero e le nuove bevande coloniali (tè, caffè e cacao), conobbe da quel momento la sua epoca d’oro, tanto da venir citato persino nell’Encyclopédie di Diderot e d’Alembert: «Nome moderno che si dà ai liquidi di gusto gradevole e preparati con abilità e congelati in forma di teneri ghiaccioli; si possono congelare rapidamente tutti i liquidi ottenuti da succhi vegetali, servendosi di ghiaccio e di sale, oppure in mancanza di sale, con nitro e soda».

In tutta Europa fiorirono allora le sale da caffè, dove si potevano gustare le nuove bevande e i gelati, e dove si riunivano intellettuali illuministi e galanti modaioli che fecero la fortuna di questo genere di locali. L’avventuriero veneziano Giacomo Casanova racconta nelle sue memorie che i gusti più diffusi erano cacao, caffè e limone. Quest’ultimo veniva proposto anche nella versione “gelo al limone”: si toglieva la polpa e la si sostituiva col sorbetto. Inoltre i gelati erano talmente apprezzati che venivano serviti dai venditori ambulanti anche a teatro, durante l’intermezzo fra un atto e l’altro. Nello stesso periodo cominciarono a comparire le prime pubblicazioni dedicate all’argomento: nel 1775 il medico napoletano Filippo Baldini pubblicò il trattato De’ sorbetti nel quale sosteneva la tesi della salubrità dei cibi gelati contro le precedenti generazioni di medici che, invece, li sconsigliavano.

Ma già alla fine del XVII secolo il marchigiano Antonio Latini, capocuoco del viceré spagnolo di Napoli, aveva pubblicato Lo scalco alla moderna, overo l’arte di ben disporre i conviti, che comprendeva un capitolo dedicato ai sorbetti e alle acque ghiacciate. Fra le ricette, accanto ai classici come gli agrumi o i pinoli, ve n’erano anche alcune davvero insolite, come il gusto alla melanzana o alla zucca. Nel 1891 il gastronomo Pellegrino Artusi (considerato il padre della cucina italiana) pubblicò un libro diventato successivamente un best-seller, ovvero La scienza in cucina e l’arte di mangiar bene: la prima raccolta di ricette regionali dopo l’unificazione d’Italia. Fra i dessert proposti trovano spazio anche le novità come il gelato di torrone o di marroni, lo spumone di tè o il pezzo in gelo, una sorta di torta gelato.

Il gelato da passeggio invece nacque con l’invenzione del cono. Diverse sono le ipotesi circa la paternità di questo supporto. Le più note sono legate ai nomi di Italo Marchioni, italiano emigrato negli USA che nel 1903 brevettò un macchinario per la produzione dei coni, e di Giovanni Torre, ligure di Bussana che qui impiantò il primo forno atto alla produzione di cialde, poi presentato all’Esposizione di Torino del 1919. Ma gli italiani non sono gli unici a rivendicare la scoperta del cono: Ernest A. Hamwi, emigrato siriano a New York e venditore di frittelle di cialda tradizionali cotte in una pressa per wafer e note come zalabia, ebbe l’intuizione di farcirle col gelato del suo vicino di chiosco durante la fiera di Saint Louis, nel Missouri. Era il 1904. Cominciava così l’era del cono da passeggio.

La ricerca della novità è tuttora una costante: anche oggi infatti i mastri gelatai continuano a sperimentare gusti singolari, dal gorgonzola fino al carbone vegetale.

Fonte: https://www.storicang.it/a/il-gelato-moderno-storia-tutta-italiana_14715

Gelato di ieri e di oggi

Chi non conosce il gelato artigianale?
Se parliamo di cono, gusti, paletta, coppetta, non esistono fraintendimenti, tutti comprendono il significato di queste parole senza equivoci.
Ma vi siete mai chiesti se il gelato è nato esattamente così come lo conosciamo? Quando e dove e per quali ragioni è stato inventato?

Mangia e bevi, nella Bibbia
Per scoprire l’origine del gelato dobbiamo risalire nella notte dei tempi e come ogni invenzione che si rispetti, c’è confusione di personaggi, epoche e luoghi. Alcuni riportano che là dove la neve non esisteva, l’uomo si industriò a “fabbricare» il ghiaccio, riscaldando l’ acqua e successivamente collocandola in sotterranei freddissimi, dove il vapore acqueo gelava sulla roccia. Gli egizi si dice offrissero ai loro ospiti calici
d’ argento divisi a metà, una piena di neve e l’ altra di succhi di frutta. Ma anche nell’Antico testamento troviamo una affermazione di Abramo, che ci fa pensare che esistesse già una idea di gelato poiché si rivolge al figlio Isacco dicendo “Mangia e bevi: il sole è ardente e così puoi rinfrescarti”, facendo riferimento ad una bevanda composta da latte di capra misto a neve.

I primi carretti gelato sfrecciano nella Roma antica
Uno dei primi documenti storici in cui si parla di “gelato” arriva da un poeta greco vissuto ad Atene intorno al 500 a.c., che racconta quanto ai greci piacesse preparare bevande rinfrescanti con limone, miele, succo di melagrana, e naturalmente neve o ghiaccio.
Persino Alessandro Magno, durante le sue conquiste in India, pretendeva continui approvvigionamenti di neve da assaporare con il miele e per questo faceva costruire apposite buche scavate nel terreno (denominate Neviere). I primi a proporre una sorta di gelato somigliante all’attuale furono i Romani: lo testimonia la ricetta di Plinio il Vecchio che indica come mescolare ghiaccio tritato con miele e succhi di frutta e parla di un attivo commercio di neve dal Terminillo, dal Vesuvio e dall’Etna. Lungo le strade principali erano molto diffusi i Thermopolia, l’equivalente dei nostri carrettini dei gelati.

Alì Babà e i 40… sorbetti
Con la caduta dell’Impero si è perso quasi tutto il patrimonio delle raffinatezze alimentari, ma l’uso dei gelati si è mantenuto e perfezionato nel mondo arabo per tornare in Europa
attraverso la Sicilia, lungamente dominata dai popoli mediorientali. Il lemma “sorbetto” deriva dalla voce araba scherbet (dolce neve) o, secondo altri, da sharber (sorbire).

Nel Medioevo
Anche i Crociati contribuirono alla diffusione del gelato e ne divulgarono l’uso presso le corti del Nord Europa dove la neve certamente non mancava. Però erano preparazioni
semplici, vista la mancanza di frutta e di aromi tipici del profondo Mediterraneo. Ecco perché la Sicilia eccelle nell’arte dei gelati: frutta e neve dell’Etna sono state le fonti inesauribili per perfezionare e inventare nuovi gusti. I gelatai siciliani esportarono il “sorbetto” prima a Napoli, poi a Firenze, Milano e Venezia, quindi in Francia, Germania e Inghilterra. In Spagna il gelato si è diffuso in epoca più recente per merito dei portoghesi che lo scoprirono nelle Indie durante il periodo del loro florido commercio in quelle terre.

Ruggeri, Buontalenti e Procopio i papà del gelato moderno
La storia del gelato non è fatta solo di leggenda, esistono comunque dati certi: a Firenze ha avuto due padri, Ruggeri e Buontalenti.

Il primo, un pollivendolo e un cuoco a tempo perso si presentò ad una gara tra i migliori cuochi della Toscana indetta dalla Corte dei Medici, con tema “il piatto più singolare che si fosse mai visto”. Ruggeri decise di prendere parte al concorso preparando un “dolcetto gelato” con ricette ormai quasi dimenticate: il suo “sorbetto” finì con il conquistare tutti i giudici e così lui e la sua ricetta diventarono subito molto famosi in tutta la regione, e richiesti ovunque.
Buontalenti, architetto, scultore e chimico, nel 1565 fu incaricato di organizzare una sontuosa festa per gli ospiti spagnoli del Duca di Toscana. Fra i tanti manicaretti, offrì anche il gelato (la famosa crema fiorentina) che ebbe un enorme successo, tanto che gli spagnoli divulgarono la notizia in Europa.

Il commercio deve, invece, le sue origini a Francesco Procopio dei Coltelli: originario di Acitrezza (Catania), utilizzò un’invenzione del nonno e, dopo diverse prove, decise di partire alla volta di Parigi. Con l’uso dello zucchero al posto del miele e del sale mischiato a ghiaccio per un più lungo mantenimento, arrivò in Francia dove venne accolto come un inventore geniale. Nel 1686 aprì Le Procope e, dato l’enorme successo replicò in una sede più grande, oggi in rue de l’Ancienne Comédie, di fronte alla Comédie Française. Qui si servivano “acque gelate” (le granite) e gelati di frutta e ben presto diventò il più famoso cafè francese,frequentato da illustri personaggi come Voltaire, Napoleone, Gorge Sand, Balzac e Victor Hugo.

Il gelato da passeggio
Anche l’invenzione del cono gelato è rivendicata da più parti. Alcuni sostengono nacque nel 1904 durante la Fiera Mondiale di St Louis: un gelataio, avendo terminato i contenitori in cui proponeva i suoi gelati ai clienti, provò ad utilizzare dei wafer venduti da un banchetto lì vicino. Fu un successo enorme!
Altri (tra cui il Washington Post ) dichiarano che il cono è nato nel 1903 ad opera dell’immigrato Italo Marchiony, il quale ispirandosi all’antica arte italiana delle cialde, brevettò a New York il cono, dando così inizio al “gelato da passeggio”.

Da allora il gelato si è diffuso in tutto il mondo, con una miriade di gusti che spaziano dalla frutta fresca a quella secca, dalle creme allo yogurt, dal cioccolato al caffè per arrivare ai recentissimi gelati “salati” che offrono stimolanti sapori di formaggio o di erbe aromatiche, tali da incuriosire e accontentare il più possibile la clientela.

Fonte: https://www.ilgelatoartigianale.info/il-gelato/approfondimenti/gelato_di_ieri_e_di_oggi.kl

Storia del gelato: alla scoperta del dolce più buono del mondo

Cono, coppetta o in brioche “alla siciliana”? I modi di gustare il dolce simbolo dell’estate sono tantissimi. C’è chi lo ama solo in estate, chi non può farne a meno tutto l’anno. Ma molti si chiedono quali siano le sue origini. Esse sono antichissime e molteplici. Ecco le più affascinanti tappe della storia del gelato.

La bufala sul primo «Mangia e bevi» della storia dell’umanità

Molti non sanno che il fascino di questo gustoso e rinfrescante preparato è stato tale da generare anche una legenda metropolitana. Infatti, sul web circola molto una notizia sulla prima testimonianza dell’antenato del gelato. Essa arriverebbe nientemeno che dall’Antico Testamento. A scrivere per primo la storia del gelato sarebbe stato proprio Isacco, inventando il primo mangia e bevi.

Secondo molte voci del web, la Bibbia riporterebbe un passo in cui Isacco offrí ad Abramo latte di capra misto a neve. Ma questa citazione è in realtà una bufala. Infatti basta aprire il Sacro Libro per rendersi conto che tale passo non esiste.

Il primo vero antenato del gelato

Bufale e legende a parte, secondo alcuni storici, il gelato avrebbe origini neoclassiche. Ad affermarlo è la scrittrice Luciana Polliotti, considerata da molti una storica del gelato. L’autrice sarebbe venuta a conoscenza di un aneddoto riguardante Alessandro Magno. La Polliotti, nel suo libro Gelati Gelati, afferma che il grande militare e re di Macedonia era ghiotto di un preparato ricavato dalla mistura di neve miele e frutta. La nascita del gelato sarebbe quindi collocabile intorno alla seconda metà del 300 a. C.?

Le Nivatae Potiones Romane

Sembra proprio di sì. Infatti la rinfrescante passione di Alessandro Magno arrivò fino a Roma, dove ebbero origine le più conosciute Nivatae Potiones. Esse sarebbero state inventate da Quinto Fabio Massimo, il grande generale romano che riuscì a contrastare l’avanzata di Annibale durante la Seconda Guerra Punica.

Ma cosa sono le Nivatae Potiones? Si trattava di tipici dessert freddi a base di ghiaccio tritato, miele e frutta. Questi preparati, descritti anche da Seneca, venivano realizzati con la neve raccolta in inverno e depositata in delle cave. Questa, nel periodo estivo, veniva impiegata per miscelarla a vari ingredienti e andava servita non solo durante i pranzi, ma anche lungo le strade, dando origine forse ad una prima idea di street food. Le Nivatae Potiones furono i proptoipi di granite e sorbetti, che divennero famosi grazie anche al contributo dei nivaroli siciliani.

Il contributo dei nivaroli Siciliani fece conoscere il gelato alla Corte De’ Medici. Cosa aveva di speciale la neve dell’Etna? 

La storia del gelato vuole che il suo antenato arrivó anche in Sicilia nel periodo della dominazione araba. Ma solo nel Medioevo si scoprì che la modalità di preparazione siciliana aveva qualcosa di speciale. Il segreto stava nella conservazione della neve dell’Etna ad opera dei nivaroli, veri e propri professionisti che raccoglievano la neve dai monti Iblei, Nebrodi e Peloritani, conservandola nelle “neviere“. Esse erano anfratti naturali rifiniti con mattoncini o pietra, qui andava riposta la neve e ricoperta con la pietra lavica, per poi essere rivenduta nei mesi più caldi sotto forma di blocchi. Alcune neviere sono ancora visibili in alcune zone etnee.

Moltissimo tempo dopo, nel Rinascimento, periodo storico noto per la sua massima espressione artistica, ma anche per i suoi sfarzosi banchetti, le deliziose granite primitive diventarono talmente famose fino ad approdare alla Corte De’ Medici. L’invenzione fu di Bernardo Buontalenti, che studiò un nuovo metodo per conservare il ghiaccio in costruzioni seminterrate, in quella che ancora oggi è via delle Ghiacciaie. I primi gelati fiorentini erano realizzati facendo roteare un liquido da congelare (a base di frutta, miele o zucchero) in primitive gelatiere immerse in mastelli di legno pieni di ghiaccio frantumato e sale. La miscela veniva poi versata in stampi di metallo di svariate forme e mantenuti per molto tempo sotto il ghiaccio. Ma la vera e propria svolta nella storia del gelato avvenne solamente un centinaio di anni dopo.

L’evoluzione del gelato e la nascita della ricetta odierna

Caterina De’ Medici adorava queste freschissime preparazioni, tanto che cominciarono a fare il giro del mondo fino a giungere nelle bellissima Francia. Qui, intorno al 1660, la ricetta primitiva vide una profonda evoluzione grazie a Francesco Procopio, detto “De’ Coltelli”. Il cuoco di origini siciliane, trapiantato a Parigi, ereditò dal nonno un antico macchinario per la realizzazione del gelato. Egli fu il primo a sperimentare una nuova ricetta che prevedeva l’aggiunta del latte abbinato a succhi di frutta, ma anche cioccolatocaffè o pistacchi. Il nuovo gusto fece impazzire i parigini, tanto che Procopio aprí la prima gelateria della storia: il Caffè Procope, che esiste tutt’oggi.

La ricetta base del gelato di Procopio è stata una delle poche a essere rimasta invariata per millenni (nonostante il progresso e l’ausilio dei macchinari industriali) fino a giungere ai giorni nostri. Il dolce più amato del mondo oggi esiste in migliaia di varianti. Ma è al famoso cuoco italiano che si deve questa invenzione geniale, intramontabile, ma al contempo semplicissima.

Fonte: https://www.ultimavoce.it/storia-del-gelato-alla-scoperta-del-dolce-piu-buono-del-mondo/

Video:

«Come si prepara il gelato artigianale» | Le fasi di lavorazione

Lavorazione a freddo degli ingredienti per gelato artigianale

Semplice miscelazione degli ingredienti, breve riposo e successivo raffreddamento della miscela ottenuta, detta “mantecazione”. Questo metodo rapido, generalmente utilizzato per i gelati di frutta, i sorbetti e le granite può essere impiegato però anche per i gelati al latte e richiede una pulizia attenta in ogni fase della lavorazione per evitare di trasmettere carica batterica durante la manipolazione degli ingredienti.

Lavorazione a caldo degli ingredienti per gelato artigianale

Si ha quando si attua la pastorizzazione di tutti gli ingredienti. La lavorazione a caldo della miscela base è consigliata quando si producono grandi quantità di gelato artigianale. Questa base verrà adoperata in piccole frazioni, dilazionata nel tempo (entro 72 ore), aggiungendo poi in una seconda manipolazione la pasta aromatica, prima della mantecazione.

La pastorizzazione del gelato artigianale

Per abbattere la carica batterica, la miscela da gelato artigianale è sottoposta a pastorizzazione. Pastorizzare un liquido vuol dire riscaldarlo a una temperatura compresa fra +65°C e +85°C, farlo sostare a quella temperatura per tempi proporzionati alla temperatura stessa (più alta è la temperatura, più breve è la sosta) e quindi raffreddarlo velocemente fino alla temperatura media di conservazione 4°C/5°C, all’interno del pastorizzatore. L’intero processo di pastorizzazione deve durare meno di due ore. Ma è importantissimo che la fase di raffreddamento si compia in meno di un’ora. Parallelamente a questa fase, si svolge la fase di omogeneizzazione, che serve a rendere uniforme la miscela. Durante il ciclo di pastorizzazione infatti le sostanze grasse presenti nel composto, notoriamente meno idrosolubili, vengono spezzettate ed amalgamate nella miscela in modo da renderla omogenea.

La maturazione del gelato artigianale

Questa fase serve a far sì che i diversi ingredienti che compongono la miscela si amalgamino perfettamente, assorbendo così la parte liquida aggiunta (acqua e/o latte). La maturazione deve durare da 4 a 6 ore. La temperatura di maturazione sta attorno ai 4°C, cioè quella di un normale frigorifero a temperatura positiva.

La mantecazione del gelato artigianale

Il processo di gelatura è senza dubbio l’operazione più importante nella produzione del gelato artigianale, poiché da essa dipendono per buona parte la qualità e la resa del prodotto. 
Il processo di gelatura si può suddividere in due operazioni ben diverse:

• congelamento, nel quale la miscela da gelare è congelata sotto agitazione e in presenza d’aria;
• indurimento, nel quale il gelato artigianale subisce un ulteriore congelamento, senza agitazione e interventi di elementi esterni.

La composizione degli ingredienti di una miscela influisce sul corpo del gelato artigianale, mentre il congelamento influisce sulla struttura.

Fonte: https://www.fabbri1905.com/speciali/per-i-professionisti/come-si-prepara-il-gelato-artigianale–le-fasi-di-lavorazione.kl

Video:

Ricetta (e consigli) per un gelato fatto in casa perfetto!

Come fare il gelato in casa?

Gli ingredienti, abbiamo detto, sono pochi e davvero semplici: zucchero bianco semolato, latte intero e panna (se lo desiderate potete aggiungere anche estratto di vaniglia o vanillina).

  1. Con le fruste elettriche o la planetaria montate la panna con lo zucchero.
  2. Aggiungete a filo anche il latte ben freddo (che potete aromatizzare a piacere).
  3. Ponete in freezer in una vaschetta e procedete con la mantecatura.

A questo punto, ecco come procedere se avete la gelatiera, se non ce l’avete oppure con il Bimby.

Gelato senza gelatiera

Se non avete questo elttrodomestico, tiratelo fuori dal congelatore ogni 30 minuti e rimescolatelo per un totale di 6 volte.

Gelato con la gelatiera

Mettetelo al suo interno per circa 30 minuti o finché non sarà abbastanza cremoso.

Gelato con il Bimby

Un frullatore, fate congelare del tutto per almeno 6 ore, poi frullatelo.

Ricette di gelato

La ricetta del gelato al fiordilatte è la base, alla quale faremo delle aggiunte: per la variante alla crema, ad esempio, uniremo dei tuorli d’uovo, mentre per quella al cioccolato, aggiungeremo ovviamente il cioccolato…

Gelato alla crema

Per la variante alla crema, oltre agli ingredienti già citati, dovrete aggiungere anche due tuorli. La preparazione si complica leggermente – ma nemmeno troppo: vediamo insieme!

  1. Montate i tuorli con lo zucchero in modo da ottenere un composto spumoso.
  2. Aggiungete la panna e il latte e mescolate (sempre con le fruste elettriche). Mettete il composto sul fornello a fuoco basso per circa quindici minuti e mescolate in continuazione: non deve bollire, ma solo pastorizzare.
  3. Lasciate raffreddare, poi ponete in freezer. Dopo 30 minuti tiratelo fuori e rimescolatelo (per 6 volte).

Gelato al cioccolato

Per la variante al cioccolato, oltre a tuorli, panna, latte e zucchero, dovrete aggiungere anche 150 g di cioccolato fuso. Potete scegliere quello fondente al latte o bianco (in tal caso, visto che è molto dolce, potrebbe essere necessario dimezzare lo zucchero).

Gelato alla frutta

Per la variante alla frutta, invece, oltre a tuorli, panna, latte e zucchero, dovrete includere 200 g di frutta fresca di stagione.

  1. Mettete tutti gli ingredienti sul fuoco per 15 minuti.
  2. Frullate con un minipimer e passate con un colino a maglie strette prima di procedere con la mantecatura.

Gelato furbo (con frutta o latte congelato): pronto in 10 minuti!

Avete solo 10 minuti di tempo? Niente paura: con un piccolo accorgimento potrete preparare il gelato ogni volta che volete. Dovrete semplicemente tenere sempre della frutta congelata in freezer. Procuratevi quindi:

  • 200 g di frutta fresca a scelta congelata
  • 100 g di zucchero bianco semolato
  • 250 ml di latte intero
  • 150 ml di panna
  1. Ponete il tutto nel robot da cucina e azionate ad intermittenza fino al ottenere un composto cremoso ed omogeneo.
  2. Aprite un paio di volte il frullatore per rimestare il gelato in modo da ottenere una crema omogenea.

Secondo lo stesso procedimento, potete anche mettere a congelare i 250 g di latte in modo da ottenere il gusto di gelato desiderato.

Trucchi e consigli di Primo Chef

– Per renderlo più morbido e denso potete aggiungere amido di riso, maizena o fecola di patate; aggiustate le dosi di volta in volta se il risultato non vi soddisfa, ma non esagerate altrimenti il sapore sarà “farinoso”. In alternativa, in commercio trovate anche dei preparati addensanti per gelato.

– Per evitare che si formino granelli, grumi o cristalli di ghiaccio vi consigliamo di essere costanti nella mantecatura: ogni mezz’ora togliete il gelato freezer e mescolate il composto dall’esterno verso l’interno, per un totale di almeno sei volte.

Conservazione

E se, una volta fatto, non lo consumate subito? Ovviamente andrà messo in freezer – dove si conserverà per una settimana se fate pastorizzare le uova (ponetele in una ciotola a bagnomaria e montate con lo zucchero fino al raggiungimento dei 60-65°C).

Nel congelatore diventerà molto duro quindi, almeno un’ora prima di gustarlo, lasciatelo scongelare in frigorifero: eviterete un brusco shock termico! In alternativa, dividete.

Fonte: https://primochef.it/gelato-fatto-in-casa/ricette/#Gelato-fatto-in-casa?refresh_ce

Come fare il gelato in casa senza gelatiera e in poco tempo

Chi lo dice che non si può preparare il gelato senza gelatiera? Per gustare un buon gelato non occorre andare ad acquistarlo in gelateria, ma possiamo farlo comodamente a casa. La cosa più interessante è che per prepararlo bastano pochi e semplici ingredienti, tutti naturali, senza la necessità di aggiungere conservanti o additivi artificiali.

Gli ingredienti base per preparare un buon gelato senza gelatiera sono facili da reperire, se non addirittura già presenti nella nostra cucina. Tra essi abbiamo: latte, panna, zucchero, yogurt e frutta. I modi per realizzarlo variano a seconda del gusto che si sceglie di fare, ma in generale sono tutti molto semplici.

Qui di seguito proponiamo una serie di ricette molto facili per preparare il gelato senza gelatiera. Prima di tutto sveliamo come fare il gelato alla frutta, un gelato istantaneo che può essere gustato immediatamente senza il bisogno di riporlo in freezer a solidificare. A seguire le ricette per fare il gelato al fior di latte e poi quello alla stracciatella.

Gelato alla frutta. Per preparare questo gelato si ha bisogno di frutta surgelata tagliata a pezzetti; si può scegliere la frutta che si preferisce, come fragole, ananas o frutti di bosco. Si mette all’interno di un frullatore 250 gr di frutta surgelata, 250 ml di yogurt bianco freddo, due cucchiai di miele e si frulla fino ad ottenere un composto cremoso. Il gelato può essere consumato subito o conservato in freezer.

Gelato fior di latte. Per fare questo gelato senza gelatiera occorrono: 400 ml di latte condensato freddo; 500 ml di panna fresca; 2 cucchiai di rum. Si monta a neve ben ferma la panna evitando di farla stracciare; in una ciotola si lavora insieme il latte condensato freddo e il rum. Fatto ciò si aggiunge la panna montata e si amalgamano i due composti. Si versa il gelato in una vaschetta di plastica e si mette a rassodare in freezer per alcune ore.

Il gelato alla panna è senza dubbio il gusto preferito dai più piccoli. Il segreto di questo gelato sta nell’aggiungere agli ingredienti del liquore, necessario per evitare che il gelato si cristallizzi mantenendo la cremosità. Il gelato alla panna è molto versatile, infatti basta aggiungere scaglie di cioccolato per trasformarlo in una squisita stracciatella.

Fonte: https://www.supereva.it/come-fare-il-gelato-in-casa-senza-gelatiera-e-in-poco-tempo-7953

Gelato fatto in casa: come prepararlo cremoso e leggero in 6 mosse (senza gelatiera)

Gelatiera? No, grazie

Il 24 marzo è la nona edizione del «Gelato Day». Ed è il momento giusto per vedere come è cambiato l’approccio degli italiani verso questo amatissimo prodotto artigianale. Durante la pandemia — rileva l’Osservatorio «Gelato-Delivery», realizzato da Deliveroo, in collaborazione con Sistema Gelato — gli ordini sono cresciuti sulla piattaforma del 215 per cento (maggio 2019 vs maggio 2020). I gusti più ordinati sono stati i grandi classici: pistacchio, stracciatella e nocciola. Scelti prevalentemente per la merenda o per il dopocena, soprattutto nel fine settimana. Il 2020, con le sue complessità, inoltre, non è stato solo un anno di chiusure, ma anche di grande creatività e intraprendenza nel mondo del gelato. Il “chimico-gelatiere” Stefano Guizzetti di «Ciacco Lab» a Parma e a Milano ha realizzato il primo gelato barricatoIginio Massaridopo 30 anni ha riportato il gelato nelle sue pasticcerie a Brescia, Milano e Torino. Paolo Brunelli ha debuttato con la sua terza pasticceria-gelateria a Marzocca, una frazione di Senigallia. Poi, ha aperto a Milano «Nosh»: una gelateria-boutique che utilizza solo ingredienti biologici, di origine controllata e a km 0. Sempre nel capoluogo lombardo ha aperto «Crema», promosso da Giorgio Bulgari, che offre: «oltre 50 stili di gelati e sorbetti, una varietà straordinaria di cioccolati e creme». Un mondo in movimento che sarà raccontato in un’edizione tutta digitale di «Sigep EXP», la versione virtuale del Salone Internazionale di Gelateria, Pasticceria, Panificazione Artigianali e Caffè di Italian Exhibition Group: quest’anno, fra le novità, ci sono l’inaugurazione di nuovo canale YouTube dedicato al Gelato Day e un video contest che metterà alla prova maestria e creatività degli artigiani del gelato e permetterà agli appassionati di scoprire quante dosi di abilità e tradizione e quante di fantasia ed estro sono alla base di un perfetto gelato artigianale. Noi di Cook, per celebrare questo giorno speciale, vi proponiamo, invece, una ricetta sana, facile e veloce per preparare un buon gelato in casa anche se non siete muniti di gelatiera. Certo, è indubbio, servendosi dell’apposito apparecchio il gelato sarà più cremoso e mantecato, ma per chi sa accontentarsi esistono vari sistemi per aggirare l’ostacolo. Vi spieghiamo come fare per ottenere, con poco sforzo e con soli tre ingredienti, un gelato allo yogurt senza l’uso della gelatiera, grazie ad un buon frullatore o un buon robot da cucina.
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Ingredienti

Prendete 250 g di yogurt alla frutta, va bene anche magro, frullatelo con 200 g di frutta ben lavata. Scegliete quella che più vi aggrada, purché di stagione. Se biologica potete anche evitare di sbucciarla. Aggiungete 50 g di zucchero.

Contenitori

Versate il frullato in formine per il ghiaccio e mettetele nel freezer. Ci vorrà qualche ora per farle congelare. Potrete tenerne una scorta da parte da tirar fuori all’occorrenza.

Il frullatore

A questo punto non vi resterà che mettere i cubetti ghiacciati nel frullatore o nel robot e azionare. Dopo qualche secondo otterrete delle briciole.

La crema

Mescolatele con un cucchiaio fino a ottenere una crema e servite.

Le varianti

Questo metodo per fare il gelato in casa, poco ortodosso a dire il vero, si presta a molteplici varianti. Se vi piace un gelato più grasso e consistente potete utilizzare il mascarpone al posto dello yogurt, oppure panna miscelata a yogurt. Per i gusti non avete di che sbizzarrirvi.

Fonte: https://www.corriere.it/cook/news/cards/gelato-fatto-casa-come-prepararlo-6-mosse-senza-l-uso-gelatiera/gelatiera-no-grazie_principale.shtml

Il gelato artigianale fatto in casa (tipologie e nozioni base)

gelati sono il dolce fresco preferito in estate da grandi e bambini, il dessert e la merenda perfetta per combattere il caldo. Per fare il gelato in casa serve solo un Bimby o una gelatiera, possibilmente di buona qualità per evitare che rimangano troppi cristalli di ghiaccio, se ne trovano anche a prezzi modici. Si può fare il gelato anche senza gelatiera, anche se è proprio questa che garantisce una risultato ottimale.

Nella ricette per un gelato da professionisti c’è zucchero invertito, saccarosio, destrosio e stabilizzanti (semi di carrube, gomma di guar, lecitina di soia..) questo perchè le gelaterie ed i ristoranti necessitano di una caratteristica strutturale del prodotto finito prima che venga mangiato, per questo usano questo genere di prodotti.
Per esempio  in un ristorante il gelato viene preparato in cucina, viene portato dal cameriere, il cliente non è al tavolo ed arriva dopo 5 minuti ed il gelato è sciolto completamente. In questo caso gli stabilizzanti aiutano a mantenere la struttura del prodotto e gli altri ingredienti lo rendono perfettamente cremoso per mantenersi anche se non viene mangiato immediatamente.

In casa però, i tempi di consumo sono molto più brevi, per questo vi darò la ricetta per fare il gelato completamente al naturale (con gli ingredienti base: panna, latte, zucchero, tuorli ecc.) e la dose di semi di carrube da aggiungere nel caso vi serva un pizzico in più di struttura.

Il bilanciamento degli ingredienti nel gelato è fondamentale per avere una buona struttura, i grassi devono essere equilibrati con gli zuccheri sia nella ricetta base che nelle varianti per ogni gusto se il prodotto finito è di buona qualità.

Come si fa a capire se il gelato che mangiamo o facciamo è ben bilanciato?

Se il gelato è “sabbioso” ci sono troppi latticini.
Se il gelato è troppo liquido e senza corpo ci sono troppi zuccheri.
Se il gelato è troppo granuloso e ghiacciato ci sono pochi zuccheri.
Se mangiando il gelato vi rimane una patina sulla lingua è troppo grasso.

Per fare i gelati esistono 3 ricette base:

  1. BASE BIANCA: per i gelati gusto menta, yogurt, amarena, fior di latte, caffè, vaniglia, mascarpone, stracciatella..
  2. BASE GIALLAper i gelati gusto cioccolato, biscotti, pistacchio, nocciola, bacio, nutella..
  3. BASE FRUTTAper tutti i gelati di frutta fresca ( albicoccapesca, fragole, banane, cocco, limone, kiwi, melone, cocomero, ananas, mela verde..) solitamente si fanno con uno sciroppo di acqua e zucchero, se non contengono latticini sono sorbetti, mentre con l’aggiunta di panna diventa gelato perchè rimane più cremoso. 

BILANCIAMENTO INGREDIENTI

In base alla tipologia ed il gusto di gelato che dovete fare preparate gli ingredienti valutando l’apporto di grassi e zuccheri, poi si miscelano gli ingredienti.

PASTORIZZAZIONE

Dovrete portare gli ingredienti a temperature più alte per ridurre la carica batterica contenuta, perciò potete scegliere se portare il composto alla temperatura di 65°C x 30 minuti (pastorizzazione bassa) oppure a 85°C per 2 minuti (pastorizzazione alta).

RIPOSO

Dovete far riposare il composto per 6 ore circa (o anche di più) ad una temperatura di 4-5 °C (in frigo).

MANTECATURA

In questa fase il composto deve stare a temperature basse e deve incorporare aria, cosa che farà la vostra gelatiera una volta azionata. Incorporando aria si solidificherà il composto rimanendo cremoso. Se non avete una gelatiera potete tenere il composto in congelatore ed andare a mischiarlo bene molto spesso per alcune ore.

CONSERVAZIONE

Purtroppo il gelato artigianale e naturale non rimane sempre cremoso, quando si mette in freezer e si conserva nel tempo tende ad indurire. Quando lo servite quindi, toglietelo dal congelo poco prima e con uno spallinatore servitelo.

Fonte: https://lapenisoladelgusto.it/ricetta/gelato-artigianale/?currentPage=28&recordId=35193-149

Come preparare il gelato fatto in casa?

Gli ingredienti giusti per un buon gelato fatto in casa

La prima cosa, fondamentale, sono gli ingredienti. Lattepannazucchero, poi quello che più preferite. Se scegliete frutta di stagione potrete limitare al minimo la quantità di dolcificante da aggiungere e potrete provare anche la ricetta del gelato vegano fatto in casa. Per la crema serviranno le uova, che qualcuno, per la verità, unisce comunque a ciascuna delle proprie ricette per favorire l’emulsione. A seconda dei gusti è facile trovare la ricetta più adatta: i più golosi potranno sciogliere del cioccolato, mentre gli amanti della frutta potranno sperimentare abbinamenti e gusti particolari che difficilmente si trovano in commercio. Molti preferiscono partire da frutti precedentemente congelati, ma non è un requisito richiesto da tutte le ricette: in ogni caso la frutta andrà frullata e passata attraverso un colino se ci sono dei piccoli semi. Uno dei trucchi del procedimento di preparazione del gelato in casa sta nel non scaldare troppo il latte in cui scioglierete lo zucchero, spegnendo il fuoco prima che raggiunga il bollore.

Lo strumento giusto

Assieme ad ingredienti di prima qualità, tuttavia, occorre lo strumento giusto per preparare un buon gelato fatto in casa. Sempre più spesso in commercio si trovano gelatiere autorefrigeranti, che non hanno bisogno di essere messe in freezer alcune ore prima dell’utilizzo e tagliano di conseguenza i tempi di preparazione. A disposizione, soprattutto per la produzione di piccole quantità, si trovano anche gelatiere a manovella.

E se manca la gelatiera?

Avete voglia di provare a preparare il gelato con le vostre mani ma non siete sicuri che lo farete così spesso che valga la pena di acquistare il macchinario pensato per automatizzare il procedimento? Non c’è bisogno di rinunciare. Preparare il gelato senza gelatiera potrebbe addirittura essere un modo per stupire i vostri ospiti portando in tavola un dessert del tutto originale. Basterà seguire alcuni piccoli accorgimenti per assicurarsi un risultato morbido e cremoso. Per quanto riguarda gli ingredienti, la ricetta è molto simile a quella che si segue impiegando la gelatiera. La panna si unisce una volta montata. Al momento di amalgamare latte, albume e zucchero al resto degli ingredienti, la bacinella va messa in un contenitore più grande pieno di ghiaccio per velocizzare il raffreddamento. Quando si sceglie di fare a meno dell’elettrodomestico, però, non bisogna dimenticare di considerare bene il tempo a disposizione: pur non essendo difficile fare il gelato senza gelatiera, occorre attendere alcune ore prima che sia pronto.

Un’arte che richiede pazienza

È un’arte che richiede pazienza, del resto, quella del gelato. Per ottenere la consistenza perfetta senza l’apparecchio studiato apposta per lavorare il composto di base, il gelato va lasciato riposare nel congelatore per un’ora circa in un contenitore basso a ampio, coperto con una pellicola trasparente direttamente a contatto con il contenuto. Una volta trascorso questo tempo bisognerà togliere il contenitore dal freezer e mescolare delicatamente con una forchetta o una paletta. L’operazione andrà ripetuta a intervalli regolari fino a che non si raggiunge il risultato desiderato. Taluni accorciano l’attesa tra una lavorazione e l’altra aumentando la frequenza delle operazioni di mescolamento, ma resta sostanzialmente di qualche ora il tempo necessario per ottenere un ottimo gelato fatto in casa.

Fonte: https://www.paginegialle.it/magazine/food/gelato-fatto-in-casa-14036

Come fare il gelato in casa buono come quello in gelateria

Preparare gli ingredienti in anticipo
Dopo aver spiegato come fare il gelato senza gelatiera, ecco come farlo a regola d’arte con la gelatiera. Innanzitutto è importante organizzarsi decidendo con anticipo che tipo di gelato volete fare e preparare tutto quel che vi serve: pesare gli ingredienti, lavare e tagliare la frutta, ridurre in scaglie il cioccolato per la stracciatella, sbriciolare i biscotti per il gelato ai cookies, tritare la frutta secca, preparare eventuali granelle e via dicendo.

La miscelazione deve essere omogenea
Una volta che gli ingredienti sono pronti, procedete a miscelarli considerando che la miscelazione può essere fatta a caldo o a freddo. Generalmente quella a caldo si fa per i gelati che prevedono le uova fra gli ingredienti. La cosa fondamentale di questa fase è che il composto risulti quanto più omogeneo possibile. Il suggerimento è quello di utilizzare un mixer ad immersione che vi aiuterà a ottenere un risultato perfetto.

Nella gelatiera il composto deve essere freddo
Il composto ottenuto dalla miscelazione deve essere versato nella gelatiera freddo, per cui se avete fatto la miscelazione a caldo, premuratevi di mettere il composto in frigorifero a raffreddare completamente. Accertatevi che la miscela sia in contenitore coperto in modo da non contaminarla con aromi e odori dei cibi presenti nel frigorifero.

Rispettare i tempi della mantecazione
Accendete la gelatiera quando è vuota e solo dopo aggiungete il composto. Questa fase si chiama mantecazione e la sua durata generalmente è di circa 30/40 minuti, a meno che non si tratti di granite e sorbetti che richiedono meno tempo. Per capire se il gelato è pronto guardate il composto: deve essere cremoso, denso e di volume maggiore rispetto a quando l’avete messo nella gelatiera. Nel dubbio meglio lasciarlo qualche minuto in più che in meno.

Preparare ricette semplici
Se siete alle prime armi, non complicatevi la vita. Preparate gelati che prevedono pochi ingredienti di facile reperimento. In un secondo momento, quando avrete preso la mano, potrete poi lanciarvi in gelati più elaborati. Ecco 2 ricette facili e di sicuro successo:

Gelato al fiordilatte
Ingredienti: 150 gr. di zucchero; 250 gr. di latte; 150 gr. di panna; 4 albumi d’uovo. Montate a neve gli albumi, aggiungete lo zucchero e sbattete fino ad avere una meringa fredda. Aggiungete il latte e la panna e mescolate fino ad avere un composto denso e omogeneo. Versate il tutto nel cestello della gelatiera e lasciate che lavori per almeno 30/40 minuti.

Gelato di fragole
Ingredienti: 300 g di fragole; 200 g di zucchero; 50 ml di panna liquida; succo di 1/2 limone; 250 ml di acqua. Mettete zucchero e acqua in una casseruola e fate bollire per cinque minuti; ritirate dal fornello e lasciate raffreddare. Aggiungete le fragole lavate, tagliate e frullate. Incorporate la panna e il succo di limone, mescolate bene il tutto, versate nella gelatiera e lasciate mantecare finché il gelato si solidificherà.

Fonte: https://dilei.it/cucina/come-fare-il-gelato-in-casa-buono-come-quello-in-gelateria/491173/

Prepariamo il gelato in casa senza gelatiera

Ingredienti

  • 0,5 l latte intero
  • uova
  • 6 cucchiai zucchero
  • 1 baccello di vaniglia
  • 2 cucchiai sale
  • q.b. cubetti di ghiaccio
  • 150 gr polpa di frutta fresca

Cosa comprare per

Prepariamo il gelato in casa senza gelatiera

La ricetta del gelato fatto in casa senza gelatiera è una vera magia, dedicata in particolare a chi non ha gelatiera elettrica ma tanta voglia di un buon gelato fatto in casa. Se ci pensi, è davvero incredibile come da una preparazione così semplice che richiede pochissimi ingredienti base viene fuori un dessert golosissimo e fresco che non ha nulla da invidiare al più buono gelato artigianale!

Il gelato non è un semplice dessert al cucchiaio da gustare solo in una calda sera d’estate, ma molto di più! Per alcuni è una vera e propria pietanza in sostituzione di un pasto frugale e tantissime sono le ricette dolci (e anche salate!) da preparare con il gelato come ingrediente! Se non ci credi leggi queste rubriche di DMnow:

O scopri come preparare il tiramisù classico con un goloso gelato…è ancora più goloso della ricetta tradizionale!

Il procedimento per preparare il gelato senza gelatiera si riassume in due semplici passaggi fondamentali: bisogna prima preparare una crema cotta a base di uova e latte intero (o panna fresca) e poi farla raffreddare nel freezer con qualche piccolo accorgimento. Non serve attrezzatura specifica: andiamo a vedere la preparazione nel dettaglio.

Preparazione del gelato senza gelatiera

1. Versa 0,5 l di latte intero in un pentolino con un baccello di vaniglia  inciso nel senso della lunghezza in modo da scoprire i semini interni,  molto profumati. Portalo a ebollizione dolcemente e poi toglilo dal  fuoco. Intanto sguscia 4 uova e separa i tuorli dagli albumi, mettendo i tuorli in una  grossa ciotola.

2. Per preparare la crema di base, aggiungi ai tuorli 6 cucchiai di zucchero e monta il tutto con una frusta elettrica (o manuale se sei eserto) fino a quando diventano chiari, gonfi e spumosi. (Per far montare i tuorli più in fretta, ricordati di togliere le uova dal frigo almeno un’ora prima: devono essere a temperatura ambiente).

3. Diluisci il composto di uova con il latte caldo filtrato, poi versalo in una casseruola con fondo pesante e cuocilo a calore bassissimo, mescolando senza interruzione, fino a quando comincia ad addensarsi a crema e a velare la frusta. A questo punto togli la casseruola dal fuoco e continua a mescolare finché dalla superficie della crema non si alzerà più vapore.

4. Per raffreddare velocemente la crema, metti la casseruola in un’altra più grande piena di cubetti di ghiaccio cosparsi con 2 cucchiai di sale che ritarda lo scioglimento del ghiaccio. Se vuoi preparare un gelato alla frutta, è questo in momento giusto per unire alla crema 100-150 gr di polpa di frutta ridotta in purè.
Il segreto per rendere cremoso il gelato sta proprio nel mantecarlo nel modo corretto, facendo in modo che la crema incorpori con il mescolamento più aria possibile.

5. Versa la crema in uno stampo di acciaio tenuto in freezer, livellala con il dorso di un cucchiaio e metti lo stampo di nuovo in freezer. (Usa una vaschetta di metallo: la crema si raffredda più in fretta).

6. Dopo 20 minuti circa, quando la crema tende a rassodare lungo i bordi, toglila dal freezer e mescolala con un cucchiaio, dall’esterno verso l’interno. Ripeti questa operazione 5-6 volte, finché il gelato sarà ben mantecato. Se non lo consumi tutto, tieni il gelato in freezer coprendo lo stampo con carta argentata. Prima di servire il tuo gelato, però, mettilo in frigo per circa 30 minuti in modo che si ammorbidisca il giusto per essere modellato, con un cucchiaio bagnato nell’ acqua o con l’apposito attrezzo, in graziose palline disposte in una coppetta.

Consigli

Non usare latte uova se non sei sicura che siano freschissimi, per  maggiore sicurezza e per non compromettere il gusto del gelato. Se possibile, evita di utilizzare il latte a lunga conservazione, che sa troppo di “cotto”, piuttosto usa panna fresca per dare sofficità, latte condensato per conferire cremosità e un pochino di liquore (Rum per una versione neutra, limoncello, vov o altro a scelta) avvolte non guasta ed evita con facilità la cristallizzazione del gelato!

Conserva gli albumi che non hai usato nella ricetta, ci sono diversi modi per usarli nella preparazione di deliziose pietanze sia dolci che salate e non solo per fare meringhe! Scopri qui come usare gli albumi avanzati!

Nel caso tu abbia deciso che fare il gelato senza gelatiera non è proprio nelle tue corde e per questo hai acquistato una splendida gelatiera: ecco qui per te, tante ricette per preparare il gelato fatto con la gelatiera!

Fonte: https://ricette.donnamoderna.com/idee-in-cucina/come-fare-il-gelato-senza-gelatiera

Video:

Il gelano nella musica

Mina – Se mi compri un gelato (1964)

Se mi compri un gelato

Se mi compri un gelato
Che sia proprio gelato
Con le labbra gelate così
Amore amore ti bacerò

Se mi compri un gelato
Che sia proprio gelato
Con le labbra gelate così
Amore amore mi bacerai

Se tu sei con me
Son tutta panna per te
Amore perché tu sei limone per me
Lo vedi il mio cuore è già lampone per te
Amore, amore

Se mi compri un gelato
Che sia proprio gelato
Con le labbra gelate così
Amore amore ti bacerò

Se mi compri un gelato
Che sia proprio gelato
Con le labbra gelate così
Amore amore mi bacerai

Se mi compri un gelato
Che sia proprio gelato
Con le labbra gelate così
Amore amore ti bacerò

Se mi compri un gelato
Che sia proprio gelato
Con le labbra gelate così
Amore amore mi bacerai

Se mi compri un gelato
Ti bacerò
Se mi compri un gelato
Ti bacerò.

Paolo Conte – Gelato al limon (1978)

Un gelato al limon

Un gelato al limon
Gelato al limon
Gelato al limon
Spofondati in fondo a una città
Un gelato al limon
è vero limon.

Ti piace?
Mentre un’altra estate passerà
Libertà e perline colorate
Ecco quello che io ti darò
E la sensualità delle vite disperate
Ecco il dono che io ti farò
Donna che stai entrando nella mia vita
Con una valigia di perplessità
Ah, non avere paura che sia già finita
Ancora tante cose quest’uomo ti darà.

E un gelato al limon
Gelato al limon
Gelato al limon
Sprofondati in fondo a una città
Un gelato al limon
Gelato al limon
Gelato al limon
Mentre un’altra estate se ne va…

Ti offro una doccia ai bagni diurni
Che son degli abissi di tiepidità
Dove come oceani notturni
Rimbombano le voci della tua città
E ti offro la luna del pomeriggio
Per il sogno arabo che ami tu
E una stretta forte della mia mano
Per te donna che non mi scappi più…
E un gelato al limon
Gelato al limon, gelato al limon

E ti offro l’intelligenza degli elettricisti
Cosi almeno un po’ di luce avrà
La nostra stanza negli alberghi tristi
Dove la notte calda ci scioglierà.

Come un gelato al limon,
Gelato al limon, gelato al limon

Come un gelato al limon,
Gelato al limon, gelato al limon

Come un gelato al limon,
Gelato al limon, gelato al limon

Come un gelato al limon,
Gelato al limon, gelato al limon

Pupo – Gelato Al Cioccolato (1980)

Gelato al cioccolato

Ma dove vuoi andare, ti amo!
Ti annoi, va bene, balliamo
Sei bella, ti lasci guardare
Con te non c’è niente da fare

Nascosta dai lunghi capelli
Tu balli, ma i gesti son quelli
Bambina, ti voglio, ti sento
Ti muovi, mi sfuggi, mi arrendo

Gelato al cioccolato dolce e un po’ salato
Tu, gelato al cioccolato
Un bacio al cioccolato io te l’ho rubato
Tu, gelato al cioccolatoRimani così
Che dolce sei tu
Non chiedo di più

Profumo di fiori di tiglio
Fa caldo, ma qui si sta meglio
La sabbia è piu’ bianca stasera
Ma dimmi che sei proprio vera!

Gelato al cioccolato dolce e un po’ salato
Tu, gelato al cioccolato
Un bacio al cioccolato io te l’ho rubato
Tu, gelato al cioccolato

Rimani così
Che dolce sei tu
Non chiedo di più

Gelato al cioccolato dolce e un po’ salato
Tu, gelato al cioccolato
Un bacio al cioccolato io te l’ho rubato
Tu, gelato al cioccolato

Gelato al cioccolato dolce e un po’ salato
Tu, gelato al cioccolato
Un bacio al cioccolato io te l’ho rubato
Tu, gelato al cioccolato

E così sento che avete voglia di cantare, eh?
Avete voglia di cantare con me?
Dai tutti insieme, dai!

Gelato al cioccolato dolce e un po’ salato
Tu, gelato al cioccolato
Gelato al cioccolato dolce e un po’ salato
Tu, gelato al cioccolato

Gelato al cioccolato dolce e un po’ salato
Tu, gelato al cioccolato
Gelato al cioccolato dolce e un po’ salato
Tu, gelato al cioccolato

Gelato al cioccolato dolce e un po’ salato
Tu, gelato al cioccolato
Un bacio al cioccolato io te l’ho rubato
Tu, gelato al cioccolato

Pino Daniele – Come un gelato all’equatore (1999)

Il gelato nel cinema