Archivo de la categoría: Idiomas para adultos

EOI a distancia de Canarias – Curso 23/24

¡Aún quedan algunas plazas!
EOI a distancia de Canarias: alemán y francés para el público en general. Inglés para profesorado de la Consejería.
De A2.1 a C2.
100% online menos los exámenes finales presenciales.
¡De paso una vacaciones en Las Islas!

LEGEND OF PRINCE AHMED AL KAMEL OR, THE PILGRIM OF LOVE, by Washington Irving (Videos)

In this video I would like to invite you to read in English the short story Legend of Prince Ahmed Al Kamel or, The Pilgrim of Love, by Washington Irving. It is a beautiful story about the power of love. I hope you like it!

You can visit my other wordpress publication on this story: https://idiomasralfer.wordpress.com/2023/08/15/the-pilgrim-of-love/

PART ONE

PART TWO

PART THREE

PART FOUR

PART FIVE

En el café, un cuento de Kjell Askildsen (con vídeo)

En este vídeo os traigo la lectura del relato titulado En el café, del escritor de Kjell Askildsen.

Un café es un lugar al que nos gusta ir. Es un lugar social, de encuentro e intercambio, de conversación y tertulias, de lectura y escritura, de novedades y cotilleos, de caras conocidas y habituales, de pausa en el trabajo o parada de camino a casa. Un café es un mundo por sí.

Espero que os guste el relato.

En el café, un cuento de Kjell Askildsen

Una de las últimas veces que estuve en un café fue un domingo de verano, lo recuerdo bien, porque casi todo el mundo iba en mangas de camisa y sin corbata, y pensé: tal vez no sea domingo, como yo creía, y el hecho de que pensara exactamente eso hace que me acuerde. Me senté a una mesa en medio del local, a mi alrededor había mucha gente tomando canapés y bollos, pero casi todas las mesas estaban ocupadas por una sola persona. Daba una gran impresión de soledad, y como llevaba mucho tiempo sin hablar con nadie, no me habría importado intercambiar unas cuantas palabras con alguien. Estuve meditando un buen rato sobre cómo hacerlo, pero cuanto más estudiaba las caras a mi alrededor, más difícil me parecía, era como si nadie tuviera mirada, desde luego el mundo se ha vuelto muy deprimente.

Pero ya había tenido la idea de que sería agradable que alguien me dirigiera un par de palabras, de modo que seguí pensando, pues es lo único que sirve. Al cabo de un rato supe lo que haría. Dejé caer mi cartera al suelo fingiendo que no me daba cuenta. Quedó tirada junto a mi silla, completamente visible a la gente que estaba sentada cerca, y vi que muchos la miraban de reojo. Yo había pensado que tal vez una o dos personas se levantarían a recogerla y me la darían, pues soy un anciano, o al menos me gritarían, por ejemplo: «Se le ha caído la cartera». Si uno dejara de albergar esperanzas, se ahorraría un montón de decepciones. Estuve unos cuantos minutos mirando de reojo y esperando, y al final hice como si de repente me hubiera dado cuenta de que se me había caído. No me atreví a esperar más, pues me entró miedo de que alguno de aquellos mirones se abalanzara de pronto sobre la cartera y desapareciera con ella. Nadie podía estar completamente seguro de que no contuviera un montón de dinero, pues a veces los viejos no son pobres, incluso puede que sean ricos, así es el mundo, el que roba en la juventud o en los mejores años de su vida tendrá su recompensa en su vejez. Así se ha vuelto la gente en los cafés, eso sí que lo aprendí, se aprende mientras se vive, aunque no sé de qué sirve, así, justo antes de morir.

Fuente: https://narrativabreve.com/2013/07/cuento-kjell-askildsen-cafe.html

Álbum, un relato de Manuel Vicent (con vídeos)

En este vídeo os traigo el relato titulado Álbum, del escritor Manuel Vicent.

Cada vez que abrimos un álbum de fotos, las aletargadas imágenes despiertan y nos transportan a momentos pasados, nuestra mirada se pierde en la película tiempo y una sonrisa se dibuja en nuestros labios. Espero que os guste el relato.

Álbum, un relato de Manuel Vicent

Ese amigo de la infancia que jugaba contigo en la orilla del mar ha perdido el nombre. Era un niño flaco, quemado por el sol, hijo de un pescador. Al fondo se ven barcas varadas en la arena y tú en la fotografía estás con él pescando cangrejos entre las rocas del farallón en una cala deshabitada. Ibais siempre juntos, desnudos pisando la sal de aquellos días claros de la niñez, pero ese camarada de los primeros veranos, que te servía de escudero, desapareció muy pronto y hoy ignoras cómo se llamaba aunque él entonces habría dado la vida por ti.

En otra página del álbum de retratos eres un adolescente en una mañana de otoño en el parque con un libro en la mano, entre dos compañeros de colegio que también sonríen. Uno de ellos se mató con la motocicleta, el otro ha llegado a subsecretario. Los tres descubristeis el amor en la misma promoción en medio de aquella bandada de niñas del Loreto que iban con rebeca y falda plisada abrazando el cartapacio escolar contra los incipientes senos.

Después apareces vestido de soldado con un rifle en un barracón de verbena en compañía de un colega de armas que te pasa el brazo por el hombro soltando una carcajada. ¿Qué habrá sido de él? Le gustaba mucho Sartre y tal vez ahora es dueño de una serrería.

La tarde huele a paja quemada y los murciélagos bailan dentro de un vapor de oro mientras tú vas pasando las hojas de un álbum cuyas imágenes son humo de la memoria. En él hay múltiples figuras evanescentes que un día quedaron atrás, si bien esos seres te regalaron por un momento parte de su alma sin pedirte nada.

La marea los ha arrastrado a distintas playas, ninguno ha cumplido sus sueños, pero cada uno de ellos se cruzó en tu vida por azar y durante un tiempo te acompañó en la travesía de los placeres y las desdichas.

Al cerrar el álbum de fotos piensas que todos los amigos que has tenido son el mismo. Su rostro está dentro de ti desde la infancia. Es aquel niño sin nombre que jugaba contigo en la orilla del mar. A través de la existencia no has hecho sino reflejarte en sus ojos.

Fuente: https://narrativabreve.com/2013/10/cuento-breve-manuel-vicent-album.html

luna llena sobre París

El lobo-hombre – Boris Vian

En el Bois des Fausses-Reposes, al pie de la costa de Picardía, vivía un muy agraciado lobo adulto de negro pelaje y grandes ojos rojos. Se llamaba Denis, y su distracción favorita consistía en contemplar cómo se ponían a todo gas los coches procedentes de Ville-d’Avray, para acometer la lustrosa pendiente sobre la que un aguacero extiende, de vez en cuando, el oliváceo reflejo de los árboles majestuosos. También le gustaba, en las tardes de estío, merodear por las espesuras para sorprender a los impacientes enamorados en su lucha con el enredo de las cintas elásticas que, desgraciadamente, complican en la actualidad lo esencial de la lencería. Consideraba con filosofía el resultado de tales afanes, en ocasiones coronados por el éxito, y, meneando la cabeza, se alejaba púdicamente cuando ocurría que una víctima complaciente era pasada, como suele decirse, por la piedra. Descendiente de un antiguo linaje de lobos civilizados, Denis se alimentaba de hierba y de jacintos azules, dieta que reforzaba en otoño con algunos champiñones escogidos y, en invierno, muy a su pesar, con botellas de leche birladas al gran camión amarillo de la Central. La leche le producía náuseas, a causa de su sabor animal y, de noviembre a febrero, maldecía la inclemencia de una estación que le obligaba a estragarse de tal manera el estómago.

Denis vivía en buenas relaciones con sus vecinos, pues éstos, dada su discreción, ignoraban incluso que existiese. Moraba en una pequeña caverna excavada, muchos años atrás, por un desesperado buscador de oro, quien, castigado por la mala fortuna durante toda su vida, y convencido de no llegar a encontrar jamás el «cesto de las naranjas» (cito a Louis Boussenard), había decidido acabar sus días en clima templado sin dejar de practicar, empero, excavaciones tan infructuosas como maníacas. En dicha cueva Denis se acondicionó una confortable guarida que, con el paso del tiempo, adornó con ruedas, tuercas y otros recambios de automóvil recogidos por él mismo en la carretera, donde los accidentes eran el pan nuestro de cada día. Apasionado de la mecánica, disfrutaba contemplando sus trofeos, y soñaba con el taller de reparaciones que, sin lugar a dudas, habría de poner algún día. Cuatro bielas de aleación ligera sostenían la cubierta de maletero utilizada a manera de mesa; la cama la conformaban los asientos de cuero de un antiguo Amílcar que se enamoró, al pasar, de un opulento y robusto plátano; y sendos neumáticos constituían marcos lujosos para los retratos de unos progenitores siempre bien queridos. El conjunto armonizaba exquisitamente con los elementos más triviales reunidos, en otros tiempos, por el buscador.

Cierta apacible velada de agosto, Denis se daba con parsimonia su cotidiano paseo digestivo. La luna llena recortaba las hojas como encaje de sombras. Al quedar expuestos a la luz, los ojos de Denis cobraban los tenues reflejos rubíes del vino de Arbois. Aproximábase ya al roble que constituía el término ordinario de su andadura, cuando la fatalidad hizo cruzarse en su camino al Mago del Siam3, cuyo verdadero nombre se escribía Etienne Pample, y a la diminuta Lisette Cachou, morena camarera del restaurante Groneil arrastrada por el mago con algún pretexto ingenioso a las Fausses-Reposes. Lisette estrenaba un corsé Obsesión último diseño, cuya destrucción acababa de costar seis horas al Mago del Siam, y era a tal circunstancia, a la que Denis debía agradecer tan tardío encuentro.

Por desgracia para este último, la situación era en extremo desfavorable. Medianoche en punto; el Mago del Siam con los nervios de punta; y, dándose en abundancia por los alrededores, la consuelda, el licopodio y el conejo albo que, desde hace poco, acompañan inevitablemente los fenómenos de licantropía o, mejor dicho, de antropolicandria, como tendremos ocasión de leer en las páginas que siguen. Enfurecido por la aparición de Denis que, sin embargo, se alejaba ya tan discreto como siempre barbotando una excusa, y desencantado también de Lisette, por cuya culpa conservaba un exceso de energía que pedía a gritos ser descargada de una u otra manera, el Mago del Siam se abalanzó sobre la inocente bestia, mordiéndole cruelmente el codillo. Con un gañido de angustia, Denis escapó a galope. De regreso a su guarida, se sintió vencido por una fatiga fuera de lo común, y quedó sumido en un sueño muy pesado, entrecortado por turbulentas pesadillas.

No obstante, poco a poco fue olvidando el incidente, y los días volvieron a pasar tan idénticos como diversos. El otoño se acercaba y, con él, las mareas de septiembre, que producen el curioso efecto de arrebolar las hojas de los árboles. Denis se atracaba de níscalos y de setas, llegando a atrapar a veces alguna peziza casi invisible sobre su plinto de cortezas, mas huía como de la peste del indigesto lengua de buey. Los bosques, a la sazón, se vaciaban a muy temprana hora de paseantes y Denis se acostaba más temprano. Sin embargo, no por eso descansaba mejor, y en la agonía de noches entreveradas de pesadillas, se despertaba con la boca pastosa y los miembros agarrotados. Incluso sentía menguar paulatinamente su pasión por la mecánica, y el mediodía le sorprendía cada vez con más frecuencia amodorrado y sujetando con una zarpa inerte el trapo con el que debía haber lustrado una pieza de latón cardenillo. Su reposo se hacía cada vez más desasosegado, y a Denis le preocupaba no descubrir las razones.

Tiritando de fiebre y sobrecogido por una intensa sensación de frío, en mitad de la noche de luna llena despertó brutalmente de su sueño. Se frotó los ojos, quedó sorprendido del extraño efecto que sintió y, a tientas, buscó una luz. Tan pronto como hubo conectado el soberbio faro que le legase algunos meses atrás un enloquecido Mercedes, el deslumbrante resplandor del aparato iluminó los recovecos de la caverna. Titubeante, avanzó hacia el retrovisor que tenía instalado justo encima de la coqueta. Y si ya le había asombrado darse cuenta de que estaba de pie sobre las patas traseras, aún quedó más maravillado cuando sus ojos se posaron sobre la imagen reflejada en el espejo. En la pequeña y circular superficie le hacía frente, en efecto, un extravagante y blancuzco rostro por completo desprovisto de pelaje, y en el que solo dos llamativos ojos rufos recordaban su anterior apariencia. Dejando escapar un breve grito inarticulado se miró el cuerpo y al instante comprendió la causa de aquel frío sobrecogedor que le atenazaba por todas partes. Su abundante pelambrera negra había desaparecido. Bajo sus ojos se alargaba el malformado cuerpo de uno de estos humanos de cuya impericia amatoria solía con tanta frecuencia burlarse.

Resultaba forzoso moverse con presteza. Denis se abalanzó hacia el baúl atiborrado de las más diferentes ropas, reunidas según el caprichoso azar de la sucesión de los accidentes. El instinto le hizo escoger un traje gris con rayitas blancas, de aspecto bastante distinguido, con el cual combinó una camisa lisa de tono tallo de rosa, y una corbata burdeos. Cuando estuvo cubierto con tal indumentaria, admirado todavía de poder conservar un equilibrio que en absoluto comprendía, empezó a sentirse mejor, y los dientes cesaron de castañetearle. Fue entonces cuando su extraviada mirada vino a fijarse en el irregular y espeso montoncillo de negra pelambrera esparcido alrededor de su lecho, y no pudo impedir llorar su perdida apariencia.

Hizo empero, un violento esfuerzo de voluntad para serenarse, e intentó explicarse el fenómeno. Sus lecturas le habían enseñado muchas cosas, y el asunto acabó por parecerle diáfano. El Mago del Siam debía ser un hombre-lobo y él, Denis, mordido por la alimaña, acababa de convertirse, recíprocamente, en ser humano.

Ante la idea de que debía disponerse a vivir en un mundo desconocido, en un primer momento se sintió presa de pánico. ¡Qué peligros no habría de correr como hombre entre los humanos! La evocación de las estériles competiciones a que se entregaban día y noche los conductores en tránsito de la Côte de Picardie le anticipaba simbólicamente la atroz existencia a la que, de buena o mala gana, sería preciso adaptarse.

Pero luego reflexionó. Según todas las apariencias, y si los libros no mentían, la transformación habría de ser de duración limitada. Y en tal caso, ¿por qué no aprovecharla para hacer una incursión a la ciudad…?

Llegados a este punto, preciso es reconocer que determinadas escenas entrevistas en el bosque se reprodujeron en la imaginación del lobo sin provocar en él las mismas reacciones que antes. Al contrario: se sorprendió incluso pasándose la lengua por los labios, cosa que le permitió constatar de paso que, a pesar de la metamorfosis, seguía siendo tan puntiaguda como siempre.

Volvió al retrovisor para contemplarse más de cerca. Sus rasgos no le disgustaron tanto como había temido. Al abrir la boca pudo constatar que su paladar seguía siendo de un negro llamativo, y, por otro lado, que también conservaba incólume el control de sus orejas, tal vez una pizca sospechosas por ser en exceso alargadas y pilosas. Mas consideró que el rostro que se reflejaba en el pequeño y esférico espejo, con su forma oval un algo prolongada, su pigmentación mate y sus blancos dientes, haría un papel aceptable entre los que conocía. Así que, después de todo, lo mejor sería sacar partido de lo inevitable y aprender algo de provecho para el porvenir. Consideración no obstante la cual un ramalazo de prudencia le obligó antes de salir a hacerse con unas gafas oscuras que, en caso de necesidad, atemperarían la rojiza brillantez de sus cristalinos. Proveyose asimismo de un impermeable que se echó al brazo, y ganó la puerta con paso decidido. Pocos instantes después, cargado con una maleta ligera, y olfateando una brisa matinal que parecía singularmente desprovista de fragancia, se encontraba en la cuneta de la carretera, alargando el pulgar sin complejo alguno al primer automóvil que divisó en lontananza. Había decidido ir en dirección a París aconsejado por la experiencia cotidiana de que los coches rara vez se detienen al empezar la cuesta arriba y sí, en cambio, cuesta abajo, cuando la gravedad les permite volver a arrancar con facilidad.

Su elegante aspecto le reportó ser rápidamente aceptado como acompañante por una persona con no demasiada prisa. Y confortablemente acomodado a la derecha del conductor, se dispuso a abrir sus ardientes ojos a todo lo desconocido del vasto mundo. Veinte minutos más tarde se apeaba en la Plaza de la Ópera. El tiempo estaba despejado y fresco, y la circulación se mantenía dentro de los límites de lo decente. Denis se lanzó osadamente entre los tachones del asfalto y, tomando el bulevar, caminó en dirección al Hotel Scribe, en el que alquiló una habitación con cuarto de baño y salón. Dejó su maleta al cuidado de la servidumbre y salió acto seguido a comprar una bicicleta.

La mañana se le fue en un abrir y cerrar de ojos. Fascinado, no sabía bien hacia dónde pedalear. En el fondo de su yo experimentaba, sin lugar a dudas, el íntimo y oculto deseo de buscar un lobo para morderle, pero pensaba que no le resultaría demasiado fácil encontrar una víctima y, por otro lado, quería evitar dejarse influenciar en demasía por el contenido de los tratados. No ignoraba en absoluto que, con un poco de suerte, no le sería imposible acercarse a los animales del Jardin des Plantes, pero prefirió reservar tal posibilidad para un momento de mayor apremio. La flamante bicicleta absorbía en aquel momento toda su atención. Aquel artilugio niquelado le encandilaba, y, por otra parte, no dejaría de serle útil a la hora de regresar a su guarida.

A mediodía estacionó la máquina delante del hotel, ante la mirada un tanto reticente del portero. Pero su elegancia, y sobre todo aquellos ojos que semejaban carbúnculos, parecían privar a la gente de la capacidad de hacerle el mas mínimo reproche. Con el corazón exultante de alegría, se entretuvo en la búsqueda de un restaurante. Finalmente eligió uno tan discreto como de buena pinta. Las aglomeraciones le impresionaban todavía y, a pesar de la amplitud de su cultura general, temía que sus maneras pudiesen evidenciar un ligero provincianismo. Por eso pidió un sitio apartado y diligencia en el servicio.

Pero lo que Denis ignoraba era que precisamente en ese lugar de tan sosegado aspecto se celebraba, justo aquel día, la reunión mensual de los Aficionados al Pez de Agua Dulce Rambouilletiano. Cuando estaba a medio comer vio irrumpir de repente una comitiva de caballeros de resplandeciente tez y joviales maneras que, en un abrir y cerrar de ojos, ocuparon siete mesas de cuatro cubiertos cada una. Ante tan súbita invasión, Denis frunció el ceño. Mas, como se temía, el maître acabó por acercarse cortésmente a la suya.

-Lo siento mucho, señor -dijo aquel hombre lampiño y cabezón-, ¿pero podría hacernos el favor de compartir su mesa con la señorita?

Denis echó una ojeada a la zagala, desfrunciendo el ceño al mismo tiempo.

-Encantado -dijo incorporándose a medias.

-Gracias, caballero -gorjeó la criatura con voz musical. Voz de sierra musical, para ser más exactos.

-Si usted me lo agradece a mí -prosiguió Denis- ¿a quién deberé yo? Agradecérselo, se sobreentiende.

-A la clásica providencia, sin duda -opinó la monada.

Y a continuación dejó caer su bolso, que Denis recogió al vuelo.

-¡Oh! -exclamó ella-. ¡Tiene usted unos reflejos extraordinarios!

-Sí… -confirmó Denis.

-Sus ojos son también bastante extraños -añadió la joven al cabo de cinco minutos-. Los veo parecidos a… a…

-¡Ah! -comentó Denis.

-A granates -concluyó ella.

-Es la guerra… -musitó Denis.

-No le entiendo…

-Quería decir -explicó Denis-, que esperaba que le recordasen a rubíes. Pero al oír que solo ha dicho granates, no he podido por menos que pensar en restricciones. Concepto que, por una relación de causa efecto, me ha llevado acto seguido al de guerra.

-¿Estudió usted Ciencias Políticas? -preguntó la morenita.

-Le juro que no volveré a hacerlo.

-Le encuentro bastante fascinante -aseguró llanamente la señorita, que, entre nosotros, lo había dejado de ser muchas ya más veces de las que pudiera contar.

-De buena gana le devolvería el piropo, pero pasándolo al género femenino -expresose Denis, madrigalesco.

Salieron juntos del restaurante. La lagarta confió al lobo convertido en hombre que, no lejos de allí, ocupaba una encantadora habitación en el Hotel del Pasapurés de Plata.

-¿Por qué no viene a ver mi colección de grabados japoneses? -acabó susurrando al oído de Denis.

-¿Sería prudente? -inquirió este-. ¿Su marido, su hermano o algún otro de sus parientes no lo vería con inquietud?

-Digamos que soy un poco huérfana -gimió la pequeña, haciéndole cosquillas a una lágrima con la punta de su ahusado índice.

-Una verdadera lástima -comentó cortésmente su distinguido acompañante.

Al llegar al hotel creyó darse cuenta de que el recepcionista parecía llamativamente distraído. También constató que tanta felpa roja amortiguante hacía diferir notablemente ese establecimiento de aquel otro en el que él se había alojado. Pero en la escalera se distrajo contemplando primero las medias y luego las pantorrillas, inmediatamente adyacentes, de la señorita. En el afán de instruirse, la dejó tomar hasta seis escalones de ventaja. Y una vez que se creyó bastante instruido, apretó nuevamente el paso.

Por lo que tenía de cómica, la idea de fornicar con una mujer no dejaba de chocarle. Pero la evocación de Fausses-Reposes hizo desaparecer finalmente aquel elemento retardatario y, muy pronto se encontró en condiciones de poner en práctica con el tacto, los conocimientos que en el añorado bosque le entraran por la vista. Llegados a determinado punto plugo a la hermosa reconocerse, a gritos, satisfecha; y el artificio de tales afirmaciones, mediante las cuales aseguraba haber llegado a la cúspide, pasó inadvertido al entendimiento poco experimentado en ese terreno del bueno de Denis.

Apenas si comenzaba este a salir de una especie de coma bastante distinto de todo cuanto hubiese conocido hasta entonces, cuando oyó sonar el despertador. Sofocado y pálido, se incorporó a medias en el lecho y quedó boquiabierto viendo cómo su compañera, con el culo al aire, dicho sea con todo respeto, registraba con diligencia el bolsillo interior de su chaqueta.

-¿Desea una foto mía? -dijo sin pensarlo dos veces, creyendo haber comprendido.

Se sintió halagado pero, por el sobresalto que empinó la bipartita semiesfera que ante sus narices tenía, al instante se dio cuenta del inmenso error de tan aventurada suposición.

-Esto… eh… sí, querido mío -acabó por decir la dulce ninfa, sin saber muy bien si se le estaba o no tomando la cabellera.

Denis volvió a fruncir el ceño. Se levantó, y fue a comprobar el contenido de su cartera.

-¡Así que es usted una de esas hembras cuyas indecencias pueden leerse en la literatura del señor Mauriac! -explotó finalmente-. ¡Una prostituta, por decirlo de algún modo!

Se disponía ella a replicar, y en qué tono, que se cagaba en tal y en cual, que se lo montaba con su cuerpo serrano, y que no acostumbraba a tirarse a los pasmados por el gusto de hacerlo, cuando un cegador destello procedente de los ojos del lobo antropomorfizado le hizo tragarse todos y cada uno de los proyectados exabruptos. De las órbitas de Denis emanaban, en efecto, dos incesantes centellas rojas que, cebándose en los globos oculares de la morenita, la sumieron en muy curiosa confusión.

-¡Haga el favor de cubrirse y de largarse en el acto! -sugirió Denis.

Y para aumentar el efecto, tuvo la inesperada idea de lanzar un aullido. Hasta entonces, nunca semejante inspiración se le había pasado por las mientes. Mas, a pesar de tal falta de experiencia, la cosa resonó de manera sobrecogedora.

Aterrorizada, la damisela se vistió sin decir ni pío, en menos tiempo del que necesita un reloj de péndulo para dar las doce campanadas. Una vez solo, Denis se echó a reír. Se sentía asaltado por una viciosa sensación bastante excitante.

-Debe ser el sabor de la venganza -aventuró en voz alta.

Volvió a poner donde correspondía cada uno de sus avíos, se lavó donde más lo necesitaba y salió a la calle. Había caído la noche, el bulevar resplandecía de manera maravillosa.

No había caminado ni dos metros, cuando tres individuos se le acercaron. Vestidos un poco llamativamente, con ternos demasiado claros, sombreros demasiado nuevos y zapatos demasiado lustrados, lo cercaron.

-¿Podemos hablar con usted? -dijo el más delgado de todos, un aceitunado de recortado bigotillo.

-¿De qué? -se asombró Denis.

-No te hagas el tonto -profirió uno de los otros dos, coloradote y grueso.

-Entremos ahí.. -propuso el aceitunado según pasaban por delante de un bar.

Lleno de curiosidad, Denis entró. Hasta aquel momento, la aventura le parecía interesante.

-¿Saben jugar al bridge? -pregunto a sus acompañantes.

-Pronto vas a necesitar uno4 -sentenció el grueso coloradote sombríamente. Parecía irritado.

-Querido amigo -dijo el aceitunado una vez que hubieron tomado asiento-, acaba usted de comportarse de una manera muy poco correcta con una jovencita.

Denis comenzó a reír a mandíbula batiente.

-¡Le hace gracia al muy rufián! -observó el colorado-. Ya verán como dentro de poco le hace menos.

-Da la casualidad -prosiguió el flaco- de que los intereses de esa muchacha son también los nuestros.

Denis comprendió de repente.

-Ahora entiendo -dijo-. Ustedes son sus chulos.

Los tres se levantaron como movidos por un resorte.

-¡No nos busques las vueltas! -amenazó el más grueso.

Denis los contemplaba.

-Noto que voy a encolerizarme -dijo finalmente con mucha calma-. Será la primera vez en mi vida, pero reconozco la sensación. Tal como ocurre en los libros.

Los tres individuos parecían desorientados.

-¡Arreglado vas si piensas que nos asustas, imbécil! -tronó el grueso.

Al tercero no le gustaba hablar. Cerrando el puño, tomó impulso. Cuando estaba a punto de alcanzar el mentón de Denis, este se zafó, atrapó de una dentellada la muñeca del agresor y apretó. La cosa debió doler.

Una botella vino a aterrizar sobre la cabeza de Denis, que parpadeó y reculó.

-Te vamos a escabechar -dijo el aceitunado.

El bar se había quedado vacío. Denis saltó por encima de la mesa y del adversario gordo. Sorprendido, este se quedó un instante aturdido, pero llegó a tener el reflejo de agarrar uno de los pies calzados de ante del solitario de Fausses-Reposes.

Siguió una breve refriega al final de la cual, Denis, con el cuello de la camisa desgarrado, se contempló en el espejo. Una cuchillada le adornaba la mejilla, y uno de sus ojos tendía al índigo. Prestamente, acomodó los tres cuerpos inertes bajo las banquetas. El corazón le latía con furia. Y, de repente, sus ojos fueron a fijarse en un reloj de pared. Las once.

«¡Por mis barbas», pensó, «es hora de marcharse!»

Se puso apresuradamente las gafas oscuras y corrió hacia su hotel. Sentía el alma pletórica de odio, pero la proximidad de su partida le apaciguó.

Pagó la cuenta, recogió el equipaje, montó en su bicicleta, y se puso a pedalear incansablemente como un verdadero Coppi.

Estaba llegando al puente de Saint-Cloud, cuando un agente le dio el alto.

-¿O sea que va usted sin luces? -preguntó aquel hombre semejante a tantos otros.

-¿Cómo? -se extrañó Denis-. ¿Y por qué no? Veo de sobra.

-No se llevan para ver -explicó el agente- sino para que le vean a uno. ¿Y si le ocurre un accidente? Entonces, ¿qué?

-¡Ah! -exclamó Denis-. Sí; tiene usted razón. ¿Pero puede explicarme cómo funcionan las luces de este armatoste?

-¿Se está burlando de mí? -indagó el alguacil.

-Escuche -se puso serio Denis-. Llevo tanta prisa que ni siquiera tengo tiempo de reírme de nadie.

-¿Quiere usted que le ponga una multa? -dijo el infecto municipal.

-Es usted pelmazo de más -replicó el lobo ciclista.

-¡De acuerdo! -sentenció el innoble bellaco-. Pues ahí va…

Y sacando la libreta y un bolígrafo, bajó la nariz un instante.

-¿Su nombre, por favor? -preguntó volviendo a levantarla.

Después, sopló con todas sus fuerzas en el interior de su tubito sonoro, pues, muy lejos ya, alcanzó a ver la bicicleta de Denis lanzada, con él encima, al asalto del repecho.

En el mencionado asalto, Denis echó el resto. Al asfalto, pasmado, no le quedaba más que ceder ante su furioso avance. La costana de Saint-Cloud quedó atrás en un abrir y cerrar de ojos. Atravesó a continuación la parte de la ciudad que costea Montretout -fina alusión a los sátiros que vagan por el parque dedicado al antes nombrado santo- y giró después a la izquierda, en dirección hacia el Pont Noir y Villed’Avray. Al salir de tan noble ciudad y pasar frente al Restaurante Cabassud, advirtió cierta agitacion a sus espaldas. Forzó la marcha y, sin previo aviso, se internó por un camino forestal. El tiempo apremiaba. A lo lejos, de repente, algún carillón comenzaba a anunciar la llegada de la medianoche.

Desde la primera campanada, Denis notó que la cosa no marchaba. Cada vez le costaba más trabajo llegar a los pedales; sus piernas parecían irse acortando paulatinamente. A la luz del claro de luna seguía sin embargo escalando, montado sobre su rayo mecánico, por entre la gravilla del camino de tierra. Pero en cierto momento se fijó en su sombra: hocico alargado, orejas erguidas. Y al instante dio de morros en el suelo, pues un lobo en bicicleta carece de estabilidad.

Felizmente para él. Pues apenas tocó tierra se perdió de un salto en la espesura. La moto del policía, entretanto, colisionó ruidosamente contra la recién caída bicicleta. El motorista perdió un testículo en la acción a la vez que el treinta y nueve por ciento de su capacidad auditiva.

Apenas recobrada la apariencia de lobo y sin dejar de trotar hacia su guarida, Denis consideró el extraño frenesí que lo había asaltado bajo las humanas vestiduras de segunda mano. Él, tan apacible y tranquilo de ordinario, había visto evaporarse en el aire tanto sus buenos principios como su mansedumbre.

La ira vengadora, cuyos efectos se habían manifestado sobre los tres chulos de la Madeleine -uno de los cuales, apresurémonos a decirlo en descargo de los verdaderos chulos, cobraba sueldo de la Prefectura, Brigada Mundana-, le parecía a la vez inimaginable y fascinante. Meneó la cabeza. ¡Qué mala suerte la mordedura del Mago del Siam! Felizmente, pensó no obstante, la penosa transformación habría de limitarse a los días de plenilunio. Pero no dejaba de sentir sus secuelas, y esa cólera latente, ese deseo de venganza no dejaban de inquietarlo.

Fuente: https://ciudadseva.com/texto/el-lobo-hombre-vian/

Lobo‐hombre en ParísLa Unión

Cae la noche y amanece en París
En el día en que todo ocurrió
Como un sueño de loco sin fin
La fortuna se ha reído de ti

Jaja, sorprendido espiando
El lobo escapa aullando
Y es mordido
Por el mago del siam

La luna llena sobre París
Ha transformado en hombre a Dennis
Rueda por los bares del bulevar
Se ha alojado en un sucio hostal

Jaja, mientras está cenando
Junto a él se ha sentado
Una joven
Con la que irá a contemplar

La luna llena sobre París
Algunos francos cobra Dennis

Auh, lobo hombre en París
Auh, su nombre es Dennis

El hombre lobo está en París
Su nombre es Dennis
La luna llena sobre París
Ha transformado en hombre a Dennis

Mientras está cenando
Junto a él se ha sentado
Una joven
Con la que irá a contemplar

La luna llena sobre París
Ha transformado en hombre a Dennis

Auh
Lobo hombre en París

born equal

Kingdom

A kingdom is a piece of land that is ruled by a king or a queen

A kingdom is a piece of land that is ruled by a king or a queen. A kingdom is often called a monarchy, which means that one person, usually inheriting their position by birth or marriage, is the leader, or head of state.

Kingdoms are one of the earliest types of societies on Earth, dating back thousands of years. There have been hundreds, if not thousands, of different kingdoms throughout history. Kingdoms can be huge, such as the United Kingdom. During the 19th century, the United Kingdom, ruled from London, England, stretched over five continents. Kingdoms can also be small, such as the kingdom of Brunei, which is smaller than the U.S. state of Delaware.

Kingdoms are rarely ruled by an absolute monarch, a single king or queen who makes all decisions for the entire state. Kingdoms are usually broken into smaller territories, such as city-states or provinces, that are governed by officials who report to the monarch. Most modern kings and queens do not control the government. Elected leaders and constitutions establish laws for most kingdoms today.

Early Kingdoms

The world’s earliest kingdoms developed thousands of years ago when leaders began conquering and controlling cities and settlements. Rulers of early kingdoms provided protection to their residents, or subjects. In return, subjects paid taxes or services to the monarch. Kingdoms also had the power to create and enforce laws.

The first kingdoms were established about 3000 B.C.E. in Kengir, also known as Sumer, and Kemet, also known as ancient Egypt. Sumer was a kingdom that existed between the Tigris and Euphrates Rivers in what-is-now Iraq. The Sumerians had their own written language and undertook complicated construction projects, such as irrigation canals and large temples called ziggurats. There is also evidence that the Sumerian kingdom traded and fought with neighboring peoples.

A few thousand years later, the kingdom of Teotihuacan developed in North America. The kingdom was centered in the city of Teotihuacan in modern Mexico City, Mexico. Teotihuacan probably had more than 100,000 inhabitants, making it among the largest ancient kingdoms in the world at that time.

Many, but not all, ancient kingdoms were empires. Empires are geographically large political units made of many different cultural or ethnic groups. Empires were often headed by monarchs, making them kingdoms. Kemet was a kingdom ruled by a monarch called a pharaoh, for instance. The Kemetan empire reached its height in the so-called “New Kingdom” period, under the leadership of the pharaoh Amenhotep III (1390-1352 BCE). Kemet in the New Kingdom stretched from modern-day Egypt, along the Mediterranean coast to modern-day Turkey in the north, and modern-day Eritrea in the south.

Many empires did not have monarchs, however, so empire and kingdom are not always the same thing.

Medieval Kingdoms

The Middle Ages was a period in history that lasted roughly from about 500 to 1500. It is also referred to as the medieval period. During the Middle Ages, countless kingdoms formed and collapsed throughout Europe, Asia, and Africa.

In Europe, many small kingdoms were formed and fought over by tribes following the collapse of the Roman Empire in 476. Tribes such as the Ostrogoths, from modern Romania, and the Franks, from modern Germany, were among those that formed small, unstable kingdoms in the early Middle Ages.

Perhaps the most famous European kingdom of the Middle Ages was that of Britain’s legendary King Arthur. Arthur may not have existed at all. Accounts of his kingdom were written hundreds of years after it supposedly existed. If there was a King Arthur, he probably lived during the fifth century, after the Romans left Britain and before the emergence of actual, historical British kings in the eighth century. King Arthur would have been one of dozens, or perhaps hundreds, of kings in Britain at the time. Even if King Arthur did not exist, his legend suggests kingdoms played a role in the Middle Ages.

At around the same time tribes and small kingdoms were warring over parts of Europe, the African kingdoms of Ghana and Mali were among the strongest of the Middle Ages. The Ghana Empire, also known as the Wagadou Empire, formed about 790. It found success as a major trading center. The Ghana Empire, located in the modern countries of Mauritania and Mali, was a kingdom on the southwest edge of the Sahara Desert. Caravans with hundreds of camels would travel across the Sahara like ships crossing a sandy sea.

The kingdom emerged as a trading center for gold and salt. (Salt, a valuable preservative for food, was nearly as valuable as gold.) The trade of ideas also flourished in the kingdom, as the religion of Islam spread westward from the Arabian Peninsula to the western coast of Africa. The Ghana Empire was weakened and eventually collapsed because of rapid growth, drought, and weakened trade.

About 1200, the Mali Empire rose out of what was once Ghana. Mali became a strong kingdom under the leadership of King Sundiata. Sundiata’s kingdom stretched from the Atlantic coast of the modern countries of Senegal and Mauritania to the inland area of southeast Mali. Like Ghana, the Mali Empire depended on trade routes through the Sahara. Unlike Ghana, this kingdom actually had its own gold mines within its borders. One of the kingdom’s major cities was the trade hub of Timbuktu, in the modern nation of Mali. Timbuktu was the major trade city on the edge of the Sahara for hundreds of years, trading gold, ivory, salt, and enslaved people.

Later Kingdoms

After many centuries of war and turmoil, stronger and more sophisticated kingdoms began to develop throughout the world. In Europe, the kingdoms of Portugal, France, and England expanded across vast territories after the discovery of the Americas in the late 15th century.

Kingdoms established stronger diplomatic ties with neighboring governments to reduce conflict. They relied on treaties and, often, marriages to create strong alliances. Many monarchs of Europe during this period were related to each other. The British Queen Victoria had many grandchildren who were married to people across Europe, a fact that may have contributed to mostly peaceful times during her reign.

Kingdoms of this period increased trade with distant kingdoms and built strong fleets for overseas exploration. The Portuguese Empire, for instance, established ties with the Kingdom of Siam, in the modern country of Thailand. Portugal’s fleet was able to travel around the continent of Africa and along the coast of Asia to reach Siam. Portugal, which dominated trade routes in the Indian Ocean, traded for valuable spices.

The Kingdom of Siam was exposed to European technology and politics. While some Asian kingdoms, such as Japan, rejected the influence of European powers, Siam used European ideas to modernize the country. Siam reached its peak under King Mongkut, who ruled from 1851–1868. King Mongkut helped establish the first newspaper in the kingdom. King Mongkut also introduced the idea of free trade. Subjects in the kingdom could manufacture their own trade goods, such as rice or tea, for trade with foreign businesses.

Modern Kingdoms

A few kingdoms are still ruled absolutely by a monarch. King Salman bin Abdulaziz Al Saud of Saudi Arabia, King Mswati III of Swaziland, and King Hassanal Bolkiah of Brunei are absolute monarchs. All of these kingdoms have legislatures and sets of laws. The monarch remains the final authority.

However, most of the kingdoms that exist today are constitutional monarchies. The king or queen acts as a ceremonial head of state, with public responsibilities such as promoting tourism and interest in the nation’s history and culture but no real political authority. Under a constitutional monarchy, the nation is governed by a constitution, or set of laws, executed by a president or prime minister elected by the country’s citizens. In England, for example, Queen Elizabeth II is the official head of state—but the nation is governed by a prime minister and parliament.

The Kingdom of Thailand, formerly the Kingdom of Siam, is an example of a modern kingdom. The kingdom ended its absolute monarchy in 1932, and today it is a democracy with elected leaders and courts of law. However, the king of Thailand, Maha Vajiralongkorn, has reigned since 2016 after the death of his father Bhumibol Adulyadej, who was the longest-serving king in Thai history. King Adulyadej had tremendous public support and had been known to intervene in politics. His son seems to be less popular and his role somewhat uncertain.

Other modern kingdoms ruled by a constitutional monarchy include Sweden, Belgium, Japan, and Morocco.

Why do we still have kings and queens today?

Kings and queens look like a medieval thing. How is it possible that people still inherit their rule over entire countries? Why do monarchies still exist?

Introduction. What is a monarchy?

We hear of kings and queens in fairy tales and medieval history. But what can they give us in today’s world, we think? And why citizens of the UK, Japan, or Spain, for example, don’t put this ruling system to question? How is it still possible for monarchs to rule in the 21st century?

Monarchy is a form of government where a particular individual gets authority over citizens by the right of birth. That is, one gets to rule if they are born in a family with a crown.

Historically, monarchy is an older political system than democracy and republic. First kings appeared in the Middle East, China, India, and in civilizations of Aztecs and Maya thousands of years BC. Back then, the Crown was the ultimate foundation of security, continuity, and social peace.

A peasant or a lord, citizens knew that breaking the law means being called to the Crown’s justice. Thus, following a common way of life and submitting to an established law code seemed better for everyone.

The monarch was the ultimate institution for everyone to seek justice. Peasants and citizens could file a lawsuit against an abusive lord, and the Crown as an overarching ruler could punish anyone.

But what does it have to do with today’s world where the concept of human rights, courts of justice, universities, and many more democratic institutions exist? People don’t have to rely on one person in particular to seek justice and peace. Yet, monarchs have managed to root their presence in every aspect of social life. Why?

We’re going to find out the answers to these questions. There are not only political but also historical, religious, and cultural reasons why monarchies persist. We’ll also glimpse at some particular countries with monarchies to get a grip on this power relationship monarchy provides.

How do monarchs justify their rule?

First of all, the grounds of the monarchy lies in religion. Kings and queens claim to be heads of churches or supreme servants of God; they claim to enforce the will of God within their realms. For instance, in Saudi Arabia, kings are sovereigns by the right of descendence from Mohammed, the supreme prophet and leader of Islam. So, they make others believe their political program is the one that God wishes. 

In Thailand, people believe that kings rule in the right of dhamma, a Buddhist concept of divine order in the Universe. The idea is that if people live in toil and pain on Earth, kings can help them find solace by protecting them from earthly injustice. 

In Japan, they believe the Emperor is a descendant of a powerful deity, Amaterasu. In the Japanese language, his title is Tennō—the Emperor of God.

The same with European monarchies, all of them based on Christianity. 

In Middle Ages in Europe, theologians formulated a concept of the divine right of kings. Kings were messengers of God’s will and power on Earth. The divine mission of the kings was to convert more people to Christianity, salvage their souls from hell, and protect the Christian church from enemies. 

Times changed, and Christian kings and queens were losing their grip. No more could they avoid an outrage from atheists who were also the citizens of their states. Still, in England and Denmark, the queens are heads of national Churches. In Spain, Luxembourg, the Netherlands, Sweden, and Norway, they have to be members of the Christian church and promote these values in public. Religion is a powerful tool, and the monarchy learned to use it.

Next, there are culture and traditions. These are the foundations of monarchies where the monarchs embody the state. Thus, their personalities, words, and actions take on symbolic power to influence the course of their country. During pandemics, for example, queens and kings have taken to promote the values of mutual support, empathy, and sacrifice.

Most modern monarchs stayed with their citizens in dark times and embodied the human values they promoted. For example, during WWII, the king of Norway, Haakon VII, resisted appointing a prime minister loyal to Nazis, inspiring Norwegians to oppose Nazi occupation.  

In Britain, King George VI stayed in Buckingham Palace when London was under air attack to show that he risks his life as much as everyone else does.

Monarchs in such countries represent the state abroad. Of course, there are prime ministers, foreign secretaries, and lower-rank diplomats to oversee day-to-day foreign contacts. But the monarch represents the whole nation.

Finally, monarchs can grant orders of excellence, awards, and medals for actual deeds of honor, bravery, or talents. There is a public consensus that they award only true merits and worthy actions.

So, to sum up, monarchy pervades social institutions in so many ways that getting rid of it overnight can be quite a risky idea. Monarchy takes on:

  • religious rationale
  • symbol-of-the-state rationale (national unity, foreign representation)
  • addresses the values crucial to social cohesion (awards orders of merits, addresses nation, etc.)

Monarchy seems like a timeless model. Do they differ from one another?

We saw that monarchy has some symbolic functions. It is primarily a political institution. We should keep it in mind because a king or a queen, with their supreme power, can compete with our democratic choices and wishes.

Today, a monarch’s power is usually limited and distributed among other branches of power to some extent. Based on that, political scientists categorize monarchies into:

  • absolute 
  • constitutional
  • semi-constitutional.

An absolute monarchy implies that the Crown has full and undivided power over any part of politics. There are only a few absolute monarchies still existing. 

A constitutional monarchy is a system where a monarch is vested with some of the most vital functions whereas their actual power over policy-making is notably limited or even completely revoked. 

A semi-constitutional monarchy is something in the middle of the previous two.

Most contemporary monarchies are constitutional. So, in terms of democratic policy-making, they cannot affect, block or nudge the popular wishes, sympathies and criticism. The political duties and responsibilities of royalty in a constitutional monarchy are limited and managed by other government authorities.

But what are the powers they still do have?

As a rule, kings and queens in a constitutional monarchy have rights to:

  • declare war and peace
  • veto laws and bills (but usually a parliament has a procedure to overcome the royal veto)
  • dissolve parliament and call new elections

Normally, kings and queens in constitutional monarchies don’t exercise all these powers at will. There are numerous secretaries, intermediaries, and intricate procedures to control such royal decisions in the making.

To grasp the intricacy of a modern monarchy, we’ll look at the historical roles and political positions of such ruling systems in several countries where a crown still matters politically and culturally.

Source: https://nerdish.io/topics/why-do-we-still-have-kings-and-queens-today/

No, Monarchies Don’t Make Sense in the 21st Century

Power by inheritance is illogical, and very much out of place in the modern era.

About a year ago, I chanced upon an encounter with Prince Charles at Cambridge, the heir apparent’s alma mater. As our palms met and he tactfully balanced his rather large tea mug with regal grace, I found myself wondering: Of all the people in Britain, this is the man who’s going to become king?

Indeed, he is. Charles will someday become not just King of the United Kingdom, head of the Anglican Church, and head of the British armed forces, but will also become king of the various Commonwealth domains, including my home country, Canada. His face will then adorn paper currency from Toronto to London to Sydney and new citizens of most Commonwealth states will, after his ascension, begin taking oaths of citizenship to “bear true allegiance” to Charles.

If there is anything anachronistic about the world today, it is surely the continued existence of monarchies. In the 21st century, even as every other institution – from prime minister’s offices to the boardrooms of the largest corporations – have democratized, monarchies stubbornly remain in some form or another in more than thirty countries around the world. They range in degrees of control, from the constitutionally limited to the absolutely powerful.

A brief look at the various monarchies around the world makes clear the fact that they are predicated on the same insidious assumption: legitimacy through inheritance. The state the House of Saud rules over with American military backing is the private property of King Abdullah and his family, a triply layered society in which one set of rules exist for the Saudi family, another similar set for those living in Western compounds, and a third, very different set for ordinary Saudis. (It is worth mentioning here that Queen Elizabeth happens to be the legal owner of all the land in the 52 Commonwealth states, making those countries not just legal monarchies but also feudalist realms.) Jordan and Morocco’s respective kings claim a direct lineage to the prophet of Islam to justify their reign. In Vatican City, the Pope, while not a king, is also a monarch, his claim to authority being that he is God’s vicar on earth. In North Korea, the head of state is considered infallible and also happens to be dead, thus making Kim Il-sung – the Eternal President of North Korea – both Caesar and God and rendering his nominally atheistic regime the most religious and absolutist on earth.

One would think that with the gradual but bloody victory of individual rights over state dictates and the universal appeal of democracy, that the world could rid itself of hereditary rulers. But this is not the case, and there is a steady supply of monarchists and conservatives who support the idea of power by inheritance.

There are several arguments they make to defend monarchy. Akhilesh Pillalamarri makes several of them in his recent piece. The first is that elected heads of state represent only the faction that elected them while kings do not. This is misleading. An elected head of state such as the U.S. president speaks for all Americans in his official capacity as U.S. president. When the head of state and head of government positions are combined – the latter being necessarily political – there is an implicit division of roles between the two. The president of the United States speaking at the UN General Assembly operates under a different mandate than the president of the United States debating a political opponent before an election.

Next come the arguments of practicality, tradition and usefulness. Though slightly different in each case, these arguments point to the utility of monarchical government and can be met with a simple follow-up question: Why not replace kings and queens with ceremonial presidents? The distinction may seem to lack a difference, but the fundamental covenant between citizens and the state is not the same for both systems. In a republican system, regardless of how the president is chosen, the governors rule with the consent of the governed. The social contract thus places the Indian president on the same footing as the chaiwallah. Both are equal under the law and in the eyes of the state, and the chaiwallah can one day become president, at least in theory. In monarchies like Britain and Japan and elsewhere, this cannot be countenanced even in the abstract.

Critics of a republic may scoff at this emphasis on symbolic gestures, but half of politics – flags, anthems, ceremonies, slogans – is symbolic. The latent assumptions the powerful hold and the powerless understand are crucial to any understanding of what it means to be a citizen. When autocrats are falling and revolutions are starting (and continuing), the appeal to monarchical legitimacy is especially unpersuasive.

None of this, however, touches on the most basic reason why monarchy is so abhorrent in this day and age. What monarchism represents is humanity’s slave mentality for celebrity and inherited power, a prostration before thrones and royal insignia. It is a testament to groupthink, a kind of babyish yearning to be ruled by wise families who have “done it for centuries.” Monarchism is the very antithesis of self-determination, which is why everywhere there has ever been a king, there have been writers, activists and lawyers working to devolve power from the monarch to the people; from an inherited chair to the seats of democracy in parliament.

A fair point can be made that presidential systems have become too enmeshed in celebrity. The annual Washington Correspondents Dinner is a prime example, bringing Hollywood, America’s journalists, and Washington’s political class together for a weekend of self-congratulatory backslapping and photo-ops. But a democratic republic need not transmogrify into an imperial presidency. Where parliamentary democracy and republican government are combined, there is a reduced chance of the president becoming a messiah.

The conservative intellectual William F. Buckley took the democracy argument a little too far in saying that he would rather be governed by the first two thousand names of the Boston phone directory than by the Harvard faculty. Monarchy in whatever form takes the opposite preference for gilded, fallible men and women converted into demigods. That they should be entitled to rule over citizens makes as much sense as a doctor claiming expertise because his father was a brilliant surgeon. Thomas Paine understood this well when he asked in Common Sense, “How a race of men came into the world so exalted above the rest.” The irony of the question should not be missed. They were not born superior to others, and one look at the monarchs sitting in lavish palaces across the world and using historical and religious justifications for their power makes it astonishing that, in an age of self-determination, the Arab Spring, and virulent calls for democracy in China, that this vestige of pre-modernity still lives.

Source: https://thediplomat.com/2014/07/no-monarchies-dont-make-sense-in-the-21st-century/

Show me, show me, show me how

Behind the Band Name: The Cure

Leave it to a couple of schoolmates to call their band after a pyramid-shaped pillar. When first formed in Notre Dame Middle School in Crawley, West Sussex in England in 1973, singer Robert Smith, drummer Lol Tolhurst (who had known one another since they were 5 and first met on a school bus), and three other classmates called themselves Obelisk for one of their first performances.

Malice

Changing their name soon after, the teens went with something more malevolent: Malice. As the lineup shifted, the band continued covering their influences like Jimi Hendrix (even covering “Foxy Lady” on their debut Three Imaginary Boys years later) and David Bowie and played their first show in 1976 before changing their name once again to Easy Cure, based on a song Tolhurst had written.

Easy Cure

The first formation of what would become The Cure was Smith, and Tolhurst, along with guitarist Porl (now Pearl) Thompson and bassist Michael Dempsey.

By 1978, Thompson, who later married Smith’s sister Janet, left the band, and Smith insisted they change their name to “The Cure” since he thought Easy Cure was too American.

“I had always thought Easy Cure was a bit hippyish, a bit American-sounding, a bit West Coast, and I hated it, which put Lol’s back up as he’d thought of it,” said Smith in the 1988 book The Cure: Ten Imaginary Years. “Every other group we liked had ‘The’ in front of their name but Easy Cure sounded stupid so we just changed it to The Cure instead. It upset a few old fans but I thought The Cure sounded much more it.”

On July 9th, 1978, the band played their first show as The Cure at The Rocket in their hometown of Crawley.

After Thompson’s departure, Dempsey left and was replaced by longtime bassist Simon Gallup, and began a partly revolving door of bandmates over the decades—with Thompson even returning in 1983 through the early ’90s.

The Cure

Steadily evolving their sound from the more bare-boned punk brevity of Three Imaginary Boys in 1979 with tracks like “10:15 Saturday Night” and “Fire in Cairo,” and stand-alone single “Boys Don’t Cry,” The Cure slowly transitioned into more textured, phantasmic, and lengthier arrangements with the release of one-off single “Charlotte Sometimes,” a precursor to the band’s fourth album, Pornography, in 1982.

Leaning on more pop-y beats for the 1985 release Head on the Door, The Cure started hitting the mainstream harder with the Kiss Me, Kiss Me, Kiss Me hit “Just Like Heaven,” before releasing the masterful tome of Disintegration in 1989, which was followed by one of the band’s jolliest of songs, “Friday I’m in Love,” off the ninth album, Wish, in 1992.

Post-punk, goth, new wave, alt, and pop—The Cure has been categorized as them all, but there’s never been a perfectly sized box to fit them in.

The band today, consisting of Smith, Gallup, keyboardist Roger O’Donnell, guitarists Perry Bamonte and Reeves Gabrels, and drummer Jason Cooper, have released 13 albums in their 40-plus years as The Cure, with a 14th set for release in 2023.

In 2019, The Cure was also inducted into the Rock and Roll Hall of Fame.

Source: https://americansongwriter.com/behind-the-band-name-the-cure/

10 Things You Never Knew About The Cure

The Cure is undoubtedly one of the biggest and most influential bands to come out of the 20th century. The group helped bring alternative music into the mainstream and provided a fitting soundtrack to the emergence of 80s gothic subculture. They were inducted into the Rock and Roll Hall of Fame in 2019 – an honour that’s a testament to their brilliance.

Still going strong since their inception in 1978, The Cure has seen almost all of their members come and go, but frontman Robert Smith has stuck around through it all and remains a core member of the band to this day. Here are 10 facts about this incredible group.

10. Robert Smith pretended he had a fear of flying so he didn’t have to tour as much

Smith managed to duck out of several draining international tours by telling his record label that he was afraid of flying. He told Blender magazine: “Around the time of Disintegration, we were so in demand that I figured if I said I was scared of flying, we could cut down the number of things that I did. Saying we had to sail everywhere or take trains, I could have days off travelling.”

Smith pretended he had this phobia for three years, between 1989 and 1992. “We did two American tours sailing over on the QE2 which was very civilized. The first time we did it, I arrived in America shattered – it was five days in a boat with, like, 47 bars and a casino. It was like a tour before a tour,” he recalled.

9. Robert Smith once played guitar with Siouxsie and The Banshees

Way back in 1979, The Cure secured a gig supporting Siouxsie And The Banshees on one of their tours. When one of the Banshees fell ill, Smith leapt at the chance to fill in for him and ended up playing guitar with the band for a few shows.

The experience had a profound effect on the young musician who was filled with respect for the post-punk band’s unique sound: “It was so different to what we were doing with The Cure. Before that, I’d wanted us to be like the Buzzcocks or Elvis Costello, the punk Beatles. Being a Banshee really changed my attitude to what I was doing,” he recalled in Mark Paytress’ 2003 biography of the Banshees.

8. Their record label dubbed Disintegration “commercial suicide”

The Cure’s 1989 album Disintegration was a huge success for the band – it peaked at #3 on the UK album charts and to this day remains the group’s biggest-selling album, having sold 3 million copies worldwide. However, the band’s record label was initially sceptical about the quality of the record.

They dubbed the new album “commercial suicide” and slated it as “wilfully obscure.” It’s fair to say that the album was a gamble – much of it had been made under the influence of hallucinogenic drugs, and Smith had consciously (but riskily) decided to deviate from their previous material. But the label were ultimately wrong about Disintegration, and the gamble paid off massively – the album went on to achieve a gold certification from the BPI.

7. David Bowie and William Burroughs had a hand in inspiring their name

Before they were The Cure, the band were Easy Cure. Before that, they were Obelisk, and Malice before that. When it came to choosing a definitive name for the group, the band’s initial members borrowed a technique used by David Bowie and author William Burroughs to get the creative juices flowing when composing lyrics.

Lol Tolhurst recalled settling the matter of the group’s name in his memoir Cured: The Tale of Two Imaginary Boys: “Robert had seen something about Bowie or William Burroughs cutting up phrases from their writings into strips and reassembling them into new prose or song lyrics. So we cut all our own lyrics up and put them into a hat. The first fragment we pulled out would be the name of the band. It seemed both democratic and punky all at the same time.” The group pulled out “Easy Cure,” but Smith later suggested changing it to something simpler – “The Cure” – as it sounded “more punk.

6. Robert Smith has appeared in a South Park episode

South Park creator Trey Parker was a huge fan of The Cure and reached out to Smith in the late 90s to ask if he’d be willing to appear in an episode of the American animated series. Smith agreed and appeared in the show’s twelfth episode, guest-starring as himself.

In the episode, Smith saves the day by turning into a giant moth and flinging Mecha-Streisand (basically a terrifying mechanical dinosaur version of Barbra Streisand) into outer space.

5. Edward Scissorhands’ hair was inspired by Robert Smith

It’s not too surprising that Edward Scissorhands’ mop of wild black hair drew on Smith’s own unique hairstyle. Plus, it’s not the first time a Johnny Depp character has taken style inspiration from an English rock legend – famously, Captain Jack Sparrow’s appearance is modelled after that of Rolling Stone guitarist Keith Richards.

Smith was also actually asked to do the soundtrack to the movie, as Tim Burton is a huge Cure fan. Unfortunately, Smith was busy recording Disintegration and had never heard of Burton, and so declined and the job went to Danny Elfman. Still, Smith did manage to make a contribution to the movie by inspiring Edward Scissorhands’ iconic hairstyle.

4. The Cure’s song ‘Lullaby’ was inspired by the disturbing songs Robert Smith’s father would sing him when he could not sleep as a child

Lullaby is one of the Cure’s most popular songs. It peaked at #5 on the UK Singles Charts following its release in 1989, making it the the band’s highest-charting single. Since its release, fans have speculated about the true meaning behind the song – with some suggesting that it’s full of metaphors for addiction, while others believe it’s really about assault.

Smith has been quoted as saying that the song was largely inspired by the disturbing lullabies his father would sing him: “He would always make them up. There was always a horrible ending. They would be something like ‘Sleep now, pretty baby – or you won’t wake up at all’.”

3. Robert Smith was paranoid he’d accidentally plagiarised the chord progression in Friday I’m in Love

Friday I’m in Love is one of The Cure’s best-loved tracks – it peaked at #6 on the UK Singles Chart when it was released in 1992. It’s one of the band’s most iconic and definitive songs – but Smith had a hard time believing he’d actually written it himself. “I mean, ‘Friday I’m in Love’ is not a work of genius, it was almost a calculated song,” he admitted in an interview with SPIN magazine. “It’s a really good chord progression, I couldn’t believe no one else had used it and I asked so many people at the time. I was getting drug paranoia anyway: ‘I must have stolen this from somewhere, I can’t possibly have come up with this.’”

Just as Paul McCartney did with Yesterday, Smith rang up all of his friends to see if they recognised the melody he’d written. “I asked everyone I knew – everyone. I’d phone people up and sing it and go, ‘Have you heard this before? What’s it called?’ They’d go, ‘No, no, I’ve never heard it.’”

2. A man once stabbed himself at one of their concerts to “impress a girl”

Disturbingly, in 1986 a man once slashed himself with a hunting knife at a Cure concert in order to “impress a girl.” Guards at the concert administered first aid to the 38-year-old man before handing him over to paramedics. He was then taken to the UCLA Medical Center for treatment where he made a full recovery. A suicide note was later found in his parked truck.

This only heightened The Cure’s gothic image in the media. Smith recalled: “It was pretty serious but perhaps some of the crowd who’d smoked too much […] might’ve thought it was some sort of art installation.”

1. Robert Smith wore a bandage round his thumb during the band’s 1980 Top of the Pops performance because he’d injured it by changing a tyre the day before

The Cure appeared on Top of the Pops back in 1980, performing their single A Forest. If you look closely, you can see Smith sporting a bandage round his thumb.

In Lol Tolhurst’s book Cured: The Tale of Two Imaginary Boys, he explained that Smith had actually injured his thumb the previous day by trying to change a tyre while the band were on their way back to England from New York. “I looked over and noticed he was putting the hubcap back on by kicking the edge with his boot. Unfortunately, his thumb was still under the hubcap, but for some reason he didn’t notice.”

Source: https://www.eightieskids.com/things-you-never-knew-about-the-cure/

Just Like Heaven – The Cure (1987)

«Show me, show me, show me how you do that trick
The one that makes me scream», she said
«The one that makes me laugh», she said
And threw her arms around my neck

Show me how you do it
And I promise you, I promise that
I’ll run away with you
I’ll run away with you

Spinning on that dizzy edge
Kissed her face and kissed her head
Dreamed of all the different ways
I had to make her glow
«Why are you so far away?», she said
«Why won’t you ever know that I’m in love with you
That I’m in love with you?»

You
Soft and only
You
Lost and lonely
You
Strange as angels
Dancing in the deepest oceans
Twisting in the water
You’re just like a dream
You’re just like a dream

Daylight licked me into shape
I must’ve been asleep for days
And moving lips to breathe her name
I opened up my eyes
And found myself alone, alone
Alone above a raging sea
That stole the only girl I loved
And drowned her deep inside of me

You
Soft and lonely
You
Lost and lonely
You
Just like heaven

leer: un acto de libertad

LECTURA Y LIBERTAD – PEDRO LAÍN ENTRALGO (CERVANTESVIRTUAL – PDF)

Día Internacional del Libro

¿POR QUÉ LA LECTURA ES MÁS IMPORTANTE AHORA QUE NUNCA?

Ahora más que nunca, en momentos en que numerosas escuelas en todo el mundo permanecen cerradas y las personas se ven obligadas a reducir el tiempo que pasan al aire libre, hay que aprovechar el poder de los libros. La lectura nos puede ayudar a combatir el aislamiento, reforzar los lazos entre las personas y ampliar nuestros horizontes, al tiempo que estimula nuestras mentes y nuestra creatividad.

Durante el mes de abril y todo el año, es fundamental tomarse el tiempo para leer solo o con los niños. El Día del Libro es un motivo para celebrar la importancia de la lectura, fomentar el crecimiento de los niños y niñas como lectores y promover el amor a la literatura.

A través de la lectura y la celebración del Día Mundial del Libro y del Derecho de Autor, el 23 de abril, podemos abrirnos a los demás a pesar de la distancia, y viajar gracias a la imaginación.

Como cada año, les invitamos a celebrar este día con nosotros y a compartir los materiales visuales que ponemos a su disposición. La UNESCO difundirá citas, poemas y mensajes para simbolizar el poder de los libros y fomentar la lectura. Al compartir conocimientos, lecturas y libros hacemos comunidad y podemos conectar a lectores de todo el mundo, ayudándoles a paliar la soledad. Algunos autores muy reconocidos de la literatura hispana también se han querido sumar a la celebración de este año leyendo fragmentos de sus libros. Además, este año, la UNESCO propone un reto que consiste en crear un trampantojo con una portada de libro y compartir la foto en las redes sociales.

En estas circunstancias, invitamos a estudiantes, profesores, lectores de todo el mundo, así como a toda la industria del libro y los servicios de bibliotecas a dar testimonio y expresar su amor por la lectura. 

¿QUÉ ES EL DÍA MUNDIAL DEL LIBRO Y DEL DERECHO DE AUTOR?

El Día Mundial del Libro y del Derecho de Autor es una celebración para promover el disfrute de los libros y de la lectura. Cada 23 de abril, se suceden celebraciones en todo el mundo para dar a conocer el poder mágico de los libros  –un nexo entre el pasado y el futuro, un puente entre generaciones y distintas culturas. En esta ocasión, la UNESCO y las organizaciones internacionales que representan a los tres principales sectores de la industria del libro -editores, libreros y bibliotecas– seleccionan una ciudad como Capital Mundial del Libro para mantener el impulso de las celebraciones de este día hasta el 23 de abril del año siguiente.

Proclamada por la Conferencia General de la UNESCO en 1995, esta fecha simbólica de la literatura universal coincide con la de la desaparición de los escritores William Shakespeare, Miguel de Cervantes e Inca Garcilaso de la Vega. Este día rinde homenaje a los libros y a los autores y fomenta el acceso a la lectura para el mayor número posible de personas. Trascendiendo las fronteras físicas, el libro representa una de las invenciones más bellas para compartir ideas y encarna un instrumento eficaz para luchar contra la pobreza y construir una paz sostenible

Al defender el libro y el derecho de autor, la UNESCO apoya la creatividad, la diversidad y la igualdad de acceso al conocimiento, en particular a través de su Red de Ciudades Creativas de la Literatura, la promoción de la alfabetización, el aprendizaje móvil y el libre acceso a los contenidos científicos y los recursos educativos. Con la participación activa de las partes interesadas –autores, editores, docentes, bibliotecarios, instituciones públicas y privadas, ONG humanitarias, medios de comunicación y cualquier otro interlocutor que se sienta implicado en esta celebración– el Día Mundial del Libro y el Derecho de Autor congrega a millones de personas en todo el mundo.

Cada año tiene lugar en la Sede de la UNESCO un importante evento: librerías, casas editoriales y artistas comparten su pasión por el libro y la lectura animando talleres para los jóvenes. La UNESCO les invita cordialmente a unirse a esta celebración, así como a situar al libro como vector del conocimiento, la comprensión mutua y la apertura del mundo a la diversidad.

Fuente: https://es.unesco.org/commemorations/worldbookday

¿Por qué el día del libro se celebra el 23 de abril?

El Día Mundial del Libro y del Derecho de Autor fue fijado por la UNESCO en 1995. Y es que justo alrededor de esta fecha, el 23 de abril, murieron tres grandes de la literatura universal. Miguel de Cervantes (murió el 22 de abril y fue enterrado el día 23), William Shakespeare y el Inca Garcilaso de la Vega.

Sin embargo, muy poca gente conoce el origen español de esta iniciativa o el hecho de que en sus inicios se festejase en una fecha muy diferente: el 7 de octubre, cuando se creía que había nacido el creador del Quijote.

Inicialmente fue el escritor valenciano Vicente Clavel el que impulsó la propuesta que se presentó en la Cámara Oficial del Libro de Barcelona en 1923 para dedicar un día de cada año a celebrar la Fiesta del Libro. Dos años después, Clavel reiteró su proposición en Cataluña e inició estas mismas gestiones en Madrid.

Por fin, el 6 de febrero de 1926, el rey Alfonso XIII aprobó y firmó el Real Decreto por el que se estipulaba que el 7 de octubre de todos los años se conmemoraría el nacimiento de Cervantes con una fiesta dedicada al libro español.

Durante casi 5 años se celebró en esta fecha, pero al poco tiempo surgieron las dudas y críticas al día elegido. Por una parte porque no se sabe a ciencia cierta el día exacto del nacimiento del maestro de las letras castellanas. Y por otra parte porque, teniendo en cuenta que se trata de una festividad callejera, se prestaba más a que fuera en primavera, con el buen tiempo, que no durante el plomizo otoño.

CAMBIO DE LA FIESTA: DEL 7 DE OCTUBRE AL 23 DE ABRIL

Finalmente, en 1930, se se acordó trasladar la Fiesta del Libro al 23 de abril de manera definitiva. La publicación de novedades y la organización de actos de firmas de ejemplares con los autores, tradición que hay llegado hasta nuestros días, comenzaron a generalizarse también a partir de esa fecha.

Mucho tiempo después, en 1995, el gobierno español presentó a la UNESCO la propuesta de la Unión Internacional de Editores para establecer esta primaveral fecha como Día del Libro a nivel mundial. Y la respuesta no se hizo esperar, aprobándose ese mismo año.

Años más tarde, la UNESCO promovió una nueva iniciativa relacionada con el mundo de las letras: el nombramiento anual de una ciudad como Capital Mundial del Libro. La decisión la toman la Unión Internacional de Editores, la Federación Internacional de Libreros y la Federación Internacional de Asociaciones de Bibliotecarios y Bibliotecas. La primera ciudad elegida, en 2001, fue precisamente Madrid; en 2023, la seleccionada ha sido Accra, en Ghana.

Fuente: https://historia.nationalgeographic.com.es/a/por-que-el-dia-del-libro-se-celebra-el-23-de-abril_12611

Los beneficios de la lectura

Dicen que a la lectura sólo hay que dedicarle los ratos perdidos, que se pierde vida mientras se lee. Lo cierto es que, agradable pasatiempo para muchos, obligación para otros, leer es un beneficioso ejercicio mental. Rendir culto al cuerpo está en boga, pero ¿y dedicar tiempo al cultivo de la mente? “Al igual que nos cuidamos y vamos cada vez más al gimnasio, deberíamos dedicar media hora diaria a la lectura”, sostiene el escritor catalán Emili Teixidor, autor de La lectura y la vida (Columna) y de la exitosa novela que inspiró la película Pa negre.


Favorecer la concentración y la empatía, prevenir la degeneración cognitiva y hasta predecir el éxito profesional son sólo algunos de los beneficios encubiertos de la lectura. Sin contar que “el acto de leer forma parte del acto de vivir”, dice el ex ministro Ángel Gabilondo, catedrático de Filosofía en la Universidad Autónoma de Madrid y autor del reciente ensayo Darse a la lectura (RBA). Para Gabilondo, la lectura “crea, recrea y transforma. Una buena selección de libros es como una buena selección de alimentos: nutre”.


De la lectura de los primeros jeroglíficos esculpidos en piedra a la de la tinta de los pergaminos, o a la lectura digital, el hábito lector ha discurrido de la mano de la historia de la humanidad. Si la invención de la escritura supuso la separación de la prehistoria de la historia, la lectura descodificó los hechos que acontecían en cada época. Los primeros que leyeron con avidez fueron los griegos, aunque fuesen sus esclavos quienes narraban en voz alta los textos a sus amos. Siglos más tarde, la lectura se volvió una actividad silenciosa y personal, se comenzó a leer hacia el interior del alma. “Los grecolatinos vinculaban la lectura a la lista de actividades que había que hacer cada día”, sostiene Gabilondo. “Convirtieron el pasatiempo en un ejercicio: el sano ejercicio de leer”. Fueron los romanos quienes acuñaron el “nulla dies sine linea” (ni un día sin [leer] una línea).


¿Por qué es tan saludable? “La lectura es el único instrumento que tiene el cerebro para progresar –considera Emili Teixidor–, nos da el alimento que hace vivir al cerebro”. Ejercitar la mente mediante la lectura favorece la concentración. A pesar de que, tras su aprendizaje, la lectura parece un proceso que ocurre de forma innata en nuestra mente, leer es una actividad antinatural. El humano lector surgió de su constante lucha contra la distracción, porque el estado natural del cerebro tiende a despistarse ante cualquier nuevo estímulo. No estar alerta, según la psicología evolutiva, podía costar la vida de nuestros ancestros: si un cazador no atendía a los estímulos que lo rodeaban era devorado o moría de hambre por no saber localizar las fuentes de alimentos. Por ello, permanecer inmóvil concentrado en un proceso como la lectura es antinatural.

Según Vaughan Bell, polifacético psicólogo e investigador del King’s College de Londres, “la capacidad de concentrarse en una sola tarea sin interrupciones representa una anomalía en la historia de nuestro desarrollo psicológico”. Y aunque antes de la lectura cazadores y artesanos habían cultivado su capacidad de atención, lo cierto es que sólo la actividad lectora exige “la concentración profunda al combinar el desciframiento del texto y la interpretación de su significado”, dice el pensador Nicholas Carr en su libro Superficiales (Taurus). Aunque la lectura sea un proceso forzado, la mente recrea cada palabra activando numerosas vibraciones intelectuales.


En este preciso instante, mientras usted lee este texto, el hemisferio izquierdo de su cerebro está trabajando a alta velocidad para activar diferentes áreas. Sus ojos recorren el texto buscando reconocer la forma de cada letra, y su corteza inferotemporal, área del cerebro especializada en detectar palabras escritas, se activa, transmitiendo la información hacia otras regiones cerebrales. Su cerebro repetirá constantemente este complejo proceso mientras usted siga leyendo el texto.
La actividad de leer, que el cerebro lleva a cabo con tanta naturalidad, tiene repercusiones en el desarrollo intelectual. “La capacidad lectora modifica el cerebro”, afirma el neurólogo Stanislas Dehaene, catedrático de Psicología Cognitiva Experimental del Collège de France en su libro Les neurones de la lecture (Odile Jacob). Es así: hay más materia gris en la cabeza de una persona lectora y más neuronas en los cerebros que leen. El neurocientífico Alexandre Castro-Caldas y su equipo de la Universidad Católica Portuguesa lo demostraron en uno de sus estudios, junto a otro curioso dato: comparando los cerebros de personas analfabetas con los de lectores, se verificó que los analfabetos oyen peor.


“Hay que leer con intensidad, despacio, con cuidado, viviendo la vida de las palabras”, dice Gabilondo. Al cobrar vida cada palabra, la imaginación echa a volar. El poder de la mente es tan fuerte que recrea lo imaginado, activando las mismas áreas cerebrales que se accionarían si se ejecutara la acción en la realidad. Lo demuestra un estudio de la Universidad de Washington a cargo de la psicóloga Nicole K. Speer. En un artículo publicado en la revista Psychological Science en el 2009, Speer afirma: “Los lectores simulan mentalmente cada nueva situación que se encuentran en una narración. Los detalles de las acciones registrados en el texto se integran en el conocimiento personal de las experiencias pasadas”.


Además de alimentar la imaginación y favorecer la concentración, la lectura ayuda a mejorar algunas habilidades sociales, como la empatía. Un ávido lector rápido aprende a identificarse con los personajes de las historias que lee y, como bien sostiene Emili Teixidor, “está más dispuesto a abrirse a otras vidas”. El psicólogo Raymond Mar y su equipo de la Universidad de Toronto probaron en el 2006 que las personas que consumen novelas son más empáticas respecto a los lectores de libros especializados o los no lectores. Al medir las habilidades sociales y el modo de interactuar de los dos tipos de lectores, los lectores de géneros literarios resultaron tener una mayor facilidad para ponerse en la piel del otro.


Pero no sólo es más empático quien lee, sino también mejor orador. Como dijo Cicerón, “a hablar no se aprende hablando, sino leyendo”. Lejos de la imagen solitaria e introvertida con la que se identifica al lector, lo cierto es que las personas lectoras desarrollan más sus habilidades comunicativas. “Al enriquecer el vocabulario y mejorar la sintaxis y la gramática; aprendemos a hablar adecuada y justamente”, sostiene Gabilondo. Hacer un correcto uso del lenguaje está bien valorado socialmente, por ello, quienes nutren su dialéctica mediante el hábito lector son percibidos por los otros como personas con gran capacidad de liderazgo. Son más apreciados profesionalmente. Según un estudio de la Universidad de Oxford, la lectura por placer predice el éxito profesional. Quien fue un ávido lector en su adolescencia tiene más posibilidades de triunfar en su madurez. Durante más de dos décadas, el equipo de investigación del psicólogo Mark Taylor analizó los hábitos y actividades de casi 20.000 jóvenes con ánimo de conocer qué actividades predecían el éxito profesional al cumplir 30. Ninguna práctica extracurricular –como hacer deporte o ir al cine–, evaluadas junto a la lectura, lograron tener un impacto significativo en el éxito profesional. Sólo la lectura. Las mujeres que a los 16 años leían libros por puro placer tenían el 39% de probabilidades de alcanzar un puesto de gerencia frente al 25% de las mujeres no lectoras. Para los hombres, que suelen tener más posibilidades de llegar a altos puestos directivos, la cifra pasaba de un 48% entre quienes no leían a los 16 años, a un 58% entre los que sí lo hacían.


Claro que también hay que leer en la madurez y en la vejez. El ejercicio de leer cobra sentido al final de nuestras vidas. Neurólogos y psicólogos recomiendan “la lectura como método preventivo del alzheimer u otras enfermedades neurodegenerativas”, señala el doctor Pablo Martínez-Lage, coordinador del grupo de estudio de conductas y demencias de la Sociedad Española de Neurología. Cuando una persona comienza a padecer síntomas de demencia y a perder autonomía, influyen dos factores: las lesiones que ha producido la enfermedad y la pérdida de la capacidad de compensar. Compensar es poner a funcionar áreas del cerebro que antes no funcionaban, poner en marcha la reserva cognitiva, es decir, la capacidad intelectual acumulada a lo largo de su vida mediante conocimientos y actividades intelectuales. Para disponer de una buena reserva cognitiva es importante tener una vida intelectualmente activa. “Quienes se mantienen mentalmente en forma a lo largo de su vida, corren menos riesgo de padecer alzheimer, parkinson o enfermedades cardiovasculares”, concluye Martínez-Lage.


Los beneficios de la lectura no son únicamente personales. “Leer no sólo afecta a la cultura social, sino también a la economía y al comercio de un pueblo”, sostiene Emili Teixidor. Para el escritor, la lectura ayuda a exportar cultura fuera de nuestro país: “Ya que España no tiene petróleo, ¡tendrá que exportar inteligencia!”. También cabe recordar que a lo largo de la historia la lectura siempre fue uno de los vehículos de la democracia. “En países autoritarios la lectura siempre estará perseguida por contribuir a desarrollar la libertad de expresión, la cultura y la información”, afirma César Antonio Molina, ex ministro de Cultura y director de la Casa del Lector. Leer siempre tuvo el poder de transformar la sociedad, “y, si no, ¡fíjese en todos los que leyeron los evangelios!”, sostiene Teixidor. El escritor recuerda una anécdota, “ahora en el quiosco venden muy barato el Manifiesto Comunista de Karl Marx, en mis tiempos de estudiante hubieran perseguido al quiosquero“. Muchos libros fueron la clave del desarrollo de algunos acontecimientos históricos y ahora, en momentos de incertidumbre y crisis, la lectura debería adquirir protagonismo. No sólo como buena compañera de viaje para evadir y serenar. “No hay que refugiarse en la lectura, sino emplear su capacidad de modificar el estado de las cosas”, dice Gabilondo. Según el filósofo, hay que utilizar el poder de la lectura para transformar la sociedad. 

El efecto contagio

El éxito educacional de un niño no depende tanto del estatus socioeconómico de su familia como de que sepa disfrutar de la lectura. “No importa qué, ni cuánto se lea, lo importante es leer”, dice Emili Teixidor. En su libro La lectura y la vida (Columna), el escritor da algunas claves imprescindibles para contagiar el hábito lector, “aunque cada maestrillo tenga su librillo”, afirma. El primero de los trucos es predicar con el ejemplo, “si quieres cambiar el mundo, por dónde empezarías, ¿por ti o por lo demás?”, dice. Tanto padres como educadores deben leer delante de los niños para lograr despertar su interés.

Las lecturas obligatorias a las que se somete a los más pequeños son contraproducentes, según Teixidor. Cada uno debería encontrar su camino y saber qué quiere leer, qué tipo de narración es la más adecuada para él, “yo, por ejemplo, encuentro fantástico poder conversar con Séneca y con Cicerón –afirma– y sé que muchos otros no soportarían la lectura de los clásicos”. Con lo que está de acuerdo el escritor es con la denominada “hora del silencio”, cuya aplicación se ha puesto de moda en algunos colegios. “Es una hora en la que lee todo el centro, desde los alumnos hasta la directora o el conserje –cuenta– .Lo importante es facilitar tiempos y espacios para aprender la disciplina de leer diariamente”. La planificación de la lectura es un importante elemento para desarrollar el hábito lector.

Pero, sin duda, el mejor truco para incentivar la lectura es expandir la curiosidad desbocada, la pasión por descubrir mundos, por conocer personajes, hechos e historias. “Un maestro siempre comenzaba sus clases hablando de dos libros: el primero lo recomendaba y el segundo lo prohibía diciendo que sólo podía leerlo él”, recuerda Teixidor. El libro prohibido era mucho más leído por sus alumnos que el que inicialmente había recomendado”. La curiosidad siempre mata al gato, potenciarla en lo que a la lectura se refiere, siempre es un gran aliado.

De tabla en tabla

Placas de arcilla
En el IV milenio a.C. nace en Mesopotamia la escritura cuneiforme, madre de todas las formas de expresión escrita. Los primeros escritos se recogieron en vasijas o placas de arcilla. Los moldes húmedos de arcilla se grababan con la punta de una caña hueca
y luego se dejaban secar
Tablas de madera
Usadas por sumerios y egipcios, las tablillas de madera se utilizaron simultáneamente junto al papiro. La madera se barnizaba para blanquearla, se recubría de cera para alisarla y eliminar grietas, o se estucaba. En China, este soporte fue muy utilizado para fabricar sellos o grabar signos.
Tablillas de cera
Los grecolatinos blanqueaban con barniz o cal las tablillas para registrar los documentos administrativos de su civilización. Fue un gran avance, el texto se podía borrar y volver a grabar en la misma tablilla una y otra vez. Dieron origen a los códices, padres de nuestros actuales libros
El papiro
Junto al Nilo crecía una planta, la Cyperus papyrus, a la que se le atribuyó la utilidad de ser un buen soporte para la escritura. Tallada en finas láminas, alisadas y secadas, y unidas con un pegamiento hecho con vinagre, agua y harina, se configuraron los primeros rollos de papiro
El pergamino
La lucha entre Alejandría y la ciudad de Pérgamo (actual Turquía) por poseer la mejor biblioteca, dio lugar a que los egipcios cortaran el suministro de papiro a sus competidores. Estos, obligados a desarrollar un nuevo soporte, crearon el pergamino tratando pieles de animales
El papel
Descubierto por un oficial chino en el 105 d.C., su uso lo extendieron los árabes al derrotar al imperio chino en Samarcanda y copiar la técnica. El papel se hacía con lino y cáñamo fermentados para formar una masa fina que, a golpes, se convertía en una base de celulosa
El ordenador
Desde la invención del papel, durante siglos la lectura se ha llevado a cabo en el mismo soporte. Pero la invención del primer ordenador en el 1973 fue el detonante de la actual era digital, en la que se lee en nuevos soportes basados en pantallas programadas por códigos alfanuméricos
E-book
Es la versión electrónica o digital del libro, su función es exclusivamente servir como soporte para la lectura. Junto a ellos, nace la tinta electrónica, una tecnología que permite crear pantallas planas tan delgadas como un papel. Los e-books pueden contener imágenes, gráficos o sonidos para completar la narración
Tabletas
Han revolucionado el mundo de los dispositivos electrónicos de lectura al ser un híbrido entre e-books y ordenadores. No solo permiten leer libros digitales, sino también navegar por internet o descargar y consultar revistas. Un defecto, fatigan más la vista que los e-books ya que no poseen tinta electrónica

Sacar tiempo

Cada vez parece más difícil encontrarle un hueco a la lectura. El tiempo pasa entre el trabajo, navegar por internet, hacer deporte o salir con los amigos. Pero ¿cuándo hay tiempo para leer?
Aunque en España el 58% de las personas mayores de 14 años afirman leer frecuentemente, al preguntar por la falta de interés hacia la lectura tanto a lectores ocasionales como a no lectores, ambos dicen no disponer del tiempo suficiente. Además, por cada edad hay una razón distinta. Según un estudio elaborado por la Federación de Gremios de Editores, los españoles entre los 25 y los 54 años –la franja más activa desde el punto de vista laboral–, admiten no poder dedicarse a la lectura por falta de tiempo. Por lo que se refiere a los jóvenes no lectores entre los 14 y 24 años la motivación es sencilla: no leen porque no tienen interés o porque no les gusta. En cambio, los mayores de 65 años, al ver reducidas progresivamente sus facultades visuales, no logran dedicarse concreta y asiduamente a la lectura.

Fuente: https://www.lavanguardia.com/cultura/20230423/8915727/sant-jordi-fiesta-literaria-vanguardia-javier-godo-pedro-almodovar-ray-loriga-miquel-iceta-yolanda-diaz-liz-duval-ada-colau-xavier-trias.html

Los 5 beneficios psicológicos de la lectura en los que no habías caído

Hoy se celebra el ‘Día del libro’ y todos empezaremos a leer listas y listas de novelas imprescindibles para este año, los mejores por géneros, los mejores por temática, los más vendidos estas fechas… Pero ¿qué nos aporta realmente la lectura en términos psicológicos? Pues muchas cosas y muy buenas, y es importante que seamos conscientes de ello. Al menos hay cinco beneficios —señalan desde TherapyChat—para que, aunque tengas tu agenda llena y creas que no puedes sacar tiempo, hagas un esfuerzo y te animes a seguir leyendo esa novela que te engancha y no te suelta:

Ayuda a reducir el estrés. En el mundo en el que vivimos es fundamental encontrar actividades que provoquen esto. Leer puede transportarnos a realidades muy distintas a la nuestra y esto puede darle un descanso a nuestra mente para que se olvide durante ese tiempo de las tareas que tenemos pendientes, de problemas o de situaciones cotidianas del día a día que nos estresan. La lectura es una tarea que nos permite tener la sensación de estar fluyendo y de pérdida de noción del tiempo , y este tipo de tareas ayudan a nuestro bienestar emocional.

Nos hace más empáticos. Al leer, nos identificamos con los personajes, entendemos y vivimos sus emociones. Como sabemos, leer supone ponernos en contacto con historias y con personas, aunque sean ficticios, y ver cómo se desarrolla su vida, las decisiones que toman y las situaciones que viven y esto, claro, nos permite entender cómo piensan y cómo se pueden sentir otras personas. Estar en contacto con realidades distintas a la nuestra, aunque sea a través de la lectura, nos puede ayudar a poner en perspectiva nuestros problemas y los de los demás y, sobre todo, a esforzarnos para entender y respetar las vivencias del otro.

Mejora la flexibilidad mental. Leer poemas, novelas, textos complejos o cualquier cosa que te anime a reflexionar sobre distintas situaciones, incluso sobre ti mismo, puede ayudarnos a mejorar nuestra flexibilidad mental y nuestra creatividad.

Mayor conectividad entre neuronas. La lectura estimula que ciertos grupos de neuronas se activen simultáneamente, reforzando la red que establecen entre ellas. Esto ocurre, por ejemplo, con las zonas relacionadas con el lenguaje, el pensamiento simbólico, la visión espacial y la conciencia del cuerpo dentro del espacio; ya que como hemos dicho, leer es casi como vivir la historia en nuestra propia piel. Mantener la mente activa con la lectura ayuda a mantener el cerebro fuerte , mejorando la memoria, la capacidad de concentración y la capacidad de comunicación.

Descansa nuestro cuerpo. Parece algo evidente y quizás por ello no lo valoremos tanto, pero la lectura es una actividad que permite que nuestro cuerpo pueda descansar, puesto que se trata de una actividad que no requiere movimiento por nuestra parte.

«Leer hace que vivamos las historias de los personajes que habitan nuestras lecturas como propias y esto hace que se activen nuestras neuronas espejo, implicadas en unos procesos fundamentales, los procesos de empatía», explica Aída Rubio, coordinadora del equipo de psicólogos de TherapyChat.

Un problema que aseguran tener muchas personas, debido a su apretada agenda, es que no tienen tiempo para incorporar el hábito de lectura a su día a día. Por si tú eres uno de ellos, desde esta organización también aportan varios consejos para que sí puedas encontrarle un hueco:

Momentos de desconexión. Como todo hábito, toma tiempo adaptarse y para incorporarlo a nuestra rutina lo principal es ser constante. Por esta razón, es interesante aprovechar los momentos del día que tenemos libres o en los que necesitamos desconectar. En el transporte público, justo antes de irte a dormir, después de comer mientras te tomas un café o, incluso, por la mañana antes de empezar tu día.

Leer debe estar asociado al placer. Debe ser un momento para ti, un momento que disfrutas. No debe ser una actividad obligada o que te suponga una carga extra, que no te importe si terminar un libro te lleva semanas o más tiempo del que esperabas. Es preferible ir a tu ritmo y que la lectura siga siendo un placer para ti y no una obligación más.

Encuentra tu libro. Quizás no eres un lector al que le apasionen los clásicos o textos muy complejos, no pasa nada, si quieres desarrollar el hábito de la lectura lo mejor es que empieces por las cosas que más te interesen o más te enganchen. De hecho, una vez que ya tengas el hábito más arraigado, puede que te surja la necesidad de empezar a leer otro tipo de cosas. Y un truco rápido para encontrar tu libro : piensa en algo muy específico, un tema muy concreto que te interese y busca historias sobre ello, sobre una época, un lugar específico, un autor que siempre te engancha… de esta manera podrás acertar más fácilmente.

Descubre tu lugar de lectura. No hay un lugar bueno o malo para leer. Hay personas que disfrutan de la lectura en el sofá debajo de una manta, otras que prefieren hacerlo en la cama antes de dormir, otras en el transporte público. Lo cierto es que tú tienes que encontrar el lugar que a ti más te funcione. Independientemente de dónde sea, lo que sí debemos encontrar es algo cómodo, bien iluminado y sin grandes distracciones, esto te vendrá muy bien si estás intentando desarrollar o recuperar tu hábito lector.

Ya no hay excusas. Ya sabemos cómo fomentar nuestro hábito lector y conocemos los beneficios psicológicos que nos proporciona la lectura, así que es hora de ponerse manos a la obra.

Fuente: https://www.abc.es/familia/padres-hijos/abci-5-beneficios-psicologicos-lectura-no-habias-caido-202104230100_noticia.html

Leer es un acto revolucionario

No hay críticos literarios tan perspicaces como la gente que no lee, es un hecho. Hace unos días la pasajera de un avión procedente de Turquía iba leyendo un libro sobre cultura siria (Syria speaks: Art and Culture from the Frontline) y terminó en un despacho del aeropuerto de Doncaster rodeada por varios policías que le preguntaban sin rodeos qué diablos estaba leyendo. A una azafata el título le dio repelús y avisó al piloto quien a su vez avisó a las autoridades en tierra. Faizah Shasheen, psicoterapeuta de ojos almendrados, confesó casi en seguida la verdad: estaba leyendo un libro. Ya que el libro no era el Corán y que llevaba en su título las palabras «arte» y «cultura», las posibilidades de que trabajase para el ISIS se reducían mucho, pero aun así la policía no se quedó tranquila y prosiguió el interrogatorio durante quince minutos.

No se equivocaban, sin embargo, en la sospecha de que los libros son peligrosos y la lectura una actividad subversiva. Está comprobado históricamente que las prohibiciones o la censura no valen de nada contra ella. Basta quemar un libro o retirarlo de la circulación para que empiece a florecer en manuscritos y fotocopias que van pasando de mano en mano. Por eso el neoliberalismo, tan liberal él, ha decidido cambiar de táctica y luchar contra el vicio de leer mediante el sencillo procedimiento de enterrar entre toneladas de papelería un solo gramo de literatura valiosa. Por una novela que vale la pena, por un ensayo que dice algo importante, por un poema de verdad, se publican (y se publicitan) millares de libros de mierda, con presentadores televisivos recauchutados en novelistas playeros, famosos catódicos metidos a filósofos de piscina y poetas repentinos que escriben endecasílabos con alevosía y sin premeditación. No hay ningún peligro de que ninguno de estos productos caducifolios dañe su corazón, golpee su cabeza o desgarre sus más íntimas convicciones: valen menos que la tinta y el papel en que están escritos. Son inodoros, incoloros e insípidos; como dice mi amigo, el poeta Jesús Urceloy, son «libros Ariel»: entras blanco y sales blanquísimo.

El cómico Bill Hicks contaba que una noche que estaba cenando en una hamburguesería y hacía tiempo leyendo una novela, se le acercó una camarera mascando chicle y le preguntó: «¿Para qué estás leyendo?» Hicks se quedó bastante sorprendido porque era la primera vez que alguien quería saber para qué: normalmente la pregunta se refería a qué diablos hacía leyendo. «Bueno» respondió Hicks, «supongo que leo para no terminar de camarera en un hamburguesería, creo que eso está bastante alto en mi escala de valores». Hicks se equivocaba de cabo a rabo: con un currículum similar podría terminar de presidente del gobierno.

Dentro del amplio sector de los no lectores, los aduaneros son los críticos literarios más despiadados con mucha diferencia. En cualquiera de mis viajes, sea al país que sea, jamás se me ocurriría rellenar la casilla referente a profesión con el título de «escritor», «periodista» o «columnista» (lo de «novelista» equivaldría directamente al suicidio). La cultura siempre es una actividad subversiva, como bien sabe mi amigo Javier Blanco Urgoiti a quien un día, cuando estaba en Eslovaquia con unos amigos, se le ocurrió ir a Uzghorod, en Ucrania, para poner una estampilla más en el pasaporte. De paso, aprovecharon para visitar una iglesia ortodoxa y disfrutar un buen rato con el misterio de la liturgia. De regreso, a los guardias de la aduana les pareció muy extraño que hubiesen permanecido apenas un día en el país únicamente para ver Uzghorod, una ciudad donde no hay nada que ver. Los interrogaron incansablemente durante varias horas, hasta que al final, cuando ya estaban pensando en desmontar el coche, entró un oficial de alto rango que hablaba castellano. «Decid la verdad» dijo sonriendo. «Habéis ido de putas, ¿a que sí?». A Javier se le iluminó la cara. Claro, de putas, cómo no se le había ocurrido antes. Los aduaneros estallaron en risotadas cuando lo tradujo. El oficial le dio un codazo mientras les devolvían los pasaportes. «Están buenas nuestras mujeres, ¿eh? Haberlo dicho antes, hombre».

Fuente: https://blogs.publico.es/davidtorres/2016/08/25/leer-es-un-acto-revolucionario/

La lectura como acto revolucionario

Mario Mendoza acude a su lema personal, «Leer es resistir», para dar nombre a su publicación más reciente: un libro de relatos que rinde homenaje a la cultura y el conocimiento, a la vez que analiza diversas problemáticas de nuestro presente.

Tomé un bus de Transmilenio para regresar a la oficina luego de dos semanas de vacaciones. Eran las nueve de la mañana cuando me senté, saqué el celular y continué la lectura que había empezado en mi Kindle la noche anterior. En la siguiente estación se subió un muchacho, seguramente con rumbo a la universidad. Al darse cuenta de que yo estaba leyendo, me sonrió y tomo asiento a mi lado. Abrió su morral y sacó un ejemplar de «Las flores del mal» del poeta y ensayista francés Charles Baudelaire, mismo a quien Mario Mendoza referenciaba en el apartado que yo transitaba de «Leer es resistir», su libro más reciente,

Dijo Borges que “todo encuentro casual es una cita”, y de coincidencias como la mía está llena esta especie de autobiografía, este ejercicio de reconstrucción de una carrera con base en las experiencias, las lecturas, las personas y el arte que ha pasado por la vida de uno de los promotores de lectura más grandes que tiene este país, causante de que miles de jóvenes sean ahora lectores, y que quedan consignadas en las pasadas 300 páginas de este libro de relatos.

Mendoza empezó a escribirlo en pleno confinamiento por la pandemia del COVID-19, albergado por la incertidumbre que gobernó al mundo por esos días y ante la que la literatura sirvió de bálsamo. Porque como el mismo autor dice, “si el libro es un poder en sí mismo, la literatura es un doble poder porque esconde secretos que desdoblan al lector, que lo sacan de su yo, de su identidad, que lo obligan a entrar en un trance misterioso”.

Al igual que Tintín, el intrépido y aventurero reportero creado por el historietista belga Hergé, el escritor bogotano nació un 10 de enero y descubrió el poder de los libros a los siete años mientras estaba internado en el hospital por una peritonitis gangrenosa. A partir de allí, las letras lo han acompañado sin excusas, sin importar si vivía en el centro de Bogotá con pocos pesos, si se había aventurado al Mediterráneo en busca de certezas, ni tampoco si dejó tirada una beca para un doctorado.

Somos la suma de quienes nos rodean, de lo que leemos, lo que vemos, lo que vivimos y también de lo que no. Y eso queda claro en el rompecabezas que arma Mendoza en las tres partes de su libro: Bordes, Pasadizos y Extramuros. Una línea de construcción personal, de formación intelectual y de entendimiento del mundo, de la realidad y del individuo, con sus claros y oscuros. A partir de esta, el autor comparte sin restricciones sus encuentros con las lecturas que lo formaron, con las marcas que el conocimiento, la crítica y la formación tatuaron en él. Citas y cafés a través de páginas con personajes como Stefan Zweig, Herman Hesse, Emily Dickinson, Jack Kerouac, Antonio Muñoz Molina, Alan Watts, Andrés Caicedo, Edgar Allan Poe, Marvel Moreno, Jorge Zalamea Borda, Virginia Woolf, Marguerite Duras, Juan José Millás, Virgil Gheorghiu, Ernest Hemingway, Samuel Becket y el ya nombrado Baudelaire, entre muchos otros nombres que se suman a la invaluable bibliografía que nos regala este texto.

A partir de allí, el rompecabezas pasa a manos del lector o la lectora, quien relato a relato encontrará los fundamentos de la férrea defensa que Mario Mendoza hace por la lectura, por calificarla como un acto invaluable y definitivo, porque “leer es una fuerza que significa emancipación, resistencia y resiliencia”, una luz capaz de transformarlo todo.

En ese momento el texto explota. Las reflexiones de Mario a través de sus pasos transmutan en una defensa a la ilustración y el humanismo, en una invitación abierta a quien interactúa con él a través de la palabra: un manifiesto por la rebeldía, la pregunta y la otredad. Se plantea una conversación profunda y necesaria sobre la valía de la creatividad y la imaginación como escudos ante la injusticia y la desigualdad, sobre las élites que oprimen y ahogan todo lo que no consideren “correcto” y sobre un sistema que nos empuja a ser simples autómatas sin capacidad de cuestionar lo que ocurre a su alrededor, además de otros asuntos.

Pero a su vez el pensador colombiano propone salidas. Habla de empatía y de encarnar el dolor de los demás, de hacer lo que amamos, entender y abrazar la diferencia, dar oportunidades, valorar cada instante, no conformarnos ni tragar entero y ver en la cultura y la educación herramientas de transformación únicas. A propósito, una de mis citas favoritas del libro dice que hay que “educar a las nuevas generaciones para que sean más críticas, más lúcidas y más democráticas”.

Algo muy atractivo en el contenido de esta obra son las reflexiones que constantemente hace Mendoza sobre el oficio del escritor, sobre la claridad que proporciona en algunos aspectos y la maldición que significa en otros. En esta suerte de diario cuenta algunas de las vivencias que lo marcaron y lo hicieron lo que es hoy en día, con sus retazos de gloria y los episodios difíciles: un trabajador incansable que no quiso seguir la ruta del establecimiento, sino que se calzó las botas y eligió contar las historias que la crítica especializada y los grandes académicos desprecian, pero que han enamorado y representado la realidad de una legión de lectores que no para de crecer. Para mí, eso es algo poderosamente valiente y valioso. “No se escribe para aparecer en periódicos y revistas, sino para entregar lo mejor de sí mismo en un acto de generosidad absoluta”, dice el autor en las páginas de este libro.

Sin embargo, «Leer es resistir» posee algo más mágico aún y es la bella reivindicación que hace del derecho de los lectores a hacer su propio camino junto a la literatura, a disfrutar de las historias que quieran y no de las que el statu quo les impone. Porque, al final de cuentas, “las páginas que amamos, en medio del infierno que vivimos día a día, son nuestra única redención posible”.

Fuente: https://www.elespectador.com/el-magazin-cultural/la-lectura-como-acto-revolucionario/

La libertad y el placer de la lectura

La historia, con mayúsculas, empezó en Sumeria -lo que hoy es la martirizada tierra de Irak- hace unos 5.000 o 6.000 años.Imaginamos que tras siglos de tentativas más o menos fructuosas o estériles, de avances y de retrocesos, el ser humano logró entrar en ese mundo siempre maravilloso y enigmático, sin lugar a dudas, que es la escritura.

Desde el complejo texto cuneiforme sobre una tabilla de arcilla, realizado con una caña que hace pequeñas cuñas (de ahí el nombre de esa escritura primigenia), el proceso avanzó de manera espectacular, con increíbles cambios en el tipo de escritura (los fenicios mejoraron esencialmente el proceso, pasando de una escritura ideográfica y silábica al primer alfabeto hasta ahora conocido) y, en no menor medida, en los soportes sobre los que se escribía y en los materiales diversos que había que utilizar para ello.

Así se pasó desde la citada lámina de arcilla al papiro de Egipto y de éste al pergamino (de Pérgamo, en el Asia Menor, en lo que actualmente es Turquía), hasta llegar, muy posteriormente, al papel, traído a Occidente por los árabes desde China, donde fue inventado. En cuanto a las formas de esos soportes de lo escrito, se pasó desde el rollo de papiro y pergamino al códice, el formato de libro tal como lo conocemos y usamos hoy en día.

Hasta aquí estamos hablando de una escritura manuscrita, entendiento por tal la que se realiza mediante la mano de quien elabora el texto. A mediados del siglo XV un alemán, Gutenberg, lleva a cabo la que sin dudas es una de las más grandes revoluciones de todos los tiempos: la imprenta.

El libro deja de ser el producto de copias a mano para pasar a ser el resultado de la acción de una máquina. La velocidad de confección de cada libro se multiplica exponencialmente respecto a lo que tardaba un monje medieval en copiar un códice.

Los cambios no paran ahí y el siglo XIX ve la aparición de la imprenta industrial, una nueva multiplicación en el tiempo de confección del libro con referencia a la imprenta artesanal de Gutenberg, que prácticamente permaneció inmutable desde el siglo XV hasta el citado siglo XIX.

El último cambio -otra revolución, indudablemente- ha venido dada por la aparición arrolladora de las tecnologías de la información y de la comunicación: las conocidas TIC.

Pero hay algo que, en esencia, sigue permaneciendo inmutable desde los sumerios hasta ahora: la lectura. Cierto es que a lo largo de los siglos han ido cambiando las maneras de llevarla a cabo, de modo que se ha pasado de una lectura colectiva a otra individual.

Así, entre los griegos de la Academia platónica o del Liceo aristotélico era uno quien leía mientras los demás escuchaban, y luego se producía el comentario con la participación de todos los oyentes, en una especie de puesta en común de lo leído, rayando las más de las veces lo que hoy día llamaríamos brainstorming o, si lo quieren en castizo, lluvia de ideas.

Otro cambio en las manera de leer fue el paso desde la lectura en voz alta a la lectura en silencio. Durante muchos siglos se hizo en voz alta, de modo que en los conventos benedictinos estos monjes, los más decididamente defensores de la lectura, practicaban la lectio para que quienes no sabían leer -la inmensa mayoría de la población en la época-, pudiesen llegar al objetivo perseguido: la meditatio, siempre en torno a las Sagradas Escrituras.

De entre la infinita cantidad de anécdotas que se han producido a lo largo de la Historia, respecto a la lectura en voz alta de uno que lee para un grupo que escucha, he aquí una realmente curiosa. En Cuba, incluso hoy en día sigue habiendo fábricas de tabaco en las que una persona lee para los trabajadores, que mientras le escuchan se dedican a liar a mano los cigarros puros -indudablemente los mejores del mundo-. Pues bien, hace mucho tiempo, una de aquellas lecturas fue El conde de Montecristo, de Alejandro Dumas. La novela del escritor francés gustó tanto que los trabajadores se dirigieron al famoso novelista pidiéndole su permiso para bautizar con su nombre una de las más preciadas labores que llevaban a cabo. He ahí el origen del nombre de los afamados cigarros puros Montecristo.

En lo esencial, el proceso de la lectura ha permanecido inmutable desde el tiempo de los sumerios; esa permanencia casi sin cambios viene dada por algo que, de tan usual y repetido como proceso, nos pasa generalmente desapercibido. Mediante la lectura superamos las barreras del espacio y del tiempo.

Leamos, por ejemplo, el párrafo inicial del capítulo uno del Libro Primero del Heike Monogatari (El Cantar de Heike, poema épico clásico de la literatura japonesa): «En el sonido de las campanas del monasterio de Gion resuena la caducidad de todas las cosas. En el color siempre cambiante del arbusto de shara se recuerda la ley terrenal de que toda gloria encuentra su fin.Como el sueño de una noche de primavera, así de fugaz es el poder del orgulloso. Como el polvo que dispersa el viento, así los fuertes desaparecen de la tierra».

Se nos cuenta en esta obra, escrita a principios del siglo XII, la historia de los Heike, una familia de guerreros: su llegada a la cima del poder, y su posterior e inevitable decadencia.Este libro nos hace cercana una historia escrita en el otro extremo del mundo, en Japón.

Pero la lectura nos sirve también para superar la barrera del tiempo. Veamos: «Se ha de quebrar la humanidad como caña de cañaveral.El mejor de los muchachos, la mejor de las muchachas, la mano de la muerte se los lleva. La muerte, que nadie ha visto, cuyo rostro ninguno ha contemplado ni escuchado su voz. ¡La muerte cruel que quiebra a los hombres! ¿Acaso construimos nuestras casas para siempre? ¿Contraemos compromisos para siempre? ¿Repartimos un patrimonio para siempre? …Tantos rostros que veían el sol y de golpe ya no queda nada…». Este párrafo pertenece a la tablilla número XI de la Epopeya de Gilgamesh, «el hombre que no quería morir». Fue escrito hacia el año 2650 antes de Cristo, por los sumerios, probablemente en la ciudad de Uruk, en lo que es ahora Irak. Han pasado cerca de 5.000 años y ese trágico lamento de Gilgamesh, el héroe que busca afanosamente la inmortalidad, nos impresiona como si hubiese sido escrito ayer por la mañana.

COMO decíamos, la escritura, y su posterior lectura, nos sirve para, en cierto modo, hacernos inmortales, para romper las fronteras de lo espacial y lo temporal. Pero leer es eso y mucho más que eso. Ortega nos contó, en su más que citada Misión del bibliotecario, que un tigre es siempre el mismo. No puede superar de ninguna manera las barreras de su especie. Está condenado a ser siempre el mismo. Podrá variar el número de sus rayas, la intensidad de su color, su grado de ferocidad… pero siempre será el mismo tigre.

Frente a ese tigre inmutable (y también, cierto es, inmortal: ningún tigre sabe que algún dia va a morir) el ser humano, cada ser humano, es único. Trasciende lo meramente genérico y, a través del proceso acumulativo del saber, aprende lo que ya saben otros e incluso, a partir de lo aprendido, puede él mismo incrementar ese caudal de conocimientos.

Cierto es que en las culturas orales ese proceso existe, pero no es menos cierto que la escritura y la lectura son las que han permitido multiplicar hasta el infinito ese proceso nunca detenido del aprendizaje de los seres humanos y de la multiplicación de lo que cada generación ha aprendido.

Además de todo lo dicho, y probablemente en primer lugar, la lectura es libertad. La auténtica escritura, y la lectura por consiguiente, es el mayor y mejor ejercicio de libertad que cualquier ser humano puede llevar a cabo.

No hace falta estudiar demasiada historia para ver cómo cualquier sistema autocrático ha señalado al libro como a uno de sus peores enemigos. Y con razón. Las más grandes revoluciones que han tenido lugar en la historia de la humanidad no han sido las que ocasionan guerras, destrucción y muerte. En absoluto. Las más grandes revoluciones han venido dadas por libros. La Biblia, el Corán, las obras de Kant, de Hegel y de tantos otros han cambiado esencialmente nuestra manera de ver y entender la vida o, lo que es lo mismo, nos sirven para intentar entendernos a nosotros mismos, para intentar encontrar respuestas a las grandes preguntas, las básicas, las de siempre.

Pero, además, la lectura es libertad en un sentido aún más individual, más personal si se quiere: no nos pueden obligar a amar, o a odiar; de la misma manera, aunque algunos se empeñen en lo contrario, no se puede obligar a nadie a leer. Se le podrá obligar a estar delante de un libro, pero leer, lo que se dice leer, sólo leemos los que lo hacemos porque sí, porque nos apetece o, más en corto, porque nos da la real gana.

Yo soy yo… y mis lecturas, que diría Don José.

Fuente: https://www.elmundo.es/opinion/tribuna-libre/2009/04/2633982.html

blue april sky

April in Paris – Ella Fitzgerald

April in Paris, chestnuts in blossom
Holiday tables under the trees
April in Paris, this is a feeling
No one can ever reprise

I never knew the charm of spring
Never met it face to face
I never new my heart could sing
Never missed a warm embrace

Till April in Paris
Whom can I run to
What have you done to my heart
Yes, April in Paris, chestnuts in blossom
Holiday tables under the trees
April in Paris, this is a feeling
No one can ever reprise

I never knew the charm of spring
I never met it face to face
I never new my heart could sing
I never missed a warm embrace

Till April in Paris, chestnuts in blossom
Holiday tables under the trees
April in Paris, this is a feeling
That no one can ever reprise

I never knew the charm of spring
I never met it face to face
I never new my heart could sing
I never missed a warm embrace

Till April in Paris
Whom can I run to
What have you done to my heart

April Come She Will – Simon & Garfunkel

April, come she will
When streams are ripe and swelled with rain
May, she will stay
Resting in my arms again

June, she’ll change her tune
In restless walks she’ll prowl the night
July, she will fly
And give no warning to her flight

August, die she must
The autumn winds blow chilly and cold
September, I’ll remember
A love once new has now grown old

Pieces of April – Three Dog Night

April gave us springtime
And the promise of the flowers
And the feeling that we both shared
And the love that we called ours

We knew no time for sadness
That’s a road we each had crossed
We were livin’ a time meant for us
And even when it would rain
We would laugh it off

I’ve got pieces of April
I keep them in a memory bouquet
I’ve got pieces of April
It’s a mornin’ in May

We stood on the crest of summer
Beneath an oak that blossomed green
Feeling as I did in April
Not really knowin’ what it means

But it must be then that
You stand beside me now
To make me feel this way
Just as I did in April
But it’s a mornin’ in May

I’ve got pieces of April
I keep them in a memory bouquet
I’ve got pieces of April
But it’s a mornin’ in May

I’ve got pieces of April
I keep them in a memory bouquet
I’ve got pieces of April
It’s a mornin’ in May

It’s a mornin’
It’s a mornin’ in May
Just a mornin’
Just a mornin’
Just a mornin’
Mornin’ in May
It’s a mornin’ in May

Just, just a mornin’
A mornin’ in May
A mornin’ in May

Sometimes it snows in April – Prince

Tracy died soon after a long fought civil war
Just after I’d wiped away his last tear
I guess he’s better off than he was before
A whole lot better off than the fools he left here
I used to cry for Tracy ‘cause he was my only friend
Those kind of cars don’t pass u every day
I used to cry for Tracy because I wanted to see him again
But sometimes, sometimes life ain’t always the way

Sometimes it snows in April
Sometimes I feel so bad, so bad
Sometimes I wish that life was never ending
And all good things, they say, never last

Springtime was always my favorite time of year
A time for lovers holding hands in the rain
Now springtime only reminds me of Tracy’s tears
Always cry for love, never cry for pain
He used to say so strong, unafraid to die
Unafraid of the death that left me
Hypnotized
No, staring at his picture I realized
No one could cry the way my Tracy cried

Sometimes it snows in April
Sometimes I feel so bad
Sometimes, sometimes I wish that life was never ending
But all good things, they say, never last

I often dream of heaven and I know that Tracy’s there
I know that he has found another friend
Maybe he’s found the answer to all the April snow
Maybe one day I’ll see my Tracy again

Sometimes it snows in April
Sometimes I feel so bad
So bad
Sometimes I wish that life was never ending
But all good things, they say, never last

But all good things they say, never last
And love, it isn’t love until it’s past

April Skies – The Jesus And Mary Chain

Hey honey what you trying to say
As I stand here
Don’t you walk away
And the world comes tumbling down

Hand in hand in a violent life
Making love on the edge of a knife
And the world comes tumbling down

And it’s hard
For me to say
And it’s hard
For me to stay
I’m going down
To be by myself
I’m going back
For the good of my health
And there’s one thing
I couldn’t do
Sacrifice myself to you
Sacrifice

Baby baby I just can’t see
Just what you mean to me
I take my aim and I fake my words
I’m just your long time curse
And if you walk away
I can’t take it

But that’s the way that you are
And that’s the things that you say
But now you’ve gone too far
With all the things you say
Get back to where you come from
I can’t help it
Under the april skies
Under the april skies
Under the april sun
Under the april skies

Under the april sun
Under the april sun
Under the april skies
Under the april sun
Under the april skies

Sun grows cold
Sky gets black
And you broke me up
And now you won’t come back
Shaking hand, life is dead
And a broken heart
And a screaming head
Hey, hey

Under the april sky
Under the april sun
Under the april sky
Under the april sky

ESCUELA OFICIAL DE IDIOMAS A DISTANCIA DE CANARIAS

Como docente de alemán en la EOI a distancia de Canarias os recomiendo:

Entrevista a Eugenia González Betancor, directora de la EOI a distancia de Canarias:

https://drive.google.com/file/d/1lGC7-Ns00gBzYOyWOGTgaWdAkHehOH6m/view

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