Fernando Fernández Gómez (Lima, Perú, 28 de agosto de 1921 – Madrid, 21 de noviembre de 2007). Escritor, actor y director teatral y cinematográfico español. Fue miembro de la Real Academia Española desde el año 2000 hasta su fallecimiento.
Nace en la capital peruana ya que su madre, la actriz Carola Fernández Gómez, realiza una gira teatral con la compañía María Guerrero por Hispanoamérica, y a los pocos meses, su abuela lo traslada a Madrid, donde finaliza los estudios de bachillerato tras la guerra civil española, iniciando allí la carrera de Filosofía y Letras. Su creciente interés por el teatro le lleva a dejar sus estudios, comenzando su carrera de actor en 1938 en la compañía de Laura Pinillos. Allí conoce a Enrique Jardiel Poncela que le brinda un papel en una de sus obras. En 1943 es contratado por la productora CIFESA debutando con la película Cristina Guzmán, de Gonzalo Delgrás, iniciando así una prolífica carrera de actor de cine.
En su filmografía ha trabajado a las órdenes de los más destacados directores del cine español: Edgar Neville, Carlos Saura, Mario Camús, Víctor Erice, Ricardo Franco, Manuel Gutiérrez Aragón, Jaime de Armiñán, Gonzalo Suárez, Juan Antonio Bardem o Luis García Berlanga. Todas estas interpretaciones le hicieron aumentar su prestigio, consiguiendo el Oso de Plata del Festival de Berlín al mejor actor por su interpretación en El anacoreta y Stico.
A partir de la década de los cincuenta comienza a dirigir, realizando, entre el cine y televisión, numerosos títulos entre los que destacan Mi hija Hildegart (1977), Mambrú se fue a la guerra (1986), El viaje a ninguna parte (1986), adaptación de una de sus novelas y un gran éxito, que consigue el Goya al mejor director y mejor guionista, y en esa misma edición, logra el Goya al mejor actor por Mambrú se fue a la guerra.
Como autor teatral destaca su obra Las bicicletas son para el verano (1978), por la que obtuvo el Premio Nacional Lope de Vega y fue adaptada al cine por Jaime Chávarri en 1983. Otras de sus obras de teatro son: La coartada (1972), Los domingos, bacanal (1980) o El pícaro. Como novelista, destacan El viaje a ninguna parte (1986), El mar y el tiempo (1989), El vendedor de naranjas (1961), El mal amor (1987), entre otras. Sus memorias se titulan El tiempo amarillo (1990).
De sus últimos trabajos destacan El abuelo (1998) de José Luis Garci, Todo sobre mi madre (1999) de Pedro Almodóvar; Plenilunio (1999) de Imanol Uribe; La lengua de las mariposas (1999) de José Luis Cuerda; Visionarios (2001), de Gutiérrez Aragón o El embrujo de Shanghái (2002), con Fernando Trueba.
Su larga trayectoria profesional está jalonada de prestigiosos galardones, como el Premio Nacional de Teatro en 1985, el Premio Nacional de Cinematografía en 1989 o el Premio Príncipe de Asturias de las Artes en 1995. En el 2000 recibió el Oso de Honor en el Festival Internacional de Cine de Berlín a toda su trayectoria, y en el 2001, la Medalla de Oro de la Academia de las Artes y las Ciencias Cinematográficas de España.
Fallece el 21 de noviembre de 2007 en Madrid a la edad de 86 años, recibiendo, a título póstumo, la Gran Cruz de la Orden Civil de Alfonso X el Sabio otorgada por el Gobierno de España.
Fuente: http://www.cervantes.es/bibliotecas_documentacion_espanol/creadores/fernan_gomez_fernando.htm
Un genio tímido y con mal carácter
Actor, director de cine y teatro, escritor y académico de la Lengua. Fernando Fernán-Gómez (1921-2007) ha paseado su genio y figura con ironía, talento y brillantez. Él mismo se definió como «un tímido con mal carácter»; su fama de cascarrabias la cultivó para espantar a pesados. A lo largo de una carrera iniciada en 1943 ha interpretado más de 200 películas con las que ha acumulado numerosos premios, incluidos los Nacionales de Teatro (1985) y Cinematografía (1989) o el Príncipe de Asturias de las Artes (1995), además de los siete Goyas y otros galardones de los festivales internacionales de cine de Berlín y Venecia.
Tras nacer circunstancialmente en Lima (Perú), llegó a España con su abuela materna, que desde entonces se encargó de su educación. En 1930 entró en el cuadro artístico de su colegio para un pequeño papel de camarero en la obra de Vital Aza ‘El padrón municipal’. Tras cursar el Bachillerato, no pudo estudiar Filosofía y Letras por el comienzo de la Guerra Civil. En 1939, entró de meritorio en dos compañías, y en una de Laura Pinillos fue descubierto por Jardiel Poncela, quien le asignó un pequeño papel en ‘Los ladrones somos gente honrada’, obra estrenada en 1940 en el madrileño Teatro La Comedia.
En 1943 fue contratado por la productora fílmica CIFESA para ‘Cristina Guzmán’ de Gonzalo Delgrás y comenzó un intenso trabajo cinematográfico: ‘El destino se disculpa’ (1944), ‘Domingo de Carnaval’ (1945), ‘Botón de ancla’ (1947), ‘La mies es mucha’ (1948), ‘Balarrasa’ (1950), ‘Esa pareja feliz’ (1951), ‘La vil seducción’ (1968), ‘Ana y los lobos’ (1972).
Esta última película abrió una fructífera etapa como intérprete. De ese largo etcétera son ejemplos ‘El espíritu de la colmena’ (1973), de Víctor Erice; ‘El amor del capitán Brando’ (1974), de Jaime de Armiñán; ‘Pim, pam, pum, fuego’ (1975), de Pedro Olea; ‘El anacoreta’ (1976), de Juan Estelrich; ‘Mamá cumple cien años’ (1979), de Carlos Saura; ‘La colmena’ (1983), de Mario Camus; ‘La lengua de las mariposas’ (1999), de José Luis Cuerda; o ‘En la ciudad sin límites’ (2001), de Antonio Hernández.
Fernán-Gómez desarrolló, igualmente, una gran labor como director. A sus filmes primerizos como ‘Manicomio’ (1952), ‘El malvado Caravel’ (1955), ‘La vida por delante’ (1958) y ‘La vida alrededor’ (1959) siguieron los conocidos ‘Sólo para hombres’ (1960) y ‘La venganza de Don Mendo’ (1961). Poco después llegaron ‘El mundo sigue’ (1963) y ‘El extraño viaje’ (1964), dos títulos emblemáticos en la historia del cine español. El teatro fue otra de sus grandes conquistas. En 1960 creó su compañía y dirigió y/o actuó en obras propias como sus populares ‘Bicicletas…’ (1982), llevadas al cine por Jaime Chávarri en 1983.
Académico de la lengua
La literatura forma parte de su variedad de facetas y recursos creativos. Fernán Gómez se ha revelado como novelista después del debutante ‘(El) vendedor de naranjas’, que publicó en 1961. En 1985 vio la luz el que en otro tiempo fuera un serial radiofónico, ‘El viaje a ninguna parte’, al que siguieron otros títulos como ‘El actor y los demás’ (1987); los dos volúmenes autobiográficos de ‘El tiempo amarillo’ (1990); o ‘La Puerta del Sol’ (1995).
Miembro del Patronato del Instituto Cervantes, fue elegido el 17 de diciembre de 1998 académico de la Lengua para ocupar la vacante del poeta y lingüista Emilio Alarcos (sillón B) e ingresó en esta institución el 30 de enero de 2000 con el discurso ‘Aventura de la palabra en el siglo XX’.
Ni su débil salud detuvo a este trabajador infatigable que en 2000, casi octogenario, estrenó en Bilbao la comedia escrita tiempo atrás ‘Los invasores del palacio’ y protagonizó el largometraje de Javier Aguirre ‘Voz’, basado en un monólogo del irlandés Samuel Beckett, y el primero hasta ahora filmado en un solo plano.
Su trayectoria ha sido reconocida en multitud de ocasiones. En el currículum de este coloso del cine y el teatro español figuran los Premios Nacionales de Teatro (1985) y Cinematografía (1989), el Príncipe de Asturias de las Artes (1995) y tres Osos del Festival de Berlín: dos de Plata al mejor actor por cintas de Juan Estelrich ‘El anacoreta’ (1976) y Jaime de Armiñán ‘Stico’ (1984), y el tercero Honorífico (2005).
Además, colecciona siete Premios Goya. En 1987 logró cuatro de estos galardones —tres con ‘El viaje a ninguna parte’ (película, guión y dirección)— y un cuarto con ‘Mambrú se fue a la guerra’ (mejor actor). Por la primera de este dúo la Asamblea de Directores y Realizadores Cinematográficos de España (ADYRCE) le eligió mejor director y actor. Su quinta y sexta estatuillas fueron como mejor actor por los trabajos de Fernando Trueba ‘Belle Epoque’ (1992) —Oscar a la mejor cinta en lengua no inglesa— y de José Luis Garci ‘El abuelo’ (1998), respectivamente. Y su séptimo Goya por el guión adaptado de la película ‘Lázaro de Tormes’ (2001). La Academia Española de Cine le concedió, además, su Medalla de Oro (2001).
En 2006 los realizadores David Trueba y Luis Alegre le dedicaron en el Festival donostiarra ‘La silla de Fernando’, fruto de una extensa conversación filmada en su casa de las afueras de Madrid. Según Trueba, descubre una personalidad «muy alejada del arquetipo de hombre hosco y huraño que con frecuencia acompaña su imagen pública».
Fuente: https://www.elmundo.es/especiales/2007/11/cultura/fernando_fernan_gomez/obituario.html
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Fernando Fernán Gómez – Las bicicletas son para el verano (1977)
LUIS.─ Mamá, yo, uno o dos días, al volver del trabajo, he ido a la cocina… Tenía tanta hambre que, en lo que tú ponías la mesa, me he comido una cucharada de lentejas… Pero una cucharada pequeña…
DON LUIS.─ ¡Ah!, ¿eras tú?
DOÑA DOLORES.─ ¿Por qué no lo habías dicho, Luis?
LUIS.─ Pero sólo uno o dos días, y una cucharada pequeña. No creí que se echara de menos.
DOÑA DOLORES.─ Tiene razón, Luis. Una sola cucharada no puede notarse. No puede ser eso.
DON LUIS.─ (A DOÑA DOLORES.) Y tú, al probar las lentejas, cuando las estás haciendo, ¿no te tomas otra cucharada?
DOÑA DOLORES.─ ¿Eso qué tiene que ver? Tú mismo lo has dicho: tengo que probarlas… Y lo hago con una cucharita de las de café.
DON LUIS.─ Claro, como ésas ya no sirven para nada…
(MANOLITA ha empezado a llorar.)
DOÑA DOLORES.─ ¿Qué te pasa, Manolita?
MANOLITA.─ (Entre sollozos.) Soy yo, soy yo. No le echéis la culpa a esa infeliz. Soy yo… Todos los días, antes de irme a comer… voy a la cocina y me como una o dos cucharadas… Sólo una o dos…, pero nunca creía que se notase. No lo hago por mí, os lo juro, no lo hago por mí, lo hago por este hijo. Tú lo sabes, mamá, estoy seca, estoy seca…
DOÑA DOLORES.─ (Ha ido junto a ella, la abraza.) ¡Hija, Manolita!
MANOLITA.─ Y el otro día, en el restorán donde comemos con los vales, le robé el pan al que comía a mi lado… Y era un compañero, un compañero… Menuda bronca se armó entre el camarero y él.
DOÑA DOLORES.─ ¡Hija mía, hija mía!
DON LUIS.─ (Dándose golpes en el pecho.) Mea culpa, mea culpa, mea culpa…
(Los demás le miran.)
DON LUIS.─ Como soy el ser más inteligente de esta casa, prerrogativa de mi sexo y de mi edad, hace tiempo comprendí que una cucharada de lentejas menos entre seis platos no podía perjudicar a nadie. Y que, recayendo sobre mí la mayor parte de las responsabilidades de este hogar, tenía perfecto derecho a esta sobrealimentación. Así, desde hace aproximadamente un mes, ya sea lo que haya en la cacerola lentejas, garbanzos mondos y lirondos, arroz con chirlas o agua con sospechas de bacalao, yo, con la disculpa de ir a hacer mis necesidades, me meto en la cocina, invisible y fugaz como Arsenio Lupin, y me tomo una cucharada.
DOÑA DOLORES.─ (Escandalizada.) Pero…, ¿no os dais cuenta de que tres cucharadas…?
DON LUIS.─ Y la tuya, cuatro.
DOÑA DOLORES.─ Que cuatro cucharadas…
DON LUIS.─ Y dos de Julio y su madre.
DOÑA DOLORES.─ ¿Julio y su madre?
DON LUIS.─ Claro; parecen tontos, pero el hambre aguza el ingenio. Contabiliza seis cucharadas. Y a veces, siete, porque Manolita se toma también la del niño.
DOÑA DOLORES.─ ¡Siete cucharadas! Pero si es todo lo que pongo en la tacilla… (Está a punto de llorar.) Todo lo que pongo. Si no dan más.
( MANOLITA sigue sollozando)
DON LUIS.─ No lloréis, por favor, no lloréis…
LUIS.─ Yo, papá, ya te digo, sólo…
MANOLITA.─ (Hablando al tiempo de Luis.) Por este hijo, ha sido por este hijo.
DON LUIS.─ (Sobreponiéndose a las voces de los otros.) Pero, ¿qué más da? Ya lo dice la radio: «no pasa nada». ¿Qué más da que lo comamos en la cocina o en la mesa? Nosotros somos los mismos, las cucharadas son las mismas…
MANOLITA.─ ¡Qué vergüenza, qué vergüenza!
DON LUIS.─ No, Manolita: qué hambre.
Los personajes de Las bicicletas… sufren la guerra en carne propia pero, pese a las bombas, las estancias en el sótano del edificio en que viven y la falta de comida, ésta es algo indirecto en la obra. No se retrata aquí el fragor de la batalla, no se pone la mirada del espectador en el despacho donde se toman las grandes decisiones que costarán miles de vidas, no se huele la pólvora, la sangre o la podredumbre de la gangrena, pero la guerra está ahí y afecta a los personajes. En Las bicicletas… Fernán-Gómez ha querido ver cómo afecta la guerra a unos personajes que no pueden hacer nada por modificar su rumbo, que lo único que les queda es esperar en su hogar cada vez más precario mientras luchan por ellos en la Ciudad Universitaria, en el Ebro o en cualquier otro punto de la geografía patria, e intentar mantener su vida cotidiana lo más parecida posible a como era antes de estallar la contienda.
Por eso entre la rabia, el miedo, la preocupación y el hambre, se habla de lecturas, de trabajo, se tienen problemas de tipo sexual con la criada y se convive bien o mal con los vecinos. Se intenta que todo sea como antes –ahí está el costumbrismo– pero la guerra lo impide –ahí se trasciende el costumbrismo.
Con humor teñido de melancolía –véase la escena de la desaparición de las lentejas–, se van pasando los tres años de guerra hasta que al final la derrota acaba por hundir a la familia –en la desolación y en la ruina, pues su dinero republicano es papel mojado, elemento que Fernán-Gómez introduce como cruel desenlace de otra de sus obras: la novela La puerta del Sol–. No hay final feliz, aunque sí una tímida esperanza en poder sobrevivir con una mínima dignidad. El costumbrismo no matiza la dureza de la guerra, pero sí aporta otra perspectiva de la misma. Por eso, sin sobrevalorar este texto dramático, hay que considerarlo como una certera e interesante visión de uno de los peores inventos de la inteligencia.
Fuente: http://www.proscritos.com/larevista/notas.asp?num=26&d=m&s=m3&ss=1
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Teatro radiofónico: ‘Las bicicletas son para el verano’
Licenciado en Derecho, nunca llegó a ejercer como abogado. Más tarde estudió durante dos años en la Escuela Oficial de Cinematografía y trabajó como crítico de cine en la revista Film Ideal al tiempo que realizó varios cortometrajes en super-8.
En 1970 realizó sus primeros cortometrajes: el documental Permanencia del arabesco y Estado de sitio, ganador del Festival de Cortos y Documentales de Bilbao. Al año siguiente codirige junto con Francesc Bellmunt y Emilio Martínez Lázaro el largometraje Pastel de sangre (1971). Su primer largometraje en solitario es Los viajes escolares (1974). Ese año también rueda el corto Señales en la ventana (1974).
En 1976 estrena El desencanto, un documental biográfico sobre el poeta leonés Leopoldo Panero. El filme fue galardonado con el Premio a la Mejor Película por el Círculo de Escritores Cinematográficos.
A un dios desconocido (1977) está protagonizada por Héctor Alterio y su guión fue escrito por Elías Querejeta. Chávarri ganó el Premio a la Mejor Película de Lengua Española en el Festival de Cine de San Sebastián.
Al año siguiente dirige para televisión la serie El juglar y la reina (1978), en la que compartió dirección con Fernando Méndez Leite, Alfonso Ungría y el cubano Roberto Fandiño. Le siguen Dedicatoria (1980) y los segmentos Pequeño planeta (1980) y La mujer sorda (1981) para los filmes colectivos Cuentos eróticos y Cuentos para una escapada, respectivamente. En estos proyectos también intervinieron directores como Manuel Gutiérrez Aragón, Gonzalo Suárez, Fernando Colomo, Augusto Martínez Torres, Emma Cohen, Josefina Molina, José Luis García Sánchez y Juan Tébar.
En 1982 realiza para televisión Luis y Virginia y al año siguiente Bearn o la sala de las muñecas (1983), donde actúan Fernando Rey, Imanol Arias y Ángela Molina. La película fue galardonada con el Premio del Jurado en el Festival de Cine de Montreal.
Una de sus obras más reconocidas es Las bicicletas son para el verano (1984), basada en una obra teatral de Fernando Fernán Gómez. La cinta, en la que trabajan Agustín González, Victoria Abril, Marisa Paredes y Gabino Diego, está ambientada en la Guerra Civil española.
Fuente: http://www.vidasdecine.es/directores/c/jaime-chavarri.html
Jaime Chávarri, cineasta de muchos frentes
Jaime Chávarri rodó su hasta ahora ultima película, Camarón, hace más de diez años pero eso no quiere decir que esté inactivo. Tiene otras pasiones, como la enseñanza o el teatro. De la primera dice que la descubrió hace 30 años y que “cuando estoy dando clases no me preocupo de buscar trabajo ni de escribir guiones. Tengo a veces la sensación de que todo lo que he hecho como profesional para lo que me ha servido es precisamente para enseñar. Es muy bonito. Nunca me ha parecido un recurso de final de retiro”. Y el teatro también le entusiasma, aunque le molesta mucho “esa manía de gritar en el escenario que tienen algunos actores y actrices”. Acaba de dirigir con éxito una versión de Salomé, de Oscar Wilde, “obra que encontré en la biblioteca familiar cuando tenía 8 ó 9 años. Me encantaban las historias de romanos y me fascinó aquella mujer tan malvada”. Ha dirigido hasta ahora unas doce obras, la primera en 1981, El engañao, de Martin Recuerda, que se suspendió por el golpe de Tejero “pero se me quedó el gusanillo”.
Para entonces ya había realizado El desencanto sobre la familia Panero, película que el tiempo ha convertido en un clásico. Y también muchas obras para televisión. Porque el cine le interesó desde muy joven y con la cámara de Super8 que le regalaron sus padres empezó a hacer sus pinitos con películas “que se valoraron como de cine abierto, ambiguas e intelectuales, cuando lo que les pasaba era que no se entendían porque no me habían salido, pero entonces el cine que no se entendía se valoraba muy bien”. Fue su amigo Iván Zulueta quien le habló de la Escuela de Cine y en ella estudiaron. De ello ha hablado con su habitual sentido del humor: “Los dos éramos niños pijos, o sea de familia burguesa, ambos estudiamos en un colegio de Marianistas, que para lo que sirvió fue para saber todo lo que no tenías que hacer en la vida. O sea, lo contrario a lo que te decían”.
En la Escuela había “un mundo rojil, y la gente, fuera de la ideología que fuera, tenía un nivel intelectual, y los fachas no entraban a pegarnos como sí hacían en la Universidad”. Fue en su época cuando se instituyó la censura en la Escuela. “Una de mis primeras prácticas fue El asesinato de Sharon Tate, que interpretaba un travesti. Dio la casualidad de que el director de la Escuela entró al rodaje, vio a la actriz en bragas y sostén dando puñaladas a unos tíos medio en pelotas que cantaban canciones rojas en un charco de sangre… y decidió controlarnos”. La cosa acabó en huelga estudiantil.
Chávarri dice que Los viajes escolares (1974) y El río de oro (1986) son sus únicas películas “como autor entre comillas”, los únicos guiones que ha escrito. “Eran unas rarezas y se dijeron de ellas cosas espantosas, pero es que estaban a cien años luz del cine español que se hacia entonces. He hecho películas de encargo que me interesaban mucho y otras que me interesaban menos pero que me venían bien porque necesitaba dinero. Yo entré en el cine como meritorio en una película de Marisol y es ahí donde pensaba quedarme. No tenía ínfulas de autor, yo quería hacer películas, si me ofrecían del Oeste pues del Oeste o policiacas… Resultó que la primera que hice en serio fue con Querejeta y ahí entré en otro clima intelectual. Pero cuando hice El desencanto no pensé cogérmela con papel de fumar y hacer solo ese tipo de cine, al contrario, yo lo que quería era hacer una película de cupleteras pero si me pongo a escribirla no me sale, me sale otra cosa”, cuenta.
Entre sus 15 largometrajes los hay tan conocidos como Bearn, Las bicicletas son para el verano, Las cosas del querer, Besos para todos, y otros también excelentes aunque sin tanto éxito como Sus ojos se cerraron y el mundo sigue andando. “Ya nadie quiere hacer películas de ese tipo… Los productores que creyeron en mí se han muerto, y los de ahora no tienen proyectos para que los dirija yo. ¡Para qué empeñarme en trabajar en un sistema que no es el mío ni tiene nada que ver conmigo! No me interesan mucho las películas que funcionan hoy ni yo las sabría hacer, ni tampoco las haría si no me gustasen. Llega un momento en que las cosas toman una dirección por sí mismas…”.
A pesar de lo que dice ha recibido diversas propuestas: “Después de Camarón me salieron muchos encargos, algunos realmente preciosos pero por parte de personas que no tenían la menor posibilidad de producir una película, no había un solo productor competente. Tengo un guion que están moviendo por ahí pero que es otra rareza, un proyecto marciano. Para mí el gran tema es el melodrama y las películas de género son buenas en la medida en que el melodrama que contengan sea bueno, tanto si es del Oeste como de serie negra…”.
Cuando le divierte, Chávarri también es actor. Lo ha sido con Berlanga, Fernán Gómez o Almodóvar entre otros, o director artístico como hizo en películas de Saura o Erice. Hasta dirigió una película porno, Regalo de cumpleaños, un juego que le divirtió y que un día Berlanga encontró en una tienda, cuando él mismo ya la había olvidado. “Si no hago nada estoy encantado, no sabes lo bien que me lo paso en mi casa. Soy un vago y lo he sido siempre porque he tenido mucha suerte y soy un privilegiado. Escribir siempre me ha dado pánico y lo que más me interesa es leer. Leo muy poca novela, más ensayos, biografías, mucha historia, nunca teoría cinematográfica”. Y ver películas: tiene una colección perfectamente ordenada de unos 6.000 títulos. Pero a sus 73 años lo que le gusta sobre todo es dar clases: “Es una forma de relacionarte con las nuevas generaciones, a veces desesperante eso sí, porque he tenido años en que pensaba que no les interesaba nada de lo que les decía ni a mí tampoco sus cosas. Pero de repente al año siguiente surge una generación completamente distinta, porque no hay ninguna continuidad. En lo que sí coinciden es en saberse en en un mundo que no les gusta porque saben que no les va a dar oportunidades. Da miedo lo claro que lo tienen a los 20 años”.
Fuente: https://elpais.com/cultura/2016/04/10/actualidad/1460283365_120859.html
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Entrevista a Jaime Chávarri
Jaime Chávarri – Las bicicletas son para el verano (1984)
Director Jaime Chávarri. Con Amparo Soler Leal, Agustín González, Victoria Abril, Alicia Hermida, Patricia Adriani, Marisa Paredes, Carlos Tristancho, Gabino Diego, Aurora Redondo, Guillermo Marín, Emilio Gutiérrez Caba, Laura del Sol, Miguel Rellán, Jorge de Juan, Marina Saura, Wilmore, Rosa Menéndez, Emilio Serrano, Elena Gortari, Sandra Ramírez, Marina Andina.
Chávarri se sorprendió de que se le hubiera ofrecido a él dirigir la película toda vez que el autor de la obra es un reconocido director de cine y de teatro. Así se lo contó a Enrique Alberich en Dirigido por…: «Fernán-Gómez dijo que no quería saber nada de la película. Incluso se extrañaba de que quisiéramos consultarle aspectos del guión. Cuando él había adaptado al cine a Mihura, o a cualquier otro escritor, no se le había ocurrido preguntarle qué le parecía esto o aquello, porque ya imaginaba que lo que estaba haciendo con su obra le iba a sentar fatal». Y así fue, en efecto, según ha confesado Chávarri: «Al acabar el guión nos dijo que habíamos quitado media obra, lo cual era cierto. Lo habíamos hecho porque no disponíamos de tiempo ni de presupuesto necesarios para hacer una película de más de hora y media. Tuve la sensación de que Fernando se había quedado con cierto resentimiento respecto a la película. Una vez, en un viaje que tuvimos la oportunidad de hacer juntos, le pregunté qué pasaba realmente. Me contó que le daba la sensación de que habíamos quitado de la historia todo aquello que se refería al anarquismo, que a él le interesaba mucho. Tenía razón. Pero no lo habíamos hecho adrede como él pensaba, sino que al ir acortando el texto se habían ido perdiendo algunos matices».
«En cualquier caso», escribieron en su libro Miguel Ángel Barroso y Fernando Gil-Delgado, «domina la impronta de Fernán-Gómez en esta historia contada desde el prisma de los vencidos, con respeto y atendiendo más al drama humano de la guerra en la gran ciudad que a las digresiones políticas». Román Gubern aseguró que «los recursos escenográficos utilizados por Chávarri han permitido dinamizar el ritmo original, procurando no sacrificar su intimidad», coincidiendo con Marcel Oms, que aseguró, por su parte, que «la transposición fílmica de la obra teatral ha sido magistralmente resuelta por Chávarri, quien no ha vacilado en utilizar elipsis y metáforas, ni en recurrir a escenas para acercarnos esos personajes cuya cotidianidad ordinaria eleva a niveles de ejemplaridad».
Fuente: http://elpais.com/diario/2004/02/27/cine/1077836413_850215.html
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