Archivo por meses: noviembre 2022

Sam played it in 1942

As Time Goes By

You must remember this, a kiss is still a kiss.
A sigh is just a sigh;

The fundamental things apply,
As time goes by.

And when two lovers woo, they still say I love you,
On that you can rely;

No matter what the future brings
As time goes by

Moonlight and love songs never out of date,
Hearts full of passion jealousy and hate,

Woman needs man, and man must have his mate,
That no one can deny.
It’s still the same old story, a fight for love and glory,
A case of do or die,
The world will always welcome lovers
As time goes by.

Dooley Wilson

Billi Holiday

Frank Sinatra

Harry Nilsson

Sammy Davis Jr

Bryan Ferry

Osaka Jazz Channel

Kirk Whalum and Kandace Springs

Gilles Blandin

Manhattan Jazz Orchestra

Casablanca

Un respiro para el PLANETA – Un regalo para las PERSONAS

Frente al Black Friday de la escasez, un Día sin Compras con abundancia de alternativas

Un año más Ecologistas en Acción se suma al Día sin Compras, una jornada de huelga simbólica de consumidoras y consumidores que se organiza, desde 1992, en todo el mundo en contraposición al Viernes Negro (Black Friday) y el Ciberlunes (Cyber Monday).

Procedente de Estados Unidos, el Viernes Negro, prolongado al Ciberlunes de rebajas en la compra por Internet, se ha convertido en una de las jornadas más consumistas del año a nivel global, impulsada por el lanzamiento de ofertas para incentivar las compras y comenzar la campaña navideña. Por el contrario, el Día sin Compras se propone como un día para reflexionar y cuestionar el actual modelo de producción y consumo que muestra claros síntomas de agotamiento, a la vez que resulta incompatible con el contexto de crisis climática.

Este año, tanto la campaña del Black Friday como la posterior de navidad se van a desarrollar en un contexto de escasez material sin precedentes cercanos, por problemas de suministros que muestran la falta de resiliencia del sistema de producción y consumo que no es capaz de responder a una situación de dificultad.

Los problemas de suministro están ocasionados por diversas causas, como cierta reactivación de la demanda tras la pandemia a la que las cadenas de producción aún no se han adaptado, pues además éstas cuentan con una gran especialización territorial y están diseñadas para distribuir inmediatamente lo producido y minimizar el almacenaje. Pero el discurso oficial esconde otro factor, y es que muchos estudios científicos muestran que estamos llegando a los límites de disponibilidad, tanto de distintos materiales, como de diversas fuentes energéticas.

Sin embargo, este es el factor de mayor importancia, pues aunque la corrección del resto puede contribuir a estabilizar la situación, la escasez a la que nos vamos a enfrentar, tanto de petróleo como de diversos materiales empleados en las cadenas de producción, hacen vislumbrar un futuro en el que estas situaciones se repetirán mostrando que el modelo de consumo continuo e ilimitado es incompatible con un planeta que es finito.

En cualquier caso, se trata de un sistema insostenible ambientalmente por su dependencia de los combustibles fósiles y su incidencia sobre el clima, el impacto de la extracción de materias primas o la generación de residuos. Pero también es insostenible socialmente, pues se basa en la reducción máxima de los costes laborales, con su incidencia sobre las trabajadoras y los trabajadores, y que contribuye a la concentración de la riqueza al quedar controlado por gigantes como Amazon, expulsando a miles de pequeñas/os productoras/es y comerciantes.

El éxito de modelos como el de Amazon se asienta en alentar un consumo compulsivo, de productos procedentes de cualquier parte del mundo, con un solo clic que, obviando los impactos, permite poder disponer del bien en unas pocas horas y a bajos precios.

Este modelo necesita fechas como el Black Friday y el Cyber Monday, donde el consumo se vuelve aún más voraz e innecesario, impulsado por grandes ofertas e importantes campañas publicitarias con mensajes que asocian la compra de productos a añorados momentos de felicidad. Sin embargo, ese efímero momento de satisfacción que genera la compra no contribuye a ninguno de los aspectos de nuestra vida vinculados a la felicidad. Estudios como los de Grant y Terman concluyen que la calidad de las relaciones sociales es el principal ingrediente para lograrla, por lo que se mantiene una constante espiral de insatisfacción.

Por todo ello,hay que ser consciente de que con las pautas de consumo se contribuye a configurar la sociedad actual, por lo que se debe elegir si se quiere seguir alimentando un modelo, representado por la codiciosa sonrisa de Amazon, que acentúa la crisis climática, a la vez que, en un contexto de escasez, concentra aún más la riqueza en unas pocas manos.

Ecologistas en Acción trata de que el Día sin Compras sirva como toma de conciencia sobre la necesidad de dar un giro radical a un sistema que debe crecer continuamente para generar riqueza, que se manifiesta en un modelo de consumo compulsivo, y que ignora los límites físicos del planeta. De acuerdo a ello, se propone una reflexión sobre las verdaderas necesidades y la forma de satisfacerlas, poniendo en valor aquellas formas de consumo que contribuyan a hacerlo de una forma más justa y sostenible.

En consecuencia, desde Ecologistas en Acción se propone lo siguiente:

  1. Combate la compra compulsiva, la única opción para enfrentar la grave situaciín actual es reducir los niveles de consumo, buscando satisfacer las verdaderas necesidades materiales e ignorando y combatiendo los estímulos al consumo que se reciben continuamente. De esta manera, además, se puede contribuir a satisfacer otras necesidades no materiales, dedicando parte del tiempo que ocupa el consumo a estar con los seres queridos.
  2. Cubrir las necesidades básicas sin comprar. Es la solución más sostenible: reparar, intercambiar, compartir, crear… Existen diversas alternativas colectivas como talleres de reparación, tiendas gratis, mercadillos o cooperativas de trueque, pero también hay otras formas de actuar a menor escala, como intercambiar ropa con una amiga o un amigo, juguetes con los que no juega la niña/o con una de sus amigas/os…
  3. Si se necesita comprar un producto, apoyar la producción local y al pequeño comercio y de proximidad. De esta manera se reduce el impacto producido por el transporte de larga distancia, pero también se apoya a pequeñas/os productoras/es y comerciantes, contribuyendo a un mejor reparto de la riqueza.
  4. Aplicar criterios de compra sostenible y justa. Los productos ecológicos tienen menor impacto ambiental y los de comercio justo mejor repercusión social, aunque para que estos no se vean minorados es importante recurrir a canales de distribución cortos y justos, como grupos de consumo, tiendas de comercio justo, mercadillos de productores o supermercados cooperativos. También se puede participar en los mercados sociales existentes en distintos territorios, que forman red de producción, distribución y consumo que funciona con criterios éticos, democráticos, ecológicos y solidarios.

Fuente: https://www.ecologistasenaccion.org/184273/frente-al-black-friday-de-la-escasez-un-dia-sin-compras-con-abundancia-de-alternativas/

RAINBOW FRIDAY

Black Friday: Breathe, take a break – the planet can’t handle it anymore

Black Friday and Cyber Monday are expected to generate billions of dollars in sales for clothing and other products this year. But this shopping bonanza also generates greater volumes of waste than ever. That is bad news for the environment.

Instead of chasing prey in the jungle like our ancestors did, we chase bargain clothing that seems like a good deal. Just look at the scenes that take place every year in American shopping malls on the fourth Friday of November, when people try to secure a favourable position in the queue outside shops in the early hours of the morning. One could say “Black Friday” deserves its name: Every year dozens of people are crushed, even to death, as has happened in the past.

Black Friday, followed by Cybermonday, are intended to mark the beginning of the big shopping season, when some people start buying gifts for Christmas. Both days use heavy price discounting and special offers to trigger a sense of urgency and “exceptional opportunity” to consumers, triggering low cost, high volume impulse buying and – as a result –  overconsumption of unnecessary goods. Because it is so cheap, fast fashion is one of the highest selling product categories on Black Friday, with many major fashion brands and retail giants jumping on the bandwagon. While it is hard to resist the allure of the next must-have outfit, consumption research shows that the act of shopping only gives us a short burst of excitement, but no lasting reward. However, the environmental impact lingers and is all too real.

Greenpeace has shown that fashion production uses lots of precious fresh water and pollutes rivers and seas with toxic chemicals, long before it hits the shelves. We are also consuming and trashing clothing at a far higher rate than our planet can handle. Fashion retailers have been speeding up the turnaround of fashion trends since the 1980’s, increasing the rate that we use and throw away clothes – the life cycle of consumer goods shortened by 50 percent between 1992 and 2002. A recent report shows that Hong Kongers throw out the equivalent of 1400 t-shirts a minute. Today’s trends are tomorrow’s trash.

We are told that clothes can be recycled, but second hand markets are already overloaded with our unwanted clothes. Greenpeace research found that up to date and comprehensive figures on clothes waste are not easily available. However, we do know that in the EU 1.5 to 2 million tonnes of used clothing is generated annually, with only 10 to 12 percent of the best quality clothes re-sold locally and much of the rest likely to be exported to countries in the Global south. Some countries in East Africa, which currently import used clothing from Europe and the US, are considering restrictions to protect their local markets.

Due to rising volumes of cheap, low-quality fast fashion, the second hand clothing system is on the brink of collapse. Technical solutions such as closed-loop recycling – which would make new fibres from old clothes – is nowhere near possible. Although there is currently much interest from fashion brands and designers and a lot of promising research, none of the technologies are commercially viable at this point. This means that, as the situation stands today, every garment we buy will eventually end up as waste, to be burned in incinerators or dumped in a landfill.

The only solution is to reduce our levels of consumption. It could be as simple as taking a break from shopping on Black Friday to participate in global “Buy Nothing Day”. This symbolic day invites people to stop shopping for a day and reflect on what they really need. Greenpeace supports the message of “Buy Nothing Day” and is calling for “Time out for Fast Fashion”.

It’s time to trash the throwaway-mentality and re-think what we really need in our wardrobes, instead of queueing up for the next cheap outfit. We can wear our clothes for longer, look after them, repair them, restyle and re-invent them, swap them with friends and pass them on. It’s time for fashion brands to re-invent themselves and design clothes that we really need and enjoy wearing – designed for better quality, longevity and for re-use.

Source: https://www.greenpeace.org/international/story/6855/black-friday-breathe-take-a-break-the-planet-cant-handle-it-anymore/

What a Wonderful World – Louis Armstrong

I see trees of green
Red roses too
I see them bloom
For me and you
And I think to myself
What a wonderful world

I see skies of blue
And clouds of white
The bright blessed day
The dark sacred night
And I think to myself
What a wonderful world

The colors of the rainbow
So pretty in the sky
Are also on the faces
Of people going by
I see friends shaking hands
Saying how do you do
They’re really saying
I love you

I hear babies cry
I watch them grow
They’ll learn much more
Than I’ll ever know
And I think to myself
What a wonderful world
Yes, I think to myself
What a wonderful world
Ooh, yes

Talking about football WHILE

HUMAN RIGHTS

ARE JUST A WHISPER

Talkin’ Bout a Revolution – Tracy Chapman

Don’t you know
They’re talking about a revolution?
It sounds like a whisper
Don’t you know
Talking about a revolution?
It sounds like a whisper

While they’re standing in the welfare lines
Crying at the doorsteps of those armies of salvation
Wasting time in the unemployment lines
Sitting around waiting for a promotion

Don’t you know
Talking about a revolution?
It sounds like a whisper

Poor people gonna rise up
And get their share
Poor people gonna rise up
And take what’s theirs

Don’t you know you better run, run, run, run, run, run
Run, run, run, run, run, run
Oh, I said you better run, run, run, run, run, run
Run, run, run, run, run, run

‘Cause finally the tables are starting to turn
Talkin’ ‘bout a revolution
‘Cause finally the tables are starting to turn
Talkin’ ‘bout a revolution, oh no
Talkin’ ‘bout a revolution, oh

I’ve been standing in the welfare lines
Crying at the doorsteps of those armies of salvation
Wasting time in the unemployment lines
Sitting around waiting for a promotion

Don’t you know
Talking about a revolution?
It sounds like a whisper

And finally the tables are starting to turn
Talkin’ ‘bout a revolution
Yes, finally the tables are starting to turn
Talkin’ ‘bout a revolution, oh, no
Talkin’ ‘bout a revolution, oh, no
Talkin’ ‘bout a revolution, oh, no

Flying back to Earth

TRAVELLING AWAY

WHEN HERE

WE GET ALL WE NEED

WATER, FOOD, AIR

BEAUTY

LOVE FIRST

MOTHER EARTH

FIRST LOVE

Hello Earth – Kate Bush

Hello earth
Hello earth

With just one hand held up high
I can blot you out
Out of sight

Peek-a-boo,
Peek-a-boo, little earth
With just my heart and my mind
I can be driving
Driving home
And you asleep
On the seat

I get out of my car
Step into the night
And look up at the sky
And there’s something bright
Traveling fast
Look at it go
Look at it go

Hello earth
Hello earth

Watching storms
Start to form
Over America
Can’t do anything
Just watch them swing
With the wind out to sea

All you sailors
(Get out of the waves, get out of the water)
All life-savers,
(Get out of the waves, get out of the water)
All you cruisers,
(Get out of the waves, get out of the water)
All you fishermen
Head for home

Go to sleep, little earth
I was there at the birth
Out of the cloudburst
The head of the tempest
Murderer
Murder of calm
Why did I go?
Why did I go?

Tiefer, tiefer
Irgendwo in der tiefe
Gibt es ein licht

Go to sleep little earth

Cuando el chapapote nos llegó a las orejas

hilillos de mentiras

se estiraban tierra adentro

mientras

una marea blanca de

voluntariosas manos

con temblorosa impotencia

arrancaban del espeso

manto negro

un clamor de furia:

«¡NUNCA MÁIS!»

20 años del ‘Prestige’: «Tenían como norma mentir y rezar para que el fuel se volviese transparente»

Se cumplen dos décadas de la mayor catástrofe ambiental del país, aún con el grueso de las indemnizaciones en el aire. Analizamos con un activista y un marinero los peores momentos de la marea negra y qué supuso la movilización social histórica que evidenció una mala gestión política.

Las 15.15 horas del 13 de noviembre de 2002 quedaron grabadas para siempre como el momento en el que se comenzaría a escribir uno de los capítulos más oscuros de la historia de Galicia. Con tinta negra, por supuesto. En una jornada marcada por temporales con olas de hasta ocho metros, los servicios de Salvamento Marítimo recibieron un mensaje de socorro de un buque situado a 28 millas náuticas -unos 50 kilómetros- de cabo Finisterre (Fisterra, A Coruña). Cinco minutos antes, el capitán de un petrolero monocasco llamado Prestige había escuchado lo que describió como “una explosión”. Fue mucho más que eso.

Este domingo se cumplen dos décadas de aquel mayday, el preludio de una tragedia que comenzó con un barco escorando y perdiendo combustible que solicitaba abrigo en puerto, pero cuyo desenlace fue acabar hundido a más de 3.500 metros de profundidad, a cerca de 320 kilómetros de la costa fisterrana y partido en dos.

De las 81.589 toneladas de las que disponía su capacidad de carga, el petrolero portaba 76.972,95 de fuelóleo -fuel o fueloil– de alta densidad tipo M-100. Más allá de tecnicismos, aquello que cuando llegó a la costa tiñéndola de negro se llamó chapapote. El que fue el combustible del peor desastre medioambiental registrado en el país es a su vez el menos biodegradable de todos los derivados del petróleo.

Bastan solo unas cuantas cifras para comprender la dimensión de esta tragedia que acabó evidenciando una crisis de gestión del Gobierno popular de José María Aznar y desatando un movimiento social sin precedentes en Galicia. Un total de 2.980 kilómetros de costa afectada y, de ellos, 1.137 playas. Solo en el primer año, los miles de voluntarios retiraron 90.566 toneladas de crudo y arena contaminada. De entre esos restos, también sacaron 20.000 aves muertas, aunque Greenpeace calcula que murieron 200.000. Y de esos voluntarios, 1.923 personas acabaron con problemas respiratorios.

Sin embargo, la moneda tiene dos caras. Después de una década de investigación judicial y una causa que abarcó 400 horas repartidas en 89 sesiones, la mayor parte del grueso de las indemnizaciones sigue en el aire. El Tribunal Supremo (TS) las acabó fijando en 2.500 millones de euros, intereses de demora y costes procesales incluidos, para los perjudicados: España, Francia, Xunta y 265 particulares, entre empresas, cofradías y ayuntamientos.

El Alto Tribunal responsabilizaba así a la naviera del barco -sin activos- y a la aseguradora británica The London Steam–Ship Owners Mutual Insurance Association (The London P&I Club). Sin embargo, la compañía recurrió a un laudo arbitral llevando la pelota al tejado de la justicia británica.

En mayo, el Tribunal de Justicia de la Unión Europea (TJUE) dictaminó que prevalece el fallo de la justicia española sobre el arbitraje británico, fijando el pago en 855 millones de euros. Cabe recordar que la Fiscalía cifró en 4.442 millones de euros los costes de los perjuicios ocasionados por la tragedia. Más del doble de lo que se aspira a conseguir.

Esta es la situación económica, pero ¿hubo alguna persona sentenciada en este ingente proceso? La respuesta pasa inevitablemente por el nombre de Apostolos Mangouras, el capitán del Prestige. Fue el único en hundirse judicialmente con el barco, al ser condenado, en un principio a una pena de nueve meses de cárcel por desobediencia grave a la autoridad. Después se amplió a dos años por delito medioambiental.

Ni el jefe de máquinas, Nikolaos Argyropoulos, ni el único cargo público de la Administración imputado, el exdirector de la Marina Mercante José Luis López Sors, fueron declarados culpables. De hecho, la justicia avaló la decisión de este último de remolcar el barco lo más lejos posible, dando el argumento perfecto tanto a la Xunta de Manuel Fraga como al Gobierno de Aznar de justificar una gestión que ha sido puesta en entredicho en numerosas ocasiones.

La realidad es que ningún Ayuntamiento quería meter en su puerto a aquella patata caliente flotante para extraer el combustible, una carga valorada en 10 millones de euros. Curiosamente, la opción que contentaba económicamente a la empresa armadora, llevar el petrolero al resguardo de un muelle, era la misma que pudo haber minimizado el área de impacto de la afectación ambiental a un solo punto. No fue así y el fuel afectó a la costa lusa, gallega, cántabra, vasca y francesa en diversas oleadas.

Aquella decisión determinó un periplo de seis días, 437 kilómetros y muy pocas líneas rectas en el que pasaron cerca de tres horas en aceptar ser arrastrados por el remolcador Ría de Vigo -subcontratado a una empresa privada- aún estando al lado del petrolero. La razón es que entretanto la empresa negociaba la cuantía de un rescate millonario. No fue hasta la tarde del jueves 14 -y tras cierta presión ejercida contra el capitán, que sería detenido en cuanto puso un pie en tierra- cuando comenzaron a desplazar el Prestige.

Con los motores encendidos del petrolero por orden de las autoridades españolas, el remolcador lo llevó primero en dirección norte hacia Francia, un rumbo que fue corregido el viernes 15, se desconoce si por orden del Gobierno galo o por la amenaza de un nuevo temporal. El sábado 16 continuó en dirección sur hacia la zona marítima de Portugal, hasta que el domingo 18 las autoridades lusas -y la corbeta Joao Coutinho– invitaron al remolcador a cambiar de planes.

El lunes 18, tras relevar el remolcador chino De Da al Ría de Vigo y tras el tercer aviso de la Armada portuguesa, volvían a modificar su trayecto optando por alejarlo lo máximo posible hasta el destino final. El martes 19, el buque se partió en dos. Y, al día siguiente, la marea negra ya asolaba 300 kilómetros de costa.

“Me di cuenta de que una cosa era la realidad y otra la versión oficial de los hechos. Venía escuchando la radio camino a Muxía [el primer punto que tocó el chapapote] y decían que el barco estaba en alta mar, que estaba perfectamente remolcado y que no había ningún riesgo”, recuerda para El HuffPost Bieito Lobeira, uno de los portavoces de la plataforma Nunca Máis, apuntando a lo que ocurría realmente: “En la mañana del 14 de noviembre, el Prestige se divisaba perfectamente desde la costa de Muxía, a unas cuatro millas, a la deriva y con riesgo de impacto”.

“Ahí empezó ya el festival, el espectáculo de manipulación informativa, al servicio de las tesis gubernamentales de minimización del problema de ocultación”, apunta el también político del Bloque Nacionalista Galego (BNG), quien explica que optaron por informarse por Instituto Hidrográfico de Portugal. Los organismos y la prensa internacionales eran la opción que muchos prefirieron para saber lo que pasaba antes que el denominado gabinete de crisis. “Ya lo decían los Siniestro [Total], ‘¡menos mal que nos queda Portugal!’”, apunta irónicamente.

Precisamente, de aquel gabinete salieron auténticas citas, escenas y propuestas memorables formuladas por protagonistas de la talla del por aquel entonces delegado del Gobierno en Galicia, Arsenio Fernández Mesa; el vicepresidente y portavoz del Ejecutivo, Mariano Rajoy; el ministro de Fomento, Francisco Álvarez-Cascos; el de Agricultura y Pesca, Miguel Arias Cañete, el de Medio Ambiente, Jaume Matas; el presidente de la Xunta, Manuel Fraga o el conselleiro de Pesca, Enrique López Veiga.

“Fue un esperpento. Hay una de esas cosas que quedan siempre en la memoria. Recuerdo a Arsenio Fernández de Mesa delante de un mapa confundiendo meridianos y paralelos”, rememora Lobeira del mismo hombre que dijo que “el destino del fuel en el fondo del mar es convertirse en adoquín”, opinando que “no daba una sensación especialmente tranquilizadora, ¿no?”.

Lo cierto es que declaraciones como la del titular de Defensa, Federico Trillo, admitiendo que valoraron bombardear el buque tampoco lo fueron. “Se pensó en bombardear el petrolero Prestige con aviones F-18 para producir el incendio del combustible o el hundimiento del buque”, reconoció en aquellas fechas. Mas no fueron solo las palabras lo que causaron indignación en el pueblo gallego. Hechos como el propio Fraga se encontrase de cacería cuando el barco se hundía, Matas en Doñana o Cascos en el Pirineo catalán fueron determinantes.

Bieito Lobeira pone el foco también en que la catástrofe medioambiental no era algo ajena para Galicia, sino que formaba parte de una situación “gravísima”, pero sobre todo “reiterada”. “Tenemos un largo historial de accidentes marítimos, los datos oficiales indican que somos el primer punto en cuanto a episodios de contaminación marina de toda Europa y a nivel mundial somos el segundo, solo por detrás de la Sudáfrica”, detalla de lo que califica como un “histórico abandono institucional tan brutal que se llegaba a naturalizar que estábamos condenados desde grandes mareas negras a los sentinazos -práctica ilegal que cometen algunos barcos de vaciar combustible en el mar-”.

Prueba de lo que defiende fue el naufragio del petrolero griego Mar Egeo en 1992 frente a la costa coruñesa, dejando con este unas 67.000 toneladas de crudo. También el embarrancamiento del Casón en la costa fisterrana en 1987, cuando el buque de mercancías panameño acabó sufriendo un incendio de parte de su carga. Básicamente unos 5.000 bidones, sacos y contenedores de productos químicos inflamables, tóxicos y corrosivos.

Tampoco el grito que unió a la sociedad era nuevo. “Había unos antecedentes muy jodidos. Tengo que reconocer que cuando optamos por la marca Nunca Máis lo que hicimos era una copia de lo que ya reclamaron las mariscadoras de la ría de O Burgo (Coruña) diez años antes”, reconoce Bieito Lobeira.

Así se forjó el gran pulso social, la otra marea. El histórico integrante de Nunca Máis tiene muy claro que la creación de un colectivo conformado por unas 600 entidades -desde asociaciones de madres y padres, clubes deportivos a trabajadores- jugó un “antes y un después” en los años siguientes. “Estoy convencido de que si no llega a ser por la presión social y política que se hizo desde Nunca Máis, ya no digo que no habría ayudas, pero desde luego no tendrían la dimensión que tuvieron”, esgrime.

Lobeira cita como ejemplo la histórica movilización en la capital gallega del 1 de diciembre. Los cálculos son complicados, según la Policía se estima que hubo más de 150.000 personas en la protesta ante la Catedral de Santiago, pero se calcula que esa cifra pudo superar los 200.000 participantes. “Caían chuzos, era el peor tiempo posible para una movilización, pero la AP-9 quedó desbordada y Audasa se vio obligada a levantar las barreras de los peajes. En el Obradoiro, una señora plaza, hubo que repetir hasta tres veces el manifiesto mientras se vaciaba y llenaba de nuevo”, destaca.

“Nunca, nunca en la historia de Galicia hubo una movilización de esas características, pero es curioso, aquello provocó que el Consello de la Xunta se reuniese de urgencia y aprobase las primeras ayudas”, señala el político nacionalista. El conselleiro de Pesca fue más simbólico en sus declaraciones del 17 de diciembre. “Nadie se quedará sin turrón”, dijo López Veiga, deslizando que “y si luego puede venir el mazapán por parte del Gobierno central y de la Unión Europea, mejor”.

Nadie se quedó sin su parte, pero la pesca estuvo prohibida durante un año en Galicia hasta el límite con Portugal. Y si hay una anécdota que define el potencial de estas ayudas, es la que llegaba con fuerza de muchos pueblos costeros. Hubo quien brindó deseando la llegada de otro Prestige. Y hubo quien vio cierto servilismo en esos comentarios y gestos. Ni unos ni otros acostumbran a pronunciarse en público.

Más allá de las ayudas, muchas de las reivindicaciones básicas de Nunca Máis se materializaron cambiando radicalmente las dotaciones de los servicios de salvamento españoles, precisa Lobeira. Por ejemplo, la implementación de un buque anticontaminación que ahora tiene base en A Coruña, también de otro “buque de salvamento potente”, un avión de vigilancia de vertidos o la implementación de un dispositivo de separación del tráfico marítimo en Fisterra con separación a 42 millas y dos carriles, así como del control por satélite del litoral.

No obstante, Lobeira también tiene muy claro que quedan cosas pendientes. Continúan reclamando que Salvamento Marítimo no sea una competencia centralizada y situada en Madrid -donde está la base de operaciones-, también que sea un servicio completamente público y que sus medios no estén subcontratados a empresas privadas. Pero quizás sus demandas y críticas más graves pasan por exigir que se recuperen las cerca de 10.000 toneladas de residuos contaminados guardados en una balsa de pluviales. “Hay diez mil toneladas procedentes de la operación de limpieza del Prestige que todavía están sin tratamiento, almacenadas en Sogarisa, en As Somozas”.

20 años después, tampoco faltan preocupaciones sobre los restos de fuel que no pudieron ser retiradas completamente de los restos del pecio y sobre la presencia de oxígeno que puede traer aparejada la temida corrosión. El político del BNG explica que todavía hay “cerca de 1.100 toneladas del carburante” y que han reclamado que se baje al fondo para comprobar si hay fugas o el estado estructural. “No queremos llevarnos la sorpresa una mañana de que nos sale una mancha de fuel”, sentencia.

La catástrofe del Prestige dejó un buen puñado de fotografías icónicas. Desde el hundimiento a cámara lenta del barco a los miles de personas que conformaron la marea blanca de voluntarios recogiendo el chapapote de las playas o directamente de embarcaciones. En la primera línea de este grupo estuvo el bateeiro Nito Dios, quien fue retratado sobre una pequeña planeadora arrancado el crudo con sus propias manos. Esa fue la realidad a la que se enfrentaron centenares de marineros que sin más equipo que sus propios útiles y embarcaciones salieron a detener lo indetenible.

Jubilado hace tres años, Dios revive para El HuffPost aquel episodio. “Son momentos de recuerdo de lo que pudo ser y no fue, de lo que pudo acabar con nuestro medio de vida”, comienza a exponer recordando cómo se subió a la planeadora con otros tres compañeros de la cofradía de A Illa de Arousa para tratar de frenar lo que Rajoy aseguraba horas antes que no llegaría a las Rías Baixas. La primera mancha de fuel, de unas 11.000 toneladas, golpeaba Muxía y Fisterra, pero también llegaba a las puertas de la ría arousana, en la parroquia de Aguiño (Ribeira, A Coruña).

A la altura de Corrubedo se encontraron con un enorme barco alemán y “ya vimos lo que había”. A este profesional del mar le cuesta describir la sensación de “cabreo” que sintieron al toparse delante del fuel con una embarcación ya trabajando en la retirada justo después de que les dijesen que la marea negra no llegaría. Aquello mismo que acabaría sacando con sus propias manos. “Miraban para nosotros como si estuviéramos locos”, reconoce de la sorpresa de los tripulantes del gran barco que veían cómo una pequeña embarcación no dudaron en ponerse a retirar el crudo.

“Mintieron tanto y tanto que creo que es imposible mentir más, ni que hubieran ido a una escuela especial de mentiras”, destaca Dios, subrayando que “tenían como norma mentir y simplemente rezar para que el fuel se volviese transparente”. Si ya es complicado explicar el sobreesfuerzo de sacar el chapapote directamente del agua, también lo es describir las condiciones. “El hedor era… marineros curtidos acababan vomitando”, precisa. De las manos pasaron a los capachos -cubos grandes-, a esos capachos comenzaron a hacerle agujeros para facilitar los trabajos: “Aprendíamos sobre la marcha”.

Y frente al desamparo de las autoridades, nació la solidaridad. Dios admite que los marineros ”éramos el primer frente, pero honestamente, era nuestra vida, nuestro trabajo”, pero fue la unión de toda la sociedad la que marcó la diferencia. El bateeiro explica que en tierra los albañiles, carpinteros, herreros, las mujeres, los jóvenes que se negaron a ir a la escuela para ayudar en el muelle. Todos ellos “funcionaban como una máquina engrasada”, hasta los panaderos que traían bocadillos para llevar de un puerto a otro: “Cada uno aportaba lo que podía”.

Sin embargo, era una lucha que se repitió constantemente. “Cada mañana que volvíamos a la boca de la ría, allí estaba otra vez [el fuel]”, recuerda el experimentado profesional de unas tareas que se alargaron hasta febrero. Llegaron a salir hasta 400 embarcaciones solo en la ría de Arousa y, literalmente, fueron las primeras barreras de contención [humanas]. El primer fin de semana tras llegar la marea negra, hubo 10.000 voluntarios que se desplazaron a Galicia.

Nito Dios tampoco puede olvidar momentos de cómo rescataron a algún pájaro completamente empapado de fueloil a la altura de la Islas Cíes, mientras la línea que abrían en la gigantesca mancha se iba cerrando a su paso. “A veces tenías que poner buena cara, por lo menos para parecerlo aunque no lo sintieras”, rememora del estado de ánimo que se vivía entre todos aquellos que ayudaban, admitiendo que casi no tenía tiempo de parar en tierra.

Tampoco contribuían a poner buena cara al mal tiempo -en Galicia está más popularizado el dicho de que ‘dicen que llueve y nos mean encima’- las posiciones de las autoridades implicadas. El bateeiro reconoce que ha sido especialmente indignante volver a ver a algunos de los personajes, como el conselleiro de Pesca haciendo declaraciones en el primer programa especial de ‘Salvados’.

“Ellos tenían que haber tomado la decisión de coger el barco y decir, a ver, ¿dónde es el mal menor? Para eso están los responsables y si como responsable no sirves, dimite y vete”, opina Nito Dios de la falta de concreción en la toma de acciones en aquella época. Una época, por cierto, marcada por la inminente celebración de elecciones municipales.

Fuente: https://www.huffingtonpost.es/entry/20-aniversario-prestige-marea-negra_es_636d3b93e4b04925c895902f

Xosé Manuel Pereiro: «Si hoy hubiera otro Prestige, también habría medios que dirían que no es verdad lo que estamos viendo con nuestros ojos»

Xosé Manuel Pereiro (Monforte, 1956) era delegado de Televisión Española (TVE) y
corresponsal de El País cuando un petrolero en apuros naufragó frente a las costas gallegas
tras seis días vagando por el océano a lomos de la errática gestión de las autoridades locales y estatales, provocando la mayor catástrofe ecológica de la historia de España. Coordinador de Chapapote (Libros del KO) y autor de Prestige, tal como foi, tal como fomos –Prestige, tal como fue, tal como fuimos– (Galaxia), que se han publicado estos días, es codirector de Luzes y uno de los periodistas que más han estudiado el siniestro y la emergencia económica, social y medioambiental en la que derivó y que canalizó el movimiento Nunca Máis. También conoce, porque la vivió en primera línea, la estrategia de mentiras y desinformación que la acompañó la primera y, probablemente, más burda de las que desarrollaron los Gobiernos de Aznar.

¿No le da un poco de miedo constatar que quienes gestionaron la catástrofe del Prestige no sólo dicen que volverían a hacer lo mismo, sino que es lo que hay que hacer en un caso así?

No me extraña teniendo en cuenta que esa decisión la tomaron sin tener en cuenta ningún tipo de consulta o criterio técnico. Dependió del pie con el que se levantó ese día el ministro de turno. Aunque habría que recordarles que un año antes habían hecho un ejercicio nacional de salvamento para prever un incidente similar, y la solución técnica que se les ocurrió entonces fue apartar el barco de la costa.

Hay una cierta cadencia de entre 10 y 20 años en los accidentes de petroleros en la costa de A Coruña: el Urquiola en 1976, el Mar Egeo en 1992, el Prestige en 2002. Da un poco de yuyu.

Cruzo los dedos. La legislación europea ha mejorado, pero los medios siguen siendo los mismos. Mejor dicho, la falta de medios sigue siendo la misma.

¿Dónde estaba usted cuando se conocieron las primeras noticias sobre un petrolero en problemas?

A cien metros de la redacción, iba camino de mi casa y nos llegó la noticia de que el temporal había derribado una grúa en la calle Real de A Coruña y había matado a dos mujeres. Estábamos hablando con el concejal que se encargaba de Protección Civil y un compañero especializado en marítima le preguntó por un petrolero en apuros. El concejal no tenía ni idea. Durante entre 12 y 24 horas, la noticia fueron las mujeres fallecidas, porque además había muerto otra por otra caída de una grúa ese mismo día en Santurzi. Entré en directo en el informativo de primera hora de La Primera y me preguntaron primero por las señoras, y luego por el Prestige, si era cierto que el capitán del barco se resistía a ser remolcado. Me pareció que ya entonces empezaban a verter tinta de calamar.

¿Cómo vivió aquellas maniobras del entonces director de informativos, Alfredo Urdaci, para tapar desde la televisión pública lo que estaba pasando?

Empecé a hacer reportajes sobre el Prestige hasta que tuve la mala idea de preguntarle a un sargento de Rianxo -del primer contingente de soldados españoles que llegaron a las playas bastante tiempo después de que empezara a llegar petróleo, y que venían a preparar comidas para los voluntarios- si no pensaba que más vale tarde que nunca. A partir de ahí dejé de hacer reportajes.

¿No le da un poco de miedo constatar que quienes gestionaron la catástrofe del Prestige no sólo dicen que volverían a hacer lo mismo, sino que es lo que hay que hacer en un caso así?

No me extraña teniendo en cuenta que esa decisión la tomaron sin tener en cuenta ningún tipo de consulta o criterio técnico. Dependió del pie con el que se levantó ese día el ministro de turno. Aunque habría que recordarles que un año antes habían hecho un ejercicio nacional de salvamento para prever un incidente similar, y la solución técnica que se les ocurrió entonces fue apartar el barco de la costa.

Hay una cierta cadencia de entre 10 y 20 años en los accidentes de petroleros en la costa de A Coruña: el Urquiola en 1976, el Mar Egeo en 1992, el Prestige en 2002. Da un poco de yuyu.

Cruzo los dedos. La legislación europea ha mejorado, pero los medios siguen siendo los mismos. Mejor dicho, la falta de medios sigue siendo la misma.»La legislación europea ha mejorado, pero los medios siguen siendo los mismos»

¿Dónde estaba usted cuando se conocieron las primeras noticias sobre un petrolero en problemas?

A cien metros de la redacción, iba camino de mi casa y nos llegó la noticia de que el temporal había derribado una grúa en la calle Real de A Coruña y había matado a dos mujeres. Estábamos hablando con el concejal que se encargaba de Protección Civil y un compañero especializado en marítima le preguntó por un petrolero en apuros. El concejal no tenía ni idea. Durante entre 12 y 24 horas, la noticia fueron las mujeres fallecidas, porque además había muerto otra por otra caída de una grúa ese mismo día en Santurzi. Entré en directo en el informativo de primera hora de La Primera y me preguntaron primero por las señoras, y luego por el Prestige, si era cierto que el capitán del barco se resistía a ser remolcado. Me pareció que ya entonces empezaban a verter tinta de calamar.

¿Cómo vivió aquellas maniobras del entonces director de informativos, Alfredo Urdaci, para tapar desde la televisión pública lo que estaba pasando?

Empecé a hacer reportajes sobre el Prestige hasta que tuve la mala idea de preguntarle a un sargento de Rianxo -del primer contingente de soldados españoles que llegaron a las playas bastante tiempo después de que empezara a llegar petróleo, y que venían a preparar comidas para los voluntarios- si no pensaba que más vale tarde que nunca. A partir de ahí dejé de hacer reportajes.

¿Por orden de la dirección?

Sí. Después de aquella pieza apagué el teléfono, y por la mañana tenía un montón de llamadas y mensajes de un número con el 91 delante. Era el jefe de sección: «¡Joder, Pereiro! ¿Cómo me haces esto? ¡Estás loco!». Al día siguiente, mientras hablaba por teléfono, vi entrar a Urdaci por la puerta de la delegación. Nos saludamos, pero no me dijo nada.

O sea, que fue un desembarco de la dirección para tomar el control de la información que se daba desde aquí.

Sí. Desde entonces me tocó hacer el parte de manchas: la mancha está aquí, va hacia el norte por el viento, al sur… Información meteorológica, vamos. Mis expectativas no eran llegar a director de informativos de TVE, y en El País sí podía contar lo que estaba pasando. Uno de esos días llamé al que era jefe de prensa de Mariano Rajoy y me dijo: «Vamos a ver, ¿esto es para TVE o para El País«. Le respondí: «David, la verdad es la verdad en cualquier medio».

¿Cómo se convive con la sensación de trabajar para un medio que estaba contando mentiras?

Nunca me prohibieron decir «marea negra» ni nada similar. Sé que hubo otros periodistas a los que sí, pero también es cierto que se presiona a quien se puede. En cualquier caso, lo que sí sucedió es que había muchas diferencias entre las informaciones que se hacían aquí y las que se hacían en Madrid. A mí nadie me reprochó nunca nada cuando fui a hacer reportajes a los pueblos a donde había llegado el chapapote, y hubo gente de TVE que sí sufrió eso.

Hubo directos de Urdaci rodeado de vecinos increpándole. ¿No se sentía usted mal al ver cómo la gente insultaba al medio para el que usted trabajaba?

Yo trabajo en un medio, pero no le entrego mi alma. En cuanto a Urdaci, después de aquella entradilla ya no se sabía nunca dónde estaba.

El problema de que se minimizara desde la televisión pública la llegada de la marea negra no era sólo ético, sino que impidió que se tomaran medidas efectivas contra ella.

Fue una huida hacia adelante. Negaron el problema. Y al negarlo, concluyeron que ni siquiera la Xunta podía hacer algo. Por eso se levantó la gente. La lectura del Gobierno fue: «Esto está pasando a 600 kilómetros, así que no está pasando». Y la sensación que tuvo la sociedad gallega fue que el Gobierno la engañaba y la Xunta no hacía nada. La Administración, el Estado entendido en su sentido amplio, desapareció de Galicia. Sus representantes se dedicaban a contar mentiras, a decir que la cosa estaba cojonudamente bien, que las playas estaban esplendorosas, como dijo el exministro de Defensa Federico Trillo, o que gracias a la actuación de las autoridades se había evitado una marea negra, como dijo Arias Cañete, exministro de Agricultura y Pesca, seis horas después de que se chapapotearan 190 kilómetros de costa.

¿La prensa gallega tuvo un comportamiento distinto?

Durante un tiempo, los periodistas tomamos el control de lo que pasaba. Las directrices nos sobrevolaban, pero las redacciones se convirtieron en lo que tienen que ser: núcleos de debate sobre lo que es noticia o no. En prácticamente todos los medios gallegos sucedió eso.

¿Usted cree que los periodistas y los medios responderían ahora de la misma manera, o, visto lo visto, sería imposible que una empresa periodística dejara la gestión informativa de otra catástrofe en manos de su redacción?

Ahora hay tanta polarización en los medios que algunos incluso dirían que no es chapapote, sino chocolate a la taza. Y habría un enorme follón en redes. La del Prestige fue la primera gran crisis en España que ocurrió cuando ya funcionaba Internet, aunque entonces las únicas redes sociales eran los sms y las listas de correo. En general, en épocas de crisis, los periodistas siempre acaban arrimando la mano al timón. Habrá gente a la que le dicten una consigna y la siga, pero mucha otra se acogerá a la doctrina de Bartleby, el escribiente: «Preferiría no hacerlo». En una crisis, cualquier cadena de mando se resiente. En la Xunta y en el Gobierno nadie cuestionó en público la decisión de apartar el Prestige de la costa, pero en las conversaciones internas, muchos la criticaron.

Alejarlo de la costa en una ruta de navegación que exponía al mar el costado dañado.

Decían que era una chatarra, pero aguantó siete días y 40.000 golpes de mar, según la sentencia. Lo llevaron de un lado a otro, encendieron los motores, que son 200.000 caballos de potencia… López Veiga, exconselleiro de Pesca de la Xunta, se justificó años después diciendo que su teoría era que era mejor alejar el barco porque así el chapapote tardaría más en llegar y estaríamos mejor preparados. Pero no fue así porque no había medios. En la ría de Arousa, quienes trataron de contener el vertido fueron los marineros, las mariscadoras, la gente, haciendo barreras con almohadas y cojines. En Galicia contábamos con ocho kilómetros de barreras, que igual sirven para cercar un barco en una ría, pero no para una mancha de cientos de kilómetros con un vertido de 60.000 toneladas. Aunque, en palabras del delegado del Gobierno, Arsenio Fernández de Mesa: «Hay una cantidad clara, y es que la cantidad exacta no se sabe».

Si el barco se hubiera refugiado en la ría de Corcubión, como se barajó, no se habría hundido y no habría vertido esas 60.000 toneladas que algunos elevan a 70.000.

Sí, pero el PP se lo planteó como un problema político, que podía llevarle a perder alcaldías y, con ellas, diputaciones. No hubo otro cálculo que ese. A las dos horas del primer SOS del capitán del barco, el director general de la Marina Mercante, López Sors, le dijo al director general de Salvamento Marítimo que había que alejar el barco hasta que se hundiera.

Es razonable que en una situación así se puedan tomar medidas equivocadas, pero no se entiende que una vez que se constata que no han funcionado los mismo implicados sigan diciendo años después que hicieron lo correcto.

Si hubieran debatido el asunto y si la conclusión a la que hubieran llegado fuera que lo mejor era alejar el barco, podrían asumirlo como un error. Pero insisto en que ese debate nunca existió. Claro que fue una decisión apresurada; la tomaron en dos horas, al remolcador Ría de Vigo ni siquiera le había dado tiempo a llegar a donde estaba el petrolero.

Volviendo a ese tiempo breve en el que los periodistas y las redacciones tuvieron el control de la información, todo eso se terminó en cuanto Aznar delegó en Rajoy la gestión de la crisis. Rajoy contactó con los propietarios de los medios y al día siguiente se prohibió a los periodistas hablar de «manchas» y de «marea negra», términos que se sustituyeron por «galletas» y «lentejas» de chapapote.

En TVE no fue así. Quizás porque en un informativo de televisión la información está menos jerarquizada, en el sentido de que son tres, cuatro o cinco piezas como mucho, no como un periódico, que tenía muchísimas más. Pero en el resto de los medios sí se notó. Los medios gallegos contaron hechos hasta que apareció Nunca Máis, y entonces empezaron a hacerse las preguntas equivocadas: quiénes son estos tipos, quién está detrás, quién paga las banderas de Nunca Máis… En vez de preguntarse por qué había surgido el movimiento y tratar de responder a esa pregunta. Desde entonces, en la prensa dejaron de mandar la realidad y la verdad y empezaron a mandar los intereses del poder. ABC La Razón sacaron las fotos de los líderes de Nunca Máis como si acabaran de salir de Alcalá Meco, cayeron las demandas de Manos Limpias, la investigación del fiscal general del Estado, Jesús Cardenal…

¿En todo eso no pudo influir que el poder considerara a Nunca Máis como una herramienta política de la oposición, no como un movimiento ciudadano?

El esqueleto de Nunca Máis era el Bloque Nacionalista Galego, que pensó que una manifestación que habían convocado los sindicatos para protestar por la gestión de la crisis y las consecuencias del vertido, y que fue el inicio del movimiento, no debería ser sectorial, sino un acto de repulsa nacional. Nunca Máis no era un plataforma convencional de partidos y sindicatos. Entre las 365 organizaciones que la formaron, y lo recuerdo porque eran tantas como los días del año, había desde asociaciones ecologistas y vecinales hasta multinacionales de la acuicultura como Stolt Sea Farm. Y es cierto que, también durante un tiempo, Nunca Máis tuvo poder real. Porque era un movimiento transversal y abierto, lo que permitió que tuviera la enorme dimensión social que tuvo. Para mí, incluso más que el No a la guerra y que el 15M.

¿Nunca Máis fue resultado de la gestión del naufragio o de las mentiras?

Fue el resultado de la sensación de orfandad que sintió la sociedad gallega. «El Gobierno central nos engaña, el de aquí no se mueve y obedece». Fraga, que era un tipo que estaba todos los días en la calle, desapareció por completo, en una época en la que la ciudadanía tenía la impresión de que la Xunta mandaba en Galicia más que el Gobierno de España. Abandono y engaño.

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Fields of flowers

LOVE – PEACE – BROTHERHOOD – LOVING MOTHER EARTH

STOP DESTRUCTION!

San Francisco (Be Sure To Wear Flowers In Your Hair) – Scott McKenzie

If you’re going to San Francisco
Be sure to wear some flowers in your hair
If you’re going to San Francisco
You’re gonna meet some gentle people there

For those who come to San Francisco
Summertime will be a love-in there
In the streets of San Francisco
Gentle people with flowers in their hair

All across the nation such a strange vibration
People in motion
There’s a whole generation with a new explanation
People in motion people in motion

For those who come to San Francisco
Be sure to wear some flowers in your hair
If you come to San Francisco
Summertime will be a love-in there

If you come to San Francisco
Summertime will be a love-in there