Archivo de la etiqueta: cine en lengua española

1977 – 1984: Las bicicletas son para el verano, de Fernando Fernán Gómez a Jaime Chávarri

bicicletaFernando Fernán Gómez

Fernando Fernández Gómez (Lima, Perú, 28 de agosto de 1921 – Madrid, 21 de noviembre de 2007). Escritor, actor y director teatral y cinematográfico español. Fue miembro de la Real Academia Española desde el año 2000 hasta su fallecimiento.

Nace en la capital peruana ya que su madre, la actriz Carola Fernández Gómez, realiza una gira teatral con la compañía María Guerrero por Hispanoamérica, y a los pocos meses, su abuela lo traslada a Madrid, donde finaliza los estudios de bachillerato tras la guerra civil española, iniciando allí la carrera de Filosofía y Letras. Su creciente interés por el teatro le lleva a dejar sus estudios, comenzando su carrera de actor en 1938 en la compañía de Laura Pinillos. Allí conoce a Enrique Jardiel Poncela que le brinda un papel en una de sus obras. En 1943 es contratado por la productora CIFESA debutando con la película Cristina Guzmán, de Gonzalo Delgrás, iniciando así una prolífica carrera de actor de cine.

En su filmografía ha trabajado a las órdenes de los más destacados directores del cine español: Edgar Neville, Carlos Saura, Mario Camús, Víctor Erice, Ricardo Franco, Manuel Gutiérrez Aragón, Jaime de Armiñán, Gonzalo Suárez, Juan Antonio Bardem o Luis García Berlanga. Todas estas interpretaciones le hicieron aumentar su prestigio, consiguiendo el Oso de Plata del Festival de Berlín al mejor actor por su interpretación en El anacoreta y Stico.

A partir de la década de los cincuenta comienza a dirigir, realizando, entre el cine y televisión, numerosos títulos entre los que destacan Mi hija Hildegart (1977), Mambrú se fue a la guerra (1986), El viaje a ninguna parte (1986), adaptación de una de sus novelas y un gran éxito, que consigue el Goya al mejor director y mejor guionista, y en esa misma edición, logra el Goya al mejor actor por Mambrú se fue a la guerra.

Como autor teatral destaca su obra Las bicicletas son para el verano (1978), por la que obtuvo el Premio Nacional Lope de Vega y fue adaptada al cine por Jaime Chávarri en 1983. Otras de sus obras de teatro son: La coartada (1972), Los domingos, bacanal (1980) o El pícaro. Como novelista, destacan El viaje a ninguna parte (1986), El mar y el tiempo (1989), El vendedor de naranjas (1961), El mal amor (1987), entre otras. Sus memorias se titulan El tiempo amarillo (1990).

De sus últimos trabajos destacan El abuelo (1998) de José Luis Garci, Todo sobre mi madre (1999) de Pedro Almodóvar; Plenilunio (1999) de Imanol Uribe; La lengua de las mariposas (1999) de José Luis Cuerda; Visionarios (2001), de Gutiérrez Aragón o El embrujo de Shanghái (2002), con Fernando Trueba.

Su larga trayectoria profesional está jalonada de prestigiosos galardones, como el Premio Nacional de Teatro en 1985, el Premio Nacional de Cinematografía en 1989 o el Premio Príncipe de Asturias de las Artes en 1995. En el 2000 recibió el Oso de Honor en el Festival Internacional de Cine de Berlín a toda su trayectoria, y en el 2001, la Medalla de Oro de la Academia de las Artes y las Ciencias Cinematográficas de España.

Fallece el 21 de noviembre de 2007 en Madrid a la edad de 86 años, recibiendo, a título póstumo, la Gran Cruz de la Orden Civil de Alfonso X el Sabio otorgada por el Gobierno de España.

Fuente: http://www.cervantes.es/bibliotecas_documentacion_espanol/creadores/fernan_gomez_fernando.htm

Un genio tímido y con mal carácter

Actor, director de cine y teatro, escritor y académico de la Lengua. Fernando Fernán-Gómez (1921-2007) ha paseado su genio y figura con ironía, talento y brillantez. Él mismo se definió como «un tímido con mal carácter»; su fama de cascarrabias la cultivó para espantar a pesados. A lo largo de una carrera iniciada en 1943 ha interpretado más de 200 películas con las que ha acumulado numerosos premios, incluidos los Nacionales de Teatro (1985) y Cinematografía (1989) o el Príncipe de Asturias de las Artes (1995), además de los siete Goyas y otros galardones de los festivales internacionales de cine de Berlín y Venecia.

Tras nacer circunstancialmente en Lima (Perú), llegó a España con su abuela materna, que desde entonces se encargó de su educación. En 1930 entró en el cuadro artístico de su colegio para un pequeño papel de camarero en la obra de Vital Aza ‘El padrón municipal’. Tras cursar el Bachillerato, no pudo estudiar Filosofía y Letras por el comienzo de la Guerra Civil. En 1939, entró de meritorio en dos compañías, y en una de Laura Pinillos fue descubierto por Jardiel Poncela, quien le asignó un pequeño papel en ‘Los ladrones somos gente honrada’, obra estrenada en 1940 en el madrileño Teatro La Comedia.

En 1943 fue contratado por la productora fílmica CIFESA para ‘Cristina Guzmán’ de Gonzalo Delgrás y comenzó un intenso trabajo cinematográfico: ‘El destino se disculpa’ (1944), ‘Domingo de Carnaval’ (1945), ‘Botón de ancla’ (1947), ‘La mies es mucha’ (1948), ‘Balarrasa’ (1950), ‘Esa pareja feliz’ (1951), ‘La vil seducción’ (1968), ‘Ana y los lobos’ (1972).

Esta última película abrió una fructífera etapa como intérprete. De ese largo etcétera son ejemplos ‘El espíritu de la colmena’ (1973), de Víctor Erice; ‘El amor del capitán Brando’ (1974), de Jaime de Armiñán; ‘Pim, pam, pum, fuego’ (1975), de Pedro Olea; ‘El anacoreta’ (1976), de Juan Estelrich; ‘Mamá cumple cien años’ (1979), de Carlos Saura; ‘La colmena’ (1983), de Mario Camus; ‘La lengua de las mariposas’ (1999), de José Luis Cuerda; o ‘En la ciudad sin límites’ (2001), de Antonio Hernández.

Fernán-Gómez desarrolló, igualmente, una gran labor como director. A sus filmes primerizos como ‘Manicomio’ (1952), ‘El malvado Caravel’ (1955), ‘La vida por delante’ (1958) y ‘La vida alrededor’ (1959) siguieron los conocidos ‘Sólo para hombres’ (1960) y ‘La venganza de Don Mendo’ (1961). Poco después llegaron ‘El mundo sigue’ (1963) y ‘El extraño viaje’ (1964), dos títulos emblemáticos en la historia del cine español. El teatro fue otra de sus grandes conquistas. En 1960 creó su compañía y dirigió y/o actuó en obras propias como sus populares ‘Bicicletas…’ (1982), llevadas al cine por Jaime Chávarri en 1983.

Académico de la lengua

La literatura forma parte de su variedad de facetas y recursos creativos. Fernán Gómez se ha revelado como novelista después del debutante ‘(El) vendedor de naranjas’, que publicó en 1961. En 1985 vio la luz el que en otro tiempo fuera un serial radiofónico, ‘El viaje a ninguna parte’, al que siguieron otros títulos como ‘El actor y los demás’ (1987); los dos volúmenes autobiográficos de ‘El tiempo amarillo’ (1990); o ‘La Puerta del Sol’ (1995).

Miembro del Patronato del Instituto Cervantes, fue elegido el 17 de diciembre de 1998 académico de la Lengua para ocupar la vacante del poeta y lingüista Emilio Alarcos (sillón B) e ingresó en esta institución el 30 de enero de 2000 con el discurso ‘Aventura de la palabra en el siglo XX’.

Ni su débil salud detuvo a este trabajador infatigable que en 2000, casi octogenario, estrenó en Bilbao la comedia escrita tiempo atrás ‘Los invasores del palacio’ y protagonizó el largometraje de Javier Aguirre ‘Voz’, basado en un monólogo del irlandés Samuel Beckett, y el primero hasta ahora filmado en un solo plano.

Su trayectoria ha sido reconocida en multitud de ocasiones. En el currículum de este coloso del cine y el teatro español figuran los Premios Nacionales de Teatro (1985) y Cinematografía (1989), el Príncipe de Asturias de las Artes (1995) y tres Osos del Festival de Berlín: dos de Plata al mejor actor por cintas de Juan Estelrich ‘El anacoreta’ (1976) y Jaime de Armiñán ‘Stico’ (1984), y el tercero Honorífico (2005).

Además, colecciona siete Premios Goya. En 1987 logró cuatro de estos galardones —tres con ‘El viaje a ninguna parte’ (película, guión y dirección)— y un cuarto con ‘Mambrú se fue a la guerra’ (mejor actor). Por la primera de este dúo la Asamblea de Directores y Realizadores Cinematográficos de España (ADYRCE) le eligió mejor director y actor. Su quinta y sexta estatuillas fueron como mejor actor por los trabajos de Fernando Trueba ‘Belle Epoque’ (1992) —Oscar a la mejor cinta en lengua no inglesa— y de José Luis Garci ‘El abuelo’ (1998), respectivamente. Y su séptimo Goya por el guión adaptado de la película ‘Lázaro de Tormes’ (2001). La Academia Española de Cine le concedió, además, su Medalla de Oro (2001).

En 2006 los realizadores David Trueba y Luis Alegre le dedicaron en el Festival donostiarra ‘La silla de Fernando’, fruto de una extensa conversación filmada en su casa de las afueras de Madrid. Según Trueba, descubre una personalidad «muy alejada del arquetipo de hombre hosco y huraño que con frecuencia acompaña su imagen pública».

Fuente: https://www.elmundo.es/especiales/2007/11/cultura/fernando_fernan_gomez/obituario.html

Vídeos:

Fernando Fernán Gómez – Las bicicletas son para el verano (1977)

LUIS.─ Mamá, yo, uno o dos días, al volver del trabajo, he ido a la cocina… Tenía tanta hambre que, en lo que tú ponías la mesa, me he comido una cucharada de lentejas… Pero una cucharada pequeña…
DON LUIS.─ ¡Ah!, ¿eras tú?
DOÑA DOLORES.─ ¿Por qué no lo habías dicho, Luis?
LUIS.─ Pero sólo uno o dos días, y una cucharada pequeña. No creí que se echara de menos.
DOÑA DOLORES.─ Tiene razón, Luis. Una sola cucharada no puede notarse. No puede ser eso.
DON LUIS.─ (A DOÑA DOLORES.) Y tú, al probar las lentejas, cuando las estás haciendo, ¿no te tomas otra cucharada?
DOÑA DOLORES.─ ¿Eso qué tiene que ver? Tú mismo lo has dicho: tengo que probarlas… Y lo hago con una cucharita de las de café.
DON LUIS.─ Claro, como ésas ya no sirven para nada…
(MANOLITA ha empezado a llorar.)
DOÑA DOLORES.─ ¿Qué te pasa, Manolita?
MANOLITA.─ (Entre sollozos.) Soy yo, soy yo. No le echéis la culpa a esa infeliz. Soy yo… Todos los días, antes de irme a comer… voy a la cocina y me como una o dos cucharadas… Sólo una o dos…, pero nunca creía que se notase. No lo hago por mí, os lo juro, no lo hago por mí, lo hago por este hijo. Tú lo sabes, mamá, estoy seca, estoy seca…
DOÑA DOLORES.─ (Ha ido junto a ella, la abraza.) ¡Hija, Manolita!
MANOLITA.─ Y el otro día, en el restorán donde comemos con los vales, le robé el pan al que comía a mi lado… Y era un compañero, un compañero… Menuda bronca se armó entre el camarero y él.
DOÑA DOLORES.─ ¡Hija mía, hija mía!
DON LUIS.─ (Dándose golpes en el pecho.) Mea culpa, mea culpa, mea culpa…
(Los demás le miran.)
DON LUIS.─ Como soy el ser más inteligente de esta casa, prerrogativa de mi sexo y de mi edad, hace tiempo comprendí que una cucharada de lentejas menos entre seis platos no podía perjudicar a nadie. Y que, recayendo sobre mí la mayor parte de las responsabilidades de este hogar, tenía perfecto derecho a esta sobrealimentación. Así, desde hace aproximadamente un mes, ya sea lo que haya en la cacerola lentejas, garbanzos mondos y lirondos, arroz con chirlas o agua con sospechas de bacalao, yo, con la disculpa de ir a hacer mis necesidades, me meto en la cocina, invisible y fugaz como Arsenio Lupin, y me tomo una cucharada.
DOÑA DOLORES.─ (Escandalizada.) Pero…, ¿no os dais cuenta de que tres cucharadas…?
DON LUIS.─ Y la tuya, cuatro.
DOÑA DOLORES.─ Que cuatro cucharadas…
DON LUIS.─ Y dos de Julio y su madre.
DOÑA DOLORES.─ ¿Julio y su madre?
DON LUIS.─ Claro; parecen tontos, pero el hambre aguza el ingenio. Contabiliza seis cucharadas. Y a veces, siete, porque Manolita se toma también la del niño.
DOÑA DOLORES.─ ¡Siete cucharadas! Pero si es todo lo que pongo en la tacilla… (Está a punto de llorar.) Todo lo que pongo. Si no dan más.
( MANOLITA sigue sollozando)
DON LUIS.─ No lloréis, por favor, no lloréis…
LUIS.─ Yo, papá, ya te digo, sólo…
MANOLITA.─ (Hablando al tiempo de Luis.) Por este hijo, ha sido por este hijo.
DON LUIS.─ (Sobreponiéndose a las voces de los otros.) Pero, ¿qué más da? Ya lo dice la radio: «no pasa nada». ¿Qué más da que lo comamos en la cocina o en la mesa? Nosotros somos los mismos, las cucharadas son las mismas…
MANOLITA.─ ¡Qué vergüenza, qué vergüenza!
DON LUIS.─ No, Manolita: qué hambre.

Fuente: http://www.trampitan.es/textos-dramaticos/textos-breves-para-dos-o-mas-actores/las-bicicletas-son-para-el-verano-/

Los personajes de Las bicicletas… sufren la guerra en carne propia pero, pese a las bombas, las estancias en el sótano del edificio en que viven y la falta de comida, ésta es algo indirecto en la obra. No se retrata aquí el fragor de la batalla, no se pone la mirada del espectador en el despacho donde se toman las grandes decisiones que costarán miles de vidas, no se huele la pólvora, la sangre o la podredumbre de la gangrena, pero la guerra está ahí y afecta a los personajes. En Las bicicletas… Fernán-Gómez ha querido ver cómo afecta la guerra a unos personajes que no pueden hacer nada por modificar su rumbo, que lo único que les queda es esperar en su hogar cada vez más precario mientras luchan por ellos en la Ciudad Universitaria, en el Ebro o en cualquier otro punto de la geografía patria, e intentar mantener su vida cotidiana lo más parecida posible a como era antes de estallar la contienda.

Por eso entre la rabia, el miedo, la preocupación y el hambre, se habla de lecturas, de trabajo, se tienen problemas de tipo sexual con la criada y se convive bien o mal con los vecinos. Se intenta que todo sea como antes –ahí está el costumbrismo– pero la guerra lo impide –ahí se trasciende el costumbrismo.

Con humor teñido de melancolía –véase la escena de la desaparición de las lentejas–, se van pasando los tres años de guerra hasta que al final la derrota acaba por hundir a la familia –en la desolación y en la ruina, pues su dinero republicano es papel mojado, elemento que Fernán-Gómez introduce como cruel desenlace de otra de sus obras: la novela La puerta del Sol–. No hay final feliz, aunque sí una tímida esperanza en poder sobrevivir con una mínima dignidad. El costumbrismo no matiza la dureza de la guerra, pero sí aporta otra perspectiva de la misma. Por eso, sin sobrevalorar este texto dramático, hay que considerarlo como una certera e interesante visión de uno de los peores inventos de la inteligencia.

Fuente: http://www.proscritos.com/larevista/notas.asp?num=26&d=m&s=m3&ss=1

Vídeos:

Teatro radiofónico: ‘Las bicicletas son para el verano’

Jaime Chávarri

Licenciado en Derecho, nunca llegó a ejercer como abogado. Más tarde estudió durante dos años en la Escuela Oficial de Cinematografía y trabajó como crítico de cine en la revista Film Ideal al tiempo que realizó varios cortometrajes en super-8.

En 1970 realizó sus primeros cortometrajes: el documental Permanencia del arabesco y Estado de sitio, ganador del Festival de Cortos y Documentales de Bilbao. Al año siguiente codirige junto con Francesc Bellmunt y Emilio Martínez Lázaro el largometraje Pastel de sangre (1971). Su primer largometraje en solitario es Los viajes escolares (1974). Ese año también rueda el corto Señales en la ventana (1974).

En 1976 estrena El desencanto, un documental biográfico sobre el poeta leonés Leopoldo Panero. El filme fue galardonado con el Premio a la Mejor Película por el Círculo de Escritores Cinematográficos.

A un dios desconocido (1977) está protagonizada por Héctor Alterio y su guión fue escrito por Elías Querejeta. Chávarri ganó el Premio a la Mejor Película de Lengua Española en el Festival de Cine de San Sebastián.

Al año siguiente dirige para televisión la serie El juglar y la reina (1978), en la que compartió dirección con Fernando Méndez Leite, Alfonso Ungría y el cubano Roberto Fandiño. Le siguen Dedicatoria (1980) y los segmentos Pequeño planeta (1980) y La mujer sorda (1981) para los filmes colectivos Cuentos eróticos y Cuentos para una escapada, respectivamente. En estos proyectos también intervinieron directores como Manuel Gutiérrez Aragón, Gonzalo Suárez, Fernando Colomo, Augusto Martínez Torres, Emma Cohen, Josefina Molina, José Luis García Sánchez y Juan Tébar.

En 1982 realiza para televisión Luis y Virginia y al año siguiente Bearn o la sala de las muñecas (1983), donde actúan Fernando Rey, Imanol Arias y Ángela Molina. La película fue galardonada con el Premio del Jurado en el Festival de Cine de Montreal.

Una de sus obras más reconocidas es Las bicicletas son para el verano (1984), basada en una obra teatral de Fernando Fernán Gómez. La cinta, en la que trabajan Agustín González, Victoria Abril, Marisa Paredes y Gabino Diego, está ambientada en la Guerra Civil española.

Fuente: http://www.vidasdecine.es/directores/c/jaime-chavarri.html

Jaime Chávarri, cineasta de muchos frentes

Jaime Chávarri rodó su hasta ahora ultima película, Camarón, hace más de diez años pero eso no quiere decir que esté inactivo. Tiene otras pasiones, como la enseñanza o el teatro. De la primera dice que la descubrió hace 30 años y que “cuando estoy dando clases no me preocupo de buscar trabajo ni de escribir guiones. Tengo a veces la sensación de que todo lo que he hecho como profesional para lo que me ha servido es precisamente para enseñar. Es muy bonito. Nunca me ha parecido un recurso de final de retiro”. Y el teatro también le entusiasma, aunque le molesta mucho “esa manía de gritar en el escenario que tienen algunos actores y actrices”. Acaba de dirigir con éxito una versión de Salomé, de Oscar Wilde, “obra que encontré en la biblioteca familiar cuando tenía 8 ó 9 años. Me encantaban las historias de romanos y me fascinó aquella mujer tan malvada”. Ha dirigido hasta ahora unas doce obras, la primera en 1981, El engañao, de Martin Recuerda, que se suspendió por el golpe de Tejero “pero se me quedó el gusanillo”.

Para entonces ya había realizado El desencanto sobre la familia Panero, película que el tiempo ha convertido en un clásico. Y también muchas obras para televisión. Porque el cine le interesó desde muy joven y con la cámara de Super8 que le regalaron sus padres empezó a hacer sus pinitos con películas “que se valoraron como de cine abierto, ambiguas e intelectuales, cuando lo que les pasaba era que no se entendían porque no me habían salido, pero entonces el cine que no se entendía se valoraba muy bien”. Fue su amigo Iván Zulueta quien le habló de la Escuela de Cine y en ella estudiaron. De ello ha hablado con su habitual sentido del humor: “Los dos éramos niños pijos, o sea de familia burguesa, ambos estudiamos en un colegio de Marianistas, que para lo que sirvió fue para saber todo lo que no tenías que hacer en la vida. O sea, lo contrario a lo que te decían”.

En la Escuela había “un mundo rojil, y la gente, fuera de la ideología que fuera, tenía un nivel intelectual, y los fachas no entraban a pegarnos como sí hacían en la Universidad”. Fue en su época cuando se instituyó la censura en la Escuela. “Una de mis primeras prácticas fue El asesinato de Sharon Tate, que interpretaba un travesti. Dio la casualidad de que el director de la Escuela entró al rodaje, vio a la actriz en bragas y sostén dando puñaladas a unos tíos medio en pelotas que cantaban canciones rojas en un charco de sangre… y decidió controlarnos”. La cosa acabó en huelga estudiantil.

Chávarri dice que Los viajes escolares (1974) y El río de oro (1986) son sus únicas películas “como autor entre comillas”, los únicos guiones que ha escrito. “Eran unas rarezas y se dijeron de ellas cosas espantosas, pero es que estaban a cien años luz del cine español que se hacia entonces. He hecho películas de encargo que me interesaban mucho y otras que me interesaban menos pero que me venían bien porque necesitaba dinero. Yo entré en el cine como meritorio en una película de Marisol y es ahí donde pensaba quedarme. No tenía ínfulas de autor, yo quería hacer películas, si me ofrecían del Oeste pues del Oeste o policiacas… Resultó que la primera que hice en serio fue con Querejeta y ahí entré en otro clima intelectual. Pero cuando hice El desencanto no pensé cogérmela con papel de fumar y hacer solo ese tipo de cine, al contrario, yo lo que quería era hacer una película de cupleteras pero si me pongo a escribirla no me sale, me sale otra cosa”, cuenta.

Entre sus 15 largometrajes los hay tan conocidos como BearnLas bicicletas son para el veranoLas cosas del quererBesos para todos, y otros también excelentes aunque sin tanto éxito como Sus ojos se cerraron y el mundo sigue andando. “Ya nadie quiere hacer películas de ese tipo… Los productores que creyeron en mí se han muerto, y los de ahora no tienen proyectos para que los dirija yo. ¡Para qué empeñarme en trabajar en un sistema que no es el mío ni tiene nada que ver conmigo! No me interesan mucho las películas que funcionan hoy ni yo las sabría hacer, ni tampoco las haría si no me gustasen. Llega un momento en que las cosas toman una dirección por sí mismas…”.

A pesar de lo que dice ha recibido diversas propuestas: “Después de Camarón me salieron muchos encargos, algunos realmente preciosos pero por parte de personas que no tenían la menor posibilidad de producir una película, no había un solo productor competente. Tengo un guion que están moviendo por ahí pero que es otra rareza, un proyecto marciano. Para mí el gran tema es el melodrama y las películas de género son buenas en la medida en que el melodrama que contengan sea bueno, tanto si es del Oeste como de serie negra…”.

Cuando le divierte, Chávarri también es actor. Lo ha sido con Berlanga, Fernán Gómez o Almodóvar entre otros, o director artístico como hizo en películas de Saura o Erice. Hasta dirigió una película porno, Regalo de cumpleaños, un juego que le divirtió y que un día Berlanga encontró en una tienda, cuando él mismo ya la había olvidado. “Si no hago nada estoy encantado, no sabes lo bien que me lo paso en mi casa. Soy un vago y lo he sido siempre porque he tenido mucha suerte y soy un privilegiado. Escribir siempre me ha dado pánico y lo que más me interesa es leer. Leo muy poca novela, más ensayos, biografías, mucha historia, nunca teoría cinematográfica”. Y ver películas: tiene una colección perfectamente ordenada de unos 6.000 títulos. Pero a sus 73 años lo que le gusta sobre todo es dar clases: “Es una forma de relacionarte con las nuevas generaciones, a veces desesperante eso sí, porque he tenido años en que pensaba que no les interesaba nada de lo que les decía ni a mí tampoco sus cosas. Pero de repente al año siguiente surge una generación completamente distinta, porque no hay ninguna continuidad. En lo que sí coinciden es en saberse en en un mundo que no les gusta porque saben que no les va a dar oportunidades. Da miedo lo claro que lo tienen a los 20 años”.

Fuente: https://elpais.com/cultura/2016/04/10/actualidad/1460283365_120859.html

Vídeo:

Entrevista a Jaime Chávarri

Jaime Chávarri – Las bicicletas son para el verano (1984)

Director Jaime Chávarri. Con Amparo Soler Leal, Agustín González, Victoria Abril, Alicia Hermida, Patricia Adriani, Marisa Paredes, Carlos Tristancho, Gabino Diego, Aurora Redondo, Guillermo Marín, Emilio Gutiérrez Caba, Laura del Sol, Miguel Rellán, Jorge de Juan, Marina Saura, Wilmore, Rosa Menéndez, Emilio Serrano, Elena Gortari, Sandra Ramírez, Marina Andina.

Chávarri se sorprendió de que se le hubiera ofrecido a él dirigir la película toda vez que el autor de la obra es un reconocido director de cine y de teatro. Así se lo contó a Enrique Alberich en Dirigido por…: «Fernán-Gómez dijo que no quería saber nada de la película. Incluso se extrañaba de que quisiéramos consultarle aspectos del guión. Cuando él había adaptado al cine a Mihura, o a cualquier otro escritor, no se le había ocurrido preguntarle qué le parecía esto o aquello, porque ya imaginaba que lo que estaba haciendo con su obra le iba a sentar fatal». Y así fue, en efecto, según ha confesado Chávarri: «Al acabar el guión nos dijo que habíamos quitado media obra, lo cual era cierto. Lo habíamos hecho porque no disponíamos de tiempo ni de presupuesto necesarios para hacer una película de más de hora y media. Tuve la sensación de que Fernando se había quedado con cierto resentimiento respecto a la película. Una vez, en un viaje que tuvimos la oportunidad de hacer juntos, le pregunté qué pasaba realmente. Me contó que le daba la sensación de que habíamos quitado de la historia todo aquello que se refería al anarquismo, que a él le interesaba mucho. Tenía razón. Pero no lo habíamos hecho adrede como él pensaba, sino que al ir acortando el texto se habían ido perdiendo algunos matices».

«En cualquier caso», escribieron en su libro Miguel Ángel Barroso y Fernando Gil-Delgado, «domina la impronta de Fernán-Gómez en esta historia contada desde el prisma de los vencidos, con respeto y atendiendo más al drama humano de la guerra en la gran ciudad que a las digresiones políticas». Román Gubern aseguró que «los recursos escenográficos utilizados por Chávarri han permitido dinamizar el ritmo original, procurando no sacrificar su intimidad», coincidiendo con Marcel Oms, que aseguró, por su parte, que «la transposición fílmica de la obra teatral ha sido magistralmente resuelta por Chávarri, quien no ha vacilado en utilizar elipsis y metáforas, ni en recurrir a escenas para acercarnos esos personajes cuya cotidianidad ordinaria eleva a niveles de ejemplaridad».

Fuente: http://elpais.com/diario/2004/02/27/cine/1077836413_850215.html

Vídeos:

Fernando León de Aranoa, Barrio

barrioFernando León de Aranoa (Wikipedia)

Fernando Leon de Aranoa nació en Madrid, en 1968. Licenciado en Ciencias de la Imagen por la madrileña Universidad Complutense, se diría que siempre tuvo claro que quería ser guionista y director de cine. “Yo me planteo las películas desde la curiosidad, para entender el mundo”, me comentó el director en una entrevista. Y en efecto, su cine supone una mirada a la sociedad y a los problemas que la aquejan, pero siempre una mirada a las personas concretas, normales y corrientes, en su cotidianidad. En tal sentido, el suyo es un cine humanista, y no le gusta la etiqueta de que “hace cine social”, aunque pueda entenderla. En persona, con su tradicional camiseta, pelo abundante recogido en coleta y barba, es franco en el trato, directo en las respuestas, con deseos de explicar lo que le interesa, en el cine, y en la vida.

Lo dicho no quita para que León de Aranoa sea un profesional, y de hecho sus primeros pasos en el mundo audiovisual le llevaron a trabajar para otros, ya fuera en el programa televisivo concurso “Un, dos, tres” de Narciso Ibáñez Serrador, y en los sketches cómicos de “Martes y trece”. En la ficción televisiva también aportaría su sapiencia de guionista a Turno de oficio, y en cine trabajaría largamente en comedias de Antonio del Real como ¡Por fin solos! (1994), Los hombres siempre mienten (1994), Corazón loco (1997) y Cha-cha-chá (1998). Cuando ya era un director que desarrollaba sus propios proyectos, no hizo ascos a colaborar con Chus Gutiérrez –Insomnio (1998)–, Antonio Cuadri –La gran vida (2000)–, La Fura del Baus –Fausto 5.0 (2001)– y el cine uruguayo –El último tren (2002)–. Aunque a partir de 2002 y su mayor éxito, Los lunes al sol, no firmará guiones para otros.

El primer trabajo como director fue un corto, Sirenas (1994), y no pasaría mucho tiempo, dos años, para que firmara su primer largo, Familia, producción de Elías Querejeta. Fue toda una sorpresa, el original y sorprendente modo de señalar que todos necesitamos el amor de una familia, y no es de extrañar que recibiera un Goya a la mejor dirección novel, y que la película se vendiera por medio mundo, pues su entraña era universal. Ya en este debut demostró que se le daba bien dirigir a los actores, quizá porque entendía cómo son las personas y los personajes, todo al tiempo.

Siguiendo su costumbre de titular las películas de modo minimalista, una palabra basta, vino después Barrio (1998), una mirada durante el verano a tres chicos desocupados de una barrida madrileña, con las inquietudes típicas de la adolescencia, el entorno particular de cada hogar, y cierto fatalismo que volvería a estar presente en su filmografía.

La absoluta consagración vendría con Los lunes al sol (2002), Concha de Oro en el Festival de San Sebastián y Goya a la mejor película. Protagonizaba un Javier Bardem a punto de hacer las Américas, y la aproximación al problema del paro, a través de un grupo de camaradas sin trabajo, era muy humano, con algún apunte humorístico más bien irónico, dominaba más bien el regusto amargo. El film estaba coproducido con Mediapro, y la asociación con el productor Jaume Roures continúa hasta la actualidad. Aunque eso sí, León de Aranoa decidió crear en 2004 su propia productora, Reposado, desde la cual desarrolla sus proyectos. El primero sería Princesas (2005), una arriesgada mirada al mundo de la prostitución en España. El título ya habla de la intención de humanizar a las mujeres, son personas revestidas de dignidad, pese a su oficio, pero el peligro, que el director no sortea, es la mirada ingenua, de “cuento de hadas”, nunca mejor dicho.

La preocupación por la infancia del director quedó recogida en el film documental colectivo Invisibles (2007). En su segmento Buenas noches, Ouma, se hacía eco de la terrible situación de los niños soldados en Uganda. No era la primera vez que abordaba este género, pues en 2001 firmó Caminantes, sobre los zapatistas en México, premiado en el Festival de Cine de La Habana, y había coescrito el guión de La espalda del mundo (2000).

Cinco años ha tardado en volver a dirigir un largo de ficción Fernando León de Aranoa tras Princesas. Amador no es una película sobre la inmigración, o no sólo trata este tema. En realidad habla de la soledad de las personas, y de la necesidad que todos tenemos de encajar las piezas de nuestra vida para alcanzar la felicidad. Lo hace a través de una situación límite donde no faltan consideraciones sobre la ancianidad, y la envergadura de los problemas de la gente, que no es otra que la que a veces cada uno les da de modo exagerado.

Fuente: http://decine21.com/biografias/Fernando-Leon-de-Aranoa-56537

«La ficción es un manual de uso maravilloso de la realidad»

El guionista y director de cine, Fernando León de Aranoa, autor de las películas ‘Familia’, ‘Barrio’, ‘Los lunes al sol’, ‘Princesas’ y ‘Amador’, ha dado el salto a la ficción literaria con el libro de cuentos breves ‘Aquí yacen dragones’ (Editorial Seix Barral). El cineasta madrileño recopila 113 piezas narrativas que ha escrito entre rodaje y rodaje a lo largo de estos últimos años donde la amistad, el amor, la muerte o la necesidad de afectos se entremezclan entre la realidad y la ficción. Tras la publicación de ‘Aquí yacen dragones’ está ultimando el guión de su próxima película, que se centrará sobre la cooperación y espera empezar el rodaje este mismo año. El trabajo de Aranoa ha sido reconocido con trece premios Goya, cinco de ellos a título personal.

-Me imagino que ya le han explicado que en Barcelona hay muchos dragones. Se calcula que hay casi unos 400 ejemplares. Está en la ciudad perfecta para presentar su libro, ¿no?
– No  era consciente de su número pero quizás por ello me siento tan a gusto en Barcelona.

– ¿Ha podido ver algún dragón estos días?
– Pues, no. Pero es gracioso porque cuando hice un corto hace muchos años titulado ‘Sirenas’, solo veía sirenas por la calle, en forma de logotipos en las tiendas, en peluquerías… y ahora me pasa lo mismo con los dragones.

– Estos dragones ven la luz en su libro de cuentos en el que incluye en su presentación una frase de la ‘Poética’ de Aristóteles: ‘Es probable que a veces sucedan cosas al margen de lo probable’. Toda una declaración de intenciones…
– La prueba es que Aristóteles tenía razón y ahora estoy presentado un libro, algo bastante improbable hace unos años. Me gusta esta frase porque cuestiona la realidad, muchas veces creemos que la realidad es algo muy realista, y no es así. Considerar la realidad dentro de un género es una de las peores cosas que se puede hacer y además hace mucho daño a la ficción, a la imaginación, a la literatura y al cine. Lo maravilloso de la realidad es que no responde a un género, todo cabe en ella, hasta lo improbable.

– En su libro incluye más de un centenar de relatos, algunos de una página y escritos entre rodaje y rodaje de sus películas. ¿Encuentra muchas diferencias entre el cine y la literatura?
– Ha sido muy divertido. Escribir este libro es muy distinto en muchos sentidos a rodar una película.

– ¿Hay cuentos que se podrían ver en su cine?
– Si buscas conexiones seguro que las encontrarás e incluso yo mismo sin darme cuenta.  Es cierto que la historia de la película ‘Familia’ podría ser un cuento de este libro como el de ‘Los adioses elegidos’, que hace referencia a la necesidad de nuestra sociedad de inventar los afectos, el ser humano los necesita sean reales o falsos.

– ¿Hay más conexiones?
– El cuento titulado ‘Los guardianes del vertedero’ tiene mucha relación con el comienzo de la película ‘Amador’. Creo que nace directamente de este inicio y también de una escena real que presencié. De esa paradoja en el que alguien por defender la basura podría llegar a darlo todo. Con estos cuentos pretendo explicar lo real más cotidiano pero con la fantasía. Intento utilizar  la ficción para desatornillar la realidad y explicármela en primer lugar a mí y si por el camino a  alguien más le sirve pues es fantástico.

– ¿No entiende la realidad sin la ficción?
– Soy un enamorado de la imaginación. La realidad me parece que tiene sentido cuando se explica a través de la ficción, que es un manual de uso maravilloso de la realidad, además de ser muy necesaria. Mi primer compromiso es con la ficción pero también intento utilizarla para hablar de lo real.

– Algunas de las historias que se publican tienen más de 10 años, y antes de ser director del cine, también había sido guionista. ¿Dónde se siente más cómodo: dirigiendo películas o escribiéndolas?
– Mi aproximación al cine es a través de la escritura. Empecé trabajando como guionista durante muchos años, incluso afirmando públicamente que jamás dirigiría porque solamente quería escribir películas. Luego me traicioné muy pronto, lo que prueba también que nada de lo que diga públicamente es digno de ser tomado muy en cuenta (sonríe).

– ¿Cuándo empezó a escribir?
-Para mí la escritura fue un hallazgo tardío, a partir de los 19 años, y  entonces quise escribir todo lo que no había escrito hasta ese momento. Inmediatamente fue una escritura asociada al cine y por eso disfrutaba tanto escribiendo las películas que dirigían otros y no sentía la necesidad de dirigir. Desde entonces he escrito mucho y lo sigo haciendo.

-¿Qué sensaciones le despierta la escritura?
-Durante todo este tiempo escribir para mí ha sido un alivio, incluso algo terapéutico. También me ha permitido mucho jugar con personajes e historias mientras hacía las películas, que te exigen un compromiso de dos años, una película es casi como una relación monógama por completo, no puedes pensar en ninguna otra ficción y con la escritura tenía mis pequeñas aventuras, mis infidelidades.

– ¿No siente que ha traicionado al cine?
– Desde que hice el taller de guión de escritura con 19 años la escritura es casi algo más natural que el rodaje de las películas, que es completamente antinatural estar rodeado de 800 personas. He tenido que aprender hacer película a película. Siempre digo que tienes una habilidad y la otra te la inventas. En mi caso, siento que mi habilidad es la escritura y ser director de cine me lo he inventado.

– ¡Quién lo diría!
– Cuando hice mi primer cortometraje sé que el director no estaba ahí. Lo que pasa es que trae satisfacciones, la primera es llevar tu historia hasta el final. Me he esforzado y película a película también he ido aprendiendo y sintiendo en ese rol. Cuando terminé ‘Barrrio’ también dije que no dirigiría más pero no he podido dejarlo porque también es una maravilla. A estas alturas y a fuerza de rodaje ya me siento más cómodo en ese rol.

– Y de los relatos que publica en el libro, ¿hay alguno candidato a convertirse en película?
– Nunca se sabe, pero hay pocos realmente. No son gérmenes de películas, no está planteado así el libro, y creo que muy pocos tendrían desarrollo en las películas. Quizás hay uno o dos que tirando mucho de ellos podrían ser una idea para película, pero han nacido como historias muy breves.

– La Filmoteca de Catalunya le dedica hasta el próximo 8 de marzo un ciclo con sus películas como ‘Barrio’, ‘Los Lunes al sol’ o ‘Princesas’. ¿Cree que estás películas tienen más vigencia hoy en día?
– Creo que honestamente tienen la misma. En realidad, cuando uno hace una película piensas que se verán cuando tú ya no estés. Aspiras a que tengan sentido en el momento que se estrenan y ojalá cuando un día no hubiera paro, aunque suena a utopía como uno de mis cuentos, en ese momento espero que sigan teniendo sentido porque al final tratan del ser humano, de la identidad de cómo lo que somos resiste a una situación de tanto estrés personal y familiar. Así que creo que tienen sentido con dos millones de parados, cuando rodé ‘Los lunes al sol’, y por desgracia con los casi seis actuales.

– ¿Cree que a través de su cine, sus personajes e historias, podemos llegar a comprender mejor la situación en la que vivimos?
– Por ejemplo, la última película que rodé, ‘Amador’, la crisis ya estaba y para su protagonista, Marcela, la crisis no es coyuntural, no depende de lo que digan las agencias de calificación, ni de la crisis la Unión Europa ni del desgobierno de los últimos años. En su caso, la crisis es estructural, es una persona inmigrante que está acostumbrada a las dificultades y contar esas historias a los que golpean con más fuerza la crisis creo que también a base de vivir en ella son los que sabrán esquivarla mejor y salir adelante. Me parece que es también el momento de aprender y mirar hacia las personas para que las dificultades han acompañado toda su vida, que son muchas y parece que nos olvidamos de eso.

– En cierto modo, usted con sus primeras películas también se adelantó a esta situación de crisis que vivimos hoy en día…
– Cuando rodamos ‘Los lunes al sol’ o ‘Princesas’ me parecían tan valiosas o más que ahora porque esto no estaba encima de la mesa. Estas películas también cumplían esa función de decirlo junto a todo el mundo rosa y maravilloso de todos los restaurantes de lujo. Entonces tenían ese valor, pero creo que hoy también lo tienen aunque de alguna forma hoy en día esté en todas las partes.

-¿Qué le parece actualmente el panorama del cine español?
– En la pasada edición de los Goya vimos películas maravillosas y además muy variadas. La diversidad es una de las características que acompaña desde hace muchos años al cine español. Además hay mucho talento y me reconcilio mucho cuando veo a sus creadores inventando historias y a gente joven. Esto me hace ser muy optimista pero no lo soy tanto cuando contemplo el tejido industrial, lo dañado que está, lo difícil que es hacer una película. Esto me hace caer un poco más en el desánimo, pero creo que el talento de la gente se impondrá.

– ¿Qué opinión le merece la subida del IVA cultural y todos los recortes que están sufriendo el sector del cine y la cultura en general?
– Me parece muy corto de miras, aparte muy torpe y triste considerar la cultura un producto de lujo. Es un sector que tiene mucha importancia para el desarrollo de un país y para su imagen en el extranjero. Parece que nuestra imagen solo dependiera del turismo o de lo que digan las agencias de calificación y de la economía española, si nuestra imagen depende de nuestro sector financiero estamos perdidos. La cultura, tan denostada muchas veces, y nuestro sector y tantos otros son muy importantes para un país, pero ya no me refiero a España sino a cualquier país.

– ¿Sin cultura no hay desarrollo?
– Tal como dijo en la ceremonia de los Goya Enrique González Macho, el presidente de la Academia del cine español, la cultura es una herramienta de libertad para las personas. La libertad no está no solamente en el exterior, en las barreras que nos pongan, en las fronteras para poder salir o entrar, está también en nuestra cabeza. Si no tenemos una ciudadanía culta, preparada y crítica seremos libres para circular por la calle pero estaremos presos para tomar nuestras propias decisiones. Una formación adecuada a la gente le va a permitir ser mucho más crítica y, por tanto, mucho más libre.

– Hace poco también se han celebrado los Oscar. ¿No le gustaría triunfar algún día en Hollywood?
– En eso, y espero que en todo, soy muy poco sectario. En Estados Unidos hay maravillosos directores como en España. Creo que no hay cine español o americano, hay cine  bueno y malo, y en medio hay una amplia gama.  Hay grandísimos directores y actores con los que sería un sueño trabajar algún día en Estados Unidos, el cine en gran parte lo inventaron allí. Los Oscar, como los Goya, forman parte de nuestra industria, son un escaparate brutal pero me interesan más las películas que sus premios.

– Entonces, ¿si surgiera una oportunidad probaría?
– Las cosas cuando forman de un plan, son forzadas, eso de querer rodar allí porque me conviene a mi carrera, es cuando te equivocas. Alguna vez he estado a punto, y si surgiera de una forma natural, con un proyecto que me enamorara, lo haría encantado.

– No sé si le ha llamado Javier Bardem…
– Estaría pendiente de su llamada (sonríe). Para cualquier cosa sabe que estoy.

– En unos meses empezará el rodaje de su próxima película, ¿cómo la lleva?

– Es un proyecto en el que trabajo desde hace tiempo y estoy trabajando en las últimas versiones del guión. Ya tengo ganas de comenzar y si todo va bien empezaré el rodaje este año.

– ¿De qué irá?

– Es una historia que gira sobre un pequeño grupo de cooperantes. Estoy adaptando por primera vez un libro, el de la escritora y cooperante Paula Farias, y también aportaré mi propia experiencia ya que les he acompañado varias veces en zonas donde cooperan.  Siempre me ha parecido una historia que está sin contar, sobre todo, de una manera real y veraz, no hay una idealización de lo que quiero hacer. Contaré esa historia con todas sus fallas y sus virtudes, y espero que sea de una manera muy próxima.

Fuente: https://www.lavanguardia.com/cultura/20130301/54367808977/entrevista-fernando-leon-de-aranoa-cine-cultura.html

FERNANDO LEÓN DE ARANOA: «ME GUSTA MUCHO LA GENTE QUE ARRIESGA»

Ecos del 20 Festival de Málaga: entrevista a Fernando León de Aranoa

Cada año, el Festival de Málaga homenajea a una serie de profesionales del séptimo arte cuya carrera reúne los suficientes méritos como para recibir el reconocimiento público del certamen. Este año, los premiados han sido: la actriz Fiorella Faltoyano (Biznaga, ciudad del paraíso), el actor argentino Leonardo Sbaraglia (Premio Málaga SUR), la maquilladora Sylvie Imbert (Premio Ricardo Franco), la directora peruana Claudia Llosa (Premio Eloy de la Iglesia) y el cineasta español Fernando León de Aranoa (Premio Retrospectiva). A este último, tuvimos ocasión de entrevistarlo, de modo que pudimos hacer un balance sereno de su filmografía y nos contó (lo que pudo) de su último proyecto, que protagonizan Penélope Cruz y Javier Bardem.

La carrera de Fernando León de Aranoa tiene una doble vertiente. Por un lado, cuenta con numerosos guiones en su haber tanto en televisión (en las series Pepa y Pepe Turno de oficio: Diez años después) como en cine, como los de los films ¡Por fin solos! (1994), Los hombres siempre mienten (1995), Corazón loco (1997)  y Cha-cha-chá (1998) de Antonio del RealInsomnio (1998) de Chus GutiérrezLa gran vida (2000) de Antonio Cuadri o Fausto 5.0 (2001) de Álex OlléIsidro Ortiz y Carlus Padrissa y de los documentales La espalda del mundo (2000) y La guerrilla de la memoria (2002). Como director, Fernando León de Aranoa ha realizado las películas Familia (1996), Barrio (1998), Los lunes al so(2002), Princesas (2005), Amador (2010) y Un día perfecto (2015) y los documentales Caminantes (2001), Invisibles (2007), Refugiados (2013) y Política, manual de instrucciones (2016), que ya comentamos en esta sección.

Como pueden comprobar, una fructífera trayectoria de la que hablar y reflexionar.

MoonMagazine (M.M.): Buenos días, Fernando. El Festival de Málaga te ha concedido el Premio Retrospectiva. ¿Es muy distinto el premio a toda una trayectoria profesional que a una película concreta? ¿Proporciona otro tipo de satisfacciones?

Fernando León de Aranoa: Sí. Porque los premios a las películas en concreto, sean los Goya o sean en Festivales, están ligados, inevitablemente, a la carrera comercial de esa película. En este caso, no es así. En este caso, está ligado a una trayectoria. Y se agradece mucho. Fuerzan a mirar un poco atrás, Es como una parada que, de repente, te invita a reconsiderar todo tu trabajo, a hacer un balance y yo creo que eso es interesante.

Otros Medios (O.M.): En tus películas, has tratado temas como la prostitución o el paro. Te acercas mucho a los temas sociales. ¿Piensas que todos tus trabajos se caracterizan por tener esta vertiente de crítica social?

Fernando León de Aranoa: He realizado varios documentales que sí están centrados directamente en eso, trabajos que yo los llamo de servicio, para ACNUR o Médicos sin Fronteras. En México, también realicé un documental que se llamó Caminantes. Y en las ficciones, también. Como guionista, no. Al principio, hice mucha tele. Pero luego en las películas, que me implican mucho tiempo y mucho trabajo, sí tiendo a elegir temas que valgan la pena dedicarles tanto esfuerzo y tantos años de trabajo. Para dedicar dos o tres años de tu vida a abordar un tema que no me interese como cineasta o como ciudadano, preferiría seguir haciendo guiones…

O.M.: ¿Cómo ves, con la perspectiva de los años, tu dedicación, como guionista, en tus primeros años como profesional, al humor y la comedia?

Fernando León de Aranoa: Cuando empecé como guionista, empecé haciendo mucho televisión y mucho humor también. Comedias para otros directores… Porque era lo que, muchas veces, pedía el mercado, la producción. Me encargaban comedias. Estaba encantando. Aprendí a escribir. Disfrutaba mucho de ese trabajo y, además, creo que todo lo que cualquier ser humano hace acaba volviendo y regresando de otra manera y te va a ser útil en un nuevo proyecto, en una nueva película… De hecho, el humor es algo que, en aquellos primeros trabajos estaba muy presente, pero a lo que, después, no he renunciado. En la última película de ficción que he realizado, Un día perfecto, habla de unos cooperantes que están en una guerra, algo que podría ser muy solemne, pero creo que había que romper esa solemnidad y el humor está muy presente.

M.M.: Un humor un poco kafkiano porque, si analizamos el guion de Un día perfecto, se basa en que los personajes se pasan dos horas buscando una cuerda… Me parece algo genial y que demuestra tu talento como guionista.

Fernando León de Aranoa: Había que estirar la idea, sí, pero era una metáfora de lo que es una guerra, todos dando vueltas, persiguiéndose unos a otros pero sin poder resolver el problema, pues porque es muy complicado cuando estás en una zona de conflicto.

M.M.: Se ha apuntado el tema social y en unos años que había una burbuja que creó una especie de espejismo social, tuviste la perspicacia de mostrar lo que esa fachada brillante ocultaba. Cuando estrenaste Los lunes al sol, por ejemplo, hubo quien escribió algún artículo en que argumentaba que no era lógico hacer esa película cuando el paro en España estaba en cifras bastante bajas…

Fernando León de Aranoa: Eso ya me lo preguntaron en el Festival de San Sebastián cuando presenté la película. La primera pregunta fue muy parecida a esa. Y a mí me sorprendió porque era cierto que no existía el nivel de desempleo que después hubo pero había millón y medio de personas sin trabajo, lo cual me parecía suficientemente importante como para contarlo a través de una película. Además, creo que las películas no deben hablar de la coyuntura, de lo que está pasando en este momento sino que hay que hablarle no al espectador de ahora sino al espectador de dentro de diez años, de veinte años… En el caso de Los lunes al sol no era una película que hablara tanto del desempleo de la época como de identidad: ¿qué te pasa cuando estás sometido a esa situación y cómo resisten tu estima y tu identidad a ello? Para contar eso, igualmente tiene sentido si hay uno o dos millones de desempleados que si hay cinco.

O.M.: ¿En qué medida te inspira la realidad que te rodea?

Fernando León de Aranoa: Algunas de mis películas nacen de cosas que yo he visto o he vivido pero yo creo que es muy importante, no sé quién lo decía, que la principal obligación del autor no sería contar la realidad sino contar cómo la ve él. Al final, lo que cuenta es la mirada que tenemos sobre las cosas más que las cosas. A mí lo que me interesa de un director o de un autor es cómo cuenta esa realidad. No se trata de hacer un retrato exacto de la realidad sino que tiene que haber una mirada, una invención… Y eso es lo que las hace interesantes. La ficción pesa mucho. La realidad es el punto de partida pero, después, es muy importante el proceso de invención para darle a la realidad ese vuelo que la ficción tiene.

O.M.: Fernando, tú eres un animal de cine que empezó con los 35 mm. y has sido testigo de todo este viaje a lo digital, con la aparición de plataformas como Netflix, de las que Agustín Almodóvar dice que van a salvar el cine. ¿Cuál es tu opinión sobre esa transición?

Fernando León de Aranoa: Yo creo que está pasando y estamos todos intentando entenderlo. Y adaptándonos. Igual, es demasiado pronto para hacer una valoración. Pero creo que todo lo que suponga cuestionar las bases de lo que estamos haciendo, de una industria que ha pasado por muchos problemas, es bueno, que entren nuevos actores y que haya nuevas formas de hacer llegar a los espectadores lo que hacemos, sean películas o sean series. Ya digo, intentando entenderlo y ver cómo nos beneficia a nosotros y cómo nos beneficia al espectador, que es de lo que se trata.

O.M.: ¿Te decepcionaría que, dentro de dos o tres películas, estrenaras en la pantalla pequeña de un móvil y no en una pantalla grande?

Fernando León de Aranoa: Como espectador, me gusta mucho ver las películas en grande, no por sacralizarlo, sino porque es una experiencia compartida y me gustaría que eso siguiera existiendo y espero que sea así. Pero ver una película en pequeño, muchas veces te viene muy bien. Yo creo que son compatibles ambas cosas. Eso sí, a pesar de este boom de las series, a mí el formato de película de hora y media, dos horas, me sigue gustando mucho. También me gustan mucho las series pero el problema es el tiempo que, como espectador, me puedo comprometer a ver una ficción. Ante el hecho de comprometerme a ver cinco temporadas de una serie, la pregunta que me hago es: ¿de dónde saca la gente tanto tiempo? Sin embargo, con una película no veo ese problema.

O.M.: Como director que tienes que trabajar con actores, ¿tu instinto es capaz de detectar cuándo alguien es sincero y cuándo está mintiendo? Te lo pregunto por si viste algo de eso durante el rodaje del documental sobre Podemos, Política, manual de instrucciones

Fernando León de Aranoa: Me estás preguntando si sentía que había algo de interpretación o no, ¿no? Pues mira, es verdad que,  curiosamente, cuando ruedas documentales puede suceder eso: a veces, puedes percibir que alguien está diciendo lo que quieres escuchar o lo que él cree que quieres escuchar…  Que, a veces, alguien puede caer en esa equivocación… En el caso de ese documental, para el pequeño equipo que nos incrustamos en muchas reuniones internas, lo curioso era lo rápido que se olvidaron de nosotros y la espontaneidad con que sucedió todo. En eso, yo creo que también tuvo que ver que estábamos rodando durante un momento muy complejo para ellos, como fue su primera asamblea en Vistalegre, con muchas discusiones internas, y estaban suficientemente ocupados para preocuparse por nosotros. La percepción, tanto filmando, como viendo el material en montaje, era como si no existiéramos. Era muy verdad lo que ocurría… A sus discusiones internas, me refiero… En las entrevistas, siempre hay una mediación. La cámara está intermediando y todos piensan lo que voy a decir, lo que no… Pero, en los momentos vivos, los que yo creo que son más valiosos, aquellos en los que se desarrollaban las discusiones internas, siempre tuve la sensación de que no existíamos. Que todo lo que estaba sucediendo era real.

M.M.: Yo creo que, precisamente por esa espontaneidad, o la fuerza que siempre tiene la imagen, en ese documental se intuyen muchas de las cosas que sucedieron después… Las diferencias de matices entre ellos, por ejemplo.

Fernando León de Aranoa: Sí, si nosotros filmábamos muchas veces situaciones (estábamos tres personas al fondo de una sala, intentando no ser muy visibles) en las que nos preguntábamos cómo no nos estaban echando de ahí, en plena discusión… Normalmente, las cosas no ocurren así. Pero tienes razón en lo que dices, tiene todo el sentido. Lo que pretendíamos registrar, y durante un año nada menos, era el proceso de conformación, como de ADN, de esa formación política… Después, a donde vaya, es difícil saberlo y dependerá de ellos fundamentalmente. Pero en ese material sí están presentes las diferencias que después hemos visto.

M.M. ¿Es posible que viéramos hoy ese documental y sacáramos de él impresiones muy distintas a las experimentadas en el momento de su estreno?

Fernando León de Aranoa: Ese documental estaba pensado para guardar un poco registro de ese momento. Y, un poco, sucede lo mismo que con lo que he dicho antes de Los lunes al sol. Que pueda verse dentro de diez años, veinte años y que cuente un momento que era excepcional, en el sentido de que era muy poco predecible que ocurriera algo así en la escena política española. Está hecho también con esa intención, la de dejar registro interno, lo más interno posible, de un momento y que tenga validez dentro de quince-veinte años. Se puede decir que cuanto más cambie la actualidad y la realidad, pues más valor tendría.

O.M. Una vez dijiste que preferías hacer una película mala que una película convencional. ¿Crees que lo que se está haciendo en la escena cultural española es convencional?

Fernando León de Aranoa: Bueno, yo no dije que lo que se estaba haciendo era convencional. Yo dije que no quería hacer algo así. Es preferible que alguien arriesgue y pise en falso a alguien que no arriesgue, ¿no?

O.M.: Pero, ¿crees que es convencional?

Fernando León de Aranoa: No, no lo creo… Además, no sé en qué contexto dije eso. Seguramente, estaba hablando sobre la creación en general. Creo que hay que arriesgar… Hoy me han hablado de una película que no he visto, Pieles, y me han dicho que arriesga mucho. Pues me parece muy bien. Me parece ya un éxito en sí mismo. Que alguien tenga la valentía de arriesgar. Y más en cine porque, frente a los riesgos en otras disciplinas, es más complicado porque tiene un importantísimo peso industrial y comercial. Me gusta mucho la gente que arriesga.

O.M.: ¿Qué nos puedes contar de Escobar, tu próximo proyecto?

Fernando León de Aranoa: Pues, hasta ahora, poco porque todavía la estoy haciendo. Para mí, es demasiado pronto. Me falta un poco de perspectiva sobre la película y todavía estamos encontrándola. Rodamos ya y ahora estoy montándola. Estoy en plena fase de montaje pero muy al principio. Todavía tenemos la película abierta, un poco en la mesa de operaciones. Y no creo que esté lista hasta antes de final de año.

O.M.: La película está basada en un libro, ¿no?

Fernando León de Aranoa: Sí, de Virginia Vallejo. La visión de Virginia Vallejo es muy interesante. Pablo Escobar es un personaje muy interesante. Pero la propia Virginia Vallejo también lo es.

Fuente: https://www.moonmagazine.info/fernando-leon-de-aranoa-gente-que-arriesga/

Vídeos:

Fernando León – Barrio (1998)

-El otoño pasado comentaba con un guionista que el cine español obvia muchas realidades sociales de nuestro país habitadas por personajes muy interesantes. Entonces no sabíamos que se estaba rodando “Barrio”. Esta película parece encajar en ese hueco temático tan importante de nuestro cine. ¿Es eso lo que se propuso?
-En parte sí. Quería entrar en esta temática de la que se habla tan poco y que, como dice, es tan interesante. Esto ya se había hecho en el cine italiano hace treinta años, o en el inglés de ahora. Creo que lo bueno de este tipo de cine es que empleas personajes que, aparte de los elementos dramáticos que tú les quieras añadir, ya parten de una situación de conflicto.
-En principio, el veraneo urbano de tres adolescentes pobres no parece un tema que dé mucho de sí. ¿No le intimidó la posibilidad de que le saliera una película demasiado estática?
-La película tiene cierto estatismo deliberado, precisamente para contar ese no saber qué hacer: el estar sentado en un banco o viendo qué hay en la televisión. Ahora puedo decir que sobre el papel era una película muy arriesgada, sobre todo teniendo en cuenta lo que se ha venido produciendo últimamente. Pensaba que después de haber hecho “Familia”, que es una película que gustó, podía permitirme asumir algún riesgo. Mi planteamiento era que éste era el momento de hacer algo así, porque dentro de cuatro años a lo mejor no me dejaban. En estos casos lo que te suelen decir es “sí, esto está muy bien, pero lo que queremos es hacer una comedia apañada y taquillera”. Sobre el papel, “Barrio” era lo contrario, porque tiene momentos muy duros. Pero no dejé que esto repercutiera en mi trabajo. Además, a Elías [Querejeta] le interesó en cuanto leyó la sinopsis de dos páginas que le di de mi historia. Yo pensaba que nadie iría a verla, que nos daríamos un batacazo del que ya nos recuperaríamos después. Pero la verdad es que trabajé con mucha libertad. Por eso, al ver que gusta a la gente y que le dan un premio, para mí vale el doble.
-Es que eso tiene que notarse por necesidad. No puede salir igual una película que hace con plena libertad a un proyecto de encargo.
-Claro. Por ello hemos tratado de buscar una definición precisa del cine independiente, y hemos concluido que éste no tiene por qué ser de bajo presupuesto, ni tocar temas modernos, ni estar hecho por jóvenes. El cine independiente es el que se hace con un espíritu libre; el que se escribe sin tener en cuenta consideraciones comerciales.
-Hábleme de los actores, ¿dónde los encontró?
-Los tres protagonistas, que llevan el peso de la película, los conseguimos después de un proceso de casting muy largo. Nos pasamos cinco o seis meses mirando en institutos de la periferia de Madrid,sobre todo en la zona sur y oeste. Hicimos pruebas a casi tres mil chicos. Fuimos haciendo cribas hasta que nos quedamos con ellos.
-En España me da la sensación de que hay pocos actores nuevos, y los de siempre te los encuentras en una de cada tres películas grandes. Usted, sin embargo, ha demostrado que se puede hacer cine de calidad sin anclarse a las estrellas del momento. ¿Cómo lo hace?
-Es bastante arriesgado, pero precisamente por eso hacemos un proceso de casting tan minucioso: para reducir ese riesgo al mínimo. Lo que conseguí a cambio de este riesgo fueron estos tres chavales, que tenían una frescura y unas ganas de trabajar increíbles. Aprendí mucho de ellos. Además, a la segunda semana se las sabían todas.

Fuente: http://www.elcultural.es/version_papel/CINE/13133/Fernando_Leon_de_Aranoa_habla_de_los_Goya_por_su_pelicula

En Barrio, Aranoa nos muestra los problema de unos chavales marginados, en esa etapa entre la niñez y la adolescencia, con una serie de problemas económicos, viviendo la marginalidad forzosa, lindando con el problema de las drogas, los robos, para atender a sus pequeñas necesidades, soñando con un mundo mejor, los pies colgando sobre un puente de autopista pensando que el próximo coche que pase si es de un color u otro, va a ser propiedad de uno o de otro. Algo muy difícil de conseguir son los acertados diálogos.
Y la culpabilidad de estos muchachos, según lo dicho por Henry Miller, es sólo haber nacido allí, en un barrio lumpen, rodeado de drogadictos, de mujeres, algunas de sus propias familias, que entregan su cuerpo para solventar sus gastos. Siempre al final la clase en la que se encuentran, pobre, marginada, dónde los problemas se acumulan, donde si te descuidas te topas con la policía o con los narcotraficantes. Un mundo que representa una realidad, que muchas veces queremos o pensamos que no es la nuestra, pero que es esa realidad, que se ve sólo desde los trenes de cercanías o desde los aviones al despegar de los aeropuertos y mirar por la ventanilla los barrios marginales, de chabolas, de lumpen, en suma.
Alguien dijo que la miseria no crea la revolución, el cambio del sistema. Es cierto. Sólo el aumento del nivel educativo, se lo permite a las personas, y a las más marginadas, por supuesto, a las primeras, que adquieran su propia conciencia y luchen por acabar con esa explotación primera que afecta a su vivienda, a su trabajo, a sus hijos, a la educación, a la sanidad, y a todo lo que les rodea. Cuando todo ésto es completamente mínimo y necesario.
No podemos dejar de reflejar ese film con el título de nuestro análisis, (El Cine y la Vida), para darnos cuenta que la política que pretende utilizar sólo la sanidad privada, sólo la educación privada, sólo los servicios sociales privados, es una política demencial que pretende desterrar de esta sociedad a todos los que no se la puedan pagar. Y evidentemente, son la gran mayoría de esta sociedad. Veamos el problema en Francia, las famosas “banlieues”, los barrios marginales de las grandes ciudades, repletos de emigrantes, parados, drogadictos, “sin papeles”, con maltrato social, y maltrato policial. Ya vamos viendo que son polvorines que a la menor situación explotan con una violencia sin igual. También en Londres, y otras ciudades. Es decir el problema se agrava por momentos y esta película del año 1998, nos remite al nacimiento del problema esa adolescencia buscando trabajo, buscando oportunidades, buscando una familia que les acoja sin problemas, es totalmente actual.

Fuente: http://www.prospereando.es/index.php?module=noticias&func=display&sid=1639

Recorrido por el ‘Barrio’ de Fernando León de Aranoa 20 años después

Hace dos décadas, a finales de los noventa, en España se vivían las vacas gordas, la época del bling bling, la del crecimiento económico. El dinero bullía. En el mundo real y, como reflejo, también en las ficciones: series o películas retrataban ese brillo a través de historias de éxito, de sueños cumplidos. En ese contexto, el 2 de octubre de 1998 se estrenó Barrio, película dirigida por Fernando León de Aranoa (Madrid, 1968), entonces un joven realizador que, tras su excelente opera prima, Familia, presentaba su segundo trabajo: “Cuando se estrenó, mucha gente me decía que en ese momento de bonanza, llegaba yo con este tema tan crudo. Unas veces sonaba como un reproche; otras, como una alabanza. La verdad es que simplemente contaba una realidad que existía«.  [En el vídeo, arriba, puedes ver esta ruta con Fernando León]

Barrio cuenta la historia de tres chavales, Javi, Manu y Rai, que viven en un barrio deprimido de Madrid. Sus vidas no son fáciles y además se ven abocados a pasarse las vacaciones en la urbe. En la película —producida por Elías Querejeta, con tres goyas (entre ellos el de mejor director), y la Concha de Plata de San Sebastián— nunca se especifica cuál es el barrio en el que residen: “Son todos y ninguno. No quería que fuese una historia específica sobre Madrid o uno de sus barrios; lo que les ocurre a ellos les podría haber pasado en cualquier ciudad española e incluso europea de la época”, cuenta el realizador, que rodó su película en 14 zonas de la capital, casi surcando los 21 distritos.

“Algunas escenas las empezábamos en La Elipa y las acabábamos en San Blas: hay conversaciones rodadas en dos barrios diferentes y no se nota. Esto evidencia que existe cierta homogeneidad en la arquitectura, en las calles y en la vida de barrio. En la periferia de las ciudades es donde la vida y las propias urbes se igualan», dice el director, que define estas zonas como «barrios de aluvión, de llegada de migrantes».  Primero, de otros lugares de España para posteriormente internacionalizarse. Todos acudían a Madrid buscando trabajo, buscando oportunidades. «En mi generación siempre era la misma historia: padres que habían venido a trabajar a la capital e hijos que nacían en ella. Era difícil encontrar a uno cuyos padres fueran de Madrid”, añade León de Aranoa.

El aluvión del que habla el director son los primeros suburbios de Madrid, el origen de las barriadas y después de los barrios. Elisa Martín, de 85 años, llegó a Carabanchel en 1957: “Vine con mi marido y mi hermana desde Extremadura. Nos instalamos en un chalecito, pero no había agua corriente; íbamos a casa de una vecina a por ella”. Elisa se mudó a esa zona, en el acceso de la carretera de Extremadura a la capital (igual que los andaluces se instalaron cerca de la carretera de Andalucía), porque varias personas más de su pueblo vivían allí: “Nos conocíamos entre nosotros, nos ayudábamos y así era todo más fácil”, explica. En Carabanchel pasó unos años, después se mudó a La Elipa, que en esa época comenzaba a desarrollarse. En ambos barrios rodó León de Aranoa su película.

Entre 1950 y 1960 en España se vivieron las denominadas migraciones interiores. Según los cálculos del geógrafo urbano Horacio Capel Sáez, experto en el tema, en esa época se movilizaron entre uno y 1,5 millones de personas: “Un 39% de ellas acabaron en Madrid”, detalla en su publicación Los estudios acerca de las migraciones interiores en España. Durante el siglo XX, Madrid y Barcelona —otro potente polo de atracción— recibieron la mitad de dichas migraciones interiores. Ambas ciudades se repartieron a los que soñaban con una vida mejor en función de la cercanía del territorio del que provenían. Así, Madrid sedujo mayoritariamente a gente de las dos Castillas y de Extremadura. También a parte de los que salían de León o de Andalucía. Muchos migrantes optaron por precarizar su vida en la urbe frente a la escasez de oportunidades que ofrecía el mundo agrario de los pueblos. Esos migrantes dieron origen a los barrios de la capital y a su idiosincrasia. La palabra barrio proviene del árabe barrí, que significa el exterior o el campo (en árabe contemporáneo bar significa fuera). En origen, el término se usaba para designar aquellas zonas que estaban murallas afuera de las ciudades.

“El paisaje de los barrios de trabajadores, de migrantes, que rodean muchas ciudades, se parecen mucho. Comparten problemas, arquitectura, paisaje… Contar eso me interesaba mucho”, comenta León de Aranoa. Habla desde un descampado en Carabanchel, en una de las localizaciones de la película: “Por aquí, entre las casas, pasaban unas vías de tren que no se usaban mucho. Fue donde grabamos la escena de la banda de gitanos tocando, acompañados por una cabra. Mientras, los vecinos les lanzaban dinero desde sus ventanas o balcones, como se hacía antes”. Ese dinero caído del cielo (una metáfora de las oportunidades) también conformaba uno de los sueños de los protagonistas de la película.

“A pesar de estar en Madrid, la gran ciudad, parece algo que queda muy lejos para ellos; es como uno de sus objetivos”, añade el director, que define el barrio como el territorio natural de los chavales, su espacio. Esa idea de pertenencia al barrio enraíza con su importancia para tejer una red (social, económica…). “El barrio nos permite establecer estructuras de apoyo mutuo que nos ayudan a hacer frente a las dificultades”, explica Nacho Murgui, concejal del Ayuntamiento de la capital (Ahora Madrid) y responsable de coordinación territorial y cooperación público-social. Justamente, durante el rodaje de la película, a León de Aranoa le llamó la atención algo que se repetía en todas las zonas que visitaba: el concepto de orgullo de barrio. “Comprendí esas señas de identidad compartidas, ese nacionalismo de barrio”, dice el realizador, “a mí no me gustan los nacionalismos, no los entiendo. El único que puedo concebir es este: el del barrio, el del círculo en el que haces tu vida. A ese lugar perteneces, ahí sí que entiendo que haya una identidad”.

Esa idea se podría definir como barrionalismo, un sentimiento de pertenencia que sigue existiendo en las ciudades contemporáneas, globalizadas e hiperconectadas. “El vecindario es una unidad espacial de organización que sirve como mediadora entre el espacio físico y la comunidad; un lugar que da forma a la identidad y al posicionamiento social”, explican los investigadores Ade Kearns y Michael Parkinson en The Significance of Neighbourhood («La relevancia del vecindario»), artículo académico publicado en 2001 y una referencia en urbanismo. Ambos investigadores hablan de la dualidad del barrio como fuente de oportunidades (por las relaciones sociales), pero también como espacio constreñidor, que te marca de por vida. Una idea que León de Aranoa refleja perfectamente en la película.

“En el barrio es donde se producen los problemas y es donde hay que dar las soluciones”, defiende el concejal Murgui. Hubo una época (a partir de 1975) en la que el asociacionismo de barrio fue clave para modelar la ciudad. Después, con las vacas gordas y la implantación del modelo de suburbio estadounidense (las impersonales afueras), la relevancia del barrio decayó. “Durante años, la inversión en barrios ha estado paralizada. Pero no solo desde el punto de vista económico, sino también social y político, rebajando, por ejemplo, la capacidad de acción de las Juntas de Distrito. Esa tendencia se ha tratado de revertir: queremos volver al barrio”, resume el concejal una de las líneas de acción transversales del actual Gobierno municipal.

“¿Pero de verdad han pasado ya 20 años del estreno de Barrio?”, exclama en alto Murgui. Como muchos madrileños, mantiene un recuerdo muy especial de la película, pero en su caso es casi íntimo: en esa época formaba parte del grupo Hechos contra el decoro. León de Aranoa contó con ellos para la banda sonora: compusieron cinco de los 22 temas de la misma, junto a artistas como Mano Negra, Amaparanoia, Extremoduro, Mucho Muchacho o 7 notas 7 colores.

Tras visitar el descampado de Carabanchel, la antigua estación de Chamberí (actual museo del Metro Anden 0 y donde se rodó una escena del filme), León Aranoa no puede evitar emocionarse al visitar La Elipa. Se coloca junto a una farola y se hace una foto: “Para enviársela a los chicos”. “Es donde atamos la moto de agua que le toca a Rai en un sorteo. Como no le cabe en la casa, tiene que dejarla fuera, con una pitón. Y claro, se la roban”, cuenta con una sonrisa. Esa imagen acabó siendo el cartel de la película, una recomendación del diseñador Pepe Cruz Novillo. “Esa moto de agua enganchada a una farola en La Elipa representaba muy bien la esencia de la película”, dice León de Aranoa, “ese mundo de los sueños encadenado a la realidad del barrio”.

Fuente: https://elpais.com/ccaa/2018/10/07/madrid/1538927461_649170.html

Vídeos:

Hechos contra el decoro – Canción prohibida

ey como va
dime chaval como va
a quien le ha tocao tu parte
quien será el primero en disparar
ay, quién controla
quien maneja la bola
cuanto durará el paseo
quien puede parar las olas

camino en círculos concéntricos
no soy dueño de mis sueños
cada paso es un anhelo repetido
repito cada paso y así, año tras engaño
el horizonte se estrecha
sé que alguien ha abierto brecha
y ha escapado, salto el muro y cruzo el barrio
y más allá de la autopista y de este cerco cotidiano
hay salidas, lo he oído
sé que existen cientos de metros despejados
sin un cristal enmedio que me impide recorrerlos

no soy dueño de mis sueños, siempre están en la pantalla
nunca puedo retenerlos, siempre en el escaparate
son de otros y están lejos
y otra vez el mismo mapa
que me mantiene encerrado
en un recorrido ciego
en sí mismo
ensimismado
me arrastra a los mismos sitios
paso a paso
año tras año
estación tras estación
desengaño a desengaño

ey como va
dime chaval como va
a quien le ha tocao tu parte
quien será el primero en disparar
ay, quién controla
quien maneja la bola
cuanto durará el paseo
quien puede parar las olas
x2

Visto lo visto, no te extrañe si me quedo frío
A ti!
Así es la vida de los mios
Sal al barrio y da una vuelta
y después ven a ver si hay algo de lo que cuentan
por la calle esos tan listos

Desde luego no en mi fiesta ni en la plaza donde paro
Ni en el callejón oscuro donde las agujas tejen la mortaja de mi hermano
Con su piel y algunos sueños arrancados de su pecho y clavados como un tajo

Estación tras estación
Siempre la misma canción
Muertos — como fantasma
Pero— De tu corazón
Que imagina que destila frustación

Aunque leo en las esquinas
La letra de una canción prohibida que dice que en esta vida todo lo que sube baja
Y que la cuerda se rompe Y se raja la baraja
Y toda la mierda cae siempre de este lado de la balanza

ey como va
dime chaval como va
a quien le ha tocao tu parte
quien será el primero en disparar
ay, quién controla
quien maneja la bola
cuanto durará el paseo
quien puede parar las olas
x2

Fuente: http://www.songtexte.com/songtext/hechos-contra-el-decoro/cancion-prohibida-7bf46678.html

Hechos contra el decoro – La Llave de mi corazón

Sueño, sueño, imagino tu cuerpo
como una enredadera abrazado al deseo,
cierro los ojos, entonces despierto,
envuelto en sudor frío.
Mis ojos son espejos.
Pasan las horas, digo pasan los días,
si estuvieras a mi lado si que yo te diría:
«Tienes tú la llave, la llave de mi corazón».
Y esta zozobra, que me domina entero,
puebla mi corazón lo mismo que mi pensamiento.
Y aunque el reloj funciona, digo que no pasa el tiempo,
y aunque sigo respirando, digo que yo ya estoy muerto.
«Tienes tú la llave, la llave de mi corazón».
Si no es contigo yo no quiero amanecer,
no le veo el sentido… Qué le voy a hacer.
Y esta sensación mira que no me deja,
que me tiene dominado de los pies a la cabeza.
Imagino un mundo, hecho de sábanas,
entre dos cuerpos desnudos sobran las palabras.
Yo te hago sentir, tú me haces gozar,
tú bésame aquí, que yo te besaré allá.
Deja que me pierda, en tú desierto,
que la arena de tus dunas, me cubra entero.
De noche y de día… No existe el tiempo.
Déjate llevar, mar adentro.
Mira, que ya viene, mira, que digo,
ya llegó.

Fuente: http://www.justsomelyrics.com/756273/hechos-contra-el-decoro-la-llave-de-mi-coraz%C3%B3n-lyrics.html

Josep María Forn, La piel quemada

https://idiomasralfer.wordpress.com/wp-content/uploads/2014/07/inmigraciocc81n.pngJosep Maria Forn (Wikipedia)

Director, guionista, actor y productor de cine. Ha escrito guiones de películas que ha dirigido, así como otros textos para filmes de Miguel Iglesias, Francisco Rovira Beleta y Juan Bosch. También ha actuado en obras cinematográficas de Jorge Feliú y Jaime Camino y ha producido otras de directores como Agustí Villaronga, Ventura Pons y Joaquín Jordá.

De joven quiso dedicarse a la literatura, aunque en 1950 comenzó a trabajar en el medio fílmico. En 1954 rodó el cortometraje Gaudí, sobre el artista catalán, y dirigió también algunos vídeos comerciales. Un año después dirigió su primer largometraje: Yo maté.

En 1959 estrenó Muerte al amanecer, una adaptación de la novela El inocente, de Mario Lacruz, y en 1960 La vida privada de Fulano de Tal y la comedia La rana verde, con un reparto formado por Rafael Bardem, padre de Pilar y Juan Antonio Bardem, y el también director de cine Jorge Grau.

Sus siguientes largometrajes fueron ¿Pena de muerte? (1961), La ruta de los narcóticos (1962), Los culpables (1962), José María (1963), en cuyo guión trabajó Ignacio F. Iquino; y La barca sin pescador (1964), todas ellas sin mayor repercusión de crítica y público.

Sí que tuvo éxito con la tragicomedia La piel quemada (1967), Premio al Mejor Guión del Círculo de Escritores Cinematográficos (CEC). Se trata de una película neorrealista en blanco y negro que, pese a la censura franquista por la introducción de frases en catalán, retrató la inmigración que llegaba a Cataluña y el turismo de la costa Brava en la España de finales de la década de los 60. Tras un parón de ocho años, estrena en 1975 La respuesta y funda y preside el Instituto del Cine Catalán, desde donde impulsó la producción de cortometrajes y noticiarios.

En 1979 rodó Companys, proceso a Cataluña, crónica del último año y medio de vida del presidente de la Generalitat, Lluís Companys (1882–1940), que fue entregado al gobierno franquista por parte de la Gestapo, la policía nazi, poco después de exiliarse a Francia y cuando las tropas alemanas invadieron el país galo.

Entre 1987 y 1991 fue director general de Cinematografía del Departamento de Cultura del Gobierno catalán. En 1991 estrenó ¿Lo sabe el ministro? y en 1996, Subjúdice, una comedia en la que actúa Icíar Bollaín y que recibió el Segundo Premio del Festival de Cine Español de Málaga. En 1994 fue elegido presidente del Colegio de Directores de Cine de Cataluña y en 2001 recibió la Cruz de San Jorge.

El director catalán presentó en 2006 el que es, hasta el momento, su último largometraje después de una década sin ponerse detrás de las cámaras. El coronel Maciá (2006) es una película biográfica sobre el político fundador de ERC (Ezquerra Republicana de Catalunya). La historia se centra en los acontecimientos relacionados con los asaltos del ejército al semanario Cu–Cut y al diario La Voz de Cataluña en noviembre de 1905.

Fuente: http://www.vidasdecine.es/directores/f/josep-maria-forn.html

Entrevista al cineasta Josep María Forn, en profundidad (primera entrega)

Josep Maria Forn i Costa (Barcelona, 4 de abril de 1928) es uno de los cineastas históricos del cine español, además de director es guionista, productor y actor.

Ha dirigido 15 largometrajes. En 1975 fundó y presidió el Institut del Cinema Català. De 1987 a 1991 fue director general de cinematografía del departamento de cultura de la Generalidad de Catalunya. En 1994 fue elegido presidente del Col.legi de Directors de Cine de Catalunya. En 2001 recibió la Cruz de Sant Jordi.

“La piel quemada” me parece una de las mejores películas españolas de todos los tiempos. Sobre ella y sobre sus inicios en el mundo del cine hablaremos en esta primera entrega (en breve publicaremos la segunda).

La entrevista tuvo lugar en las oficinas de Films de l´Orient, en Barcelona, en un ambiente de total cordialidad. Josep Maria Forn demostró ser un gran conversador.

J.L.P Vamos a comenzar hablando de “La piel quemada”.

Josep Maria Forn: “La piel quemada” surgió en un momento de crisis personal. Aparecieron cosas de las que ni yo mismo tenía conciencia de que estaban incorporándose a la película. La primera idea surgió un domingo, cuando estaba terminando el rodaje de “La barca sin pescador” en Port de la Selva. Estaba un poco cansado y cogí el coche para dar una vuelta y pasando por Roses reparé en lo que veía. Después escribí una sinopsis de un par de páginas en las que hablaba de la costa del ladrillo y entonces me empezaron a interesar las personas que estaban detrás del ladrillo y así empezó a surgir la historia que todavía se llamaba “La costa del ladrillo”. La terminé escribiendo en un pequeño despacho que tenía en un estudio de cine, en la calle Portbou, aquí en Barcelona. Cuando escribí la primera secuencia ya tuve claro que el título debía ser “La piel quemada”, en la que había dos grupos de personas que se quemaban la piel, unas en la playa de Lloret, los turistas, y otras que  trabajaban en los andamios. El encuentro de dos corrientes de signo diferente: la inmigración y el turismo. Esto fue muy criticado porque decían que debía haber situado la acción en los barrios obreros de Barcelona, los barrios “Candelianos” por decirlo así. La inmigración y el turismo cambiaron este país. Pude trabajar con mucha libertad. Si no recuerdo mal en el año 65 comencé el rodaje de la película, con un reparto rodé un día por la noche y al día siguiente les dije a todos que nos fuéramos a Barcelona y que se paraba el rodaje, porque me di cuenta de que me había equivocado con el casting. No reemprendí el rodaje de la película hasta un año después. Se rodó con muy poco dinero, se fue haciendo sobre la marcha. Como bien dice algunos directores, yo también lo digo, hay cosas de la vida que se te meten en la película y en esta película pasó esto. Por eso creo que 45 años después sigue viva.

J.L.P Antonio Iranzo hizo una gran interpretación

J.M.F: Iranzo fue un actor extraordinario, si en lugar de ser valenciano hubiera sido de Estados Unidos habría sido un grande del cine, a la altura, por ejemplo, de Lee Marvin. En “La piel quemada”, él era el personaje

J.L.P: Una de las virtudes de esta película es que sigue estando vigente

J.M.F: Sí, estoy de acuerdo. La película sigue siendo vigente. Se continúa pasando en todo el mundo. La voy presentado en muchos sitios con frecuencia, 45 años después

J.L.P Brillaba también Silvia Solar, luciendo aquel bikini…

J.M.F: La película se fue haciendo sobre la marcha. En cierta forma cambió mi vida. En esta película conocí a Marta May, luego nos casamos. Sobre Silvia Solar estoy de acuerdo en que lo hizo muy bien en esta película. Recuerdo que un día me vino a ver al despacho que te comentaba antes, porque le habían hablado de mí en los estudios Iquino del Paralelo. Fíjate que es curioso, vivió muchos años en Lloret, donde murió hace poco. Precisamente cada año se hace allí un pase especial de “La piel quemada” y en los dos últimos había estado presente Silvia Solar.

J.L.P Vamos a remontarnos a años antes ahora. ¿Cómo entras en el mundo del cine?

J.M.F: Empecé a trabajar muy joven, porque mi familia era muy humilde. Soy un hijo de la guerra, en mi casa se pasaba hambre. Me acuerdo que cuando me faltaban 4 días para que cumpliera 16 años entré de administrativo en un banco. Mi padre se puso muy contento, decía que ya tenía carrera para toda la vida. Entre a trabajar en una oficina de la calle Mayor de Gracia. Desde el principio pensé en cómo me marchaba de allí, que aquello no era lo mío, pero claro necesitaba ganar dinero. Gracias a unos contactos de mi hermano logré entrar como auxiliar administrativo en la editorial Luis de Caralt, en la Rambla. En aquella época mi gran afición era escribir, allí estuve tres años, justo hasta irme a la mili. En esa época me nombraron director administrativo de la librería Luis de Caralt. Poco a poco comencé a sentirme incómodo con el director editorial y alguien empezó a hablarme del cine. Entonces comencé a moverme, pero no había manera de poder entrar en aquel mundo. Entonces, otra vez mi hermano me ayudó. Un amigo suyo era el abogado de Julio Coll Espona y me ayudó a contactar con él. Nos reunimos y me dijo que aquel mundo era horrible, que no sabía dónde me metía. Supongo que me puso tan pesado que finalmente me dijo que lo fuera a visitar a los estudios de Montjuïc. Cuando fui no estaba y me quedé con la miel en los labios. Unos días después me llamó para disculparse y entonces ya me presentó a Iquino. Empecé como meritorio, de secretario de rodaje. Mi primera película fue “El hombre de mundo”. En aquella época tenías que hacer tres películas sin cobrar para poder obtener el carnet sindical. Luego hice “En un rincón de España” y “Pacto de silencio”.

J.L.P: Hoy lo dejamos aquí, en la próxima entrega seguiremos la trayectoria en el mundo del cine de Josep María Forn.

Fuente: https://www.nosolocine.net/entrevista-al-cineasta-josep-maria-forn-en-profundidad-primera-entrega/

Entrevista al cineasta Josep María Forn, en profundidad (segunda entrega)

Josep María Forn: Como te decía, después de hacer tres películas sin cobrar, el sindicato ya me dio el carnet. Un día tuve la suerte de encontrarme a Paco Pérez Dolz que necesitaba un script y con él estuve dos años. Poco a poco fui conocido en la profesión, hice de ayudante de dirección de Rovira Beleta y los hermanos Balcázar me ofrecieron que dirigiera “Yo maté”. El guión no me gustaba nada pero pensé que al hacerla demostraría que sabía hacer cine, y así fue. Pronto me llamó Iquino.

J.L.P Siempre he tenido la sensación de que eres un director capaz de hacer cine comercial y al mismo tiempo eres un francotirador.

J.M.F: Sí, seguramente tienes razón. Ahora me viene a la memoria el caso de “Ho sap el ministre?” (¿Lo sabe el ministro?) que creo que es una comedia “descordada” o incluso “Subjúdice” que van en esa línea que indicas.

J.L.P: Me gustaría ahora hablar de “El coronel Macià”

J.M.F: Te puedo decir que es una película que no está centrada en la biografía del President de la Generalitat, sino en el proceso que le llevó a evolucionar de ser un militar español al servicio del rey, a convertirse en un referente del nacionalismo catalán y proclamó la República Catalana y posteriormente sufrió el exilio y la presión. Esto es lo que me interesa de Macià.

J.L.P Creo que ahora estás preparando una nueva película

J.M.F: Sí, saldrá a la luz dentro de poco. Tendrá dos versiones, incluirá escenas de mis películas. Trata del problema catalán, aquí se titulará “El somni català” (El sueño catalán), posiblemente el título para el resto de España sea “El problema catalán”. La idea me la dio el libro de Ángel Quintana, sobre mí precisamente, y que tituló “Indústria i identitat”. Creo que he tenido suerte, he podido tener una carrera en el cine de 60 años.

J.L.P: Me interesa saber qué cineastas son tus favoritos

J.M.F: ¡Muchos! Entre ellos Stanley Kubrick, Billy Wilder, Orson Welles o William Wellman. En España, el que me parece el más grande no es un director sino un guionista, me refiero a Rafael Azcona y también me interesan mucho Fernando Fernán Gómez y Luis García Berlanga.

J.L.P: ¿Qué es para ti la vida?

J.M.F: Es un proceso en el que te encuentras y de pronto te das cuenta de que estás acabándola, pero sigo teniendo ilusiones

J.L.P: ¿De qué películas estás más orgulloso?

J.M.F: Puedo decirte, y es curioso, que a diferencia de otros directores que no suelen ver sus trabajos, yo veo mis películas constantemente. Soy el crítico más feroz de mi mismo. Cuanto más las veo más fallos les veo, bien sea de algún plano, de cásting, etcétera, pero las quiero todas. Hasta las que me parecen una mierda tienen alguna cosa buena. Está claro que “La piel quemada” es la que más me ha dado, pero quiero mucho “Los culpables” o “Companys, un proces a Catalunya”. “Macià” fue la que me dio más disgustos.

J.L.P: Joaquim Jordá me parece un gran cineasta, pero cuando trabajaste con él en “Un cuerpo en el bosque” pensé que eráis la extraña pareja

J.M.F: En esa película fui coproductor y aunque éramos de estilos muy diferentes, en su caso pertenecía a la Escuela de Barcelona, pero fíjate que nos unía que los dos éramos profesionales, procedíamos de la industria. Jordá era el único profesional de La Escuela de Barcelona. Recuerdo que en aquella época, cuando preparábamos “Un cos al bosc”, cenamos alguna vez en el Vía Véneto y teníamos buena relación. Fue Julio Fernández el que nos unió a través de Pérez Giner

J.L.P ¿Cómo ves la actual situación del cine?

J.M.F: Tengo sensaciones encontradas. Para mí el cine es todo, es la vida. Veo cada vez más cine pero ya no lo veo en salas sino en casa. Tengo la sensación de que pese a que hay gente que dice que se está muriendo, el cine no puede morir nunca. Está claro que algo está pasando. Fui amigo personal de Pilar Miró y recuerdo que cuando le hablaban del audiovisual se molestaba, decía que era del cine. Estamos en un momento en el que ha desaparecido el celuloide, estamos en una crisis muy profunda.

J.L.P ¡Muchas gracias, Josep María, ha sido un placer y un honor para nosolocine.net poder compartir contigo este rato!

J.M.F: ¡Muchas gracias a ti, José y hasta pronto!

Fuente: https://www.nosolocine.net/entrevista-al-cineasta-josep-maria-forn-en-profundidad-segunda-entrega/

Hacer cine en Cataluña

El director y productor Josep Maria Forn rememora sus problemas con la censura franquista

Este barcelonés de 87 años comenzó a dirigir películas a finales de los cincuenta tras haberse formado a lo largo de todo el escalafón profesional. Josep Maria Forn es responsable de 16 largometrajes que han tocado distintos géneros y ha producido más de 30 películas ajenas. Por si fuera poco, creó el Instituto de Cine Catalán y fue presidente del Colegio de Directores de Cataluña. Una carrera variopinta, pero él mismo sabe que, sobre todo, es reconocido por La piel quemada, que en 1967 planteaba el problema de los emigrantes andaluces, los charnegos, en una Cataluña próspera.

“En el mundo soy señalado como el director de La piel quemada, una película que cambió mi vida para bien, eso que se llama el triunfo. 50 años después, sigue completamente viva. Me la piden de muchas partes del mundo. Con ese éxito yo me creí lo de ancha es Castilla y que, por tanto, podía vencer a la censura franquista. Pero no fue así. Tengo en mi haber una película maldita, La respuesta, que ojalá no hubiera hecho. No me arrepiento, la quiero mucho, pero también cambió mi vida aunque en sentido contrario. La respuesta fue la película más prohibida: pasó 24 veces por la comisión de censura. Pero, claro, es que hablaba de un asesinato político, y en aquel momento, 1968, había estallado la revolución estudiantil y la censura era más rígida de lo habitual. Me hubiera gustado ver cómo un policía pega al protagonista y cómo él le roba la porra con la que luego mata al preboste de derechas, pero no se llegó a filmar. Se rodó en 1967 y no se estrenó hasta 1976, con Franco muerto. ¡Cuántas veces pasó por censura!”.

La respuesta se pudo proyectar en el festival de Molins de Rei, aunque en un pase único. “Lo acepté con la condición de decir lo que yo quisiera. Y desbarré cuanto pude, aunque la sala estaba llena de policías. Me gané el aplauso más grande de mi vida, pero al día siguiente me citaron en el Ministerio de Cultura y el director general me dijo que el cine se me había acabado de por vida. De hecho, tardé 10 años en hacer otra película, y fue Companys, procés a Catalunya. Mientras, me dediqué a producir, entre otras, Ocaña, de Ventura Pons, o La ciudad quemada, de Antoni Ribas. Hubo un momento en que todos los directores jóvenes de Cataluña pasaban por mi despacho, hasta que felizmente murió Franco y pude reanudar mi trabajo como director”.

“Un episodio de mi vida es cuando me llamó Jordi Pujol, al que le había gustado mucho La piel quemada, para hacer algo por el cine catalán. Como yo me llevaba bien con todo el mundo, acepté el cargo de subdirector general. Al día siguiente, todos los directores catalanes me tacharon de traidor porque decían que me había ido con CiU, cuando no tenía carné de nada. El tiempo que estuve en la Administración lo pasé fatal, entre otras razones porque no había dinero para nada. Tras dos años en el cargo, me pregunté qué coño estaba haciendo allí. Y me lancé a hacer una comedia, ¿Lo sabe el ministro?, que ya en aquella época [1991] hablaba de la corrupción. Es una película que tiene aún recorrido por esos catalanes que vienen a Madrid a hacer chanchullos”.

No fue esa la primera comedia de Forn. Antes, había rodado La vida privada de Fulano de Tal, en la que Fernando Fernán Gómez es un recién casado con dificultades económicas para satisfacer los caprichos de su mujer, aunque a Forn lo que le ha interesado siempre es “el tema de la culpabilidad y la inocencia”. Dirigió Yo maté, Los culpables, El inocente —que acabó titulándose Muerte al amanecer—¿Pena de muerte?, modificada por la censura, “que decía que en España nunca había habido errores judiciales”, junto a filmes de encargo como La ruta de los narcóticos o La barca sin pescador, sobre la obra teatral de Alejandro Casona, quien había regresado del exilio.

Hasta que en 1979 rodó Companys, procés a Catalunya, sobre el presidente de la Generalitat fusilado en 1940. “Es una vergüenza que ni el Gobierno español ni el Rey que nombró Franco hayan pedido perdón por un asesinato; a Companys lo asesinaron”, opina. “Aquel juicio no se aguanta. Fue la Gestapo la que detuvo a Companys en Francia y lo mandaron a España. Pero el Gobierno español nunca ha pedido perdón, y este tema está saliendo mucho con todo el fregado político. No le quedará más remedio a no sé qué Gobierno que pedirlo”, añade.

El proceso soberanista

Forn rodó luego El coronel Macià, sobre quien fuera presidente de la Generalitat hasta su muerte en 1933 tras haber proclamado la República catalana.

Y ahora, “como contribución al proceso” soberanista, ha filmado El somni català, utilizando “parte de Companys, otra parte del coronel Macià, junto a un mitin que rodé cuando se murió Franco, y con todo esto ha salido una película que se apoya en la poesía de Ventura Gassol que fue conseller de Cultura de Macià. Hemos organizado un tinglado que no sé cómo terminará, pero en esta generación o en la siguiente, en un momento determinado, la independencia de Cataluña saldrá. Hay un sentimiento muy arraigado que crece. He encontrado un texto del político de derechas Francesc Cambó que en 1903 le dijo a Alfonso XIII: ‘Pasarán los políticos aquí presentes, caerán regímenes, vendrán otros, pero el hecho vivo de Cataluña permanecerá’. Y eso pasó con Macià, con Companys, y ahora con Mas. En Madrid hay mucha gente que no lo entiende… aunque en Cataluña se digan algunas tonterías”.

Fuente: https://elpais.com/cultura/2015/12/20/actualidad/1450637596_126520.html

Vídeo:

Los ‘trenes de la esperanza’ de los emigrantes andaluces a Cataluña hace 50 años

Se estima que casi 850.000 andaluces vívían en Cataluña a principio de los años 80, es un dato clásico a la hora de hablar de la emigración. La mayoría emigraron durante la segunda mitad del siglo XX. El tren se convirtió en el vehículo que los trasladó hasta Cataluña. Muchas veces viajaron con el único equipaje de la ilusión por una vida mejor. Muchos vendieron lo poco que tenían para empezar una nueva vida. A otros los esperaban en el anden familiares que ya habían prosperado. Es el caso de José Cano, un joven natural de la localidad malagueña de Almargen.

Faltaban pocos minutos para que el reloj del andén de la estación de Bobadilla marcase las dos de la tarde, cuenta José, que tiene grabado en su memoria el momento de su partida. Un grupo de familiares y amigos se despedían de él. Eran momentos de impaciencia y de intranquilidad. La ilusión por iniciar una vida más próspera se confundía con el miedo a abrir una nueva etapa en su vida.

Los bultos -maletas, equipajes en cajas de cartón atadas con cuerdas…- se amontonaban junto a la escalerilla del vagón. Aquellas maletas de madera, o en su versión más económica de cartón, se convirtieron en el icono de la emigración durante la segunda mitad del siglo XX. «Pesaban como una condena», dice José. Aquellas maletas viajaban sobre las cabezas de los pasajeros en los andenes. Los más impacientes acercaban por las ventanillas el equipaje a sus familiares. En cada estación de sur a norte de la península se repetía la escena.

Como anticipo de aquella cita con la prosperidad, José llevaba en su bolsillo 2.000 pesetas que le había procurado su hermano. Aquella cantidad de dinero le permitiría dar sus primeros pasos en Barcelona antes de que encontrase un trabajo. En el bolsillo y junto a ellas José llevaba su pasaporte a la novísima tierra de Jauja, un billete de tren. 50 años después José no recuerda su precio, fue otra ayuda de su hermano y el importe del viaje no quedó grabado en su memoria.

El tren comenzó su marcha, era como un gran reptil recién alimentado que le costase ponerse en movimiento. Con pereza el ferrocarril comenzó a deslizarse sobre la tierra, su lento movimiento le permitía a José despedirse de los suyos.

Aquel tren recibía distintos nombres según el lugar al que apuntase la locomotora. Cuando salía de Andalucía y tras reunir los vagones procedentes de distintas procedencias se terminaba llamando ‘El Sevillano’, también fue ‘El Malagueño’ o ‘El Granadino’. Cuando el tren miraba desde Cataluña a Andalucía en el viaje de regreso se conocía popularmente como ‘El Catalán’. En realidad, nos aclaran desde Centro de Estudios Históricos del Ferrocarril Español no fue un único tren y el servicio sufrió numerosas modificaciones a lo largo de los años.

Aquel 24 de enero de 1958 José tenía 27 años, dejaba atrás toda su vida y una novia con la que llevaba 8 años de relaciones. Aquel tren andaba tan lento que si las promesa de una vida mejor no hubiese sido más fuerte que las dudas, José hubiese podido volver a saltar sobre el andén y olvidarse de aquel viaje a Barcelona.

La familia de José, que vivía en un cortijo, había preparado el viaje con antelación y preparó todo tipo de viandas. El equipaje era comida, las 2.000 pesetas del hermano y muy poca ropa, según recuerda. Los vagones olían a una mezcla de comida y a grasa del tren. Algunos pasajeros hacían el viaje sin asiento. Los más afortunados contaban con un banco corrido de madera que los más prevenidos ablandaban con un cojín o una almohada.

José no llegaría a Barcelona hasta las 9 de la noche del 25 de enero, un día y medio después. Habría tiempo de tejer sueños y temores a través de las conversaciones sobre las maravillas de su lugar de destino, de los éxitos de parientes más o menos cercanos que iniciaron la aventura años antes. Aquellos trenes fueron el nacimiento de muchas amistades, muchas de ellas tan efímeras como el propio viaje.

Terra ignota

Eran auténticos descubridores de un nuevo mundo. Barcelona era prácticamente una tierra desconocida, en la que muchas personas hablaban distinto y en la que la fama de tacaños perseguía a sus pobladores. Poco más se sabía de Barcelona y los catalanes. No obstante había un bálsamo para toda duda sobre el lugar al que se iba, dice José: «Barcelona es bona, si la bolsa sona». Era la conclusión final de toda conversación sobre lo mucho que se iba a ganar.

José viajaba tranquilo, pero no era el caso de algunos compañeros de vagón. José iba a ser recibido por un familiar en el andén de la Estación de Francia. A otros la proximidad a la estación se iba convirtiendo en angustia. Muchos de los ocupantes de aquellos trenes terminaban en manos de la Policía. Más de un día de viaje podía terminar en el Pabellón de las Misiones de Montjuic a la espera de que hubiese un contingente suficiente para llenar un tren de vuelta a casa.

Deportados

La razón de aquel retorno obligado fue la propia ley española. Una circular del Gobernador Civil de 1952 y una ordenanza municipal de 1956 obligaba a los recién llegados a demostrar una residencia y un trabajo. Aquellos que no podían justificarlo eran primero retenidos en el Pabellón de las Misiones de Montjuic y finalmente mandados de vuelta a su tierra. Entre 1950 y 1955 se estima que Barcelona deportó a más de 15.000 emigrantes en su propio país.

Las razones de esta norma que limitaba la movilidad podían ser variadas. El autor del libro ‘El Ideal de Blas Infante en Cataluña’, Paco García Duarte, apunta a un intento de impedir la sangría de mano de obra barata por parte de los terratenientes del sur de la península. Otras razones podían ser la de evitar el hacinamiento y los barrios de aluvión en las ciudades de destino.

El primer capítulo de esta obra recoge una circular del gobernador civil de Barcelona, Felipe Acedo Colunga, publicada el 6 de Octubre de 1952 en el Boletín Oficial de la Provincia de Barcelona y en la que se dan instrucciones para que «por los señores Alcaldes, Jefe superior de Policía de la provincia, Comandantes de puesto de la Guardia Civil y Comisarías locales existentes se impedirá en lo sucesivo la entrada y subsiguiente permanencia en sus respectivos términos municipales de aquellas personas que por no tener domicilio tuvieren que recurrir a la vivienda no autorizada -eufemismo utilizado para referirse a las barracas, apunta García Duarte- debiéndolos remitir a este Gobierno civil para su evacuación por el Servicio que se encuentra a este efecto establecido».

García Duarte recoge en un capítulo de su obra el testimonio de una bastetana, Quiteria Ruiz Martínez, que vivió esta experiencia en el año 1955. Su marido se encontraba en Callús (Barcelona) trabajando sin contrato. En la estación trató de recogerla un hermano de su marido, pero el parecido físico no fue suficiente, «aunque mi cuñado se parecía a mi marido, al pedirme el libro de familia se dieron cuenta que no era él y me llevaron a comisaría. Desde allí, cuando juntaron un grupo de gente, ya por la noche, nos llevaron a Montjuic», señala el testimonio recogido por García Duarte.

Quiteria y su marido fueron mandados de vuelta a su casa, sin embargo, perseveraron en el intento y, en este caso, a la segunda fue la vencida. Desde la estación de Chinchilla y una vez que les habían devuelto sus documentos, emprendieron nuevamente el regreso, cambiando la ruta y empleando 8 días en el trayecto.

Para evitar experiencias como la de Quiteria muchos se bajaban en estaciones cercanas a Barcelona y completaban el viaje a pie. Otros se tiraban del tren en marcha cuando se anunciaba su llegada a la estación. Según García Duarte, algunos maquinistas conocedores del tema aminoraban la marcha cuando se aproximaban a los puntos habituales.

Malas condiciones

La lejanía en el tiempo hace que se miren aquellos largos viajes con una sonrisa. Antonio Morante es natural de Guadahortuna y en 1964 emigró a Barcelona donde conoció a su mujer, Isabel. Juntos hicieron el camino de regreso al pueblo en más de una ocasión, en las esperadas vacaciones anuales, aunque pasaron seis años para el viaje de vuelta.

Manuel recuerda el precio de aquel billete que lo llevó hasta Barcelona por primera vez. «Eran 500 pesetas, lo que entonces eran casi 20 días de trabajo de un hombre en el campo», comenta. Tomó aquel tren en la estación de Alamedilla y recuerda haber visto como algunos pasajeros acercaban su equipaje en burros hasta la estación.

«Las condiciones eran horribles, el tren olía a comida, la piel se cubría de sudor negro y al baño no se podía entrar», dice Isabel. Se echan las manos a la cabeza cuando recuerdan aquellos viajes, «cuando la carbonilla se te metía en los ojos y echabas lágrimas negras», dice ella.

Manuel asegura que en alguna ocasión se encontraban pasajeros escondidos que no habían podido pagar el billete. «Eran los menos», dice, sin embargo, recuerda haber encontrado a un hombre escondido en el compartimento de las maletas. Los polizones pedían no ser delatados y se escondían entre el equipaje.

Isabel, nacida en Murcia y criada en Valencia, recuerda que la marcha del tren era tan lenta que a veces permitía a los viajeros saltar a coger naranjas y volver a subir al tren. Evidentemente era a la altura de la provincia de Valencia.

Mejores tiempos corrieron para Manuel Triviño. Diciembre de 1970 aprobó el ingreso en Telefónica. Tras tres meses de cursillo en Sevilla fue destinado a Cataluña y su primer viaje lo hizo en un tren desde la estación de Huéneja. «Aquello era como irse al extranjero», dice Manuel. Los viajes entre Andalucía y Cataluña no eran habituales. A veces se tardaba más de un año en volver. El vecino se convertía casi en mensajero. «Siempre venía bien ese paquete, era un mandao que se hacía con gusto por aquello del hoy por mi y mañana por ti».

Cuando la familia crecía también lo hacía el precio del billete de vuelta. «Había gente que venía de año en año y ya era mucho», dice Manolo. Había que pagar el billete de todos los miembros de la familia y aunque había descuentos para familias y para los menores, lo cierto es que los viajes de vacaciones se hacían un poco cuesta arriba para la economía familiar, asegura Triviño. El principal objetivo de muchos de aquellos emigrantes era el de ahorrar.

Pero aunque los tiempos de Manuel fueron mucho mejores para viajar en tren, en su memoria se guarda algún viaje casi mítico. Cuando nació su hijo en el año 1978 viajó hasta Sevilla con el recién nacido para que lo conociese el bisabuelo de la criatura. Aquel viaje casi improvisado lo hizo «con el cochecito del niño sobre la plataforma del tren y no me arrepiento, hice muy bien en ir porque dos meses después falleció mi abuelo».

Regresos

Los tiempos cambian que son una barbaridad. La mayoría de los usuarios de aquellos trenes soñaron con un coche que les permitiese volver a casa con más comodidad y, sobre todo, más frecuentemente. José Cano se compró un 600, no menos mítico que aquellos trenes y que en aquellos tiempos llegó a retar a un no menos mítico «Tiburón» en un viaje de regreso. Hoy prefiere el AVE para llegar a Madrid o Sevilla donde se encuentra parte de su familia.

Manuel Triviño, con destinos divididos entre Sevilla y Huéneja, también es usuario del AVE. «Si compras el billete con tiempo te puede salir muy ventajoso», dice. Aunque la principal virtud de este tren es el tiempo que invierte para para cubrir el trayecto entre Barcelona y Sevilla.

El avión es otra alternativa para los nuevos viajeros. Los precios de los vuelos pueden variar entre los 35 y 200 euros dependiendo de la antelación con la que se compren los billetes y del horario. Desde Granada parten al menos dos vuelos diarios de la compañías Vueling y, para asombro de aquellos viajeros, el viaje sólo dura una hora y cuerto.

Fuente: https://www.ideal.es/granada/v/20100509/provincia/trenes-esperanza-emigrantes-andaluces-20100509.html?ref=https%3A%2F%2Fwww.google.com%2F

Josep Maria Font – La piel quemada (1967)

LA PIEL QUEMADA

En plena época del desarrollismo en España y con un aperturismo que se traducía en términos económicos con la llegada de miles y miles de turistas alemanes, escandinavos y franceses nacía en el cine español un súbgenero cinematográfico (el landismo) que tomando prestado el nombre de uno de sus principales actores, junto a otros de la importancia de Pedro Lazaga, Pedro Masó, Mariano Ozores, Paco Martínez Soria, José Luis López Vázquez, Nadiuska, José Sacristán o Antonio Ozores, iba a reflejar a la perfección la última etapa del franquismo a través de títulos representativos como El turismo es un gran invento (1968), No desearás al vecino del quinto (1970) o Manolo, la nuit (1973), con un Alfredo Landa en estado puro embelesando en las playas de la Costa del Sol a las turistas de turno.

En este contexto sociológico se situaría La piel quemada (1967) del director barcelonés Josep María Forn que sin pretenderlo participaría de alguna forma con su película en uno de los debates que abordaban los títulos indicados. Ahí se acababan las posibles similitudes. Vaya por delante avisar para todos aquellos que no hayan visto la película que la obra de Forn no caería en ningún momento en el humor chabacano ni en la comedia de enredo que caracterizaban a las producciones de los Masó, Lazaga y compañía. Sin embargo, La piel quemada constituía, de igual modo que aquellas películas de los setenta (y en eso habría que valorarlas en su justa medida), un excelente retrato sociológico de aquella España; un documento imperecedero que la situaba a la altura de la obra de los fotógrafos catalanes (Maspons, Colom, Català-Roca, Masats, Miserachs, etc.) que reflejaron aquellos movimientos migratorios de la población española en búsqueda de un futuro mejor. Así pues, Josep María Forn utilizaría las mismas lentes de aquellos grandes maestros de la fotografía de los años cincuenta y sesenta para dotar a su film de una mirada, una textura, un tono, una intención crítica y una profunda reflexión que situaban a La piel quemada en las antípodas del landismo.

La película narraba las 24 horas de un obrero de la construcción (José) en la localidad catalana de Lloret de Mar mientras su mujer y sus dos hijos pequeños viajaban desde Guadix (Granada) hasta la Costa Brava para reencontrarse con él. La estructura fílmica recurría a un montaje en paralelo en la que la historia iba entremezclando secuencias del trabajo en la obra y las relaciones de José con sus compañeros con las del viaje en tren y autobús de la familia, punteada  de vez en cuando con algunos flashbacks, donde éramos testigos de los inicios de su relación sentimental con su futura mujer así como las razones pecuniarias que le llevaban al protagonista a irse del pueblo. Aun así, el núcleo central de la película pivotaría alrededor de un particular descenso a los infiernos de un José, interpretado magistralmente por Antonio Iranzo, que se veía superado en su última noche de “libertad” por las tentaciones del turístico pueblo catalán.

Además del tono documentalista, con evidentes deudas con el neorrrealismo italiano en sus secuencias por las calles del centro de Valencia y de Lloret de Mar, en el que destacaba, por encima de todo, las sensaciones de ese viaje en tren, eterno como la noche profunda, en la que quienes hemos vivido nuestra infancia a principios de los años ochenta nos vemos reflejados, como sus protagonistas, en las prisas por llegar al tren y no perderlo, en las despedidas con los familiares en un desolado andén, en los vagones, sin aire acondicionado, repletos de gente con maletas cargadas al hombro y, sobretodo, en el olor a bocadillo de chorizo que engullían con ferocidad los niños de José, esta extraordinaria película, como comentamos, radiografía agridulce de la España de los sesenta que hoy la posmodernidad etiquetaría bajo la apariencia de docuficción, aportaba a lo largo de su metraje un arsenal temático que disparaba sin dejar títere con cabeza. Un diálogo sempiterno de las dos Españas machadianas que, en esta película en concreto, se resquebrajaba entre un país pacato, analfabeto y reprimido y otro, que, desde una posición aperturista a nivel económico, recibía con los brazos abiertos todo el dinero que dejaban las hordas de turistas que invadían nuestras costas. Y en medio de ese debate entre una España pueblerina y otra que quería respirar los aires que traían los turistas de modernidad y libertad sexual, Josep María Forn pondría el dedo en la llaga en algunos asuntos críticos que están a la orden del día en nuestras cabeceras periodísticas como la explotación laboral, la vivienda, la xenofobia, el clasismo, la crisis de identidad nacional o la emigración con los problemas que tienen estas personas a la hora de adaptarse a una nueva cultura.

Toda una coctelera bien servida que hacen de La piel quemada, en definitiva, un film atemporal y que, tristemente, continua dialogando, en algunos aspectos, con la España (y el mundo) del siglo XXI.

Fuente: https://todoescine.com/la-piel-quemada/

La historia de un albañil de Guadix

Cuarenta y tres años después de su estreno, Josep Maria Forn vuelve a exhibir en los cines La piel quemada, una película neorrealista en blanco y negro que retrata la inmigración que llegaba a Cataluña y el turismo de la Costa Brava en la España de finales de la década de los sesenta del siglo XX.

La película «vuelve a ser vigente» y «hay un público que no la ha visto», señaló ayer durante la presentación de la iniciativa Lluís Valentí, de Versus, la distribuidora actual del filme.

La película se repondrá en el cine Alexandra de Barcelona y en otras diez salas a partir del próximo viernes día 7 y su reestreno está apoyado por la Academia del Cine Catalán, a la que pertenece Josep Maria Forn.

Ilusionado con la reposición de un film que se vio en toda España, Josep Maria Forn, productor, realizador, guionista y director del filme, señaló que hay varias generaciones de espectadores que no la han visto y que la película «está cada vez más viva».

La piel quemada está interpretada por Antonio Iranzo y Marta May, premiados por su trabajo, se rodó en Lloret de Mar (Girona) y narra la peripecia de un albañil de Guadix (Granada), que trabaja en la Costa Brava en pleno boom turístico.

En un montaje paralelo, mientras se va desgranando la vida del trabajador de la construcción, asentado en su nuevo lugar de residencia, se describe el viaje de más de treinta horas en tren desde Granada de su esposa y hermano para reunirse con él.

La película permite ver cómo hoy en día se han sustituido a esos trabajadores que llegaban a Cataluña en tren desde Extremadura y Andalucía por los inmigrantes que arriban del norte de África, como señaló Ramon Colom, responsable del cine Alexandra.

El film «entusiasmó a Francesc Candel (autor del libro Los otros catalanes) cuando lo vio», y «continúa vivo», según Forn, porque siempre hay gente que se interesa por él, desde una televisión alemana hasta una universidad mexicana en la que el cineasta la verá exhibida de nuevo en septiembre, en un homenaje que se le hará durante un congreso de historia y antropología.

La película tuvo «el acierto de reflejar un momento de la vida colectiva del país haciendo algo que no se hacía en el cine español: enfrentarse a la realidad en lugar de responder a la falsa realidad que exhibía el cine de la época».

Transcurre durante un día y medio y mezcla la historia del albañil con una turista belga que pasa unos días en el pueblo costero de Lloret.

El film tuvo varios problemas con la censura, entre los cuales el que más pesó, según Forn, fue la introducción de frases en catalán, cosa que se producía por primera vez en una película española.

Otro de los problemas de la censura, cuyo informe conserva aún Forn, fue el hecho de que, a pesar de su juego de cámara para tapar el cuerpo desnudo de la turista que se acuesta con el albañil, los censores aún opinaban que «el cerebro del público trabaja, y sabe que va desnuda».

La película costó unos 3,5 millones de pesetas de la época (unos 20.000 euros actuales).

Forn nació en Barcelona en 1928, tiene una larga trayectoria como director, productor y guionista e incluso como actor y 250 películas en su filmografía. En 1975 fundó y presidió el Institut de Cinema Català desde donde impulsó la producción de cortometrajes y noticiarios con empuje y vehemencia.

De 1987 a 1991 fue director general de cinematografía del departamento de cultura de la Generalidad de Cataluña. En el año 1994 fue elegido presidente del Colegio de Directores de Cine de Cataluña. Ahora, su obra vuelve a las salas.

Fuente: https://www.granadahoy.com/ocio/historia-albanil-Guadix_0_284372302.html

A propósito de La Piel Quemada

Forn no sólo se centra en las desigualdades económicas -de clase- de la inmigración andaluza y un turismo de mayor nivel adquisitivo, sino también en los conflictos sociales y culturales con una población autóctona que en algunos casos no acabó de asimilar con normalidad la llegada masiva de trabajadores del sur de España. En efecto, por La Piel Quemada desfila el empresario catalán sin escrúpulos y algún que otro nativo que despreciará con el calificativo de “murcianos” a unos recién llegados de acento y costumbres supuestamente diferentes. Pero lejos de quedarse en esta mirada parcial -e históricamente falsa- el director también nos muestra la otra cara de esa misma realidad; la de una población nativa que lejos de marginar al “murciano” lo trata como a un catalán más.

Con un argumento que trata esta realidad y unos protagonistas que “ejercen” de esforzados inmigrantes resultaría relativamente fácil caer en un maniqueísmo reduccionista y presentar a la inmigración como a un colectivo con valores antropólogicos positivos (apego a la tradición, lealtad grupal, honestidad intrínseca) y a los turistas y a la población autóctona con rasgos negativos (decadencia cultural, consumistas compulsivos, explotadores interesados). Nada de ello ocurre en La Piel Quemada; el escarceo sexual de José y su atropellada inmersión en los placeres de los excesos nocturnos no lo redimen de ninguna de las maneras: todo se zanja con una apresurada huída del apartamento de la turista belga -en el que un compañero de juerga roba las pertenencias de su amante- para ir al encuentro de su sufrida familia en la estación de autobuses. Finalmente el reencuentro no supone para el protagonista conflicto moral alguno.

Resulta entonces evidente porque La Piel Quemada resulta un largometraje de actualidad en los inicios del siglo XXI. Aquella primera ola migratoria logró integrarse y tanto ellos como sus hijos son considerados catalanes con todo lo que eso supone; de hecho, nadie duda hoy día que el dinamismo económico de esa época es absolutamente indisociable de ese flujo migratorio. Como bien se sabe la segunda ola migratoria ya no la protagonizan andaluces ni extremeños; vienen de Sudamérica, África o Europa del Este: está por ver si los conflictos que generan y que llenan los periódicos y la televisión a diario se resolverán de la misma manera. En cualquier caso, se resuelvan de una manera o se resuelvan de otra, películas como La Piel Quemada son más indispensables que nunca para tener algo de perspectiva.

Fuente: http://interartive.org/2009/09/la-piel-quemada/

Los ladrillos de una vida emigrante

50 años después, ‘La piel quemada’ (Josep Maria Forn) brilla como documento único sobre la emigración, el catalanismo y los inicios del turismo en los años sesenta

En la Costa Brava de mediados de los años sesenta dos tipos se tuestan al sol. Entre los turistas causa furor el biquini, hay rostros satisfechos, marcas de arena, cuerpos distendidos. Entre los obreros de la construcción que trabajan a unos metros se aprecian rostros cansados, cuerpos en tensión y marcas de cemento mientras levantan hoteles, apartamentos y chalets para disfrute de los primeros. Moreno playero, moreno albañil. La piel quemada.

Pocas veces un contraste visual fue, al mismo tiempo, tan social y, en el fondo, tan político. Josep Maria Forn (Barcelona, 1928) lo reflejó a la perfección en su fundamental La piel quemada, cinta sobre la emigración desde el sur peninsular a Cataluña. Hombres y mujeres en busca no tanto de su lugar en el mundo como de un futuro mejor, alejado de caciques y capataces que elegían a dedo cada mañana a sus recolectores. Algunos encontraron lo que pretendían: trabajo, comida, su destino. Otros se toparon con la exclusión. Pronto se cumplirá medio siglo de su estreno en Barcelona, el 20 de noviembre de 1967, y la situación es radicalmente distinta en ciertos aspectos y exactamente igual en otros.

Forn llevaba una década creando películas muy interesantes pero poco personales. Al servicio de otros productores. Desde historias cómicas a policiacas: ¿Pena de muerte? (1961), Los culpables (1962). Con La piel quemada, sin embargo, inició una nueva etapa como productor, presidida además por el tema que, desde entonces y hasta sus últimos trabajos, marcó su cine: la identidad catalana. Desde Companys, proceso a Catalunya (1979), en la que rememoraba la figura del presidente de la Generalitat Lluis Companys, condenado a muerte por el ejército de Franco y fusilado en el castillo de Montjuic, hasta el documental El problema catalán (2015), pasando por El coronel Macià (2006), sobre el militar y fundador de Esquerra Republicana de Catalunya. Forn acabaría retratando a las grandes figuras de la historia catalana, pero en realidad empezó hablando de los pequeños nombres, los de los obreros que también forjaron una identidad.

30 horas de viaje

“Reflejar la realidad con un sentido crítico y social”. Ese era el objetivo de Forn, así que 16 años después de que la soberbia Surcos (de José Antonio Nieves Conde) dibujara cinematográficamente el trasvase desde el campo a la ciudad, el director barcelonés retomaba un tema tan candente como por entonces. Solo cambió Madrid por la Costa Brava. Lo mismo había hecho Luchino Visconti en 1960 con la realidad italiana en la insigne Rocco y sus hermanos. El tren cargado de bártulos, ilusión y miedo, de gente hambrienta y trabajadora, como hilo conductor entre una vida de la que escapar y una vida con la que soñar. Unas 30 horas de viaje, que era lo que se tardaba entonces, hasta la tierra de incierto acogimiento. Familias granadinas de Guadix y Purullena que huían de la sinrazón para encontrar otro tipo de infierno. El insulto al de fuera con denominación propia: el charnego.

“Tú me conoces”, le dice en el filme un albañil andaluz al dueño de una taberna tras un conato de pelea con un catalán, “tú sabes cómo pienso. Por eso me molesta que vengan esos señoritos idiotas y me llamen charnego. Yo estoy aquí ganándome el pan con mi trabajo”. Es una de las secuencias clave de La piel quemada, donde se verbaliza parcialmente la problemática. A lo que el tabernero responde: “Sí, ya lo sé. ¿Sabes cómo les llamamos aquí? ¡Gamarussos! Por llevar unos cuantos billetes verdes en el bolsillo se creen los amos del mundo”. Quizá el concepto de charnego haya pasado a un lugar mejor con el paso del tiempo y las generaciones.

Un vaticinio cumplido

“Yo soy hijo y nieto de emigrantes llegados a Cataluña hace 55 años desde Jaén y Granada. Soy charnego y soy independentista”. Así se presentó en el Congreso Gabriel Rufián, diputado de Esquerra Republicana, en marzo de 2016. Con el orgullo de ser heredero de aquellos seres humanos, de aquellos personajes retratados en La piel quemada. Incluso las fechas están cerca de coincidir. Y es entonces cuando cobra protagonismo otra frase, esta de la ficción y no de la política contemporánea, pero plena de clarividencia, que explica en parte la situación actual: “Los hijos de estos serán más catalanistas que yo”. La pronuncia un catalán en su idioma y en alusión a los que serán vástagos de los charnegos. En lontananza, al mencionado Rufián. De hecho, en un artículo de El Mundo del 19 de noviembre de 2015, el propio Forn afirmaba que solo realizaría un pequeño cambio en caso de volver a escribir de nuevo aquel guion: sustituiría la frase “Los hijos de estos serán más catalanistas que yo” por “Los hijos de estos serán más independentistas que yo”. Círculo cerrado.

Con estilo marcadamente neorrealista, poso del Nuevo Cine Español, y pasajes en tono casi documental, Forn compuso una obra que emociona. Y que además pervive. Solo cambian aquellas habitaciones hacinadas, con cinco personas durmiendo en apenas unos metros, por los actuales pisos donde se refugian inmigrantes. Trabajadores que ya no vienen de Granada o Jaén, sino de Ecuador, Rumanía o Marruecos, pero que llegan a los mismos lugares en busca de un destino mejor. “¿De dónde es uno? ¡Pues de adonde puede ir!”, exclama en el tren de Andalucía un casi anciano, sabio de la existencia, consciente de que el doloroso abismo que separa el calor del origen y la frialdad de la meta no es más que una cuestión de techo y comida. Todo ello entre la intransigencia de un sector de la burguesía catalana, reticente a que el mestizaje acabara con sus privilegios… y con sus históricas reivindicaciones.

A Antonio Iranzo, voz cavernosa, rota por la vida, le corresponde el personaje protagonista de La piel quemada, acompañado de Marta May. Iranzo, ilustre secundario del celuloide patrio, condenado a interpretar roles desagradecidos (villanos amenazantes con fuerte personalidad) por su voz y su agrietado rostro de duro de pelar, tiene el papel de su carrera. “La película tuvo el acierto de reflejar un momento de la vida colectiva del país haciendo algo que no se hacía entonces en el cine español: enfrentarse a la realidad, en lugar de responder a la falsa realidad exhibida por el cine de la época», afirmó Forn en 2009, cuando la distribuidora Versus y la sala Alexandra repusieron La piel quemada en Barcelona.

Y sigue tan vigente. Más de medio millón de espectadores volvieron a disfrutar de su emoción gracias al pase por La 2 de TVE. Fue en el programa Historia de nuestro cine en abril de 2016. Han transcurrido 50 años de inmigración y emigración, de hambre y miseria, de catalanismo, de reivindicaciones. De integración al fin. De buscarse la vida donde sea.

ALBAÑIL (LA PIEL QUEMADA)

En su mejor film como realizador, probablemente junto al valioso drama policíaco LOS CULPABLES (1962), Josep Maria Forn contraponía con fogoso aliento post-neorrealista la dolorosa ingratitud del ejercicio migratorio interno al ocioso deleite anexo al fenómeno turístico costero, alternando entre descriptivos flashbacks la generosa jornada laboral de un albañil asentado en Lloret de Mar (Girona) con el arduo viaje en tren que el resto de su familia emprende para reunirse con él desde Guadix (Granada). Protagonizada por el habitualmente secundario Antonio Iranzo, proponía un retrato veraz y turbador de la España de los sesenta, preponderando el antagonismo entre la rotunda situación de empobrecimiento, conservadurismo y explotación latifundista del campo andaluz y la bulliciosa prosperidad económica del litoral norte mediterráneo, e, incluso, incidiendo con un valiente e inusual matiz catalanista en otras tesituras sociales, como la hostil reticencia autóctona al nuevo colectivo inmigrante. Aunque en un principio la censura demandó la eliminación del poco diálogo en catalán que contenía el guion, finalmente la cinta pudo ser exhibida con el simple requisito de cambiar alguna que otra escena supuestamente erótica.

Fuente: https://diccineario.com/2019/02/14/albanil-la-piel-quemada/

Vídeos:

Pedro Almodóvar, La ley del deseo

Pedro Almodóvar (Wikipedia)

Nacido en Calzada de Calatrava (Ciudad Real) en la década de los cincuenta, el director de cine, guionista y productor Pedro Almodóvar Caballero emigra a los ocho años a Extremadura junto con su familia. Allí estudia Bachillerato con los padres Salesianos y Franciscanos y se aficiona al cine. A los dieciséis años se traslada solo a Madrid con la intención de estudiar y hacer cine pero, al no poder matricularse en la Escuela Oficial de Cine, recién cerrada por Franco, desempeña todo tipo de trabajos hasta que consigue un puesto de oficinista en Telefónica -que conserva durante doce años y gracias al cual logra comprarse la primera súper ocho-, al mismo tiempo que se sumerge de cabeza en la movida madrileña.

Autor, en sus inicios, de la novela corta Fuego en las entrañas, de alguna fotonovela como Toda tuya y de múltiples relatos en periódicos (El País y Diario 16) y cómics contraculturales (Star, El Víbora y Vibraciones), rueda su primer largo, Pepi, Luci, Bom y otras chicas del montón, en 1980, pero el reconocimiento del público no le llega hasta el estreno de ¿Qué he hecho yo para merecer esto? (1984). Un año después funda, junto a su hermano Agustín, la productora El Deseo, a cuyo primer producto, La ley del deseo (1986), le siguen Mujeres al borde de un ataque de nervios (1988) -película que selecciona la Academia de Hollywood para competir por el galardón a la mejor película extranjera-, ¡Átame! (1989) y Tacones lejanos (1991), films que le labran un prestigio a nivel internacional.

Tras la dispar acogida de Kika (1993), con Todo sobre mi madre (1999), el director manchego obtiene su primer Oscar en la categoría de mejor película extranjera, éxito que viene precedido de la candidatura de La flor de mi secreto en 1995 al preciado galardón. Con Hable con ella (2002), Almodóvar supera incluso las cotas de éxito alcanzadas con su anterior film: entre los cientos de galardones con los que es premiada la película, destaca el Oscar al Mejor Guión Original.

Su siguiente trabajo, La mala educación, es seleccionado en 2004 para inaugurar el Festival de Cannes, y gracias a Volver -film en el que rememora su infancia tras la muerte de su madre-, obtiene en la edición 2006 del citado festival los premios al Mejor Guión y a la Mejor Interpretación Femenina, recayendo por primera vez este último, de forma conjunta, sobre las cuatro actrices protagonistas. Sus últimos trabajos son Los abrazos rotos (2009) y La piel que habito (2011). En julio de 2012 comienza a rodar Los amantes pasajeros.

Además de los dos premios Oscar, Almodóvar ha recibido numerosas condecoraciones a lo largo de su carrera en honor a su cine, como, entre otras, la Orden de Caballero de la Legión de Honor francesa (1997), la Medalla de Oro al Mérito en las Bellas Artes (1998) o el Premio Príncipe de Asturias de las Artes (2006).

Fuente:

http://www.circulobellasartes.com/ficha.php?s=fich_bio&id=525

Vídeos:

Mucho más que sexo y drogas: ¿cómo ha hecho Almodóvar para convertir historias tan perversas en éxitos de taquilla?

Incesto, abusos, violaciones, religión… El director, que acaba de estrenar ‘La voz humana’, ha conseguido que sus personajes, tramas e ideas subversivas y muy polémicas se conviertan en éxitos de taquilla dentro y fuera de España

Tienen razón quienes insisten en que La voz humana, el mediometraje que este pasado miércoles estrenó en los cines Pedro Almodóvar, es una condensación de toda su carrera. Ahí están las citas a su obra pasada y futura, el tema de la mujer abandonada, el recurso a la pieza teatral o la saturación cromática y escenográfica, que componen un medido mecanismo autorreferencial. De lo que no se ha hablado tanto es de la osadía de apuestas como la infidelidad al texto original de Cocteau (al que homenajea en la misma medida que traiciona) o un final que no procede destripar, pero que presenta una naturaleza aún más incendiaria de lo que a simple vista parece.

Todo es siempre más de lo que parece con Almodóvar. Entre otras cosas, por su habilidad para salirse con la suya con decisiones que, aunque en algunas ocasiones han generado escándalo, a otros autores ni siquiera les habríamos permitido. No es solo cuestión de los clásicos sexo, drogas e irreverencia religiosa, que de todos modos no suele escatimarnos. Es que también ha presentado situaciones de una ambigüedad moral como mínimo desconcertante, resultado de un universo creativo sumamente rico y complejo. Un repaso cronológico por su obra nos ofrece numerosos ejemplos.

Todo comenzó con una violación

No puede ser casualidad que el primer largo almodovariano, Pepi, Luci, Bom y otras chicas del montón (1980), comenzara con una violación. El deseo de venganza de Luci (Carmen Maura), la víctima, desencadena una trama donde, además de un concurso de erecciones, una canción llamada Murciana marrana y la célebre lluvia dorada administrada por una Alaska adolescente, destaca una peliaguda representación de la violencia machista. Porque Pepi (Eva Siva) es un ama de casa masoquista que recibe las palizas de su marido policía (a su vez, el violador inaugural) con ostensible satisfacción. Hablamos de otros tiempos en los que el clima social aún permitía que el asunto se expusiera con cierta frivolidad: curiosamente, esto se debía al propio machismo estructural que Almodóvar y otros modernos combatían con su actitud insolente y licenciosa.

Porque a quien afea al director manchego que no tomara una postura política progresista en plena Transición habría que recordarle que, en aquel momento, el hedonismo de una película como Laberinto de pasiones (protagonizada por una joven hipersexuada y el heredero gay de una monarquía del Medio Oriente camuflado en el fárrago de la Movida madrileña) suponía una bomba plantada sobre las ruinas del franquismo residual. Vuelven a aparecer en ella las violaciones e incestos, pero tampoco se queda atrás su tratamiento de la reproducción asistida. La emperatriz Toraya del Tirán está obsesionada con tener un hijo, y para eso acude al mejor especialista mundial en fecundación in vitro: hay mucho por lo que escandalizarse sanamente en la escena de la consulta, con esa niña probeta (término que hoy consideraríamos bastante inaceptable) cuyas manitas son atentamente inspeccionadas por Toraya cuando la propia madre no duda en afirmar que su hija es “un monstruo”.

Pero la apuesta se dobló con Entre tinieblas (1983). Pocos meses después de que el Papa Juan Pablo II realizara su primer viaje a España y 150.000 jóvenes lo aclamaran al grito de Totus tuus en un estadio de fútbol, se estrenaba esta película protagonizada por monjas adictas a diversas drogas y regidas por una madre superiora lesbiana. La escena en la que la superiora y su amante cabaretera se inyectan heroína en una habitación repleta de imaginería cristiana es uno de los momentos más extremos y subversivos de la cinematografía española (y más allá), y así se entendió en el festival de Venecia, donde logró colarse a pesar de las presiones en contra de grupos cristianos.

Las drogas vuelven a aparecer en la falsamente neorrealista ¿Qué he hecho yo para merecer esto? (1984) aunque en ella la situación más escabrosa llega cuando la protagonista vende a su hijo adolescente a un dentista pederasta (Javier Gurruchaga) para comprarse una plancha de pelo. Del mismo modo, en Matador (1986) se desata un torrente de sexo, crímenes y madres del Opus Dei, pero el hecho de que su personaje principal sea un torero, y el erotismo con el que se filman los ejercicios de los aprendices en el ruedo, resultan aún más comprometidos para la sensibilidad actual.

Lo mismo ocurre en La ley del deseo (1987): en aquellos días se percibió como una audacia que sus protagonistas fueran hombres homosexuales. Y sin duda lo era. Pero lo que a las nuevas generaciones les debería resultar más chocante es la irrupción del incesto en la trama. La transgénero Tina (Carmen Maura) mantenía de niña (“entonces yo era chico”) relaciones con su progenitor, lo que no se contempla con particular escándalo en el contexto de la película. Poco después el mundo cambió, o lo hizo Almodóvar: no hay más que ver cómo en Volver (2006) la violación de una chica por su padre sí se presentaba como un episodio aterrador y traumático.

Mujeres al borde de un ataque de nervios (1988) es en teoría una película para todos los públicos, con su Madrid de colorido pop y su perfecta estructura de comedia ligera. Pero la ligereza afecta también al tratamiento del terrorismo internacional (“en mi casa colaboro con quien me da la gana”) en un momento en el que España vivía los peores años de la amenaza etarra. No se registraron protestas al respecto, aunque tal vez un escenario post 11-S no habría sido tan permisivo con este recurso narrativo y cómico.

La década se cierra con ¡Átame! (1989) quizá la película más abiertamente polémica del director. Inspirada en El coleccionista de Wyler y quizá en La bella y la bestia (Cocteau, de nuevo), fue criticada por asociaciones feministas en su periplo internacional. Victoria Abril interpreta a Marina, una actriz porno en pleno proceso de redención profesional que es retenida en su piso, golpeada, maniatada y obligada a convivir con su agresor, junto al que decide quedarse arrastrada por el vendaval del amour fou. Almodóvar reincidiría después en algunas de estas claves argumentales, con distintas variantes y a veces subvertidas: en especial, en Carne trémula, La piel que habito y Hable con ella. Además, en los Estados Unidos, debido a su contenido erótico (corrió el rumor de que la escena de sexo entre Abril y Banderas no era simulada) se le asignó la clasificación X. Miramax, la distribuidora de los hermanos Weinstein, recurrió a los tribunales y perdió. El estreno se produjo finalmente sin clasificación, y el caso abrió un debate que llevó a la aparición de una categoría nueva, NC-17, que excluía a los menores.

Los noventa se vuelven negros

“Tienes que aprender a resolver tus problemas con los hombres de otra manera”, le insta Becky del Páramo (Marisa Paredes) a su hija Rebeca (Victoria Abril) en Tacones lejanos (1991). Porque la “manera” de Rebeca implica un asesinato que queda impune (bueno, dos), gracias al final feliz de este estilizado melodrama sirkiano. Inmediatamente después llegaba Kika (1993), una de las películas más negras de Almodóvar a pesar de su rabioso colorido visual. Allí no hay impunidad para los asesinatos, pero sí para la violación de la protagonista, otra escena polémica entonces y ahora, y que nos ubica ante la cuestión –tan actual– de los límites del humor: ¿es lícito convertir en momento cómico la violación de una mujer? Quizá influenciada por el desconcierto ante la pregunta, la crítica española masacró el filme, cuando se trataba de un trabajo formal y narrativamente arriesgadísimo que casi siempre funcionaba a la perfección. Además formulaba una crítica a los medios de comunicación y los realities televisivos que después se demostraría visionaria.

Pocos elementos así de discutibles encontramos en la estupenda La flor de mi secreto (1995) o en Carne trémula (1997). Aunque en esta última se podría señalar la opción de la protagonista de quedarse junto al hombre que tiempo atrás irrumpió en su casa al estilo del Ricky de ¡Átame!, originando una tragedia de la que fue víctima su novio anterior, el policía interpretado por Javier Bardem. Por su parte, Ángela Molina sufre los malos tratos de su marido policía, esta vez sin complacencia alguna, lo que la convierte en el reverso de Pepi en Pepi, Luci, Bom.

Todo sobre mi madre (1999) sería el “redescubrimiento” internacional de Almodóvar. El público abrazó con entusiasmo este melodrama misterioso y autorreferencial plagado de detalles delirantes que, una vez más, solo el talento creativo de su autor nos permite aceptar. Porque, ¿a qué otro le compraríamos el asunto de la monja embarazada y contagiada de VIH por una mujer trans y bisexual? “Las mujeres somos más tolerantes”, razona la religiosa (Penélope Cruz). “¡Somos gilipollas!”, se opone el personaje de Cecilia Roth. “Y un poco bolleras”. Nada que añadir, señoría.

Redoble de tambores en el siglo XXI

El siglo XXI empezó en lo más alto de este ranking gracias a Hable con ella (2002), donde se nos presenta como un personaje afable, y casi digno de compasión, el enfermero (Javier Cámara) que viola a una mujer en coma. De nuevo, solo Almodóvar sería capaz de posicionar al espectador en ese lugar: con gran astucia, escamoteaba la agresión mediante una elipsis en forma de película muda. Por cierto, en su día también se produjo un pequeño escándalo por el uso de los toros durante el rodaje, algo que muchos antitaurinos aún no han perdonado.

Pero después la carga ofensiva fue diluyéndose en el cine de Almodóvar, hasta casi extinguirse en casos como Los abrazos rotos (2009) o Julieta (2016). Pero no siempre. En La mala educación (2004) se habla con valentía de los abusos sexuales en la Iglesia, así que no sale nada bien parado un clero que en nuestro país se ha ocupado tradicionalmente de la formación de niños y jóvenes. La piel que habito (2011) es bastantes cosas, entre ellas una reflexión sobre lo más inexpugnable de la identidad humana. Pero muchos no entendieron la aparente ambigüedad del personaje que interpretaba Elena Anaya, quien tras ser secuestrada y sometida por la fuerza a una operación de cambio de sexo parece experimentar un cierto síndrome de Estocolmo hacia su verdugo. El final de la película (quizá el mejor de todo el cine almodovariano) contradice esta interpretación, pero hasta entonces los espectadores más sensibles estaban en un sinvivir.

¿Quieren polémica? Pues vamos con toda la artillería: sostenemos aquí que Los amantes pasajeros (2013) es una fantástica comedia, además de una acerada denuncia del modelo económico que hundió a España allá por los dosmiles. Lo que, por supuesto, no impide que esté plagada de chistes soeces sobre penes y mariconeo de otra era, cosas que la ni crítica ni el público estuvieron dispuestos a perdonarle. En ella destaca también el uso desenfadado y nada moralizante de las drogas recreativas, a las que los pasajeros del título, encerrados en un avión que no puede aterrizar, se entregan con entusiasmo para rebajar las tensiones del confinamiento (inesperado paralelismo con la actual situación). Frente a esto, las alusiones a las costumbres sexuales del anterior rey de España en boca de la madame encarnada por Cecilia Roth resultan casi inofensivas.

De nuevo, en Dolor y gloria (2019) la irreverencia es cuestión de estupefacientes. Su protagonista entra y sale de la adicción a la heroína con una sorprendente desenvoltura, cuando en este punto los códigos del decoro suelen exigir el preceptivo calvario de mono y rehabilitación. El propio Almodóvar tuvo que aclarar que él no había probado esta droga, lo que de hecho era una prueba de lo convincente que resultaba su sofisticado ejercicio de autoficción. Una escena como aquella que mostraba con precisión casi didáctica cómo Antonio Banderas y Asier Etxeandia elaboraban y consumían un chino (“¡La gota, la gota!”) no es algo que el público –relativamente amplio- de una película así esté acostumbrado a contemplar. Y sin embargo lo hizo sin mover una pestaña.

De todos modos, uno de los ejercicios de provocación más logrados y sibilinos de Almodóvar no corresponde a una película de cine, sino a otro mediometraje. Realizado en 1984 para Televisión Española, Trailer para amantes de lo prohibido presenta además muchos puntos en común con La voz humana. Al igual que esta, enmarcaba la historia de una mujer abandonada en un decorado brechtiano y manifiestamente falso, solo que en lugar de Tilda Swinton teníamos a la más cañí Josele Román. Movida por la desesperación, su personaje hace cosas como atracar a una mujer a punta de pistola obligándola además a despojarse de sus bragas, y termina cargándose a su marido sin ningún miramiento. Después, como a la actriz de La voz humana, le espera un futuro pleno de esperanza. Figuradamente, Almodóvar rociaba de gasolina el corazón mismo del mainstream (representado por la tele pública), para inflamarlo con la llama de su transgresión.

Fuente: https://elpais.com/icon/2020-10-23/sexo-drogas-y-mucho-mas-alla-como-ha-hecho-almodovar-para-convertir-historias-tan-perversas-en-exitos-de-taquilla.html

3. Características y estética del Cine de Almodóvar

El cine de Pedro Almodóvar que por lo general suele asentarse en el melodrama y en la comedia, es uno de los mejores ejemplos del cine posmoderno; un collage de géneros y estilos donde conviven la cultura popular tradicional y también de las últimas tendencias. La postmodernidad en el director manchego es visible especialmente en la etapa experimental, enmarcada en la Movida Madrileña y que se ven referencias de la cultura Pop como con el concierto de Radio Futura en Laberinto de Pasiones o la tradición española con la Cruz de Mayo en La Ley del Deseo

Personajes

Este collage permite personajes alocados y extremos, con sucesos extremos como la violación perpetrada por Pablo “Paul Bazzo” en Kika. Pero si de algo destaca el cine de Pedro Almodóvar, es en la importancia de los personajes femeninos, quienes en sus películas tienen el protagonismo, estando más definidas que los personajes masculinos, además de ser más fuertes, solidarias y capaces de la amistad o el amor, como se vio en Volver. Este protagonismo femenino se tradujo con las “Chicas Almodóvar”, un término para hablar de sus actrices recurrentes en sus historias, donde los desamores y el deseo lleva a la perdición de sus personajes. 

Amor y sexualidad

El Deseo, una pulsión que en palabras del director manchego es algo irracional y por lo que uno siempre acaba pagando un alto precio. Este deseo que por lo general suele ser sexual, es un tema recurrente en su cinematografía, donde las conductas sexuales heterodoxas tienen el protagonismo, además de oponerse a las ideas tradicionales de amor y sexualidad, con personajes transexuales, transformistas, gais y lésbicos que rompen estereotipos en un cine por lo general anclado en ellos como Tina en Ley del Deseo, Agrado en Todo sobre mi madre o Riza Niro en Laberinto de Pasiones

Drogas y religión

Aunque otros de los puntos que caracterizan el cine almodovariano son las drogas y la religión, de la primera ya sean legales con las pastillas en ¿Qué he hecho yo para merecer esto? o ilegales con la heroína como en Dolor y Gloria. Los personajes están enganchados a las drogas y sirven en ocasiones como metáforas de las relaciones toxicas, de lo segundo. 

La religión, sobre todo la Iglesia Católica, que se presenta en la estética de las películas y en el caso de la Mala Educación y La Ley del Deseo, son criticadas especialmente en el caso de los abusos sexuales. Mientras que en Entre Tinieblas se ve satirizada en el convento donde viven las protagonistas. 

Escenarios y localizaciones

Todas estas películas suelen tener el mismo escenario, la ciudad de Madrid, que en la filmografía de Almodóvar aparece desde los rincones de los barrios obreros hasta las zonas más céntricas. Es recurrente también el duelo entre la gran ciudad y el pueblo, pues Pedro Almodóvar es emigrante de ese pueblo al que deseaba volver Chus Lampreave en ¿Qué he hecho yo para merecer esto?. 

Referencias

Otro de los puntos del cine de Almodóvar son las influencias, que vienen de varios campos. Destacan en el caso cinematográfico los maestros del melodrama Douglas Sirk y Rainer Werner Fassbinder, del cine Trash John Waters, del Pop con Paul Morrisey o incluso del cine noir de Jean Pierre Melville. En la pintura, destaca la influencia de Andy Warhol, Roy Lichtenstein, Edward Hopper, Rene Magritte o Salvador Dalí. En el caso de la Literatura, destaca la influencia de Jean CocteauTennessee Williams o Roberto Bolaño

Vestuario y dirección de arte

Estas influencias no solo se notan en el guion, sino que también en el vestuario o el decorado, muestra de la precisión de este autor en su realización cinematográfica en la que en la puesta de escena sobresale la elegancia, como ocurre en Tacones Lejanos, donde el personaje de Victoria Abril viste Channel hasta para ir a la cárcel. 

La precisión anteriormente mencionada también se traduce en la paleta de colores de las películas, una marca del estilo almodovariano en el que los colores ácidos y primarios como el azul, el verde y el rojo, son recurrentes, en especial el rojo, color asociado a la pasión y favorito del director. Haciendo así reconocible desde el primer instante las películas del director. 

Por otro lado de todas las artes que han influenciado a Pedro Almodóvar, se puede destacar la música y los playbacks. En la banda de sonora de su obra pueden destacar los tangos, los boleros o las coplas. Muestra de ello es la música de su amiga Chávela VargasPiensa en mí de Luz Casal interpretado por Marisa Paredes en Tacones Lejanos o Volver de Carlos Gardel en Volver.

Fuente: https://historiadelcine.es/directores-cine/pedro-almodovar/#caracteristicas-cine-almodovar

Vídeos:

Pedro Almodóvar – La Ley del Deseo (1986)

Almodóvar explicó en su libro de conversaciones con el crítico francés Frédéric Strauss la discrepancia que se encontró en el rodaje entre lo que él le pedía al personaje de Pablo y lo que el actor Eusebio Poncela le daba. Siendo cierto que Pablo carece en la película de la vitalidad desenfadada en la que Pedro Almodóvar quería proyectarse, el paso del tiempo y la evolución de la obra almodovariana ha añadido a la -para mí extraordinaria y conmovedora- interpretación de Poncela una carga de gravedad crepuscular, de angustia, que sitúan La ley del deseo, sobre todo en su última media hora, como obra anticipatoria del cine más melancólico y dolorido que Pedro está haciendo ahora.

Lo que no falta, en todo caso, en La ley del deseo es ese recurso del director a las figuras de estilo, que unas veces están al servicio dramático de la historia y otras (éstas a veces son las mejores) no desempeñan mayor función que la que ha tenido siempre en el arte la metáfora: no decir nada esencial y enriquecer el campo de lo expresado. Famosa es la escena de la manga-riega en la calurosa noche de verano en que Tina, Pablo y Ada vuelven a casa y Tina, después de ver el cielo madrileño cruzado por el chorro de agua, lo quiere para ella. «¡Riégueme!»: una exclamación que podría empezar un manifiesto de la nueva sensualidad. Pero hay otros adornos retóricos de gran sofisticación y belleza, como esa campana de vidrio que -como una crisálida- envuelve en la azotea andaluza a Pablo y Antonio, y el fundido o metamorfosis de los ojos de Pablo conduciendo en llanto y las ruedas del coche girando.

El desenlace, al margen de la pareja de policías padre e hijo un tanto incongruentes en el contexto, está impulsado por la arrolladora fiereza y convicción que emanan de Antonio Banderas. Ingenuo y a la vez retorcido, convencional pero desbocado, modoso y procaz, se trata sin duda de uno de los grandes personajes masculinos de Almodóvar. Cuando le dice a su rival Juan «Quiero poseer todo lo que es de Pablo, porque le quiero», entendemos que así es como se ama en el abismo del océano al que pronto irá a caer el cuerpo de Juan.

Luego llega el castigo, la muerte, las llamas del infierno y el altar del sacrificio. No hay duda, sin embargo: el criminal Antonio de Antonio Banderas y la purísima Tina de Carmen Maura son los mejores amantes y los más forajidos de esta película sobre la ley de un mundo que no admite ninguna.

Fuente: http://elpais.com/diario/2004/10/16/espectaculos/1097877609_850215.html

Pedro Almodóvar: «Con ‘La ley del deseo’ me lo jugué todo»

«Hay algo traumático en la experiencia de reconocer un momento de placer pasado y saber que no se va a volver a repetir». Pedro Almodóvar acaba de presenciar a Pedro Almodóvar. Entre el primero y el segundo median 30 años, los que han pasado desde el estreno de La ley del deseo y ayer mismo. Recuerda que, por aquel entonces, en los narcotizados y tumultuosos 80, Madrid era para él su La La Land. Dice que con Carmen Maura vivió la aventura más emocionante que ha experimentado en 37 años de carrera. «Gracias por depositar en mí tu instinto», afirma delante de la actriz. Y no tiene reparo en reconocer que justo cuando él y su hermano Agustín se armaron de valor para solicitar un préstamo con el que inaugurar su propia productora «se lo jugaron todo a ganar». «Si esa película no hubiera tenido éxito, yo no habría continuado haciendo cine», añade. Todo lo dice entre la emoción, la claridad del reconocimiento planetario y, justo es reconocerlo, un punto de tal vez melancolía; una melancolía afilada y transparente como un cristal; un cristal que, obviamente, corta. Y hace sangrar.

A eso de las 10 de la noche acaba la proyección de una cinta fundacional. Única. Tan transgresora como vocacionalmente familiar. Moderna y rancia. Melodramática e irreverente. Sobre la pantalla corrían los títulos de crédito que daban por concluida la historia de Pablo y Tina -de un Eusebio Poncela locuaz como nunca y una Carmen Maura vibrante hasta la extenuación- y el patio de butacas en pie recibía las primeras luces de la sala. Quedaba inaugurada la primera retrospectiva completa y con la mayor parte de las películas restauradas que se realiza en España del director manchego. Y en la Filmoteca Nacional, que no en el MoMA.

«La verdad es que me ha sorprendido», continúa el director ya con la cinta concluida. «Hacía muchísimo que no la veía y me ha llamado la atención que me reconozco en cada plano. Tenía un poco de miedo, pero no…». A su lado, Carmen Maura asiente un poco y le corrige otro tanto: «Lo que recuerdo es que todo se grababa muy rápido, que había mucha energía en el plató y que tú [por Almodóvar] y yo nos entendíamos con solo una mirada. Él me quería muchísimo entonces». Y sonríe.

Para situarnos, la película lleva en su interior una de esas escenas que definen y justifican una filmografía entera. Carmen, metida en el papel de Tina, transexual enamorada en su adolescencia de su mismo padre (sí, entonces un argumento así era posible), camina con su hermano y con su hija por un Madrid tórrido. Casi abrasado por la noche de agosto. «¡Mójame!», grita. Y el empleado encargado de baldear las calles con la manguera, la empapa. A ella y quién sabe si a un país entero. La fuerza del chorro. Pocas escenas tan brutalmente metafóricas, pocos planos tan salvajemente capaces de incendiar la mirada. «Lo que recuerdo es que del primer manguerazo me caí entera», comenta y rompe a reír Carmen. Toma la palabra Pedro: «Una vez me dijo Susan Sontag que para ella ese momento es tan icónico como el de Marilyn». La vanidad de la memoria no deja heridos.

Por cierto, una transexual, un par de incestos, escenas de sexo homosexual rodadas con tanto pudor como transparencia… «Tengo la impresión de que todos los temas son perfectamente actuales. En tiempos de autobuses [en referencia al de Hazte Oír sobre vulvas y penes] es una cinta completamente contemporánea», afirma, se toma un segundo y sigue: «Por supuesto hemos avanzado, pero todavía quedan muchas rémoras muy agrias… Creo que mi cine para la gente que ahora tiene 20 años va a ser una sorpresa… Espero que para bien».

– ¿Qué ha cambiado?

– Ahora eres más consciente de todo. De ti mismo, de tu carrera, incluso de tu nombre…

Dice que él que no es creyente atisba que, de alguna manera, una restrospectiva así cumple quizá esa sed de eternidad que todo artista sueña y nunca sacia. Se refiere a su legado incompleto aún y lo hace con la sorpresa aún evidente del que llegó a Madrid hace 40 años desde un lugar extraño y vacío.

«Hay algo traumático…», se repite. Hasta aquí Almodóvar. A partir de ahora, Almodóvar. En la Filmoteca, que no en el MoMA.

Fuente: https://www.elmundo.es/cultura/2017/03/04/58baa02ae5fdea81068b457a.html

Agustín Almodóvar: «Hoy hacer ‘La ley del deseo’ sería todavía más difícil»

La rompedora película de Almodóvar cumple este martes 30 años de su estreno. «Hoy seguro que tendríamos campañas en redes de haters que nos lo harían muy complicado», asegura Agustín Almodóvar. «Los personajes vivían la homosexualidad como la vivieron cientos de miles de españoles en aquella época», cuenta el escritor Luisgé Martín.

 

–Vamos, no tengas miedo, es sólo una palabra.

Rossy de Palma: «A Pedro Almodóvar le quise seducir desde la distancia»

–¡Fóllame!

Estas dos líneas de diálogo están entre las primeras que el público español de 1987 pudo oír en la película del momento: La ley del deseo, escrita y dirigida por ese hijo de la movida llamado Pedro Almodóvar. La primera, pronunciada por una voz en off masculina; la segunda, por un apuesto muchacho a quien segundos antes habíamos visto besarse y restregar sus genitales enfundados en unos calzoncillos blancos contra un espejo.

En aquella España, como en la de ahora, también había gobernantes que decidían para qué sí o para qué no estaba preparada la ciudadanía, pero como siempre en la cultura, hay talentos libres e independientes que no siguen la moralidad al uso y escriben y ruedan historias que sacuden al espectador.

«No era una película sencilla, provocaba conflictos en la gente, conflictos de rechazo, y sorprendió mucho el éxito del público. También nos sorprendió su recorrido internacional», confiesa a eldiario.es con motivo del 30º aniversario su productor, Agustín Almodóvar.

«Pedro estaba todavía en la fase de promesa, había llamado mucho la atención con ¿Qué he hecho yo para merecer esto? y Matador, era más o menos conocido entre cinéfilos, pero faltaba todavía el gran público», recuerda su hermano.

El público empezó a llegar con La ley del deseo, una película de amor trágico. «Yo recuerdo una impresión tremenda», afirma Jesús Generelo, presidente de la FELGTB (Federación Estatal de Lesbianas, Gais Transexuales y Bisexuales) y periodista cinematográfico en TVE . «Por fin una historia trágica, pero trágica porque era un amor trágico, no por ser homosexuales, es una historia de amor grandiosa entre hombres. La homofobia interiorizada tiene una importancia capital en el desarrollo de la historia, pero no es una película exclusivamente sobre eso», añade.

La ley del deseo es la historia de un triángulo amoroso con un director de cine al que da vida Eusebio Poncela, personaje que navega al pairo entre un amor difícil pero leal con el personaje de Miki Molina, y una pasión teñida de la psicopatía propia de los armarios sexuales encarnada por un señorito andaluz con el físico de Antonio Banderas. «Yo creo que esta película es, dramáticamente, la más barroca de contenido, al tener un personaje que a su vez inventa historias, como era el que interpretaba Eusebio Poncela», cuenta Agustín Almodóvar.

Para el escritor Luisgé Martín, autor de La vida del revés, uno de los mejores libros sobre homosexualidad y armario, «el personaje de Eusebio Poncela es en el que se mira Almodóvar y muchos homosexuales de entonces. Evidentemente no podían ir por la calle cogidos de la mano con su novio, ni darse un beso, pero no tenían la sensación de negarse a sí mismos».

«Luego está el personaje de Antonio Banderas, que es el que se acerca a la psicopatía, el más parecido a cómo viví la homosexualidad, y cómo la vivieron cientos de miles de españoles en toda aquella época, el último franquismo y la Transición. Había quien estaba dentro del armario, pero al mismo tiempo no podía resistir sus instintos y llegaban a hacer todos los excesos que fuesen necesarios por amor», recuerda Martín.

«La ley del deseo marca un hito muy especial», afirma Jesús Generelo, «porque es la declaración de un artista fundamental en España y en el mundo, la declaración de que él va a hablar claramente de los temas que quiera hablar, sin pedir permiso a nadie, y estamos hablando de un momento en el que el movimiento gay era un movimiento prácticamente marginal. Era una película que apostaba claramente por la libertad individual, y mostraba que esa libertad no tenía consecuencias negativas».

En este sentido, el productor Agustín Almodóvar comenta «el gran valor de Pedro es exactamente que no está militando en nada», sino que muestra «las relaciones entre hombres porque para él tienen el mismo motor que el de gente de distinto sexo, la pasión». Recuerda que mucha gente les cuenta que el filme les ayudó a hacer pública su condición gay y asumirla con dignidad.

Personajes trans de «rompe y rasga»

transY entre esos tres personajes masculinos, una transexual interpretada por Carmen Maura en uno de sus mejores trabajos, con la voz modulada para sonar más grave y el cuerpo vestido para hacer de la sensualidad una señal de libertad. También pone las notas de humor en míticas secuencias como la de la manguera –»¡Riégueme!», mágica metáfora de la alegría de ser joven–, o frases antológicas como cuando dice a su pequeña hija medio adoptada: «Yo a tu edad también estaba plana».

«Los personajes trans que ha creado Almodóvar son de rompe y rasga, de yo soy así y aquí estoy», afirma el presidente de la FLGTB, Jesús Generelo. «Ni tienen que revolucionar el mundo por ser transexuales, ni tienen que responder a unos patrones. Almodóvar daba un paso por delante de películas en las que se habían visto transexuales, como Cambio de sexo, maravilloso título de Vicente Aranda pero que era más explicativo. Almodóvar no se molesta en explicar nada. Sus personajes son como son», describe.

Claves del cine almodovariano

Personajes dentro de una historia que reunía muchas de las claves de estilo que habían aparecido en los trabajos del director, unas señas de identidad propias de alguien que ha devorado cine, como es el caso de Pedro Almodóvar.

«Sus maestros también vienen de España, Berlanga y Buñuel e internacionalmente Hitchcock, y luego todo el cine clásico de los cincuenta que Pedro ha perseguido siempre, con el technicolor, con ese dramatismo que tenían las películas llenas de color, que eran muy pop pero a la vez muy dramáticas», cuenta Agustín Almodóvar.

Otra de las constantes de Almodóvar con un gran peso en La ley del deseo es Madrid. «Se muestra una ciudad anterior a la que vivimos ahora, al Madrid invadido por el urbanismo depredador y por el turismo invasivo, yo creo que es un Madrid de antes de Internet y de antes de los móviles en el que la gente joven sale y se relaciona».

Por otro lado, también destaca la reivindicación del bolero, como recuerda el escritor Luisgé Martín: «Yo creo que Almodóvar lo hizo todo para recuperar, dignificar y modernizar ese tipo de música», con una escena final «magnífica» con la canción Lo dudo.

Y con la ley, llegó El Deseo

La película recibió el apoyo de más de 780.000 espectadores y consolidó una productora que se ha convertido en un referente dentro del cine español. «Fuimos así de insensatos, los dos estábamos empezando la aventura de productores, con una película que iba a levantar ampollas», cuenta Agustín Almodóvar.

El productor recuerda que «no fue fácil». «Nos negaban las subvenciones, nos las negaron por dos veces, teniendo en cuenta que nosotros necesitábamos las ayudas a la producción porque ni Pedro ni yo teníamos recursos. Cuando estrenamos fuimos a oír las nominaciones a los Goya, que las necesitábamos como agua bendita, y tuvimos cero nominaciones. No es que estuvieran allí los compañeros con los brazos abiertos, pero yo creo que hoy sería todavía más difícil», afirma.

En ese momento, deciden coger las riendas de la producción. «Fue el momento perfecto», afirma Agustín, «porque al final Pedro desbordaba a los productores con los que había trabajado».

El éxito del cine de Almodóvar ha permitido a El Deseo mantenerse entre las principales compañías de producción, con cineastas como Álex de la Iglesia, Guillermo del Toro, Lucrecia Martel o Isabel Coixet. Según Esther García, encargada de la producción de El Deseo, siguen siendo «un referente de libertad a la hora de elegir los proyectos, sin necesidad de buscar una absoluta comercialidad», eso sí, siempre con la producción de Pedro Almodóvar en el centro.

Los tiempos cambian

Hoy el cine de autor no convive con, sino que sobrevive entre las películas evento y franquicias de superhéroes ante los que los largometrajes más atrevidos quedan sepultados bajo la dictadura del entretenimiento, chapapote que mantiene a la gente a flote negándoles la posibilidad de nadar, de avanzar, de hacer algo tan sano como dialogar con la película, como sí ocurre en La ley del deseo tanto en los momentos cómicos como en los dramáticos.

«Esa libertad que expira la película por cada poro, yo creo que ahora sería muy difícil, y en aquel entonces era casi una necesidad», afirma Esther García, de El Deseo. Coincide con ella Agustín Almodóvar: «Entonces nosotros teníamos el público, y yo creo que ese público hoy es más errático. Lo vemos también por el tipo de cosas que triunfan. Neruda lleva 80.000 euros y es una de las mejores obras del cine mundial, El club llegó a 250.000, las películas de Haneke ya ves dónde se quedan. Una película como La ley del deseo yo creo que hoy lograría 70.000 espectadores y nos daríamos con un canto en los dientes, y además tendríamos algún tipo de campaña en contra, de algún grupo religioso que se da por molestado, alguna campaña de haters también en las redes que nos lo haría muy complicado».

Tal vez tiene razón el escritor Luisgé Martín cuando afirma que «el mundo se ha vuelto mucho más pacato». «Hay un triunfo, que ha venido de Estados Unidos, de lo políticamente correcto en ciertas áreas sociales conflictivas, la homosexualidad es una de ellas, el feminismo otra, en la que hemos llegado a unos niveles de censura y autocensura lamentables», asegura.

«Antes una Caja de Ahorros podía organizar una exposición de cuadros porno, y les parecía modernísimo y estupendo, y ahora ni se les ocurriría», recuerda.

¿Quién se atreve ahora a poner a un joven guardia civil de confidente de un homosexual y revelando al protagonista que «Juan le quería»? ¿O a rodar una escena de sexo anal entre hombres como lo hizo Almodóvar en 1987? 30 años después, La ley del deseo sigue a la vanguardia.  

Vídeos:

Los Panchos – Lo Dudo

Lo dudo, lo dudo, lo dudo
que tú llegues a quererme
como yo te quiero a tí

lo dudo, lo dudo, lo dudo,
que halles un amor más puro
como el que tienes en mí

hallarás mil aventuras
sin amor
pero al final de todas
solo tendrás dolor
te darán de los placeres
frenesí
más no ilusión sincera
como la que te dí.

Lo dudo, lo dudo, lo dudo
que halles un amor más puro
como el que tienes en mí

hallarás mil aventuras
sin amor
pero al final de todas
solo tendrás dolor
te darán de los placeres
frenesí
más no ilusión sincera
como la que te dí.

Lo dudo, lo dudo, lo dudo,
que halles un amor más puro
como el que tienes en mí
como el que tienes en mí.

Fuente: http://www.letrasmania.com/letras/letras_de_canciones_los_panchos_14685_letras__eternamente_la_historia_43606_letras_lo_dudo_472594.html

Vídeo:

Bola de Nieve – Déjame recordar

Quien , de tu vida borrará mis recuerdos
y te hará olvidar este amor
hecho de sangre y dolor
Pobre amor
que nos vio a los dos llorar
y nos hizo tambien soñar y vivir
¿cómo dejó de existir?

Hoy que se ha perdido
déjame recordar
el fuerte latido del adiós del corazón
que se va sin saber a dónde irá
y yo sé que no volverá este amor,
pobre amor

Pobre amor
que nos vio a los dos llorar
y nos hizo tambien soñar y vivir
¿cómo dejó de existir?

Hoy que se ha perdido
déjame recordar
el fuerte latido del adiós del corazón
que se va sin saber a dónde irá
pero sé que que no volverá este amor,
pobre amor

Fuente: http://diariomusica.wordpress.com/2009/06/16/bola-de-nieve-dejame-recordar/

Vídeo:

Vídeo:

Jacques Brel – Ne me quitte pas

Ne me quitte pas
Il faut oublier
Tout peut s’oublier
Qui s’enfuit déjà
Oublier le temps
Des malentendus
Et le temps perdu
À savoir comment
Oublier ces heures
Qui tuaient parfois
À coups de pourquoi
Le coeur du bonheure
Ne me quitte pas

Moi je t’offrirai
Des perles de pluie
Venues de pays
Où il ne pleut pas
Je creuserai la terre
Jusqu’après ma mort
Pour couvrir ton corps
D’or et de lumière
Je ferai un domaine
Où l’amour sera roi
Où l’amour sera loi
Où tu seras reine
Ne me quitte pas

Ne me quitte pas
Je t’inventerai
Des mots insensés
Que tu comprendras
Je te parlerai
De ces amants là
Qui ont vu deux fois
Leurs coeurs s’embraser
Je te raconterai
L’histoire de ce roi
Mort de n’avoir pas
Pu te rencontrer
Ne me quitte pas

On a vu souvent
Rejaillir le feu
De un ancien volcan
Qu’on croyait trop vieux
Il est paraît-il
Des terres brûlées
Donnant plus de blé
Qu’un meilleur avril
Et quand vient le soir
Pour qu’un ciel flamboie
Le rouge et le noir
Ne s’épousent-ils pas
Ne me quite pas

Ne me quite pas
Je ne vais plus pleurer
Je ne vais plus parler
Je me cacherai là
À te regarder
Danser et sourire
Et à t’écouter
Chanter et puis rire
Laisse-moi devenir
L’ombre de ton ombre
L’ombre de ta main
L’ombre de ton chien
Ne me quitte pas

Fuente: https://www.letras.com/jacques-brel/5766/

Vídeo: